lunes, 8 de febrero de 2021

Podcasts encadenados


Con los podcasts pasa como con los libros o las series, hay épocas de sequía, temporadas en las que por mucho que escuches nada acaba de convencerte, todo lo que eliges te decepciona, no te gusta o es malo. Saltas de un podcast a otro, vuelves a escuchar, rebuscas, les das otra oportunidad y no consigues encontrarte a gusto con nada ni encontrar nada verdaderamente bueno. 

Y como con los libros, de los podcasts que no me gustan o que, in my opinion, están mal hechos o fallan en algo también voy a hablar. 

Nick Quah es algo así como el gurú de la recomendación de podcasts en Estados Unidos. Él junto con Sarah Larsson del New Yorker, y los chicos de Bellocolective y alguno más son los que marcan las recomendaciones de podcasts, tanto de grandes productoras como independientes y, en general, suelen acertar bastante. En las listas de todos ellos aparecía en enero Anything for Selena, un podcast de  WBUR & Futuro Studios  presentado por la periodista mexicana María García. El podcast tenía buena pinta, contar la historia de la cantante Selena, asesinada hace veinticinco años, y su impacto e influencia en la identificación de la comunidad latina en USA. Una especie de Dolly Parton´s America pero con Selena y para los latinos. Además los episodios están disponibles en español y en inglés y pensé: mira que bien, así puedo recomendar algo en español. 

Pues no puedo recomendarlo. Anything for Selena promete algo que no es. Se presenta como un podcast narrativo que va a contarte quién fue Selena, qué pasó en su vida, por qué sigue siendo importante veinticinco años después de su muerte, etc y resulta que es un podcast de entrevistas. María García charla con distintas mujeres (no he escuchado toda la serie, pero en los episodios que sí he escuchado solo salían mujeres) sobre el impacto de Selena sobre todo en ella, en su vida. A mí esto, en principio no me parece mal, pero dado que ella tenía siete u ocho años cuando la cantante fue asesinada, me cuesta mucho creer que haya marcado su vida. No entiendo tampoco decisiones editoriales como empezar el segundo episodio contando que has ido a entrevistar a Abraham, el padre de Selena, un personaje vital en su vida y que durante todo el episodio no se le oiga hablar ni un solo minuto y cuando se habla de él ¡se pongan los cortes de audio de Edward James Olmos que interpretó su papel en  la película!. En resumen: Anything for Selena es, para mí, un podcast fallido. No da lo que promete y lo que da es aburrido y poco interesante. ¿Lo recomiendo? No, aunque no sea horrible hay mucho para escuchar que merece más la pena. 

Otro podcast que está en todas las listas, en este caso en las de podcasts en español, es El verdadero robo del siglo de Adonde Media. Este es un podcast argentino presentado por Mariano Pagella que cuenta un robo alucinante que ocurrió en un banco de Buenos Aires en enero de 2006. Cuando digo alucinante me quedo cortísima, el robo fue tan espectacular que ya ha habido películas basadas en él así que el material del que parte el podcast es buenísimo. ¿Qué problema le encuentro entonces? Edición, edición y edición y tono, tono, tono. 

Por partes y empezando por el final. Mariano Pagella conoce la historia y la maneja bien pero no sé porqué han decidido darle un tono y un ritmo completamente televisivo. La historia no fluye porque todo el discurso está trufado de expresiones como: "y ahora ocurre lo que nadie se esperaba" y "entonces pasó algo espectacular que nadie se esperaba" y "¿Cómo pude ser que blablablabla?" Es un permanente intento de crear falsos cliffhangers que aparte de resultar cansinos son innecesarios: la historia ya es lo suficientemente interesante y, no olvidemos nunca, el oyente de podcast te ha elegido, está ahí porque quiere, no ha caído haciendo zapping como ocurre en televisión. 

En segundo lugar, y este es un problema que encuentro en muchísimos podcasts es que le falta edición y revisión de guión. Escuchando esta historia me he encontrado gritando «¡eso ya lo has contado!», «¿otra vez esto? y «¡No te repitas más, por favor! ¡Tengo memoria a corto plazo!». Los fallos de edición puedo llegar a entenderlos, un poco, en podcasts más amateur pero que una producción como esta, con medios y gente detrás que sabe lo que hace, no haya hecho un trabajo de repaso de guiones y del desarrollo de la historia no consigo entenderlo. O se han enamorado mucho de su material o creen que sus oyentes son memos. Ninguna de las dos opciones es buena.  

