«Venga»
Ella llevaba el pelo recogido con un arte que no tendría yo ni aunque dedicara el resto de mis días a intentarlo. Una gabardina marrón y unas zapatillas elegidas, claramente, sin haber mirado la previsión del tiempo. Siempre está guapa pero hoy tenía mala cara, cara de no puedo más, cara de vencida, cara de déjame descansar. Pero ha podido, hemos atravesado Madrid sin parar de hablar. Sentada ahora escribiendo esto me doy cuenta de que no tengo ningún recuerdo de las calles que hemos atravesado, los semáforos que hemos cruzado, los edificios que nos han visto pasar inmersas en la conversación. Mi recuerdo empieza cuando hemos entrado en El Retiro. No había nadie, los paseos embarrados y nosotras caminando mientras empezaba a llover.
«No importa. ¿de cuantos colores tienes ese impermeable?»
«Solo tengo uno. Este»
«Pero ¿no era rojo»
«No, siempre ha sido verde»
Nos reímos de su despiste cuando pasamos justo por delante del Palacio de Cristal. Ya hablamos de lo que nos preocupa ni lo que nos indigna, se ha quedado atrás, en el asfalto que no recordamos haber pisado. Hablamos de hombres, de relaciones, de ser cuarentonas. Y sigue lloviendo. Por los cristales de sus gafas se escurren cada vez más gotas de lluvia pero Silvia ya sonríe. El verde brillante de mi impermeable, el verde que nos ha caído desde las hojas de los castaños bajo los que hemos caminado, el que se reflejaba en el estanque y en el Palacio de Cristal, el de los pinos y la rosaleda y el de nuestras risas le ha sentado bien. Está mejor. Nos despedimos en la puerta del Mercadona con unos besos y más risas: «Cómprate algo rico para cenar»
Sigo caminando, de camino a casa robo una lila del jardín de un vecino.
Al llegar a casa ya no llovía y mi impermeable brillaba. Mientras lo dejaba en la cocina y colocaba la lila en un tarro viejo de mermelada he pensado «Qué buen paseo. Ha sido lo mejor del día»
La lluvia nos ha aliviado.
5 comentarios:
También yo he cogido una ramita de salvia al venir de mi paseo por el parque y lo bien que sienta al cuerpo y la mente.Tengo que hacerlo todos los días.
Yo hoy, de camino al trabajo, he olisqueado el aire como un sabueso despistado y he pensado: jo, qué olor a tierra limpia y día nuevo.
Lo he contado en el chat familiar con los buenos días y todos han contestado con una vivencia similar, nos sentíamos renovados por la lluvia.
Viva estos días.
Marga
vivo en un barrio de mi ciudad que cuando llega esta época, el aire huele a lilas, es de lo mejor del barrio. la lluvia pues ya me incomoda un poco tantos días seguidos. Las charlas con los amigos son la mejor terapia en las horas bajas. Como siempre has armado un relato casi sin nada (en apariencia)
Casi cincuentona.
Conclusión: hablar de hombres relaja
Bsss
Me gusta leerte y me gusta ver los comentarios y reconocer a viejos seguidores
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