Al lío que, como el mes pasado, será corto.
Anhelo de raíces de May Sarton llegó a mi radar a través de Paula Fernández de Bobadilla, amiga, editora de Ximena Maier y gran lectora. (No os perdáis lo que escribe) De mi radar pasó a mis manos cuando lo compré en la Feria del Libro y le tenía muchísimas ganas.
Anhelo de raíces tiene una portada maravillosa que responde a la perfección a la esencia del libro y digo esto porque estoy harta de portadas que no significan nada o significan todo lo contrario o destripan la historia. La historia de May Sarton, su historia es apetecible e interesante pero me he aburrido. Ohhhhh. Creo que su editor, hace sesenta años cuando se publicó por primera vez en inglés, no hizo bien su trabajo y creo, con gran dolor de mi corazón, que la traducción deja mucho que desear. Lo noto porque según voy. leyendo voy tropezando en algunas frases, en una palabra, con una expresión, con una incongruencia semántica que me ha impedido sumergirme en el ritmo de la narración.
May Sarton (1912-1995) fue escritora, poeta y profesora. En este librito de memorias cuenta su relación con una casa que compra en Nelson, un pueblecito de New Hampshire y que reconstruye, decora y llena de sus cosas, de los objetos que ha ido recopilando a lo largo de toda su vida y que ha heredado de sus padres. Se construye un hogar cuando ya tiene más de cincuenta años y lo disfruta. Disfruta encontrarlo, reconstruirlo, quedarle a solas con su casa por primera vez, descubrir la luz, los sonidos, los cambios diarios o estacionales y también los emocionales que tener tu propia casa provoca. Se dedica en cuerpo y alma a escribir, a su casa, al jardín y a sus vecinos. Todo esto parece buenísima idea y el libro tiene muchos pasjes estupendos y preciosos pero me he aburrido mucho y he terminado leyéndolo en diagonal.
«Pero no habia ido a aquel lugar solo para demostrarme a mí misma que podía resolver problemas derivados de cortar el cesped, podar árboles o hacer un jardín donde nunca antes lo había habido. Había ido a escribir. Y hubo momentos en que me sentí abrumada por aquellos problemas prácticos. Pero siempre volvía a mi punto de partida: que los problemas o suplicios derivado de mi vida en aquel lugar de algún modo me enriquecían cuanque pareciera que cuando llegaban no traían consigo más que interrupciones y frustración. Problemas ocasionados por clima, nevadas, sequías, temporales, que te afectan hasta la médula. Enseguida se convierten en metáforas en tu mente; son materia poética. Y nunca son pérdida, la pérdida que el aburrimiento mortal de la vida en la ciudad significa. La pérdida de tiempo que pasas tratando de llegar a casa en un metro sin aire, por ejemplo, no se puede comparar con la pérdida de tiempo utilizado para bajar a un gato de un árbol o ¡perseguir a una marmota, por lo general, es más divertido que perseguir a un taxi!»
Yo al gato no lo bajaría del árbol, es su problema, pero este libro lo recomiendo con reservas. Para leerlo de vez en cuando, un capítulo y anotar los pasajes brillantes que tiene, las reflexiones sobre lo que significa tener tu casa, tu espacio. Si no lo habéis comprado, no lo hagáis.
En septiembre fui a la presentación de La historia de Shuggie Bain de Douglas Stuart. Fui porque mi amiga María Jesús hacia de anfitriona y no tenía ni idea lo que me iba a encontrar aunque Sexto Piso es siempre garantía de libros interesantes. La charla con Douglas fue muy chula, él me encantó y compré su libro que me dedicó con estas palabras "Thank you for welcoming me to Madrid".
Gracias a la presentación sé que La historia de Shuggie Bain es una novela pero está basada, en parte, en la infancia del propio autor. Shuggie es el tercer hijo de Agnes que tiene dos hijos más mayores de su primer matrimonio con un católico. Cuando Agnes conoce a Hugg, el padre de Sugghie, abandona al católico para embarcarse una relación muy destructiva y tóxica con Hug y con el alcohol. Todo esto sucede en el Glasgow de los ochenta con una crisis económica y social brutal por el cierre de las minas escocesas que dejó a miles de hombres sin trabajo y a sus familias dependientes de los servicios sociales para sobrevivir. La historia de Shuggie es durísima, es trágica, es sórdida y cuesta hasta mirarla. De alguna manera me ha recordado a las novelas de los años treinta de Erskin Caldwell, los dos retratan a personajes que se ven empujados por las circunstancias, por la pobreza (la crisis de los años 80 o la gran depresión del 29) a tomar unas decisiones que son destructivas para ellos mismos. Es muy fácil juzgar desde tu sofá con tu comida y tu calefacción y tu seguridad y pensar "yo jamás haría eso" para pensar que somos mejores pero ni de lejos es así. Agnes, Shuggie y casi todos los personajes que aparecen en la novela (Shug padre, no) quieren hacer las cosas bien, ser "buenos" pero es imposible. Es una novela muy buena pero dolorosa de leer porque no hay moraleja, no hay tranquilidad, no hay bálsamo, no hay nada que te haga pensar "al final todo sale bien". No, no es verdad, la vida no es una peli.
En la presentación le pregunté a Douglas como había conseguido salir de la historia después de escribirla y me dijo: «no salí, continué con una segunda parte». Seguro que la leo en cuanto salga.
Y ya está. No hay más que rascar por este mes. Y con esta brevedad y un bizcocho, hasta los encadenados de noviembre.
2 comentarios:
Buenas tardes Moli, nunca he leído mucho, ni tanto como tu y ahora menos aún por eso, de estas dos recomendaciones, no me quedaré con ninguna. Ahora estoy leyendo All the lonely People de Mike Gayle que es un librito muy simpático, amable, fácil de leer en inglés. Así voy yo...que no encadeno nada...voy tirando. Muchas gracias.
Pues yo de Sarton he leído el otro que han publicado hace nada, Diario de una soledad, y me ha gustado mucho. Es verdad que lo he leído como dices, a trozos y en ciertos momentos especiales, como son las madrugadas en las que me despierto demasiado pronto y la casa esta muy silenciosa. Un abrazo
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