miércoles, 30 de marzo de 2022

La copa A y el misterio

La semana pasada fui a ver La peor persona del mundo. Hace un mes y medio vi Licorice Pizza. La primera me gustó mucho, la segunda me hizo revolverme en la butaca desde el minuto cinco y resoplar desde el minuto seis. 

En las dos películas aparecen dos mujeres de unos veinticinco años que se enamoran y desenamoran de hombres. En Licorice Pizza esa mujer, muy bien interpretada por la actriz Alana Haim, además de enamorarse de hombres, establece una relación completamente incomprensible con un chaval de quince años. La posibilidad de que una tía de veinticinco años se deje engatusar por un chaval de quince años es cero, es imposible. ¿Por qué lo sé? Porque yo he tenido veinticinco años y fijarte en un chaval de quince era algo absolutamente marciano. Esta premisa que ocupa toda la película fue la que me hizo revolverme como una endemoniada durante todo el metraje. No entendía nada. Lo entendí cuando leí en alguna parte, que la película era de alguna manera autobiográfica, que estaba basada en algo que le ocurrió al director Paul Thomas Anderson. Ahí encajó todo. El bueno de Paul, con sus quince años, más salido que la pata de una mesa y con sus aspiraciones a tope se enamoró de una chica de veinticinco que, obviamente, en la vida real ni le miró. Ahora con más años que el abuelo de Heidi se casca esta peli en la que "arregla" la realidad porque consigue a su chica soñada. No sé si esto es así tal cual pero lo que sí sé, es que la protagonista de Licorice Pizza está pensada por un hombre. Cualquier mujer hubiera dicho lo mismo que yo: con veinticinco años si se te acerca uno de quince le dices que vaya a tomarse un Colacao. 

La peor persona del mundo también la ha pensado un hombre y por eso la encantadora protagonista que es guapa, atractiva, con las cosas claras (cuando tener las cosas claras es sinónimo de hago lo que quiero sin preocuparme excesivamente por los demás) y no tiene tetas. Esto le permite llevar un vestido imposible en una noche noruega tan calurosa que parece agosto en Córdoba. 

En Licorice Pizza ocurría lo mismo. A lo mejor no os habéis dado cuenta pero todas las mujeres atractivamente misteriosas del mundo de ficción tienen, como mucho, una copa A. Por alguna extraña razón, tener más pecho, una copa C, una copa D, impide ser misteriosa, chispeante y encantadora. 

Volvamos a la peli. Julie, la peor persona del mundo,  va saltando de relación en relación hasta que se enamora de un hombre un poco mayor que ella que la cuida. Discuten, como todo el mundo, a veces se sienten dejados de lado por el otro, como le pasa a todo el mundo en su relación de pareja de vez en cuando, e imagina mundos paralelos en los que tiene una relación llena de colorines, emoción y chispitas con un atractivo (a mí no me gustan ninguno de los dos hombres de la peli) joven que ha conocido en una fiesta la noche en que lleva el vestido apto para las noches cordobesas. He leído críticas que yo no comparto que dicen que ella es una simple, que es boba, que no es nada interesante. Ella es una chica normal, llena de todo lo que el siglo XXI nos ha dicho a las mujeres que tenemos que hacer: «persigue tus sueños, se independiente, si no quieres tener hijos no los tengas, no dependas de un hombre, si no eres feliz en una relación, largate» No digo que estas cosas sean buenas o malas, desde luego no son peores que "lucha por tu relación, la maternidad te realizará, trabaja si quieres...etc», pero desde luego son el reflejo de lo que ocurre en la sociedad. Ella salta de una relación a otra y se equivoca ¿Y qué? 

Me encontré también con un análisis, sin duda muy sesudo, en el que decían que Julie es producto del patriarcado y que el que sale bien parado es el hombre mayor (ja, tiene 40 palos) al que abandona para irse con la fantasía. Pues claro, claro que sale bien parado ¿y qué? Ella le deja por otra relación y luego se arrepiente. ¿No hemos visto esto un millón de veces en un millón de comedias románticas que eran al revés: él se iba con una más joven y acababa volviendo a su primera mujer, más mayor, más sabía, más interesante? Por favor. 

Supongo que hay gente que querría que ella fuera un dechado de virtudes y ejemplaridad y no una mujer bastante simple, que le da mil vueltas a las relaciones amorosas y que se enfada por gilipolleces, es egoísta y que, de vez en cuando, trata mal a los que la quieren. En esto hemos avanzado en las ficciones, las mujeres ya no tienen que ser ejemplares y pueden actuar como pollos sin cabeza para ser juzgadas por los espectadores sin que haya problema.  