¿Recomiendo El verdadero robo del siglo? Sí. La historia es tan alucinante que merece la pena conocerla y el podcast tiene una muy buena producción. Eso sí, como ya he dicho, armaos de paciencia con las repeticiones. 

¿Qué más he estado escuchando? Pues a principios de año, concretamente el día 1 empezó 365 stories I want to tell you before we both die. El concepto de este podcast fue lo que me llamó la atención; durante 365 días el director de cine (para mi, completamente desconocido) Caveh Zahedi cuenta una historieta de su vida en dos, tres o como mucho seis minutos. Él es de origen iraní porque sus padres emigraron desde Teheran a Estados Unidos, estudió en un colegio interno en Suiza, su madre se marchó a Alemania donde vivía con otro hombre y él vive en Los Ángeles. Las historias no siguen un orden cronológico, son pequeños apuntes, retazos de una vida como los que podemos tener todos. Un día que dijiste algo a un amigo y jamás lo has olvidado, el encontronazo con alguien, una noche increíble, una mentira que contaste, mil pequeños detalles. La gracia del podcast está en eso, en su pequeñez. No tiene nada: Zahedi hablando durante unos minutos sin música, sin sonido de fondo hasta que termina. La gracia de este podcast es que se puede escuchar en cualquier momento, en un minirato y aunque no todas las historias son igual de buenas, algunas te dejan pensando «a mí me pasó algo así» o «mierda, ¿que sería de aquel amigo/novio/tio que conocí no se dónde?» o «¿se acordará Menganita de esa tarde como me acuerdo yo?». 

¿Recomiendo este pequeño podcast? Sí. Puedes escucharlo un día sí, cuatro no, o ir pinchando de historia en historia. Mí recomendación para empezar, por ejemplo, es este episodio, el tres. My least favourite person. 

Justo en el extremo opuesto a las mini hitorias de Zahedi está otro de los podcast que he estado escuchando últimamente y que es un ocho mil, solo para oyentes profesionales y comprometidos. Se trata de Lolita Podcast, el mega proyecto de audio de Jamie Loftus, famosa el año pasado en el mundo del podcast anglosajón por My year in Mensa (que no he recomendado por aquí porque no era tan interesante). El tema del podcast está claro, es un estudio en profundidad de la novela de Nabokov y todo lo que la rodea. Cuando digo en profundidad me estoy quedando cortísima porque Loftus disecciona la novela, la vida de Nabokov, las vicisitudes para la publicación, las mil y una historias asociadas a la novela antes y después de su publicación como por ejemplo los casos de secuestros de menores por parte de pedófilos que se hicieron famosos en Estados Unidos, las polémicas por la elección de los diseños para las distintas cubiertas, los foros de internet y mil cosas más. Por supuesto se habla de las dos versiones cinematográficas hasta el más mínimo detalle e incluso de los distintos intentos que se hicieron de llevar Lolita a Broadway como una obra de "amor cómica" y hasta ¡un musical! Lo que pretende Loftus con este trabajo tan pormenorizado es demostrar como la novela de Nabokov nunca fue una historia de amor y el autor ruso jamás legitimó los actos de Humbert Humbert pero la sociedad del momento en la que eran normales las relaciones entre hombres muy mayores con jóvenes, muchas veces menores, y la actual,  han utilizado la novela para legitimar de alguna manera la existencia de ese tipo de "amor". Hace también mucho hincapié en los efectos muy nocivos que el efecto Lolita ha tenido en muchísimas adolescentes. 

¿Qué le falta a Loftus? Edición, edición, edición y alguien con una tijeritas que le corte contenido porque tras dos primeros episodios espectaculares e interesantísimos a pesar de la aridez del tema, se viene arriba y los siguientes duran más de hora y cuarto... resultando repetitivos y demasiado exhaustivos. Para que el oyente entienda una idea, ( y esto lo digo por Loftus y muchos otros) no hace falta poner veinticinco ejemplos, con uno bien elegido es más que suficiente.  Además y supongo que por un intento de acortar la duración de los episodios, el podcast está montado cortando todos los espacios en blancos, respiraciones y demás, con lo que al escucharlo parece que Loftus va a caer muerta en cualquier momento porque es imposible hablar a esa velocidad sin respirar ni una sola vez. 

