
“En la época de ligoteo, los tíos salen a la caza de las tías (gacelas Thompson). Primero se fijan en la más guapa, la Gacela jefe y obviamente no todos son capaces de cazar/ligar a la más estupenda. Una vez comprobado este hecho por activa y por pasiva, se busca otro objetivo, esto es: la gacela herida. Entre las tías, la herida es la que no liga nunca porque pasa totalmente desapercibida. Está tan agradecida cuando alguien se le acerca que el esfuerzo que hay que hacer para ligársela es prácticamente nulo”
Yo soy una gacela herida de mentira. NO ligaba nada, pero cuando algún incauto se me acercaba creyendo que sería un objetivo fácil yo abría la boquita y los ahuyentaba.
Éxito tras éxito, noche tras noche.
En los orígenes de este desastre podemos situar a “Costi”, ligue de campamento de verano que intentó darme un beso con lengua. Creo recordar que me resistí con fuerza. Supongo que esperaba algo más sugerente que un morreo en medio de la niebla en el Naranjo de Bulnes, supongo también que pensaba que podía desechar esa oportunidad porque tendría miles y por supuesto desconocía la teoría de la gacela Thompson. Creía en mi atractivo, en una palabra.
Bueno, pues allí estaba yo a mi tierna edad de 14 años, desechando oportunidades amorosas. Dejé al pobre “Costi” y me lancé a los brazos de P. que a lo mejor él no lo sabía, pero era gay. Aún así, cuando llegamos a Madrid y por supuesto juramos mantener el contacto desapareció de la faz de la tierra.
Los siguientes años mis padres me mandaron a Irlanda, país en el que debería haberme quedado a vivir porque mis éxitos amorosos fueron francamente impresionantes. Tres años, 4 ligues. Espectacular. Jamás he vuelto a tener ese porcentaje de éxito. Analizado años después, debía ser porque mi sarcasmo en inglés pierde mucha gracia. Estuvo bien, fue divertido y aprendí muchísimo sobre la técnica del beso adolescente de tornillo y el magreo sin control. Recuerdo vagamente a 3 irlandeses y muy intensamente a un francés increíblemente guapo con el que mis problemas de comunicación eran espectaculares porque él no hablaba inglés y yo no tenía ni idea de francés…pero lo menos importante era lo que hablábamos.
Durante 3 años mi vida amorosa era exitosa un mes al año y para mí era suficiente, ¡ menos da una piedra”!
La vuelta a mi rutina molinera, era francamente decepcionante porque el resto de mis amigos/as había sufrido una revolución hormonal en la que parecía que sus hormonas se habían puesto de acuerdo para gustarse y todos se emparejaban con todos. Un sin vivir de fulano sale con mengana, mengana se ha enrollado con zutano, zutana está con fulano. Y yo en medio, viéndolas pasar. La verdad es que estaba peor que pasar, era la confidente de todos los tíos que me molaban: “moli, me gusta mengana”, “moli ayer me enrolle con zutana pero a mí la que me gusta es la otra” y otras cosas peores como " tu es que eres tan maja" que quiere decir no me planteo enrrollarme contigo aunque fueras la única tía sobre la faz de la tierra. Por otro lado como mi vida amorosa era inexistente me compensaba viendo la de los demás. Por supuesto durante este tiempo, me molaron varios que no me hicieron ni el más mínimo caso, probablemente ni me vieron. Otros sin embargo se liaron con mis amigas.
Un buen día de fiestas en Los Molinos, bueno, una noche, acabé enrollándome con un tío conocido como “El Gato”. Fui gacela Thompson total. El tío en cuestión acababa de ser abandonado por una amiga mía y sufría muchísimo, escribía cartas para ella y todas esas cosas patéticas que se hacen con 18 años. Sufría mucho, pero el rollo es el rollo y las hormonas son las hormonas, así que allí estaba yo. El hombre necesitaba un hombro en el que llorar y alguien con quien enrollarse y empezamos lo que por aquel entonces se conocía por “salir”.
Salir, lo que se dice salir, salíamos poco, porque vivíamos a 3 trasbordos de autobuses, íbamos a distintos colegios y como mucho quedábamos un día a la semana.
Nuestra más exitosa cita fue en un concierto de Nacha Pop en Jácara. Recuerdo perfectamente que acudí a dicha cita acarreando mis libros de 2º de BUP, especialmente el de latín que estaba forrado con un ¡¡papel de corazones rosas!! ( quien era yo, madre mía). En fin, durante el concierto no nos separamos de la pared del fondo y creo que conseguí estar un par de horas sin respirar.
Para mi, todo parecía ir sobre ruedas después de ese maratón hormonal. Sin embargo no tenía ni idea de nada. La siguiente vez que me llamó, era para “hablar”. Ahora ya sé que eso siempre es malo, pero en aquel entonces no me lo pareció.
