jueves, 10 de diciembre de 2020

Drogas y listas

Hemos terminado de ver Gambito de dama, "La droguitas" como la llamábamos en casa. La Droguitas con sus pastillitas verdes de la felicidad, sus visiones nocturnas, su sonrisa de todo me da igual. Que no, que no es que yo frivolice con esos temas con mis brujas, pero hablamos de todo con humor, incluido de drogas, aunque yo todo lo que les he podido decir es: «en mi vida solo le he dado dos caladas a un porro y me entró tanto sueño que nunca más». Como experiencia vital con la drogadicción es ejemplar pero poco interesante y, sí, ya sé que no se trata de ser interesante pero con tus hijas adolescentes ser medianamente interesante y haber hecho cosas en tu vida que les provoquen un poquito de curiosidad está muy bien. (Por si alguien no lo sabe, los adolescentes llegan a una etapa en que consideran milagroso que sus padres siendo tan poco interesantes hayan conseguido llegar a la edad provecta que tienen sin saber todo lo que ellos ya saben) A lo que iba, he sido muchas (no tantas) cosas en mi vida, pero curiosa con las drogas jamás. Siempre me dieron miedo, ¿y si me sientan mal? ¿y si veo cosas? ¿y si se aparece mi madre a regañarme incluso en un viaje de pastis? ¿y si me da por desnudarme y montar un numerito? ¿y si me gusta y me hago adicta? Valiente, lo que se dice valiente y arrojada  tampoco he sido nunca. 

Ahora que he vuelto a las pastillas, a "mis droguitas", me extraña que la gente se haga adicta a ellas o, mejor dicho, no lo entiendo por como me sientan a mí. Ni siento ni padezco, no duermo, no como, no me concentro, no hablo y tengo la misma creatividad que un neumático. Doy vueltas por mi casa intentando pensar en algo fresco, divertido, chisporroteante (como dice Isa Calderón) e ingenioso y no se me ocurre nada. Leo el New Yorker, una novela búlgara y las noticias del New York Times buscando algo que me provoque una reflexión sesuda. Escucho podcasts, uno tras otro, sobre las temáticas más variadas y aunque se me ocurre alguna cosa pienso «me voy a repetir» o «esto no da para un post». 

«Haz listas de lo mejor del año» me dice un amigo que me temo que se guarda sus mejores ideas para él. «Esas listas son un rollo» le digo. Me gustaría hacer algo ingenioso, una lista interesante, divertida, efervescente, llena de datos sorprendentes: 20 (bueno, mejor 10, no seamos ambiciosos) cosas que he aprendido este año, 10 cosas que no había hecho jamás hasta que llegó una pandemia, 10 cosas buenas de las relaciones de segunda vuelta, 7 datos para sospechar de las manzanas, 7 reacciones diferentes cuando tus amigos se dan cuenta de que has quitado el doble check azul de whasapp, 10 cosas que no sabías que tus hijas te iban a preguntar, 10 (por acotar, porque podría poner 20) cosas que tus hijas adolescentes siguen sin aprender a pesar de que se las ha repetido tres millones de veces, las treinta cinco veces que has cerrado la puerta del baño porque siempre se la dejan abierta y la blasfemia que has soltado en cada una de ellas, 10 cosas que me ponen muy nerviosa de las cuentas de decoración, las 10 frases más insultantes de las gurús de instagram que siempre contienen las palabras tú, poder y querer y siempre van asociadas con comprar alguna mierda que no necesitas y que se vende en Cobo Calleja por la décima parte, 10 (o 45) prendas de ropa que pensé «ey, esto me gusta» pero que no compré porque  «bah, para qué, si no lo necesito», 5 razones por las que creo que el director de casting de The good doctor es ciego porque de otra manera es incomprensible que siempre emparejan a actores que tienen entre ellos la misma química que una vela y un zapato, las siete maravillas del teletrabajo, las siete etapas de dejarte el pelo blanco, los ocho atuendos (atentos que no he escrito look ni oufit, soy la resistencia) que le robaría a "la droguitas", ocho escenarios apocalípticos que imagino durante mi insomnio y siete enfermedades terminales que cada noche creo sentir, etc. 