Puede parecer que no recomiendo Lolita Podcast, pero creo que los dos primeros episodios merecen mucho la pena para pensar la novelad de otra manera y animarse a releerla o a descubrirla. 


¿Qué más? Pues un par de episodios de podcasts diferentes que me han interesado mucho. Después de ver Pretend is a city con Fran Lebowitz, me encontré con un episodio de Fresh Air el podcast de entrevistas de Terry Gross en el que aparecía Lebowitz contando algunas cosas de las que ya había hablado con Scorsese y otras nuevas. De Lebowitz ya lo dije todo así que no voy a repetirme pero de Terry Gross voy a contar, por si alguien no sabe quien es, que lleva cuarenta años haciendo entrevistas en la radio, casi siempre con sus invitados en un estudio diferente al que se encuentra ella. Es una entrevistadora alucinante, con un recorrido profesional impresionante y por cuyo programa han pasado las figuras más importantes de la cultura y sociedad americana y  mundial. Conocí parte de su historia y de su trabajo en este episodio del podcast de la BBC Seriously,I´m Terry Gross
and This is Fresh Air.  Merece muchísimo la pena escucharlo atentamente y a mí me impresionó especialmente cuando cuenta las entrevistas que no salieron bien, con invitados que la insultaban o que se marchaban o la última entrevista al escritor Maurice Sendak que da este consejo: Live your life, live your life, live your life. Buenísimo episodio.  

Si solo vais a escuchar dos cosas elegid estos dos episodios. 

Mi última recomendación de esta entrega es  Estirando el chicle de Podium Podcast con Carolina Iglesias y Victoria Martín . A ver como lo explico, Carolina y Victoria son jovencísimas y tienen muchísima mala leche, muchísimo ingenio y ni un solo pelo en la lengua. Escuchándolas me río a carcajadas y a la vez me encuentro pensando que soy muy mayor porque algunas de las referencias de personajes, series, personas de las que hablan ni me suenan o lo hacen solo vagamente como algo de lo que hablaban "los jóvenes" cuando yo ya era adulta. Es una sensación muy rara no por desagradable sino por inesperada. Sentirse, de alguna manera, mayor o, mejor dicho, de otra generación es raro pero el humor que hacen Carolina y Victoria aunque a veces pueda parecer muy bruto está lleno de referencias con las que cualquier mujer se puede sentir o se ha sentido identificada en algún momento de su vida. A veces, incluso, tienes el pensamiento: "Ja, eso me pasaba a mí a vuestra edad pero ahora es que me da completamente igual" y sentirte mayor pero sabia. Ellas funcionan a la perfección como dúo, se nota que llevan años juntas y están perfectamente compenetradas. Dadle una oportunidad por las risas, el descontrol y la frivolidad que siempre viene bien para descongestionar. Y, además, la nueva temporada empieza el día 12. 

Y para terminar, si es que alguno ha llegado hasta aquí dejo una perlita experimental y muy indie. Un podcast muy diferente que me ha gustado mucho por el concepto, la ejecución y la música. Sylvan Esso es un dúo musical del que yo no había oído hablar en mi vida pero para sacar su último trabajo, Free Love, han hecho un pequeño podcast, Shaking out the numb ,con seis episodios, en el que de alguna manera pero no de la manera tradicional presentan sus canciones: no hablan de ellas, no las cantan, es algo mucho más sutil y bonito. Me gustaron todos los episodios y los recomiendo todos pero para empezar, probad con este Party. 

Tenía alguna cosa más en mi cuaderno de podcasts pero no quiero avasallar, las dejo para la próxima entrega. 

Y como siempre, si escucháis algo, venid a contármelo. 

jueves, 4 de febrero de 2021

Una lista útil


Hoy vengo a dar un consejo que no encontraréis en ninguna de las cuentas cuquis de influencers vende humos que pasan sus días en casas blanquísimas, o con colores pasteles o "muy naturales" y que siempre llevan los labios pintados y las uñas impolutas. Es un consejo que tampoco encontraréis en los libros de esas influencers ni en sus clases magistrales ni en sus directos (recordadme que escriba de los directos de instagram) ni en sus "bundles" que si no sabéis lo que son, mejor que mejor, una tontería menos que os ocupa memoria. Es un consejo gratuito, sincero y desinteresado, algo que tampoco encontraréis en esas cuentas que son tan bonitas como la casa de chuches de Hansel y Gretel pero que en realidad están habitadas por una bruja que lo único que quiere de vosotros, es exprimiros. Os echa consejos y consejos y consejos para que engordéis... y luego paguéis. 