A ver si en próximas ficciones, avanzamos un poquito y además de ser volubles, egoístas y hacer las mismas chorradas que los hombres, conseguimos que alguna de esas mujeres se salga de la copa A. 



sábado, 26 de marzo de 2022

Podcasts encadenados. De narcos, oligarcas y tapices medievales


Cuando me levanto y mientras me preparo el desayuno, hago la cama, recojo, me ducho, me arreglo y me visto para ir a trabajar escucho podcasts en español. Estoy atenta a ellos pero no necesito estar muy concentrada porque si me pierdo una palabra o una frase no me voy a perder en la narración. Ese hueco de mañana lo ha ocupado esta semana Transportista, un podcast de  IHeart y Exile Content Studio que tenía pendiente desde el otoño pasado y que el mes pasado ganó el Premio Ondas al Mejor podcast de No-ficción. 

Transportista está construído a partir del relato que un transportista de droga hace, a través de llamadas telefónicas desde la cárcel donde está recluido, de su trayectoria delictiva desde los años 80 hasta que es capturado, juzgado, condenado e internado en una prisión en Carolina del Norte. Un narrador va contando la historia, dando los datos, intercalándolos con las declaraciones de transportista. Cómo empezó en el negocio, como fue pasando de trabajar para unos narcos y para otros, los primeros vuelos internacionales, los sobornos a los policías y fuerzas de seguridad de los distintos países, las veces que fue capturado, sus ligues, sus noches locas, los años buenos, las identidades falsas. El terrorífico mundo del narcotráfico a gran escala actuando con total impunidad se muestra en este podcast. Es escalofriante ver la frialdad con que él habla de todo eso y la jeta como un piano con la que deja claro que él no es un narco porque él solo pilotaba los aviones que llevaban las drogas de un lado para otro. 

¿Es Transportista un buen podcast? Sí. Es un true crime, una especie de Breaking Bad sonoro, contado en 10 episodios breves, de no más de quince minutos para escuchar mientras pululas haciendo otras cosas. También hay versión en inglés pero yo lo he escuchado en español para poder recomendarlo aquí para todos los que no os animáis con el inglés. 

Ucrania sigue, tristemente, siendo noticia y acaparando la atención en muchos podcasts. De todo lo que he escuchado esta semana (y dando por hecho que ya estáis todos suscritos a Hoy en El País) me ha interesado especialmente este episodio de The daily, Will sanctioning the oligarchs change the war? en el que analizan si las sanciones a los oligarcas rusos tienen sentido y funcionan. Es un tema que me interesaba porque todos estamos indignados y queremos que a los oligarcas les quiten las casas, los barcos, más casas, más barcos, las joyas, más casas y más barcos y creemos que con eso ellos se sentirán dolidísimos y harán algo para parar a Putin. En este episodio, Matt Apuzzo, el corresponsal del New York Times en Bruselas hace un repaso a estas medidas, a su historia y si funcionan o no. (Spoiler, no esperéis mucho de esas sanciones). Como siempre, el Daily hace un trabajo fabuloso y, también como siempre, terminas el episodio habiendo aprendido cosas. 

En el año 2016 estuve de viaje en Normandía. Fue un viaje maravilloso que quiero repetir algún día en el que me zambullí en mi faceta friki de la II Guerra Mundial, disfruté de acantilados maravillosos  y me extasié delante del tapiz de Bayeux. Por si alguien no lo sabe, el tapiz de Bayeux fue bordado en el siglo XI y retrata los hechos que ocurrieron entre 1064 y 1066 cuando los normandos se lanzaron a conquistar Inglaterra que culminaron en la batalla de Hastings. Si alguna vez vais a Bayeux, no os lo perdáis. El tapiz está expuesto en vertical y mide 70 metros de largo. Al llegar a la sala te dan una audioguía que según avanzas te va explicando lo que estás viendo y, creedme, es algo fascinante. Pues bien, esta semana, en este episodio de Seriously...(otro de mis fijos), Women in stitches: the making of the Bayeux tapestry,  varios expertos cuentan como este tapiz fue, sin duda, bordado por mujeres. Mujeres de las que no sabemos absolutamente nada, ni sus nombres, ni sus edades pero de las que podemos adivinar algunas cosas por lo que bordaron. Sí, les dijeron "Bordar nuestras heroicidades" pero ellas añadieron multitud de pequeños detalles llenos de sentido del humor y de ironía. En el episodio hablan también de las condiciones en las que lo bordaron. Explican como determinados colores se usaban solo en las horas centrales del día cuando la luz era mejor o como algo que no vemos, la parte trasera del tapiz, está bordado con un mimo excepcional. Es interesantísimo. 

