lunes, 31 de agosto de 2020

Este algoritmo no es el mío

No me interesan las esterillas de yoga. De hecho no sé ni para qué sirven ni si son diferentes de una esterilla de monte, una de hacer abdominales o una alfombra de pie de cama. Me interesaría mucho más saber saber si hay alguien que se dedica a inventar tipos de esterillas (hace poco un amigo conoció a una mujer que se dedicaba a diseñar tupers). Tampoco tengo pensado empezar a hacer yoga. No he cambiado de bolso desde el 7 de marzo así que imagina el interés que tengo en que mi mascarilla conjunte con la ropa que llevo. Llevo los mismos pendientes desde enero y solo por un día que fui al teatro, me quise sentir elegante, me puse otros. Los que llevo me los regaló El Ingeniero cuando cumplí treinta años y los llevo siempre. Ni soy consciente de llevarlos. Desde que me quite la alianza no llevo ningún tipo de anillos así que la joyería artesanal, fina y coqueta no me dice nada. No necesito ningún bikini nuevo, ni un bañador, ni un kaftán de playa porque tengo una túnica marroquí de colores que rescaté de un baúl de disfraces de casa de mis suegros hace veinte años. No quiero un seguro de vida ni una aplicación para tener el abdomen definido en treinta días. Me levantó cada día deseando desayunar y el ayuno es algo que asocio a la frase "ayuno y abstinencia" que se hacía en viernes santo cuando yo era pequeña y todos éramos católicos practicantes. Me da igual si mi tipo físico es de pera, de manzana o de boniato y si hay una dieta especial adaptada para eso. No tengo casa así que no necesito una empresa de reformas ni darle una nueva vida a mi mobiliario que por otro lado me gusta como está, por eso lo compré, lo heredé o lo rescaté de un contenedor. 

No llevo tacones desde marzo y creo que no volveré a llevarlos nunca. Perdí mis gafas de sol más nuevas (cinco años) y estoy utilizando unas de guardia civil cabreado que tienen diez años. La vida media de las toallas de mi casa ronda los treinta años de edad y, gracias a dios, en mi casa los tupers llevan usándose toda la vida así que no necesito comprar dos docenas de ellos para "aprender a cocinar y organizar mi alimentación". 

Para «darle un aire nuevo a mis textiles» hemos reciclado unos retales de tela de hace dieciséis años y hemos hecho cortinas nuevas para mi cuarto. (Inciso: el hemos es plural mayestático, yo tuve la idea, se la sugerí a mi madre y colgué las cortinas. El resto, corte, confección y medición lo hizo mi madre. Inciso del inciso, yo medí pero mi madre no se fía de mí porque con cuarenta y siete años le sigue sorprendiendo que sea capaz de respirar por mí misma y volvió a medir. Fin de los incisos). 

Yo no quiero ser creativa en mi cocina, preparo comidas y cenas y aunque me preocupo de poner la mesa de manera correcta, no tengo paciencia para dedicar cuarenta y cinco minutos a colocar platos, sobreplatos, copas, cubiertos, platitos para el pan y centros florales cada día. 

No me aburro, no tengo tiempo para hacer todo lo que quiero y no necesito planes creativos, ni alternativos, ni sorprendentes. Solo necesito una buena película, un buen libro, salir a dar un paseo o escuchar un podcast. 

Dicen que la publicidad cada vez está más personalizada, que el algoritmo te conoce, que todo está pensado para ti, que internet solo te enseña lo que te interesa. ¿Dónde están mis anuncios de tintas de colores para pluma estilográfica, de preciosos cuadernos, de recomendaciones de libros que me interesen, de refugios remotos en bosques, de planes para ver llover y de buenos vinos?  

Sospecho que yo tengo el algoritmo de otro. 

Devolvedme el mío.

viernes, 28 de agosto de 2020

Podcasts encadenados (XIV)


¡Tachán! Una nueva entrega de una de las series de posts que menos éxito tienen pero que más me gusta escribir. Es lo que tiene tener un blog personal con el que no ganas nada más que satisfacción personal, horas de entretenimiento, algún rato de reflexión, lectores malísimos y anónimos envidiosos encabronados (tururú). 

Vamos a hablar de podcasts. 