¿Intrigados? Allá voy. 

Haced una lista de gente que os cae mal. Gente que os cae gorda, que pensáis que es idiota, aprovechada, que un día os hizo una putada, o un feo, o se la hizo a tu madre, tu hija, tu pareja o tu mejor amigo. Una lista numerada y si queréis hacerla con letra bonita pues adelante. No me opongo a la creatividad pero tampoco os vengáis arriba porque es una lista para desahogarse y es mejor emplear la creatividad en el título. Llamadla Lista de la rabia o Lista de memos o algo así. Esta es una lista del odio  y del saber estar al mismo tiempo. A pesar de que yo esté muy a favor de no fingir simpatía jamás y de no tratar de quedar bien con todo el mundo, entiendo que para poder vivir más o menos en armonía hay que intentar guardarse la bilis para uno mismo. Esta lista permite sacar la rabia sin que se entere nadie y desahoga muchísimo. 

Yo tengo dos listas de gente que me cae mal.  Una  particular, solo mía, en la que aparece gente que conozco en mi vida, en el trabajo, algún familiar, conocidos y demás. Y luego tengo otra, a medias con un amigo, en la que aparece gente que no conocemos o que solo conocemos uno de los dos en persona pero que hemos decidido que merecen estar en esa lista, porque nos caen gordísimos, porque no los soportamos, porque a nosotros nos parecen unos merluzos insoportables. Es una lista mental, no está anotada en ningún cuaderno, ni compartida en ningún archivo, ni nos la mandamos por mail  porque no queremos dejar pistas y porque además no nos hace falta. La función "desahogadora" de escribirla a mano la cumplen aquí los wasaps con "hay que meter en la lista a menganito", "ya estamos tardando".  Nos retroalimentamos mutuamente con motivos por los que fulanito o menganita deben permanecer en esa lista, nos consultamos nuevos añadidos para valorar si merecen estar en esa lista o no y, como somos magnánimos, inteligentes y es nuestra lista, cuando alguno que nos cae mal, hace algo bien o que nos gusta, lo reconocemos y valoramos si merece salir de la lista o no. (Normalmente no lo merece. Es fácil entrar pero muy difícil salir)

¿Qué razones tenemos para meter a alguien en esa lista? En mi vida real la gente me cae mal es por algo, tengo un motivo de peso para mi desconfianza/desprecio/hostilidad hacia ellos. Es más, ahora que lo pienso, en mi vida real el paso a "caer mal" se sobrepasa muy rápidamente. Por ejemplo, llega alguien nuevo al trabajo, me lo presentan, me da mal feeling, me cae gordo aunque no se muy bien por qué, pasan los días, interactúo con él y pronto decido que me cae mal. Ahí permanece solo unos días, una semana como mucho, y enseguida paso a la siguiente etapa que es "madre mía, no le soporto", y luego paso a evitarlo a toda costa para no llegar a la hostilización. Si llega la hostilización permanecerá ahí unos años hasta que lo saque empujándolo por la senda que lleva al barraco de la indiferencia, donde cae y nunca más. 

En el mundo virtual, caer mal es el limbo, la gente puede permanecer ahí durante meses, incluso años. Solo algunos elegidos que se esfuerzan en conseguirlo, salen de la lista de caer mal y entran en la de gente a la que deseo torturas con palillos o lanzallamas.  

¿Y para que sirven estas listas de odio, desprecio y rabia? Pues para desahogarse, para soltar la rabia, para pensar "tú no lo sabes pero estás en mi lista de gente que me cae fatal, de personas que no soporto". 

