viernes, 25 de septiembre de 2020

Podcasts encadenados (XVI)


La realidad está para encerrarse en casa, literal y metafóricamente, y dedicarnos a tratar de mantenernos lo más alejados posible de lo que ocurre fuera, también literal y metafóricamente. Mi consejo es apagar las redes sociales, apagar los informativos de televisión, apagar las tertulias de la radio y coger un libro, ver una peli o, claro, escuchar podcasts. Recomiendo hacer cualquier cosa que te mantenga alejado de la realidad y si vives en Madrid, de morir por incompetencia política. Ojalá, algún día, alguien haga un podcast de investigación sobre la gestión de la CAM en esta pandemia, sería un exitazo y su escucha estaría salpicada de «no me lo puedo creer» o «pero como fueron así de irresponsables» o «vaya panda de malnacidos, me alegro de que se estén pudriendo en la cárcel». Espero vivir para poder escucharlo. 

Al lío. 

1.- My Gothic Dissertation de Anna Williams es un podcast que llevaba tiempo queriendo recomendar pero no había encontrado el momento. Es un podcast independiente, esto es que no depende de una gran productora, ni de  un gran medio. Anna Williams se lo guisa y se lo come ella solita  y es uno de los podcasts más originales en cuanto a fondo y forma que he escuchado nunca. La premisa es la siguiente: Anna Williams es estudiante de literatura (de English, como dicen ellos) y tras terminar los estudios y hacer el doctorado, se enfrenta a la realización de la tesis. Quiere hacer una tesis diferente, rompedora, que realmente aporte un conocimiento nuevo a su campo de estudio que es la novela gótica y, tras mucho pensarlo, se le ocurre hacerlo en forma de podcast comparando las aventuras y desventuras de diferentes protagonistas de novelas góticas con las penurias que le suceden a los estudiantes (a ella y a otros) que se enfrentan a un doctorado y a una tesis. 

Cada episodio gira en torno a una novela gótica (sobre Frankestein hay dos) y se traza un paralelismo entre sensaciones y situaciones que sufre el protagonista de la novela con algo que experimentan los estudiantes. Así, por ejemplo, el primer episodio trata sobre la llegada del estudiante al mundo académico para sus años de doctorado comparándolo con la llegada una heroína cuando llega a la casa donde va a vivir a partir de ahora. Es un mundo nuevo, con unas normas estrictas y firmemente aceptadas que ambos deben acatar si quieren seguir vivos en el caso del personaje de ficción o conseguir un futuro laboral en el caso del estudiante. Hay otro episodio interesantísimo sobre la "invalidación emocional", la necesidad de los estudiantes de conseguir la aprobación de sus profesores y como la ausencia de ella les supone una quiebra de su confianza en su proyecto y sus ideas.  

El podcast está maravillosamente producido, Anna tiene una voz peculiar, cálida y cristalina y el guión es excepcional. Además de todo esto, cuenta con una web preciosa con las transcripciones de todos los episodios.  

Episodios: 7
Duración: unos cincuenta minutos. 
Por dónde empezar: por el principio. Por supuesto, si no has leído Frankestein quizás el principio debería ser la novela de Mary Shelley, otro buen lugar para resguardarse de la realidad. 


2.- Juego de niños de Radio Ambulante.
¡Albricias, la décima de temporada de Radio Ambulante ya está aquí! Sé que ya he recomendado este podcast pero voy a seguir haciéndolo hasta que consiga que todos lo escuchéis. Este episodio, además, está especialmente indicado para cualquiera que tenga hijos y haya escuchado alguna vez en su vida: ¿juegas conmigo? y sentido que lo último que le apetecía era jugar. Acto seguido se ha sentido muy culpable y candidato a peor padre del año. Este episodio, primero de la nueva temporada, va sobre eso y mientras lo escuchaba, paseando por Los Molinos, recordaba todas la veces, hace ya muchos años, en que jugué con mis hijas deseando que aquellos juegos terminaran, intentando disimular que me estaba aburriendo y pensando si ellas se darían cuenta. Si tienes hijos y has pasado por eso, vas a sentirte identificado con todo lo que cuentan y también aliviado. 

Duración: 20 minutos.
Por dónde empezar: si nunca has escuchado Radio Ambulante, empieza por aquí y luego ¡enhorabuena! tienes cientos de episodios para disfrutar mientras te hacen compañía. 
Bonus: Radioambulante tiene una newsletter semanal muy recomendable, con cinco recomendaciones a la semana de libros, webs, perfiles de instagram, canciones, documentales. Merece la pena suscribirse y es gratis. 



