jueves, 2 de septiembre de 2021

Lecturas encadenadas. Agosto

En julio dije que iba a bajar mis expectativas y leer con calma y lo he cumplido a rajatabla. En agosto solo he leído dos libros. Confieso que estoy impresionada, dos libros en un mes. Es verdad que he conseguido ponerme casi al día con el New Yorker y que he escuchado muchos podcasts y escrito muchos posts en mi experimento de no esperar a inspirarme sino escribir lo primero que se me ocurriera. Estoy muy contenta con el experimento, he vuelto a escribir como si no me leyera nadie. 

Cuando me he dado cuenta de que solo he leído dos libros he pensado en no escribir esta entrada y dejarlos para el mes que viene pero mi vocación de bloguera de servicio público y dado que la semana que empieza la Feria del Libro y lo mismo alguien va a pasear y a comprar libros, me empuja a escribir esta entrada para, por lo menos, advertiros contra mi primera lectura del mes.

Compré Yo, mentira de Silvia Hidalgo porque alguien con criterio, no recuerdo quién, lo recomendó. «Una novela diferente» o algo así dijo. ¿Por qué caí con ese reclamo? No lo sé, supongo que respeto el criterio de ese alguien. Bien, si hay algo que Yo mentira no es es diferente. Es otra novela más sobre lo mismo, una narradora sin nombre, de cuarenta años, con un marido, El Escritor,  y un hijo, El Niño, al que dedica su tiempo. Se siente perdida, aburrida, harta de sus rutinas, se ve poco interesante y nadie le interesa. Se dedica a flotar en la vida llevada por la corriente. En su trabajo se aburre, se fija en un compañero de trabajo que misteriosamente también se fija en ella y tiene una aventura que acaba confesándole al marido. 

Quizás es que yo ya estoy harta de estas historias, a lo mejor he leído demasiadas o, a lo mejor, a pesar de que Silvia Higaldo escribe bien no me creí absolutamente nada de lo que  ocurre en esta novela, no me importaron los problemas de la protagonista, no me conmovió su sensibilidad ni me emocionó nada de lo que le ocurre o deja de ocurrir. Me aburrí. 

«Cuando volvemos a casa, todo huele a podrido. Se fue la luz o alguien la quitó. En todas las acusaciones anónimas ese alguien soy yo. Soy el alguien que dejó la leche fuera, que no abrigó lo suficiente al niño, que olvidó recoger la ropa seca cuando empezó a llover. No pasa nada, le puede pasar a cualquiera. Me he convertido en ese alguien y también en cualquiera. Pronto seré nadie».

Aburrimiento supremo. Si queréis un consejo bienintencionado, no lo compréis en la feria.

La novia liberada de Abraham B Yehoshúa es el tocho que leí el resto del mes. Lo compré en la Cuesta Moyano esta primavera porque soy muy aficionada a los autores judíos. Me atrae lo que cuentan, como lo cuentan. Me gustan los personajes, el ambiente, sus problemas, sus dramas, me gusta hasta sumergirme en ese paisaje árido de Israel que seguramente odiaría si visitara. Por todo eso compré esta novela que se lee como si te sumergieras en un río que discurre lento, lentísimo, casi sin agua. La novela transcurre durante nueve meses y tiene setecientas páginas. No pasa nada espectacular ni hay una trama absorbente. Asistimos a lo que le ocurre al protagonista, Yojanán Riblin, un profesor universitario de estudios árabes. Su vida discurre entre su casa nueva, a la que se acaba de mudar con su mujer jueza a la que adora, y sus clases en la universidad mientras se pregunta qué sentido tiene estudiar a los árabes y si alguna vez conseguirá entenderlos. La novia del título puede hacer referencia a dos novias que aparecen en la narración, una alumna árabe de Riblin y la exmujer de su hijo. Gracias al contacto con la alumna se le abre una puerta de entrada a vivir con los árabes, a conocerlos, a tratarlos en su vida cotidiana. Riblin se acerca a ellos casi como Alicia en El País de las maravillas, todo le sorprende a pesar de ser, en teoría, una autoridad en arabismo. Con la segunda, con su ex nuera, sufre porque desconoce el motivo por el que su hijo se divorció de ella después de solo un año de matrimonio. Es una inquietud que le persigue y que trata de desentrañar durante toda la novela. Estas dos relaciones articulan toda la historia que transcurre entre viajes, rutinas, conversaciones y una vida normal. 

Es una novela lenta, como he dicho antes, pero no por aburrida sino porque se desliza como la vida de cada uno, despacio, pausada con momentáneos remolinos de velocidad. Hay capas y capas dentro de ella. La preocupación por los hijos, por entenderlos cuando ya no te "pertenecen" y las dificultades para acercarte a ellos sería una de ellas. La relación de pareja cuando se lleva muchos años juntos sería otra, la investigación universitaria con sus miserias, sus aburrimientos y sus dudas sería otra. La relación entre árabes y judíos, entre musulmanes y cristianos sería otra, quizá la capa base sobre la que se asienta todo lo demás en Israel. Esta capa creo que para los europeos es difícil de entender porque es de un gris denso, llena de matices y profundidades que desde la comodidad de nuestro "o blanco o negro" es casi incomprensible. 

La novia liberada no es para todo el mundo ni mucho menos. A mí me ha gustado y he disfrutado su lectura pausada y sin prisas pero no corráis a comprarla. 

«Acoger de forma incondicional al ser amador es una actitud totalmente democrática, ya que del mismo modo que un país [...] no puede quitarle la nacionalidad a ningún ciudadano ya sea un espía o un traidor, un violador o un asesino, así también el amor principal soporta todos los problemas que le vengan porque aquel enamoramiento primero sigue dentro de él, pase lo que pase.»

Y ya está, nada más. 

Hasta los encadenados de septiembre. 



3 comentarios:

Pilar dijo...

Pues me ha sabido a poco.

Me alegra que sigas poniendo cosillas en fb.

el chico de la consuelo dijo...

Na

Lo+ dijo...

Parada en boxes, cambio de ruedas y das respiro a tus lectores. Muchas gracias por el post. Si no lo haces te preguntaríamos y es mejor así. Lo que es, es.