Parece una chorrada pero funciona. Mucho más que el bullet journal y esas chorradas, es mucho más barato y os aseguro que no hay ni que inspirarse ni practicar. Te sale perfecto a la primera.   

lunes, 1 de febrero de 2021

Lecturas encadenadas. Enero


¿Cuántos días ha durado enero? ¿Treinta y uno o trescientos treinta y uno? Recibí el año con mis amigos, paseé estrenando el año, llegaron los Reyes Magos cargados de ropa de estar en casa que no sea de mendiga, llegó la nevada y salimos a pasear con unas pintas como si fuéramos a asaltar el Capitolio, estrené mi gorro de Lara, he ido a terapia, a trabajar, de compras con mis princesas, he pasado un confinamiento de quince días y me han hecho mi primera pcr, ¡chispas! A pesar de todo este trajín, este ir y venir y las preocupaciones, he leído seis libros, yendo claramente de menos a más a lo largo del mes. 

Al lío. 

En diciembre (el tiempo ha pasado de una manera tan peculiar que me parece que fue algo mucho más lejano) leí Física de la tristeza de Gueorgui Gospodínov y me encantó. Hice tantas loas a esta novela por redes que mi gran amiga María Jesús, el único día que nos hemos visto este año, me regaló otro de los libros del escritor búlgaro: Novela natural. En esta ocasión, Gospodínov nos cuenta la historia de un divorcio mezclada con otra serie de reflexiones, retazos, escenas en los que, a veces, pierde el hilo conductor:  la historia de las palabras, el lenguaje, las moscas. Todo parece un disfraz, una serie de paletadas de arena, para no hablar de lo que, de verdad, le afecta, el divorcio y su dolor. 

Pensando en si me había gustado o no, imaginé que Novela natural había sido como una segunda cita tras una cita espectacular. Gospodínov y yo nos habíamos conocido con Física de la tristeza, casi sin querer y nuestra cita fue tan buena como esas en las que acabas desayunando con la otra persona y alargándolo hasta el aperitivo y si puedes hasta la siesta. Cuando vuelves a quedar, tus expectativas son tan altas que no hay manera de alcanzarlas y esa segunda cita está bien, es correcta, estás a gusto, pero ni de lejos llegas a la excitación y asombro de la primera. Eso me ha pasado con Novela natural que, por otro lado, es su primera novela publicada en 1999 mucho antes que Física de la tristeza, así que ha sido como si mi primera cita hubiera sido con un Gospodínov que sabe lo que hace y como hacerlo y mi segunda con un jovencito que anda a ciegas, que busca el camino y es tímido y está nervioso. Todo lo que conseguirá después, el tono, la maestría, el ingenio, está en Novela natural pero le queda camino hasta conseguir perfeccionarlo, hasta perder el miedo a contar lo que, de verdad, quiere contar. 

Conclusión: leed a Gospodínov pero empezad por Física de la tristeza que os encantará. 

«Nunca nadie ha conseguido traerse nada desde el sueño. Existe una aduana invisible a la salida del sueño en la que te confiscan todo. Fue en la infancia cuando percibí por primera vez aquella delgada frontera en que se apostaba aquello. Lo llamaba así porque aún no disponía de una palabra para nombrarlo. Aquello me cacheaba a fondo a la salida del sueño y solo me permitía despertarme cuando se cercioraba de que no me había llevado nada.»

Sobre mi segunda lectura del mes, Cien noches de Luisgé Martín, solo tengo dos cosas que decir: Pamplona y que su despelleje ha tenido más de veinticinco mil visitas lo que significa que a la gente no le gusta leer recomendaciones de libros, le gusta la crítica despiadada, aunque no lo era tanto, podía haber sido muchísimo más cruel. 

Para recuperarme del horror me lancé a leer El Gatopardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Estoy convencida de que ya había leído esta novela hace unos treinta años o así pero no recordaba nada y al volver a ella me he dado cuenta de que aunque la leyera con veintipocos es imposible que me gustara, que la entendiera o que me impactara como lo ha hecho ahora. Por eso la olvidé. 

En esta ocasión me he sumergido en la historia, entendiendo como se siente el final de una época, de la tuya, que es algo por lo que todos pasamos o vamos a pasar aunque no haya una revolución o un hecho traumático. Según avanzamos por la vida todo aquello que habíamos aprendido y entre lo que habíamos vivido empieza a difuminarse, a desdibujarse,  y tenemos dos opciones o, quizá, tres: empeñarnos en mantener lo "nuestro" oponiéndonos a lo nuevo, adoptar todo lo nuevo despreciando lo antiguo como algo no válido sin darnos cuenta de que eso también pasará y nos habremos quedado sin referentes o, hacer como el Gatopardo, no hacer nada. El príncipe de Salina es dolorosamente consciente de que su tiempo pasó y lo único que intenta es que algo de lo suyo, algo de lo que lo hizo a él, de lo que lo conformó, pase a su hijos, a los que vienen detrás. Nunca será todo pero mejor algo, una sombra, que nada. 