3.- One child to rule them all de Flashforward  Este podcast estructura todos los episodios de la misma manera, plantea algo que pueda ocurrir en el futuro y, a partir de ahí, reflexionan sobre qué pasaría si eso llegará a ocurrir estudiando nuestra realidad, la ciencia y nuestra manera de pensar. En este interesantísimo episodio plantean la premisa de imagina que en el 2030 se decide implantar la política de hijo único en todo el planeta para limitar la población y hacer un uso eficiente de los recursos del planeta que no son ilimitados. ¿Qué pasaría? Sé que la idea puede parecer poco atractiva pero os animo muchísimo a escucharlo porque os vais a sentir sacudidos en vuestros más íntimas creencias, en esas cosas de pensáis porque son "de sentido común".  La conductora del podcast, es la periodista científica, Rose Eveleth hace un trabajo increíble de organización, estudio y desarrollo del planteamiento con la colaboración de muchos expertos a los que da voz sin que en ningún momento el episodio resulte pesado. Recomendadísimo pero más para oyentes experimentados que para alguien que empieza. 

Podcast: Flashforward.
Episodio: One child to rule them all. 
Duración: 1 hora. 
Por dónde empezar: por aquí. Además, si os pica la curiosidad y tenéis tiempo para bucear en más información, en la web hay un completo listado de referencias, artículos, libros y demás para leer. Acostumbraos a este podcast porque va a aparecer muchas veces por aquí. 

Por último, otra cosa que en estos momentos me hace feliz es la newsletter mensual de Lauren Collins, periodista americana que se ha ido a vivir a Francia y, que una vez al mes llega a mi buzón llena de historias interesantes, enlaces a cosas que merece la pena ver, noticias sin crispación, lecturas con las que aprendo y joyas de internet como la que he visto esta mañana y os dejo aquí para que os deleitéis: The Supremes, en 1965, grabando una especie de videoclip cantando por los Campos Elíseos hasta que llega un gendarme y las echa a empujones de allí. 




Por supuesto, si escucháis algo y os gusta, venid a contármelo. 

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Algo que celebrar

Esta mañana, al abrir twitter, me he encontrado con un mensaje que decía "Felicidades, @molinos1282. Hoy es un día para celebrar. Beso inmenso, querida". Desde que empezó la pandemia mi cerebro ha desconectado el modo calendario y la mayoría de los días no sé si es lunes o jueves o domingo. ¿Qué tengo que celebrar? ¿Qué día es hoy? 

Lo primero que me ha venido a la cabeza ha sido que hoy es el cumpleaños de Springsteen, una fecha sin duda importante, pero no tanto como para ser felicitada por ella. El mensaje venía con una fotografía y al ampliarla, he descubierto el motivo de celebración, la persona que me felicitaba (una desconocida, conocida solo por redes) había anotado en su calendario "Fin de la depresión de Ana Ribas" (gazapo en mi apellido)" 

«¿Hoy es ese día?» Ha sido mi siguiente pensamiento. Y sí, es ese día. Hoy hace cinco años que mientras conducía por la Gran Via de camino a una cita con mi amigo Antonio pensé que estaba bien. Han pasado solo cinco años y, a la vez, ya han pasado cinco años. Sigo estando bien. Hace cinco años hacia calor, el sol lucía en la calle y todavía llevaba ropa de verano. Hoy, por la ventana, veo llover  y llevo jersey, calcetines y pantalón largo. Hace cinco años vi el mundo de colores, sentí que podía ir a por él, que ya no me daba miedo, que podía y quería hacer planes. Sentí que, otra vez, me gustaba estar viva. 

Hoy el mundo que me rodea es aterrador y tengo miedo. No sé que va a pasar la semana que viene y apenas salgo de casa. Cuento los días para volver a estar confinados y me armo mentalmente de recursos para estar preparada porque este nuevo confinamiento va a ser muchísimo más  negro que el de marzo porque ya no podemos sosteneros en que nos pilló por sorpresa, no podremos escudarnos en que no sabíamos que en el bosque había un lobo, no podremos justificarnos con la idea de que fuimos imprudentes por desconocimiento. Ahora nos hemos metido en la boca del lobo a conciencia, no hay excusa, no hay justificación.  Sabemos que no vendrá nadie  a salvarnos, que los que nos gobiernan no tienen ni la intención ni la voluntad ni la capacidad para organizar, si quiera minimamente, la situación. Ahora, sabemos que mucha gente a nuestro alrededor se deja llevar por rumores, por conspiraciones, por planteamientos idiotas y simplistas que les hacen la vida más fácil porque les permiten posicionarse en un no o en un sí que les da tranquilidad. Sabemos que no sabemos lidiar con la incertidumbre y que incertidumbre es lo que vamos a tener durante muchos meses sino años. Sabemos que lo que teníamos antes no va a volver jamás. Sabemos que nunca volveremos a ser tan inocentes pero que seguiremos siendo igual de idiotas. Esa es otra cosa que hemos perdido, el optimismo tonto que, en abril, nos hacia pensar con esperanza en el verano. 

