Esto me paso a mí el otro día, uno cualquiera de esta semana, (¿Cómo están tan mugrientas? Pues porque eché cuentas y tienen cuatro años y una pandemia) y decidí comprarme unas nuevas. Y entré en Primark porque oye, dicen que allí hay chollos y, sobre todo, las zapatillas de estar en casa es un item del hogar en el que IG todavía no ha fijado sus garras (hay atisbos pero poco, es un mercado poco interesante porque se establecen relaciones a largo plazo y no son un producto de temporada, ni una agenda, ni te ayuda a ordenar ni te eleva la autoestima ni hace que tu casa parezca un piso piloto) y por lo tanto cualquier par que te guste está bien.
A lo que iba, entré en Primark y casi me muero. Era la segunda vez que iba y la primera, creo recordar, alguna de mis hijas me hizo de sherpa y me fue guiando. El otro día, insensata, entré sola con la seguridad que da saber que solo vas a por un par de zapatillas. La insensatez casi me mata. Esas escaleras imposibles que se cruzan y se descruzan, los neones, los alambres, la gente con pinta de saber a dónde va e ir con ganas (como los runners y los del crossfit), la música, la luz, las estanterías petadas y desordenadas. De repente sentí que tenía 3500 años, que me venía de un pasado remoto y me habían soltado en el futuro. A pesar de todo pensé: Ana, tu puedes. Y pude, un poco. Llegué a las zapatillas al borde de mis fuerzas, elegí unas y dije: Misión cumplida. Como dicen en el Everest, lo dificil no es subir, el peligro está en bajar.
Resumiendo, me mareé. Atisbe la caja en mi carrera hacia la salida llena de gente feliz que obviamente controla el Everest/ Primark y supe que no aguantaría. Miré las zapatillas, 2,5 € de felpa suave. Miré la cola. Cogí aire. Tiré las zapatillas sin mirar atrás y salí corriendo. Escribo esto con mis zapatillas mugrientas de suela casi inexistente. He decidido que todavía aguantan, hemos decidido seguir juntas hasta que la muerte nos separe o un alma caritativa me regale unas nuevas.
(Yo venía a escribir sobre perfumes, olores y muestras de perfumes pero es lo que tiene un blog, que hace lo que quiere)
*La gente que tiene varios pares de zapatillas de estar en casa no es de fiar. Son como los del poliamor o el que te dice que quiere mucho a su pareja y a su amante, mentira. Es una relación tan pura que solo se puede mantener, de verdad, con un solo par. Si tienes varios pares en función de tu humor o de tu ropa (madre mía, me escandalizo solo de pensarlo) eres un frívolo.