Sobre la altura de la escritura de Lampedusa no voy a decir nada porque hay miles de cosas más sesudas e interesantes que loque yo pueda escribir, pero sé que el personaje del Gatopardo no se me va a olvidar nunca. (Ya sé que me olvidó una vez, pero aquel no era el momento de entenderlo). Ahora ya, llevo para siempre pegado en mi memoria, al príncipe, sus palacios, el ambiente árido de Sicilia, su decadencia. Lampedusa consigue sumergir al lector en el final de algo, retratando a la perfección el poso de nostalgia que provoca el haber conocido algo en su máximo esplendor, llameando con fulgor y ver luego, poco a poco, como se va a apagando hasta extinguirse. Se acaba una época y nos acabamos nosotros y podemos resistirnos y tratar de ignorarlo o asumirlo y presenciarlo con plena consciencia como hace el príncipe. 

«Tengo setenta y tres años, aproximadamente habré vivido, vivido, un total de dos...o a lo sumo tres años. "¿Cuántos habrán sido los años de dolor, de tedio?" El cálculo era fácil; todo el resto: setenta años»

El libro me gustó tantítisimo que después de terminarlo vi la película con un Burt Lancaster espectacular y escenas clavadas palabra por palabra a la novela y escuché el episodio de Un libro, una hora de Antonio Asensio. 

Leed El Gatopardo, haced el favor. 

De Sicilia salté a Londres con Como cambia el mar de Elizabeth Jane Howard, novela de la autora inglesa que Siruela ha decidido publicar, con buen criterio de marketing, tras el éxito de la saga de los Cazalet. Esto no son los Cazalet, no vayáis a por este novela pensando en arrebujaros en vuestra butaca y sumergiros en historietas familiares porque aquí no hay nada de eso. Como cambia el mar es una novela muchísimo más introspectiva que gira en torno a cuatro personajes que pasan una temporada viviendo juntos y la historia está contada alternativamente desde cada uno de los puntos de vista de los personajes. El problema fundamental de la novela es que de los cuatro, hay tres que son incomprensibles para el lector y uno odioso. Howard es una maestra relatando detalles minuciosos de las acciones o pensamientos de sus personajes: las cenas de los Cazalet, sus problemas con la ropa, las flores, los libros, los regalos, las pequeñas minucias del día a día, pero aquí esas minucias, que también están, aparecen envueltas en una especie de "intensismo" que resulta cansino y, a veces, soporífero. El mejor personaje de la novela, Alberta, la jovencita que llega del campo es con mucho lo único que da brillo, interés y vida a los demás protagonistas y a la novela en general y en cuanto ella no aparece, la novela se apaga sin remedio. 

¿Es Como cambia el mar una mala novela? No. ¿Merece la pena su lectura? Pues tampoco. ¿Gustará al que haya leído Las crónicas de los Cazalet? No. 

«No lo sé. [Mi padre] dice que la experiencia es como la comida y que, si el organismo funciona bien, utiliza una parte de ella para nutrirse y debe eliminar el resto. Dice que la mayoría de las personas infelices son aquellas que no puedes deshacerse de las experiencias inservibles.»

El éxito de Pamplona me trajo muchos seguidores nuevos y entre ellos Marina, que en Instagram recomienda lecturas casi todos los días. Le gustó el despelleje, hablamos y en dos minutos nos habíamos recomendado libros mutuamente. Me recomendó Secretos de Mara Mahía y, sin dudarlo, lo compré y fue un acierto absoluto fiarme de su criterio. 

