Cuando tienes churumbeles todo da mucho miedo. No tienes ni idea de qué hay qué hacer, te preguntas mil veces si lo estarás haciendo bien, descubres que jamás lo harás tan bien como tus padres y miras alrededor y ves un millón de peligros de los que sabes que no podrás ( y a veces no querrás) protegerlos. Te da miedo que sufran y no puedes hacer nada.
Eso es una putada pero es así.
Luego están las tonterías que pasan a dar miedo o crear preocupaciones absurdas. Cosas tontísimas que por estadística jamás te habían preocupado pero que sin embargo ahora, con tus propios hijos saltan a tu mente al menor estímulo. “Muere un niño por….”, “Un niño sufre….” “El descuido de unos padre provoca…..”
El frío.
Siempre has resistido bien el frío, tienes una casa con calefacción y criterio suficiente para saber cuánta ropa tienes que ponerte para salir a la calle sin pasarte y cocerte. No da miedo, lo tienes controlado.
Cuando tienes hijos pierdes esa capacidad. El peligro de la congelación te acecha, ¿El niño no tendrá frío? ¿Has cogido un jersey? Y luego siempre están las opiniones externas que opinan que “esta niña va poco abrigada” o“¿van sin camiseta interior?” o ¿No llevan leotardos? Confieso que a mí el frio me da poco miedo, si tienen frio ya se quejarán, pero reconozco qué de vez en cuando, la realidad estadística me asalta y me levanto por la noche a arroparlas no vaya a ser que “ cojan frío”…lo que es una gilipollez..porque ya se taparán ellas si no están a gusto, pero no puedo evitarlo y me voy a la cama pensando he evitado “dos niñas graves por pulmonía al dormir destapadas”.
Las esquinas y picos.
Tu casa, el parque, la calle, todo tu entorno está lleno de esquinas que hasta hace poco a ti no es que te parecieran inofensivas, es que eran invisibles. Ahora no. Ahora sales de casa con los churumbeles y tu mente es una especie de pantalla de radar que con un breve vistazo identifica todas las esquinas y salientes con los que tus hijos serán capaces de colisionar antes de que te haya dado tiempo a parpadear. Ellos no van a golpearse, tú no lo sabes, pero tienen una capacidad innata (que se pierde con el tiempo) para parar de correr, frenar el patinete o esquivar el peligro justo justo en el momento en que tú estás a punto de sufrir un colapso porque ya has visualizado a tu heredero con una brecha en un ojo, en la frente o una herida horrible en una pierna. Como el miedo siempre va más deprisa que tú…para cuando comprendes por la sonrisa triunfal de tu hijo que no le ha pasado nada y que está orgulloso de su frenada tú ya te habías visualizado a ti mismo corriendo por la calle, llegando a urgencias y confirmando que el niño ha cogido el tétanos. “Muy grave un niño al herirse con clavo oxidado”.
Atragantamientos.
Antes de tener niños, la escena era esta.
Argff..
¿Qué pasa?
Se me ha ido por otro lado.
Plas, plas, plas..( palmaditas en la espalda) y bebe un poco de agua. ¿Ya?
Si, gracias.
Ahora el niño tose ligeramente mientras come cereales y ese leve sonido provoca que el dato estadístico mínimo salte como un relámpago en tu cerebro “muere ahogado un niño de 5 años al atragantarse..”, (por supuesto el resto de la noticia la has olvidado aunque sea “atragantarse al comerse un un salmón vivo"). Saltas del asiento coges al niño, lo pones cabeza abajo, le golpeas, piensas.. ¿Cómo era la maniobra esa de abrazar por detrás?, mierda tenía que haberle machacado los cereales, tenía que haber hecho el curso de primeros auxilios caseros. Estás tan sumido en tus pensamientos catastrofistas que no te das cuenta de que el niño ha vomitado ya los cereales y lo que ha comido en los últimos dos días y se está riendo a carcajadas.
Eso es una putada pero es así.
Luego están las tonterías que pasan a dar miedo o crear preocupaciones absurdas. Cosas tontísimas que por estadística jamás te habían preocupado pero que sin embargo ahora, con tus propios hijos saltan a tu mente al menor estímulo. “Muere un niño por….”, “Un niño sufre….” “El descuido de unos padre provoca…..”
El frío.
Siempre has resistido bien el frío, tienes una casa con calefacción y criterio suficiente para saber cuánta ropa tienes que ponerte para salir a la calle sin pasarte y cocerte. No da miedo, lo tienes controlado.