En fin, mis droguitas me tienen bloqueada. Y sí, quizá me estoy identificando un poco con El Nota. 

viernes, 4 de diciembre de 2020

Sin batería

 © Stefan Zsaitsits
Nunca he sido muy buena midiendo. No sé calcular alturas, ni volúmenes, ni distancias, ni capacidades y al elegir un táper para guardar los restos de la comida siempre dudo, siempre pienso que voy a equivocarme, que será demasiado grande o demasiado pequeño. Tampoco soy buena calculando el tiempo que voy a tardar en llegar a algún sitio, en prepararme y, por eso, suelo llegar tarde. Solía, cuando iba a alguna parte. Ya no voy a ningún sitio. 

Ahora, además, soy malísima calculando lo que me durará la batería o las fuerzas para hacer algo por la tarde. La mañana, casi sin dormir, me muevo propulsada por el café, la pastilla, las tostadas y la ducha pero esa energía se acaba según se acerca la comida y a las tres de la tarde ha desaparecido por completo. Cualquier cosa que, al levantarme, planeo hacer por la tarde, se vuelve totalmente inalcanzable cuando llega el momento. Dicen que la energía ni se crea ni se destruye, pero en una depresión se destruye, se esfuma, desaparece, se queda reducida a lo justo para permitirte seguir respirando y darte cuenta de cuando tienes que ir al baño. El resto es imposible. 

Cuando termino de trabajar me desplomo. No tengo ni siquiera ganas de leer. Me pongo a ver Silicon Valley, María se marcha a un examen, Clara a clase de baile. Se hace de noche y no enciendo la luz. Escucho el tráfico de mi calle, veo las luces encendidas en los edificios que rodean mi casa, me pregunto qué tipo de psicópatas viven en el piso que ha puesto unas luces de navidad que parecen las de poltergeist y se acabaran acuchillándose unos a otros enloquecidos por esa luz blanca que desde mi casa a cien metros en insoportable. Pienso en que no tengo nada obligatorio que hacer, que puedo vegetar sin sentirme (muy) culpable. Nada urgente, nada importante, nada vital. Vuelven las niñas, oigo el ascensor, sus pasos en el rellano y el giro de la llave en la puerta. Entran con cuidado, como si hubiera un enfermo en casa, hay un enfermo en casa. Se duchan, tocan la guitarra, cantan, se pelean por la franja de diez cm que une y separa sus mesas y que es su Linea Maginot. Lo que hay ahí no es de nadie y es de las dos y se defiende con la vida y a gritos. ¡Ese calcetín no es mío!¡Sí, es tuyo y lleva ahí tres días! ¡Hace tres días yo no estaba, ja...es tuyo!

Sigo en el sofá. Es de noche cerrada y agradezco tanto que sea diciembre y no mayo o junio con sus días eternos. Se está mejor de noche. Duele menos. Queda menos. Preparo la cena, el pollo se ha puesto malo así que solo hay brócolí. Larga vida al yogur griego de Mercadona en envase para zambullirse, que nos sirve de complemento. Vosotras, cuando estudiáis historia ¿Dónde os posicionáis? Clara lanza una de sus preguntas bomba que caen en medio de la conversación creando un vacío de sorpresa. ¿Qué? "Sí, que si sois realeza, nobleza, clero, burguesía o campesinado. Yo me pongo en la burguesía". No sé puede ser más personaje que ella, pero sacando temas de conversación no tiene precio. 