En los orígenes de este desastre podemos situar a “Costi”, ligue de campamento de verano que intentó darme un beso con lengua. Creo recordar que me resistí con fuerza. Supongo que esperaba algo más sugerente que un morreo en medio de la niebla en el Naranjo de Bulnes, supongo también que pensaba que podía desechar esa oportunidad porque tendría miles y por supuesto desconocía la teoría de la gacela Thompson. Creía en mi atractivo, en una palabra.
Bueno, pues allí estaba yo a mi tierna edad de 14 años, desechando oportunidades amorosas. Dejé al pobre “Costi” y me lancé a los brazos de P. que a lo mejor él no lo sabía, pero era gay. Aún así, cuando llegamos a Madrid y por supuesto juramos mantener el contacto desapareció de la faz de la tierra.
Los siguientes años mis padres me mandaron a Irlanda, país en el que debería haberme quedado a vivir porque mis éxitos amorosos fueron francamente impresionantes. Tres años, 4 ligues. Espectacular. Jamás he vuelto a tener ese porcentaje de éxito. Analizado años después, debía ser porque mi sarcasmo en inglés pierde mucha gracia. Estuvo bien, fue divertido y aprendí muchísimo sobre la técnica del beso adolescente de tornillo y el magreo sin control. Recuerdo vagamente a 3 irlandeses y muy intensamente a un francés increíblemente guapo con el que mis problemas de comunicación eran espectaculares porque él no hablaba inglés y yo no tenía ni idea de francés…pero lo menos importante era lo que hablábamos.
Durante 3 años mi vida amorosa era exitosa un mes al año y para mí era suficiente, ¡ menos da una piedra”!
La vuelta a mi rutina molinera, era francamente decepcionante porque el resto de mis amigos/as había sufrido una revolución hormonal en la que parecía que sus hormonas se habían puesto de acuerdo para gustarse y todos se emparejaban con todos. Un sin vivir de fulano sale con mengana, mengana se ha enrollado con zutano, zutana está con fulano. Y yo en medio, viéndolas pasar. La verdad es que estaba peor que pasar, era la confidente de todos los tíos que me molaban: “moli, me gusta mengana”, “moli ayer me enrolle con zutana pero a mí la que me gusta es la otra” y otras cosas peores como " tu es que eres tan maja" que quiere decir no me planteo enrrollarme contigo aunque fueras la única tía sobre la faz de la tierra. Por otro lado como mi vida amorosa era inexistente me compensaba viendo la de los demás. Por supuesto durante este tiempo, me molaron varios que no me hicieron ni el más mínimo caso, probablemente ni me vieron. Otros sin embargo se liaron con mis amigas.
Un buen día de fiestas en Los Molinos, bueno, una noche, acabé enrollándome con un tío conocido como “El Gato”. Fui gacela Thompson total. El tío en cuestión acababa de ser abandonado por una amiga mía y sufría muchísimo, escribía cartas para ella y todas esas cosas patéticas que se hacen con 18 años. Sufría mucho, pero el rollo es el rollo y las hormonas son las hormonas, así que allí estaba yo. El hombre necesitaba un hombro en el que llorar y alguien con quien enrollarse y empezamos lo que por aquel entonces se conocía por “salir”.
Salir, lo que se dice salir, salíamos poco, porque vivíamos a 3 trasbordos de autobuses, íbamos a distintos colegios y como mucho quedábamos un día a la semana.
Nuestra más exitosa cita fue en un concierto de Nacha Pop en Jácara. Recuerdo perfectamente que acudí a dicha cita acarreando mis libros de 2º de BUP, especialmente el de latín que estaba forrado con un ¡¡papel de corazones rosas!! ( quien era yo, madre mía). En fin, durante el concierto no nos separamos de la pared del fondo y creo que conseguí estar un par de horas sin respirar.
Para mi, todo parecía ir sobre ruedas después de ese maratón hormonal. Sin embargo no tenía ni idea de nada. La siguiente vez que me llamó, era para “hablar”. Ahora ya sé que eso siempre es malo, pero en aquel entonces no me lo pareció.
Allí que me fui, tan ufana con mis hombreras y mis vaqueros nevados, a la cafetería “Chiquito” de Madrid. Llegué y me soltaron el repertorio entero de clásicos: no eres tú, soy yo, te mereces a alguien mejor, no estoy preparado…blablablá. Salí llorando y pensando qué era superdesagraciada.
Lo que nunca pensé, es que 20 años después me descojonaría al contarlo en mi blog.
Y hasta aquí la primera parte de “mi no vida amorosa”. A lo mejor continúa.
Y hasta aquí la primera parte de “mi no vida amorosa”. A lo mejor continúa.
Conocidos que me leeís de aquella época..dado que no tengo vergüenza, admito comentarios aclaratorios sobre ese momento tan patético de mi vida.