Tan monos. Tan tiernos.
Las caritas relajadas, la piel tersa, los pelos revueltos, el chupete en la boca, tumbados en poses como si se hubieran caído desde un quinto piso, abrazados a gatos, muñecas, Buddys, Buzz Light Years, Hello Kitty, un castillo de Lego, un cuento…un diploma de la policía. Con esos pijamas tan monos, de superhéroes o de princesas…
Y ese olor,a ternura, a amor total…
Para cualquiera, tenga o no tenga hijos, no hay mejor momento para superar amor maternal o deseos de reproducirse que cuando se entra en el cuarto de unos niños que llevan un rato durmiendo, es todo idílico.
Si ya te has reproducido los miras y piensas: que ogro soy…los gritos que les pego y la de veces que querría apagarlos…y sin embargo son tan monos…creo que si abro la boca me va a salir una cascada muy rosa de babeo de amor.
Si no te has reproducido, los ves y piensas: qué exagerada es la gente, con lo monos que son, seguro que no es tan horroroso tener hijos y compensa todo.
Y todos hacemos lo mismo, nos acercamos y les arropamos.
Lo cual es una completa gilipollez y un acto reflejo provocado por la contemplación de pelis americanas donde madres y padres entran en cuartos infantiles, apagan una lamparita con forma de seta, estrella o cohete espacial, arropan a dulces niños, cierran la puerta como si fuera una bomba a punto de estallar y se van por un pasillo blanco a su cuarto a echar un polvo de amor.
Ja.
Los niños durmiendo en su cama son ideales, angelitos tiernos y dulces. Los niños durmiendo en tu cama son tu peor pesadilla. En su cama durmiendo te mueven a querer reproducirte en serie, a repoblar el planeta y durmiendo en la tuya mueven a ligarte las trompas.
Cuando son bebés, hay gente muy partidaria de meterlos en la propia cama...”es que es un coñazo meterlo en la cunita, total le doy de mamar o el biberón y ya se queda conmigo” “es que tiene mocos y así vigilo que no se ahogue” “es que ya me he levantado 10 veces y así lo tengo cerca”.
Estupendo, una opción (mala) como otra cualquiera. Quiero decir que la opción de levantarte 25 veces, pasearte por tu casa, acercarte a su cuna/cama, gatear bajo la cuna para buscar el puto chupete, calmarles y luego intentar abandonar la habitación sin que se despierten es horrible, es cansada y deteriora mucho la relación de pareja, aparte de crear lesiones de codo muy serias: “Quieres levantarte de una puta vez que yo ya me he levantado 15”.
Pero la opción de meterles en tu cama para pasarte el resto de la noche durmiendo en el borde por temor a aplastarles mientras con un ojo vigilas que tu pareja en su famoso doble giro con tirabuzón no clave a tu hijo contra el colchón...tampoco te garantiza el descanso.
Cuando son más mayores y hay que meterlos en tu cama por un caso de fuerza mayor que hace imposible que sigan durmiendo en su cama, podría parecer que es más fácil, pero tampoco. Los niños tienen una capacidad increíble de pegarse a ti mientras duermen, convirtiéndose en estufitas humanas que hacen que la temperatura de la cama alcance niveles incompatibles con el sueño. Además son como pequeñas lapas y se te incrustan en los riñones, te meten los pelos en la nariz o se duermen encima de tu brazo cortando el riego sanguíneo. Tras varios infructuosos intentos de alejarlos de ti por lo menos 30 cm…y así poder dormir algo decides que esto es absurdo.
La opción menos mala es intentar devolver al churumbel a su cama. Dependiendo del churumbel, se dejará o no se dejará, pero optando porque se deje o esté tan cuajado que no vaya a despertarse, el cargar con un peso muerto de 20 kilos a oscuras, tratando de evitar que se abra la cabeza contra los quicios de la puerta, la pared del pasillo y la litera (que conste que a mí no me ha pasado) probablemente te despejará tanto que no consigas conciliar el sueño de vuelta a tu cama.
Si por el contrario tu churumbel es de los cabrones que una vez que han conseguido llegar a la cama paterna, se sienten califa en lugar de califa y dicen que ni de coña vuelven a su cama...la opción es irte a dormir a su cama. Es decir, te rindes, te rilas..el niño gana, pero tu tienes que dormir algo. Y oh sorpresa…descubres que la cama dónde tú has dormido durante un montón de años (y hecho otras cosas) es incomodísima.
Entras en un bucle de pensamientos muy raros, porque son las 5 de la mañana, no has pegado ojo y estás metida en una cama de 80 cm con un edredón de princesas. Piensas, madre mía...yo he dormido en esta cama con otro y ahora soy incapaz. ¿De verdad que yo dormía en aquel entonces? A lo mejor es que no dormía y ahora me lo imagino…pero da igual...yo lo que quiero es volver a mi cama.
Y entonces comprendes que has alcanzado la sabiduría suprema, cuanto más grande la cama mejor.
La putada es que tu hija pequeña parece que lo ha descubierto antes que tú.