Vemos Gambito de dama. No soporto el ajedrez, provoca en mí el mismo efecto que las matemáticas, los sudokus o la legislación sobre inversión en obra cinematográfica, no me interesa absolutamente nada. No me gustan los juegos de pensar, de contar, cuando juego a algo quiero divertirme, descansar la mente, distraerme, pasar el rato, perder. A ellas les gustan las escenas de ajedrez, saben jugar. A mí me gusta ver la serie con ellas y las faldas de vuelo de ser feliz. Y me gusta escribir cosas divertidas pero tampoco tengo energía para eso. 


lunes, 30 de noviembre de 2020

Lecturas encadenadas. Noviembre



Noviembre no ha tenido mucho que contar: medicación, podcasts y libros que es exactamente de lo que he escrito. Supongo que en algún momento volveré a escribir chorradas o sobre temas que me hostilicen pero el estado de aletargamiento en el que me encuentro no me da para grandes reflexiones pero sí para leer bastante aunque confieso que al principio de mes, me costó concentrarme. 

Al lío. 

Durante los primeros veinte días del mes traté de concentrarme en El conde negro. Gloria, revolución, traición y el verdadero Conde de Montecristo de Tom Reiss. Este libro llevaba en mi lista de pendientes por lo menos ocho años, desde que me lo recomendó Elena Rius. Por fin, en mi pedido de este mes lo encargué en Nakama Librería y le llegó el turno. Esta biografía ganó el Premio Pultizer en 2013 y es un rigurosísimo estudio histórico a través de todo tipo de documentación de la figura de Alejandro Dumas, padre, que por si alguien no lo sabía era negro, nació en lo que hoy conocemos como Haiti de conde francés venido a menos y esclava negra y tuvo una vida digna de la más espectacular novela, como El Conde de Montecristo escrita por su hijo y basada en su vida, o de una película de acción de gran presupuesto. Sinceramente yo veo a Idris Elba interpretando a Alejandro Dumas padre, a caballo combatiendo por Napoleón en los pasos de los Alpes, lo veo.  Además de una biografía completísima, El Conde Negro es una repaso a la historia de la Francia prerevolucionaria, revolucionaría y napoleónica. Un ejemplo más de como la historia no siempre "avanza" sino que muchas veces camina hacia atrás. En este caso ha sido sorprendente para mí, descubrir que en Francia en el siglo XVIII los esclavos negros que llegaban de las colonias se convertían automáticamente en hombres libres al pisar suelo francés disfrutando de una vida sin restricciones de ninguna clase. El joven Alexander llegó así, como esclavo del capitán de barco al que su padre le había vendido y al llegar a Francia se convirtió en un hombre libre, acudió a una de las mejores escuelas del país y acabó convertido en uno de los generales más importantes del ejército napoleónico antes de caer en desgracia. No quiero contar más porque El conde negro se lee como una historia de aventuras y es una historia que  me extraña muchísimo que no sea más conocida. Ni que decir tiene que tras leer la historia de su padre se entiende de dónde viene mucha de la inspiración para las novelas de su hijo. 

"¿Qué no has leído Los Modlin? ¿Dónde estás? Ahora mismo voy para allá y te lo dejo." Y Pablo se presentó en casa con el libro. Paco Gómez, autor del libro,  recibe una buena día la llamada de su cuñado que le dice que en una esquina de la calle del Pez, en Madrid, alguien ha tirado un montón de fotos, papeles y recuerdos de alguna casa y que se vaya para allá por si encuentra algo interesante. Paco Gómez, fotógrafo y aficionado a recoger cosillas, va para allá y arrampla con lo que puede mezclado con otras personas interesadas también en rebuscar en esa montaña de recuerdos de alguien.  Durante años tiene todo lo que ha recogido en una caja que mira de vez en cuando, con curiosidad pero pensando que ya lo mirará en algún momento, hasta que un día por una de esas casualidades de la vida, encuentra en casa de uno amigo algo que le hace empezar a tirar del hilo. La historia que va descubriendo sobre esas fotografías, sobre esos papeles le lleva a descubrir a Los Modlin, la familia que a la que pertenecían que tienen una historia alucinante. Los Modlin es un libro que se lee como una ficción pero con la fascinación de reconocer muchas de las historias, de los personajes, de los lugares. Es un libro que no te deja indiferente porque, además, está muy bien editado con fotografías que dan contexto, profundidad y yo diría que misterio a lo que se cuenta. No os lo perdáis. 