Por último, mi compañero Pablo Fernández Delkader, escribe todas las semanas la newsletter Sonograma dedicada al mundo del audio y los podcasts. Todas las semanas tiene la gentileza de dejarme participar y me pide recomendaciones de podcast que giran, normalmente, sobre un tema. Esta semana el tema era el silencio y, entre otras, recomendé esta joyita: The Selene, un episodio del curioso podcat Five minutes of mime, sobre el día que el hombre pisó la Luna. Son cinco minutos pero os llevaréis una sorpresa. 

Pues con esto ya estaría. La lista de todo lo que recomiendo está aquí. Como siempre, si escucháis algo, venid a contármelo. 

miércoles, 23 de marzo de 2022

¿De quién aprendes?

Primero los puños, por un lado y por el otro. Después se estira la manga con cuidado, despacio, intentando que el pliegue quede igual pero sin acercase demasiado a él para que no quede marca. Igual que con los puños, primero por un lado y luego por otro. Entre gesto y gesto, humedecer. Después el hombro, esta parte es importante, marcará la diferencia. Repetir la operación con la otra manga. Después la zona de los botones, la pechera y la espalda. Una vez terminado, colgar en una percha. 

Mi abuela Victoria me enseñó a planchar. A veces, pasaba temporadas con nosotros en Los Molinos. Mi madre, desde muy pequeños, había repartido las tareas de la casa y no sé si porque lo pedí o porque me tocó, yo planchaba. Un buen día mientras yo cogía la enésima camisa de mi padre para planchar, mi abuela apareció, me miró y me dijo: «Así no» y me explicó paso por paso cómo debía hacerlo.  

Treinta y cinco años y cientos de camisas después sigo haciéndolo tal cual me lo enseñó y me acuerdo de ella cada vez que saco la tabla, enchufo la plancha y coloco la primera manga. Murió hace catorce o quince años, no lo sé, no me acuerdo, hacia tiempo que había dejado de gustarme y de importarme junto con el resto de mi familia paterna y reposaban todos en el fondo del barranco de la indiferencia.

Mi abuela dejó de gustarme pero mi querencia por la plancha sigue conmigo. Es una de las actividades que más tranquilidad me dan. Planchar me permite escuchar podcasts, ver series o simplemente pensar mientras consigo que algo que está arrugadísimo salga de mis manos en perfecto estado de revista. Consigo algo. Hay pocas cosas que me den tanta satisfacción con tan poco esfuerzo y casi ninguna que me de tanta calma mental. 

Hoy he llegado a casa y me he puesto a planchar. Al acordarme de mi abuela y de aquella tarde en Los Molinos he pensado que se pueden aprender cosas de gente a la que detestas, de personas que te hicieron daño, de muchos de los que no recuerdas nada más que aquello que te enseñaron. No voy a decir que todo el mundo merece la pena y que de todo se puede aprender porque no, eso es mentira. 

¿Importa de quién aprendes? Una de mis más exitosas habilidades laborales la aprendí de un examante cobarde (y no, no implica nada sexual) y de mi madre aprendí que tener un hijo favorito y no reconocerlo es ridículo y que los guisos de cuchara hay que hacerlos el día antes. De mi hija Clara he aprendido a no preocuparme por lo que puede pasar "mamá, eso es un problema de Ana del futuro", de una excompañera de trabajo completamente inepta aprendí a contestar "sí, claro, yo me encargo" y luego hacerme la muerta y de Juan he aprendido que cuando estás subiendo una cuesta, lo mejor es hacerlo despacio, llegarás arriba igual pero más descansado. (Él lo aprendió del vigilante de una gran cueva en Italia) 

Quiero creer que alguien aprenderá algo de mi. Algo útil como planchar pero tengo claro que no serán mis hijas. 