Hoy, 23 de septiembre de 2020 tengo muchísimas más cosas de las que preocuparme que hace cinco años.  Tengo dos hijas adolescentes a las que no puedo proteger con mis palabras, saben que si les digo que todo saldrá bien es más un deseo que una realidad. Tengo una madre cinco años más mayor, cinco años más cabezota y cinco años más difícil de manejar. Y tengo la certeza de que no queda más que apretar los puños y aguantar la época que se me viene encima que va a ser más triste, más dura y más difícil que cualquiera que haya vivido antes. 

Por todo esto, me sorprende estar bien. Preocupada, agobiada a ratos y con ansiedad en otros, pero no quiero morirme, no quiero esconderme, no quiero desaparecer de la vida... en resumen, no tengo una depresión. Y sí, eso se merece una celebración o por lo menos un recordatorio. Hace cinco años me curé, hace cinco años dejé de querer morirme, hace cinco años volví a reconocerme. Y aquí estoy, preparada. 

jueves, 17 de septiembre de 2020

Lo que nos cuentan las fotos

La foto que da comienzo a la tradición familiar es en blanco y negro y ya amarillea en algunas zonas. La luz que, durante años, la ha iluminado entrando por la galería del patio se ha comido los blancos y los negros. En ella hay diecisiete personas. En el centro, mis bisabuelos maternos, Eleuterio y Teresa, sentados en dos sillas con sus cuatro hijas (su hijo murió en la guerra, en el hundimiento de su barco), sus yernos, sus nietos y un perro, Morris. Mis bisabuelos parecen viejísimos, ancianos, pero por la edad que parece tener mi madre en esa foto, quizás tuvieran setenta escasos. Miran adustos a la cámara, muy serios y, a pesar de que es verano, porque todos los demás van en pantalón corto, camiseta o incluso, como mi madre, en traje de baño,  ellos van vestidos formales: él chaqueta, corbata y pantalón largo y ella vestido y moño. Mi abuelo José Luis, justo detrás de su suegro, lleva gafas de sol y sonríe divertido mirando algo fuera de cámara que no veo. Por detrás de él se ven las casas al otro lado de la carretera, los árboles del jardín de La Rosaleda no eran por entonces tan altos, eran jóvenes, como todos ellos, y no tapaban la vista. 

La siguiente foto es en color. Se intuyen jersey verdes, azules y granates y mis primos llevan pantalones cortos y y mis hermanos y yo llevamos vaqueros. La foto entera está adquiriendo un color pardo, dorado, como si estuviéramos, como Marty McFly desapareciendo. Los árboles y los lilos del jardín ya han crecido y posamos con un fondo verde que tapa las casas que se veían en la foto anterior. Entre una foto y otra creo que han pasado unos quince años. Esta vez, los que están sentados en las sillas son mis abuelos. También parecen mayores pero se que tenían apenas sesenta. No hay nadie con chaqueta y corbata y está tomada a principios de otoño en el mismo sitio: la rampa del garaje. (Hace poco fui a esa casa y como me pasa siempre que vuelvo me pregunto en que momento empezó alguien a llamar rampa a una superficie con tan poca inclinación que una canica se quedaría parada después de recorrer 20 cm) Aquí tengo cinco o seis años. Llevo el pelo cortado como ahora, corto y tapándome el ojo derecho. (Poco se habla de que la raya del pelo es para siempre). Estoy sentada en el suelo, con las piernas cruzadas, junto con mis hermanos y mis primos. Llevo algo en las manos, ¿un palo? y miro a cámara muy seria. Hace cuarenta años las fotos eran algo serio, se hacían para la posteridad, como recuerdo y tenían que salir bien.  Fotografiarse era algo trascendente, se "revelaban" (Hasta este verbo ha dejado de existir, ahora se imprimen) y pasaban a formar parte del paisaje de las casas, de las rutinas diarias durante los años y años que permanecían en un marco encima de una mesa, en una pared colgadas. No te dabas cuenta pero las veías cada día y se convertían en atrezzo de tus recuerdos. Las que hay en mi casa, las tengo tan  interiorizadas, que como estoy haciendo ahora, puedo describirlas sin verlas. Mi yo de seis años parece decir "Ey, estuviste aquí, eres esta familia aunque pasen muchos años". 