Mi Delibes del mes ha sido Señora de rojo sobre fondo gris. Tenía muchísimas ganas de leer este libro que Delibes dedica a su mujer después de todos los documentales, entrevistas y artículos que me he empollado en este año sobre su vida. Es una historia muy triste llena de un amor intenso de esos que uno quiere creer que no existen para no tener envidia y no sentirse un fracaso. Ella, Ana, es perfecta, guapa, animosa, buena persona, la compañera ideal y la madre abnegada. Todo el mundo la quiere y su marido Nicolás, trasunto de Delibes, la adora. 

El texto entero está lleno de amor y de una tristeza lenta y pesada por lo que ya no será nunca, por el luto hacia delante que no termina jamás y en el que Delibes sabe que vivirá para siempre. 

"No obstante, es ahora, a cosa pasada, cuando deploro mi mezquindad. Es algo que suele suceder con los muertos: lamentar no haberles dicho a tiempo cuánto lo amabas, lo necesarios que te eran. Cuando alguien imprescindible se va de tu lado, mueves los ojos a tu interior y no encuentras más que banalidad, porque los vivos, comparados con los muertos, resultamos insoportablemente banales. Ensimismado en su tarea, uno cree, sobre todo si es artista, que los demás le deben acatamiento, se erige en el ombligo del mundo y desestima la contribución ajena. Pero un día adviertes que aquel que te ayudó a ser quien eres se ha ido de tu lado, y entonces, te dueles inútilmente de tu ingratitud. Tal vez las cosas no puedan ser de otra manera, pero resulta difícilmente tolerable. La imposibilidad de poder replantearte el pasado y rectificarlo es una de las limitaciones más crueles de la condición humana. La vida sería más llevadera si dispusiéramos de una segunda oportunidad." 

Nosotros en la noche de Kent Haruf fue una recomendación de Tallón y también lo pedí a Nakama Librería. Si queréis leer algo que os reconforte, que os acompañe antes de dormiros y os haga disfrutar de una tarde de sofá y manta, corred a leer esta novelita. No quiero contar la trama para no reventar la novela, solo diré que va de gente que se acompaña, de segundas vueltas y de saber lo que uno quiere en la vida. No hay grandes alaracas ni fuegos artificiales ni reflexiones profundas que te dejen del revés pero todo el poso de la novela es de una ternura y una sabiduría que conmueven. No quiero decir más. Os gustará. (Sé que hay peli pero todavía no la he visto, la veré)  

Mujeres excelentes de Barbara Pym también vino en el pedido de Nakama y también fue una recomendación de Elena Rius. Estoy pensando que todos los libros que he leído este mes, excepto el del Conde Negro, son libros sobre gente normal, viviendo vidas normales, rutinarias con sus pequeños destellos de alegría, preocupación o tristeza que diferencian unos días de otros. En  Mujeres excepcionales estamos en Londres, después de la guerra, y nos encontramos con Mildred, una solterona hija de un vicario, que vive una vida perfectamente organizada y predecible con su trabajo de funcionaria y su relación con la parroquia a la que asiste y su amistad con el vicario y su hermana. Un buen día todo se trastoca, y con todo me refiero a que sin proponérselo se encuentra teniendo que enfrentarse a problemas que no son suyos pero que ella siente como suyos, cuando llegan uno nuevos vecinos a su casa con los que no tiene nada que ver y el vicario decide casarse. Mildred es incapaz de desentenderse o despreocuparse, es una mujer excelente en cuya naturaleza no existe el egoismo ni la maldad y trata de sobrellevar todas las preocupaciones que estas dos situaciones la provocan de la mejor manera posible y siendo siempre extremadamente preocupada. Mujeres excelentes es un novelón inglés lleno de una fina ironía y un sentido del humor también muy inglés. 