Cuando tienes hijos pierdes esa capacidad. El peligro de la congelación te acecha, ¿El niño no tendrá frío? ¿Has cogido un jersey? Y luego siempre están las opiniones externas que opinan que “esta niña va poco abrigada” o“¿van sin camiseta interior?” o ¿No llevan leotardos? Confieso que a mí el frio me da poco miedo, si tienen frio ya se quejarán, pero reconozco qué de vez en cuando, la realidad estadística me asalta y me levanto por la noche a arroparlas no vaya a ser que “ cojan frío”…lo que es una gilipollez..porque ya se taparán ellas si no están a gusto, pero no puedo evitarlo y me voy a la cama pensando he evitado “dos niñas graves por pulmonía al dormir destapadas”.
Las esquinas y picos.
Tu casa, el parque, la calle, todo tu entorno está lleno de esquinas que hasta hace poco a ti no es que te parecieran inofensivas, es que eran invisibles. Ahora no. Ahora sales de casa con los churumbeles y tu mente es una especie de pantalla de radar que con un breve vistazo identifica todas las esquinas y salientes con los que tus hijos serán capaces de colisionar antes de que te haya dado tiempo a parpadear. Ellos no van a golpearse, tú no lo sabes, pero tienen una capacidad innata (que se pierde con el tiempo) para parar de correr, frenar el patinete o esquivar el peligro justo justo en el momento en que tú estás a punto de sufrir un colapso porque ya has visualizado a tu heredero con una brecha en un ojo, en la frente o una herida horrible en una pierna. Como el miedo siempre va más deprisa que tú…para cuando comprendes por la sonrisa triunfal de tu hijo que no le ha pasado nada y que está orgulloso de su frenada tú ya te habías visualizado a ti mismo corriendo por la calle, llegando a urgencias y confirmando que el niño ha cogido el tétanos. “Muy grave un niño al herirse con clavo oxidado”.
Atragantamientos.
Antes de tener niños, la escena era esta.
Argff..
¿Qué pasa?
Se me ha ido por otro lado.
Plas, plas, plas..( palmaditas en la espalda) y bebe un poco de agua. ¿Ya?
Si, gracias.
Ahora el niño tose ligeramente mientras come cereales y ese leve sonido provoca que el dato estadístico mínimo salte como un relámpago en tu cerebro “muere ahogado un niño de 5 años al atragantarse..”, (por supuesto el resto de la noticia la has olvidado aunque sea “atragantarse al comerse un un salmón vivo"). Saltas del asiento coges al niño, lo pones cabeza abajo, le golpeas, piensas.. ¿Cómo era la maniobra esa de abrazar por detrás?, mierda tenía que haberle machacado los cereales, tenía que haber hecho el curso de primeros auxilios caseros. Estás tan sumido en tus pensamientos catastrofistas que no te das cuenta de que el niño ha vomitado ya los cereales y lo que ha comido en los últimos dos días y se está riendo a carcajadas.
El silencio.
Antes un golpe inesperado era señal de susto. Ahora es al reves, mientras haya ruido hay vida. El silencio es lo que acojona.
Los niños juegan. Tu lees o haces punto de cruz o trasteas con el ordenador, cocinas lo que sea. disfrutas de ese momento de comunión familiar. Un momento. No oigo nada. ¿Cuanto hace que no oigo nada? ¿Mucho? ¿Poco? Mierda, me he ensimismado…¡¡niñassssss! Silencio. Saltas de dónde estés y corres hacia su cuarto visualizando solo cosas buenas y realistas: están calladas porque se han ahorcado con el disfraz de buzz lightyear, se han tragado las construcciones y se han ahogado, se han metido la gran piña desde la litera por jugar a volar. O aquí está otra vez el estímulo estadístico “niño cae desde 4 piso por distracción de madre” ¡¡han conseguido abrir la ventana (obvias que es imposible) y se han caído a la calle!!!!...llegas a punto de vomitar del susto y están sentadas pintando, te miran y dicen: estamos haciendo un dibujo para ti.
Las pelis con niños.
Antes de tener niños veías pelis dónde pasaban cosas a niños y te parecían sentimentaloides y facilonas. Pensabas, que recurso tan fácil, poner niños para dar pena, estoy no hay quien se lo crea. Ahora casi no puedes verlas, se te pone un nudo en el estómago y casi te parecen de terror. Has perdido la capacidad de pensar que son una peli, y ya no crees que sean facilonas. Empieza, ves los niños y se te ponen unos nervios, te sudan las manos y te descubres pensando…que no le pase nada, al niño no..que no le pase nada…
Es un miedo absurdo, es una peli y son actores pero eres incapaz de racionalizarlo. Conozco gente que le pasa con “La vida es bella”. A mí con no, porque no me la creo, pero este trozo de “La decisión de Sophie” hizo que me fuera a dormir con mis hijas del miedo que pasé.
Y ahora voy a llamar a casa a ver si todo va bien.