Las últimas fotos de la serie familiar nos las hemos hecho este fin de semana, como hacemos cada verano. Ya no hay una única foto porque podemos permitirnos hacer doscientas: solo los hermanos, solo los nietos, por parejas, por familias, los primogénitos, los segundogénitos, con los perros, sin los perros, poniéndonos muy serios, haciendo el tonto, saltando, tumbados en el suelo, con los pies dentro de la piscina, bailando una coreografía. Todas son en color, brillan como supongo que brillaban las anteriores cuando se tomaron. Camisetas rojas, pantalones azules, bañadores verdes, chanclas fluorescentes, minifaldas de rayas, camisetas rosas. Salimos despeinados, con la ropa sin planchar, los pantalones rotos, manchas de regaliz y de chocolate. Salimos con los ojos cerrados, con papada, con la boca abierta, bizcos, mirando a otro lado, hacia abajo, hacia arriba, gritando «Espera». Ya nadie se sienta en ningún silla, ni estamos en la famosa rampa. No miramos a la cámara serios porque podemos repetir la foto todas las veces que queramos o hasta que los perros se cansen de posar y mis sobrinos pequeños digan "ya basta". 

No sé quien hizo las dos primeras fotos. Si cierro los ojos o me quedo mirando el jardín desde la ventana puedo oír las voces de los que ya no están, viviendo en esas fotos diciendo: «venga, colocaos, a ver que miro a ver si estamos todos. Le doy y voy corriendo, me pongo en la esquina" y, después, las sonrisas congeladas, mirando a cámara. Los «¿ya?», los «¿habrá salido?». «Haz otra por si acaso». Cuando las fotos no pueden ampliarse con un movimiento de dedos en una pantalla, su fortaleza viene de las historias que nos cuentan. «Estos son los tios de Vitoria, Manuel y Teresa, y esta es una niña de la India que adoptaron cuando era bebé», «Este es Morris, el perro que tu tia Mayte tenía cuando era joven». Cuando no puedes ampliar para ver si se la sonrisa era perfecta, es más fácil prestar atención, fijarse en las historias de las fotos. 

En la primera foto aparecen diecisiete personas, diez ya han desaparecido. En la segunda también somos diecisiete y seis ya no están.  De todos ellos les he hablado a mis hijas. En la de este años somos catorce y dos perros. Aspiro a que cuando yo ya no esté, cuando algunos de los de la última foto desaparezcamos, alguien sea capaz de recordarme así: de colores, en familia, aquí. «Esta es tu tía/abuela Ana, es el verano que se dejó el pelo blanco». Por eso siempre imprimo una de estas fotos familiares y la cuelgo en mi pared. 

Imprimid las fotos y ponedlas en vuestras casas hasta que de tanto mirarlas hayáis dejado de verlas. Es justo en ese momento cuando pasan a formar parte de tu vida. 


viernes, 11 de septiembre de 2020

Podcasts encadenados (XV)




Mi hermana ha comenzado a escuchar podcasts. Esto es importante, es un hito en mi relación con los podcasts porque he conseguido que a base de verme permanentemente con los auriculares puestos y salpicar cualquier conversación con comentarios como: "pues en un podcast que escuché ayer" o "¿sabes dónde lo cuentan muy bien? En un podcast bastante chulo", mi familia (el público más duro) empiece a mostrar cierto interés.

Si mi hermana se ha lanzado a escuchar podcasts intuyo que el mundo del podcasting no va a parar de crecer.

Al lío. Hoy traigo tres recomendaciones serias, tres podcasts de los que de primeras puedes pensar "a mí eso no me interesa" pero sí, te interesa. Que nadie se asuste porque todas merecen muchísimo la pena.


1.- 22424. Lo que nos jugamos en Bankia. Este podcast de título absurdo es una producción de El País y sus periodistas económicos y es excelente tanto en el tema como en la forma. ¿Qué cuenta? Pues como es fácil de adivinar, la caída de Bankia con Rodrigo Rato a la cabeza, las circunstancias que llevaron a aquel desastre que arrasó con los ahorros de miles de personas y el juicio a la cúpula directiva. La historia está contada por Elena G. Sevillano e Iñigo Barrón, con guión de Álvaro de Cózar y Jerónimo Andreu y está perfectamente armada para engancharte desde el primer episodio. En particular me ha gustado Iñigo de Barrón que explica de manera sencilla, pero no obvia, una trama económico/financiera/política con miles de ramificaciones y subtramas. Lo cuenta bien, tiene buena voz y consigue eso tan especial que pocos consiguen, que te quedes pensando "cuéntame más".