"Una lista de muebles no es un buen comienzo para una carta, aunque a mi entender una persona inteligente podría transformar en un poema hasta la lista de la colada" 

El tebeo del mes, recomendación de Antonio, ha sido un poco chasco. Verano indio con guión de Hugo Pratt y dibujo de Milo Manara cuenta una historia de venganza y muerte en la América del siglo XVII. Colonos ingleses puritanos, indios, violaciones, muerte, destrucción, un odio profundo y sin límites, el sexo como arma ofensiva y defensiva. La historia y el dibujo tienen a ratos lirismo y delicadeza, sobre todo al principio, pero pronto todo se convierte en una orgía de violencia en la que ninguno de los personajes te cae bien y lo único que quieres es acabar cuanto antes para ver si al cerrar las tapas consigues ordenar tus pensamientos y entender qué han querido contarte.  

Y con esto, un bizcocho y esperando que vuelva la inspiración para escribir tonterías y ser capaz como dice Mildred de Mujeres Excelentes, de hacer algo bueno de la lista de la colada, hasta los encadenados de diciembre.  


miércoles, 25 de noviembre de 2020

Podcasts encadenados


Antes no podía escuchar podcasts sin hacer nada, me distraía y me parecía estar perdiendo el tiempo igual que cuando me desmayo los fines de semana frente a una peli alemana de sobre mesa en la que una cirujana cardiaca que vive en una casa ideal y está liada con otro cirujano canadiense se enamora por error de su nuevo vecino artista gay y acaban teniendo un hijo juntos. Es una pérdida de tiempo que hay que tener de vez en cuando para seguir siendo humano pero que no se puede convertir en una rutina porque entonces te quedas sin riego cerebral. Escuchar los podcasts sin hacer nada más que estar tumbada me parecía no tan grave como lo de la cirujana pero sí una pérdida de mi valioso tiempo ¿Por qué escuchar solo cuando al mismo tiempo podía estar haciendo bici estática, ordenando el armario, paseando, planchando o rastrillando? Pues ya sé la respuesta: porque sí. Señores, en esta vuelta a los días iguales puedo pasarme horas tumbada mirando por la ventana y escuchando podcasts sin parar. Y no me siento culpable, ni tengo la menor sensación de estar perdiendo el tiempo: me estoy curando. (Quizás debería pedirle a Ximena una ilustración nueva, conmigo en plan dama de las camelias, postrada en un sofá para ilustrar estos posts)

Gabinete de curiosidades ha vuelto con una apabullante tercera temporada, producida por Podium Podcasts. Además de la maestría, la escritura y las ideas de Nuria Pérez, el podcast tiene ahora una elegancia sonora que pone los pelos de punta. Cuando escribo esta reseña, han salido cinco episodios a cual mejor. En esta nueva temporada todos tienen, además, un trasfondo social, el propósito de hacernos pensar en cosas que están mal en nuestra sociedad y a las que todos somos ahora, creo, más sensibles en estos tiempos de pandemia. Las historias, como siempre, están llenas de detalles y delicadeza y de personajes que Nuria presenta con su característica elegancia y que invitan siempre a querer conocer más.  

El último episodio, el que salió ayer, se titula Al otro lado y trata sobre la frontera entre México y Estados Unidos y los inmigrantes que intentan cruzarla, los voluntarios que tratan de ayudarles a que no mueran y las fuerzas del orden que se dedican a impedir su entrada. Como complemento perfecto a ese episodio, os recomiendo también el último de The Cut, con mi querida Avery Truefelman, que se titula THE BORDER PATROL I KNOW en el que una reportera entrevista a un agente de la frontera. Son dos personajes antagonistas, con posturas completamente diferentes respecto a la inmigración y al trato que debe darse a las personas que intentan cruzar pero que, sin embargo y en contra de lo que estamos acostumbrados últimamente, charlan sobre sus posturas intentando entenderse. Es descorazonador escuchar como el agente justifica sus acciones "porque es la ley" pero entiendes su postura, su dedicación a su trabajo aunque te gustaría que fuera otro o que dijera "yo no quiero hacer esto" o, como en las pelis, "en realidad les ayudo jugándome mi puesto". Pero la frontera no es una película, es una realidad en la que mueren miles de personas. 

