jueves, 30 de junio de 2022

Doscientos ochenta y dos días y alguna noche

Doscientos ochenta y dos días, cuarenta cartas escritas a mano cada tarde de cuarenta domingos y cuarenta video llamadas después, mañana nos volveremos a encontrar. Los doscientos cincuenta y un días desde que te dejamos en el aeropuerto han pasado volando, casi han sido un abrir y cerrar de ojos. Los últimos treinta y uno, el mes de junio, sin embargo ha durado más o menos lo mismo que toda la Edad Media y estos últimos cuatro días creo que han sido igual de largos que la última glaciación. A este ritmo creo que las casi veinte horas de viaje mañana van a durar como todo el Pleistoceno. 

Mañana a estas horas. Mañana a estas horas en Seattle, porque aquí será ya noche cerrada, estaremos juntas. Tengo muchísimas ganas de verte, bruja. No estoy temblando de la emoción ni al borde del llanto pero tengo ganas de verte con la misma sensación de anticipación, las mismas cosquillas en la tripa que, de pequeña, tenía cuando iba a ir al Parque de atracciones o a una fiesta especial o la noche de los Reyes Magos. Son ganas de disfrutar de algo que sé que va a ser especial que no me defraudará (en el caso del parque de atracciones esto solo funciona la primera vez que vas y si tienes menos de diez años, el resto de los intentos siempre son decepcionantes). Es esa emoción eléctrica que sientes cuando estás a punto de conseguir algo, cuando casi lo rozas. Durante todos estos doscientos ochenta y dos días (y algunas noches porque para ti el cambio horario no existe) te he visto disfrutar, crecer, entusiasmarte, conocer gente nueva, apuntarte a un coro, ser actriz, ¡cocinar!, disfrazarte de Bruno Mars, participar en un musical, ir a un partido de fútbol americano, hacerte fotos que has revelado en papel, escribir un ensayo en inglés sobre si la gente religosa es más moral que la no religiosa (no), hacerte una grupie de los grupos, comprar ropa de segunda mano, tú, la reina del escrúpulo, ir a un baile y a ver un amanecer nublado. Te he visto graduarte, hacer la colada y hasta pescar un pez gato. Lo que no te he visto ha sido hablar inglés. Has silenciado cada videollamda en la que alguien de tu familia entraba a preguntarte algo. Lo mismo esa es la gran sorpresa que me espera, que después de nueve meses y ocho días en Puyallup no hablas inglés. Contigo nunca se sabe. 

Me disperso. Durante todo este tiempo y a ocho mil quinientos treinta y cinco kilómetros te he visto hacer todas esas cosas y crecer. Te intuyo más lista, mucho más curiosa (algo que creí imposible), más divertida, más abierta, más inquieta y con el pelo horriblemente largo. Estoy deseando llegar a Seattle y empezar el viaje de nuestras vidas (por ahora). Estoy deseando llegar, verte y comprobar que todas esas cosas que me has enseñado y que he ido sintiendo desde aquí son reales y te han hecho una mejor versión de ti misma. Ya sé que tú ya te considerabas perfecta antes, con cuatro años ya lo tenías claro, pero creo que algo que no sabes es que tu forma de ser te va a permitir siempre ir a mejor porque no dices que no a nada (¡si hasta te has apuntado a un gimnasio!) y siempre siempre ves el lado bueno de la vida. 

Bruja, mañana llego. 

Gracias por este año tan chulo. Nunca pensé que también me serviría a mí. 

Prepara tu lista de preguntas que "solo puedo hacerte a ti, mamá". 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen viaje chicas!!! Lo vais a pasar en grande!
Lupe

Zuriñe dijo...

Qué guay esa sensación de que algo muy emocionante va a pasar!! Disfrutad mucho!

Lo+ dijo...

GUAU!!!!