Me ha gustado muchísimo y lo leí del tirón. ¿Qué cuenta Secretos? La historia a retazos de la familia de la autora o de la narradora. Esas historias, esos cuentos y relatos que en todas las familias están ahí y de los que muchas veces no se habla o se habla solo a medias. Esas historias son el sustrato, la red sobre la que se construyen las relaciones familiares, los afectos, los odios, los olvidos y los rencores. Aquí se construyen a partir de la figura central de la madre de la narradora, a partir de los cuentos que, de niños, les contaba a la narradora y a su hermano y de los que, de mayores, tienen que empezar a separar la fantasía y el adorno de la realidad. La niña Leonor, la tía desaparecida, el abuelo muerto, el misterioso hombre del acordeón. Tíos, abuelos, primos, hermanos, el pueblo, el bar, la civilización que conforma la vida de cada uno de nosotros porque aunque haya vida más allá de esos márgenes lo que nos afecta está dentro de esos límites, dentro de la familia y el entorno.  

Mara Mahía tiene un estilo de escritura que definiría como certero: no le sobra ni le falta nada, siempre la palabra justa, el tono perfecto y la expresión personal de un concepto, de una idea, de un sentimiento que, sin embargo, el lector entiende a la perfección como si fuera una expresión universal porque entiende lo que Mahía explica, lo que refleja o porque quizá lo ha sentido. 

Secretos de Mara Mahía me ha gustado muchísimo y os lo recomiendo hasta el infinito. Corred a leerlo. Si además lo compráis en la web de la editorial os lo mandan en un paquete precioso con una carta personalizada. No sé qué más queréis. 

«Me di cuenta de que eso era lo que nos unía, lo que nos salvaba, era nuestra fuerza de gravedad. Esos secretos eran precisamente lo que nos mantenían con los pies en la tierra, pegados unos a otros, juntos y revueltos, como raíces profundas y retorcidas. Nuestra fuerza residía precisamente ahí, en el peso inmensurable de nuestros secretos.» 

Andaba yo pensando que Mahía retrata muy bien, además, el cambio de la relación con tu madre desde que eres una niña hasta que eres una adulta, como cambia por completo el peso de la relación y sientes que el eje de equilibrio ya no es ella, eres tú. Es una transición extraña, incómoda muchas veces, compleja que ilumina unas facetas de tu madre y oscurece otras, no necesariamente las que ella y tú queréis. 

Le daba vueltas a esto, ahora que mis hijas son mayores y estoy encerrada con mi madre, cuando llegó a mi buzón, (gracias, Juan) Una mujer de Annie Ernaux. Un libro que cuenta una historia muy parecida a la de Mahía pero más trágica. La madre de Ernaux muere y la autora francesa traza un círculo perfecto partiendo desde el día de su muerte: «Mi madre murió el lunes 7 de abril en la residencia de ancianos del hospital de Pontoise donde la había ingresado dos años antes.» recorriendo toda su vida,  hasta el final absoluto, cuando te das cuenta de que ya nunca más, ni aunque vivieras mil años volverás a ver a tu madre. 

«Ya no volveré a oír su voz. Es ella, con sus palabras, sus manos, sus gestos, su manera de reír y caminar , la que unía a la mujer que soy con la niña que fui. Perdí el último nexo con el mundo del que salí.»

Ese círculo perfecto que traza Ernaux está lleno de dolor por la ausencia pero también de dolor causado por la frustración que provoca la consciencia de que nunca comprenderemos a nuestras madres. Es imposible verlas como mujeres como nosotras, como niñas, como chicas jóvenes, nuestro juicio sobre ellas está siempre sesgado por nuestra relación con ellas. Cuando nos empeñamos en entenderlas, cuando lo intentamos conseguimos alcanzarlas solo hasta un límite, uno que quizás ellas no quieran que veamos o que nosotros no queremos ver. Además, el reconocimiento de los errores o fallos de nuestras madres casi nunca resultan satisfactorios porque nos enfrentan a los nuestros propios. ¿Qué sabemos de nuestros padres? Casi nada, son siempre desconocidos porque, para los hijos, es imposible librarse del peso de la dependencia, de la infancia para bien o para mal. 

«Su imagen tiende a volver a ser la que, creo, tenía de ella cuando era pequeña, una sombra grande y blanca por encima de mí.»

Dándole vueltas a estos dos libros, he recordado otro sobre hijas y madres que leí en 2019, que me encantó y que he recomendado, creo que con poco éxito, hasta el infinito: Fugitiva y Reina de Violaine Huisman. Otro relato profundo y doloroso provocado por el deseo de entender a una madre cuando ya es demasiado tarde, porque siempre es demasiado tarde. La lucidez con respecto a nuestros padres llega siempre cuando no se puede hacer uso de ella. 