¿Qué más recomiendo? 


Un libro, una hora de Antonio Asensio y la Cadena Ser, es uno de los mejores podcasts sobre literatura que he escuchado. El título lo dice todo. Durante una hora, Antonio Asensio acompañado por un par de voces, una masculina y otra femenina (de las que no he podido encontrar los nombres en la web) desmenuzan grandes obras de la literatura universal. Es un podcast sencillo, íntimo, que se siente como si te leyeran en voz alta uno de tus libros favoritos frente a una chimenea, a la orilla del mar o mirando un paisaje. Las voces son cálidas, los extractos que se leen están perfectamente elegidos y el contexto histórico y literario de la obra se explica con sencillez pero sin frivolidad, aprendes del libro que has leído. Lo recomiendo muchísimo sobre todo para volver sobre grandes libros que te hayan gustado mucho, en tus oídos, con Un libro, una hora, esas historias crecen, los personajes cogen vuelo, vuelven a tu memoria y recuerdas las sensaciones que aquella historia te provocó en su día. Yo solo escucho episodios sobre libros que ya he leído pero eso depende de cada uno. 

Podcast: Un libro una hora. 
Duración: Una hora, obvio. 
Pista: es un podcast perfecto para meterte en la cama y escucharlo con la luz apagada, recordando cuando te leían cuentos hasta quedarte dormido (si tuviste esa suerte). Para empezar voy a recomendar el episodio sobre una de mis novelas más favoritas del mundo mundial, El último encuentro de Sandor Marai. 

Que levanta la mano quien no sepa quién es Mandy Patinkin y abandone sin mirar atrás este blog. Mandy Patinkin es actor, cantante, Iñigo Montoya, Saul Berenson, Avigdor y un señor maravilloso casado con una señora maravillosa con gafotas gigantescas que está haciendo este año mejor para todo el mundo. Durante el confinamiento, uno de sus hijos se fue a vivir con ellos y empezó a grabarles en su día a día y a subir los videos a twitter.  Han bailado, cantado, discutido, y han hecho muchísimo trabajo de apoyo a Biden y a candidatos demócratas en las elecciones. Si alguna vez vuelvo a vivir con un hombre quiero ser como Mandy Patinkin y señora, exactamente igual y tener una casa parecida. En este episodio de The Axe Files with David Axelrod entrevistan a Mandy que, repito, es un señor maravilloso que además cuenta las cosas muy bien. Habla de su vida, de su familia, de como su madre jamás le dijo "hijo mío, qué bien has hecho esto" (me suena), de sus inicios de como actor, de como conoció a Barbra Streisand, de La Princesa Prometida, del encuentro con su adorable esposa, de Homeland y los campamentos de espías que hacían y de un montón de cosas más. Es una conversación muy interesante que merece muchísimo la pena.  


¿Qué más? Un podcast australiano de llorar y no parar. A veces hacen falta estas cosas. Goodbye to all this es la historia de Sophie Townsed y la muerte de su marido, Russell por un cáncer.  Lo sé, el tema es para salir corriendo pero Sophie lo cuenta muy bien, con una delicadeza y una sensibilidad que te pone los pelos de punta y te salta las lágrimas desde el primer momento. Sophie susurra con un acento australiano bastante cerrado como era su relación con Russell, su vida con él y sus dos hijas pequeñas y como él empezó a estar muy cansado, débil y una pequeña luz de alarma se encendió en su interior. El proceso completo de diagnóstico, negación, terror, enfermedad, la relación con las niñas, verbalizarlo al exterior, asistir al final, el luto, la imposibilidad de avanzar, de ausencia, de sentir que nadie la entendía, todo está contado con una crudeza íntima que desarma y a la vez tranquiliza porque hace real algo en lo que la mayoría no queremos pensar ni un segundo.  