Lo que nos jugamos en Bankia es un muy buen podcast periodístico para empezar con este formato y sí, escúchalo aunque creas que el tema no te interesa


Podcast: 22424. Lo que nos jugamos en Bankia.
Duración: 5 episodios de 20 minutos. Es decir, cuando le deis al play os pasaréis más o menos hora y media enganchados del tirón a la historia. Igual que una peli mala de sobremesa pero aprovechando muchísimo mejor el tiempo.
Episodio para empezar: por el principio, claro.



2.- Nice white parents. Este podcast es la nueva producción de Serial Producciones tras su adquisición por el New York Times. Chana Joffe-Walt es la host y escritora de la historia y es, además, madre en Brooklyn. Cuando comienza a buscar colegio para sus hijos, descubre con sorpresa que los "agradables padres blancos" de los que ella forma parte tienen una influencia increíble en cómo se organizan los colegios, cómo se deciden los procesos de adjudicación de las plazas, los planes de estudio, las actividades extraescolares, etc. Esos "nice white parents" tienen en la mayoría de los casos buenas intenciones. No son, en principio, racistas, están a favor de la integración y la igualdad y sus procedimientos parecen siempre, a primera vista, beneficiosos. Lo que este podcast investiga es el origen de toda esta influencia, casi nunca positiva a pesar de sus buenas intenciones, y como se ha ido repitiendo a lo largo de los años. 

Quizás haya gente que piense que este tema, sobre la organización de las escuelas públicas en Nueva York, no tiene nada que ver con ella pero el análisis de las motivaciones de los padres para presionar a la escuela, a las autoridades para organizar los colegios como ellos consideran sí tiene que ver con nosotros. ¿Cuando presionamos a las autoridades lo hacemos pensando en nuestros hijos o en la totalidad de los estudiantes? ¿Pensamos alguna vez si lo que nosotros queremos para nuestros hijos perjudica a otros? ¿Y si lo que a nosotros no nos gusta para nuestros hijos sí beneficia a otros menos privilegiados?

Es un podcast muy serio, bastante denso lo que no quiere decir que no sea interesante ni ameno y recomendado para oyentes experimentados. No lo recomiendo para alguien que empieza.

Podcast: Nice White Parents.
Duración: 5 episodios de casi una hora. Ya he dicho que es para oyentes experimentados.
Episodio para empezar: Por el principio, en el primer episodio Chana Joffe-Walt nos lleva al colegio sobre el que girará toda la historia, el School of International Studies, para contarnos como la llegada de los nice white parents a un colegio mayoritariamente afroamericano y latino, trastocará toda la realidad del colegio y las relaciones de poder.


3.- Nice Try. Utopian. Los que leéis esta sección de manera habitual no os lo vais a creer pero ¡este podcast también es de Avery Trufelman! Y sí, ya empiezo a estar hasta un poco enamorada de ella pero es que no se puede tener tanto talento. Utopia es una serie de 8 episodios que Trufelman hizo el año pasado para Curbed y Vox Media que habla de lo que su título indica: ocho intentos de la humanidad de poner en marcha comunidades utópicas con determinadas características. Desde Jamestown, la ciudad que los primeros pioneros británicos organizaron a su llegada a América, pasando por Germania, la ciudad pensada por Hitler y Speer para la exaltación de la raza aria o Bioesfera 2, una locura de experimento en el desierto de Arizona, Trufelman explica el origen de las utopías, su desarrollo y como el lugar perfecto con una sociedad perfecta no existe.

Del trabajo de Trufelman ya lo he dicho todo en anteriores entregas de estos posts pero reitero una vez más que es un prodigio de escritura, información y emoción. No os lo perdáis.

Podcast: Nice Try. Utopian. 
Duración: ocho episodios de 30 minutos. Se pasan volando.
Episodio para empezar: yo iría al principio pero si os parece que los colonos americanos no os interesan mucho, podéis empezar por el episodio dedicado a Oneida, una utopia que comenzó como una comuna de amor libre y acabó convertida en la multinacional que durante años ha llenado las mesas americanas de cuberterías. Una historia loquísima.

Por cierto, si alguien quiere saber cómo escucho yo los podcasts: utilizo la app de Pocket Casts que tras probar muchas es la que más me convence.

Y ya sabéis, si sois como mi hermana y escucháis algo de lo que recomiendo, venid a contármelo.