sábado, 19 de marzo de 2022

Podcasts encadenados. De estar informado, pasados que vuelven y ser feliz


No sé las veces que he recomendado, en esta sección, The Daily,  el podcast del New York Times que cada día, de lunes a viernes, analiza la información. Soy adicta a ese podcast, a lo que cuentan, a cómo lo cuentan y a la voz de su host principal, Michael Barbaro. Otros grandes periódicos tienen podcast del mismo estilo que también están muy bien, como por ejemplo el Today in Focus del periódico británico The Guardia y que también he recomendado por aquí varias veces. A principios de este mes, El País sacó (sacamos) por fin Hoy en EL PAÍS, el podcast daily informativo que pretende copiar, inspirarse, aprender de todo lo que ya se ha hecho en inglés y alcanzar un tono propio y un estilo diferencial. Para que no queden dudas yo trabajo con el equipo que hace este podcast, no estoy cada día haciendo los episodios pero sé el trabajazo que llevan haciendo desde hace seis meses para lanzar este proyecto. ¿Os lo recomiendo porque trabajo en él? No. Os lo recomiendo porque creo firmemente que el podcast permite un acercamiento a la información más pausado que la radio y desde otro enfoque completamente diferente porque la última hora, la urgencia y la inmediatez ya está cubierto en otros medios. Son veinte minutos al día, el episodio está disponible a las seis de la mañana y es muy fácil crearse un hueco, un hábito para escucharlo todos los días. Por supuesto, algunos te gustarán más y otros menos, algunos se te quedarán en la memoria y otros los olvidarás nada más terminarlos pero este formato informativo es diferente, es más cercano, más íntimo, no lleva cuñas de Securitas Direct y, sobre todo, no hostiliza como, por ejemplo, una tertulia de radio. ¿Mi recomendación para haceros una idea? Escuchad este episodio del viernes de la semana pasada en el que Margarita Yakovenko, periodista nacida en Ucrania, cuenta ¿Cómo era Ucrania antes de la guerra?  Haceos una hueco diario para consumir un daily. 

The Experiment es un podcast de The Atlantic con episodios cada semana pero que no tienen un hilo en común. Esto, que en su día me pareció una debilidad porque impedía que el oyente se enganchara al contenido, se ha convertido en una fuente de sorpresas muy interesantes. El domingo pasado, mientras iba y venia en el coche, llevando y trayendo a mi hija a un partido de fútbol bastante lejos, disfruté muchísimo con este episodio que, recordemos que esto es podcast encadenados, también tiene que ver con Ucrania. El episodio se titula One American Family´s debt with Ukraine. En él, uno de los periodistas de The Atlantic cuenta cómo sus abuelos emigraron desde Ucrania a Estados Unidos cuando los nazis invadieron Ucrania en 1944 cuando Hitler rompió el pacto de no agresión que había firmado con Stalin. Este periodista, Frank Foer, se pasó la vida escuchando a su abuela decir que los rusos habían salvado a Ucrania del nazismo. Partiendo de la historia de su abuela, pasan a todo lo que desconoce de la vida de su abuelo y así, tirando del hilo... llega al final, a nuestros días, a la guerra actual. No quiero contar más para no destriparlo pero lo recomiendo con entusiasmo, con mucho entusiasmo porque es fantástico. Si, además, sois lectores, puede que os llevéis una sorpresa. Y no digo más. 

The 11th es otro de esos podcasts que no va de nada porque va de todo. Producido por Pineapple Street Studios, el día 11 de cada mes lanzan un episodio que es completamente sorpresa. El tema puede ser cualquiera, la duración, la manera de contar, de narrar, el diseño de sonido, todo. Su idea es que se parezca a los reportajes que encuentras en una revista, cada uno será diferente. El de este mes, se llama The Happiness Project y contra lo que pudiera parecer, a primera vista, no tiene nada que ver con la autoayuda, la superación ni Mr. Wonderful. Charles Spearin es un músico que en el año 2007, durante su baja de paternidad, se dedicó a charlar con sus vecinos en Toronto, donde vive. Los invitaba a su casa y, con su permiso, les preguntaba qué era para ellos la felicidad, estar feliz, estar contento. Entrevisto a su vecina jamaicana de 93 años, a la amiga de su hija que tenía cinco o seis años, a otra vecina cercana y grabó sus conversaciones. Poco a poco, escuchando esas grabaciones, se dio cuenta de que cada voz tenía una musicalidad, una cadencia y con un talento que a mi me parece casi magia las asoció con un instrumento y compuso con ellas distintos temas musicales que acabaron en un disco. Este episodio es la historia de esas grabaciones, las voces, sus pensamientos para llegar a esas asociaciones. Es un oasis de alegría, de creatividad, de emoción y, sin duda, un episodio al que volver de vez en cuando. 

Esto son pocos deberes. Ojalá os gusten y si escucháis algo, venid a contármelo. 

La lista de todo lo recomendado está aquí.