La producción es sencillísima, acorde con la narración, pero llena de pequeños detalles sonoros: el viento, una puerta, un timbre, una cucharilla, una música leve que dan textura a la historia, que la situan en una realidad cotidiana. La mayor parte de la narración está en la voz de Sophie, como ya he dicho muy peculiar, con pequeñas intervenciones de gente cercana a ella que dan su punto de vista sobre como estaba Sophie, como fue un determinado acontecimiento: su madre, su mejor amiga, las madres con las que tomaba café al dejar a las niñas en el colegio, etc. 

Es un podcast de llorar, aviso pero merece mucho la pena. 

Duración: media hora escasa cada episodio. 
Pista: hay que empezar por el primero, para mí el que más vértigo da, cuando todo en tu vida está bien y de repente deja de estarlo y tienes un impulso irrefrenable de que la vida no sea como es, quieres volver atrás en el tiempo, no llegar a ese momento en el que todo se rompe, no vivirlo, no saber.  

¿Os da miedo volar? ¿Os flipan los aviones? Da igual, me apuesto las dos manos a que todos alguna vez habéis mirado las instrucciones de seguridad plastificadas (por cierto, ¿ahora en pandemia siguen estando?) de los aviones y habéis pensado: esto es una chorrada que no sirve para nada y ¿por qué harán los dibujos tan feos? Yo confieso que he hecho las dos cosas y hasta escribí un post al respecto hace muchísimos años. Como nunca te acostarás sin saber una cosa más que te haga darte cuenta de que eres idiota en In the Unlikely event este episodio de uno de mis podcasts favoritos 99% invisible, hablan justamente de esas instrucciones, de su historia, cuando comenzaron a hacerse, qué sentido tienen y lo más alucinante de todo: está comprobado estadísticamente que tus posibilidades de supervivencia en un accidente aéreo están directamente relacionadas con el hecho de que las hayas leído y memorizado. En el episodio hablan de muchísimas cosas, entrevistan incluso a los principales diseñadores de esos monigotes y cuentan la historia del peor accidente de aviación de la historia, el que ocurrió en el aeropuerto de Los Rodeos en Tenerife. Lo más impactante es la cantidad de gente que murió en ese accidente no por la colisión, sino porque se quedaron petrificados en sus asientos sin saber salir. Escuchad el podcast y, por favor, leed las instrucciones de seguridad.   

Mi última recomendación por hoy es un episodio de 2018 de This American Life. This American Life es el decano de los podcasts en Estados Unidos y su estilo y el de su presentador Ira Glass han marcado a cientos de periodistas y podcasters. Sara Koening, autora de Serial, el podcast que marca el comienzo de la Edad de Oro del medio trabajaba con Ira Glass antes de eso. El caso es que This American Life cumple veinte años y están recuperando los mejores episodios de estos años elegidos por el propio equipo. Que entre más de setecientos episodios te escojan los mejores es un trabajo que se agradece. El que os recomiendo hoy para finalizar esta sección se titula Rom-com (Romantic Comedies) y trata sobre eso, sobre las comedias románticas, porqué nos gustan y al mismo tiempo nos cuentan varias historias de amor que podrían haber sido perfectamente guiones de comedias románticas de Hollywood. Es un episodio precioso, lleno de amor, de comedia, de placer culpable y diálogos de Cuando Harry encontró a Sally, la quinta esencia del género y como dice uno de los productores "A lo mejor eres buena persona pero si no te encanta Cuando Harry encontró a Sally, yo no puedo salir contigo".  

Y ya para terminar de verdad, os recuerdo que De eso no se habla sigue publicando episodios aunque ya quedan pocos para terminar la temporada y que Ay, campaneras se toma un descanso después de veinticinco maravillosos episodios sobre copla e historias de copleras. Estáis a tiempo de engancharos a ellos.  

Pues esto es todo por ahora. Como siempre, si escucháis algo, venid a contármelo.