«Quizá sea algo característico de la relación con nuestros padres: la sensación de que se debería alcanzar alguna meta, luego la constatación de lo que inevitablemente es esa meta, para volver a centrar la atención en el aquí y ahora. A lo que está sólo aquí». (Mi madre. Richard Ford)

He pensado también en como la relación con la madre es algo sobre lo que escriben muchas mujeres y pocos hombres o yo conozco pocos. Ahora mismo se me ocurre Sobre mi madre de Richard Ford o Una historia de amor y oscuridad de Amos Oz. que, por supuesto, recomiendo muchísimo. 

Y con esta reflexión quizás un poco deprimente y un viento espeluznante soplando fuera de mi ventana, hasta los encadenados de febrero que espero sean más alegres y que durante el mes apenas pase nada, solo mi cumpleaños.  



jueves, 28 de enero de 2021

Trece años de Cosas que (me) pasan

Bebo champagne cuando estoy contenta y cuando estoy triste. A veces, cuando estoy sola. Cuando estoy con amigos lo considero obligatorio. Tomo una copa o dos si estoy tranquila, y lo bebo si estoy agobiada. Aparte de eso, no lo toco nunca. Sólo si tengo sed. 

                        Lilly Bollinger

El problema de crear ocasiones especiales, darles un significado y celebrarlas, es que llega un momento, cuando pasan muchos años o cuando eres el único que conoce esa ocasión, en que no sabes muy bien qué celebras ni porqué lo celebras. Semanas o días antes te das cuenta de que se acerca esa fecha una vez más. "Algo tendré que hacer pero ya lo pensaré mañana". Alargas el mañana todo lo que puedes pero en ningún mañana se te ocurre nada y piensas "bueno, hay tiempo de sobra, siempre se me ocurre algo". Cuando atraviesas ese supuesto tiempo de sobra, descubres que no es un lugar plácido. No es para nada una pradera verde y suave en la que las ideas brotan como flores que puedes ir recogiendo para hacer un ramillete que se convertirá en un post digno de la celebración del acontecimiento. No, tu tiempo de sobra se parece mucho más a una calle gris llena de edificios ruinosos y con basura volando delante de ti: cazas un trozo de periódico que parece prometedor y descubres que es algo que a nadie le interesa, ves una lata de refresco y te recuerda a algo pero resulta que sobre eso ya escribiste, ¿y esa planta mustia que hay ahí? Es de plástico no sirve. Recorres tu "tiempo de sobra" intentando encontrar algún resquicio de inspiración y no hay nada de nada. Lo único que hay es eco.

Al final del tiempo de sobra, al borde del precipicio hay dos carteles, uno que dice «Abandona, nadie recuerda esa ocasión, nadie lo va a echar de menos, a nadie le importa ni siquiera a ti. ¿Qué más da? No hagas nada, no escribas nada. ¿Qué puede pasar? Prueba. A lo mejor te llevas la sorpresa y la gente reclama la celebración. O quizás, seguramente, no ocurra nada y podrás liberarte para siempre.» Lo lees una vez y dos y tres. Todavía procesándolo y acariciando la tentación de rendirte, te giras y lees el otro cartel.  Es menos luminoso, menos atractivo:  «Escribe lo que sea, lo que te salga porque, al fin y al cabo, ¿no estás celebrando que llevas trece años escribiendo las cosas que (te) pasan y que no le importan a nadie? Trece años son muchísimos, mira hacia atrás. ¿Cuántos se han quedado en el camino? ¿Cuántos quedan? ¿Cuántos siguieron el camino del cartel luminoso? No te vengas arriba porque no tienes un mérito especial pero coño, haz algo para celebrarlo, para que quede escrito. Lo mismo es la última vez, lo mismo no llegas al catorce.» 

Decides adentrarte en ese sendero y escribir lo que sea. Quizás algún día deberías girarte y ver que detrás del cartel viene escrito: camino de las obligaciones autoimpuestas. 

Trece años de blog, jamás pensé que llegaría hasta aquí. Hay que celebrarlo como se pueda, por si acaso. 

 Felicidades a todos y gracias.