1.- ¡Ay campaneras! con Lidia Garcia (@thequeercanibot). Me cuesta la vida encontrar podcasts en español para recomendar pero esta es un recomendación muy entusiasta y con la que pienso dar mucho la brasa. ¿De qué va ese podcast de la albaceteña Lidia Garcia? Pues de copla. No puede ser más en español. Antes de que alguien diga «a mí no me gusta la copla» le voy a decir lo que les decía a mis hijas cuando eran pequeñas «pero ¿lo has probado?» Yo soy una absoluta analfabeta del mundo copla, puedo tararear breves estrofas de algunas más por su presencia en películas, sintonías y programas de televisión que por auténtico conocimiento y aún así este podcast me ha encanado. Lidia García es una catedrática del mundo coplero, no solo conoce las coplas sino que demuestra un conocimiento apabullante de las artistas, las letras, las circunstancias históricas, sociales y económicas de las coplas y también sus influencias musicales. Sabe todo esto y además, y esto es lo más importante, sabe contarlo. 

¡Ay campaneras! es un podcast redondo. Reúne un buen tema: la copla, un conocimiento exhaustivo de la materia por parte de Lidia y una perfecta organización narrativa. Cada episodio está dedicado a un tema: salir de pobres, si las mujeres mandasen, madres, la copla lésbica, viva el vino, etc en el que siguiendo el hilo de ese tema suenan distintas coplas situadas en su contexto histórico y explicadas por Lidia tanto en su letra como en su intrahistoria. 

Estáis tardando en escuchar Ay campaneras para aprender de música y de historia de España porque te guste o no te guste la copla, la copla es parte de nuestra historia. 

Escuchas este podcast mientras cocinas y acabas moviendo el delantal creyéndote Lola Flores o Estrellita Castro. 

Podcast: ¡Ay, campaneras!
Duración: depende, de 20 minutos a casi una hora que pasa volando.
Periodicidad: semanal, ya tenéis 19 episodios disponibles para disfrutarlos. 
Episodio para empezar: Recomiendo empezar por el principio porque aunque pueden escucharse independientemente y cada uno tiene su arco narrativo particular, Lidia traza un hilo que es mejor seguir desde la primera puntada. 

2.- An oral history of The Office. Podcast exclusivo de Spotify, es decir, solo se puede escuchar en Spotify.  Este podcast, como su propio nombre indica, cuenta la historia de la serie de televisión The office que si no habéis visto os animo muchísimo a ver. La serie está disponible en Amazon Prime, tiene diez temporadas y como se avecina un otoño muy casero, con muchas horas de estar en casa, es un planazo disfrutar de esta serie con una historia maravillosa y una calidad estratosférica. 

The Office es originariamente una serie británica creada por Ricky Gervais y Stephen Merchant. Nada más estrenarse, el guionista/productor/showrunner Craig Daniels la vió y decidió hacer un remake americano. An oral History of The Office cuenta precisamente eso, la intrahistoria de la serie, como surgió la idea de hacer la versión americana, las negociaciones con los creadores británicos (que fliparon con la idea), los intentos de vendérsela a distintas cadenas americanas sabiendo que la serie no se ajustaba a los gustos americanos. ¿Por qué? Pues porque The office es una serie incómoda, su personaje principal, Steve Carrell en la versión americana, es un director de oficina estúpido, egoísta, racista, machista y que te pone muy nervioso. En la versión británica (Ricky Gervais) el personaje es más ácido y duro pero aún así para los americanos constituía un salto al vacío.  El podcast va contando todo el proceso de producción, los guionistas involucrados, el proceso de casting , como pasaron de estar al borde de la cancelación a ser la serie con más éxito de la parrilla y ganar varios Emmys y un millón de anécdotas del rodaje. 

El host/presentador es Brian Baumgartner (Kevin en la serie) que también es el guionista y productor hace un trabajo estupendo tanto narrativo como entrevistando a todo el equipo, técnico y artístico, construyendo un mosaico que retrata perfectamente tanto la serie como las bambalinas. 

A este podcast llegué porque mis hijas y yo empezamos a ver The Office en febrero y nos hemos hecho adictas. Cuando salió el podcast, en el mes de julio, me pareció el complemente perfecto para el visionado y desde luego que lo es. 

Es un podcast feliz, un podcast para disfrutar tras haber visto la serie, conocer a los actores y las tripas de una serie de televisión. 

Podcast: An Oral history of The Office. 
Duración: unos 40 minutos, ahora mismo va por el episodio 9.
Periodicidad: semanal, sale los martes. 



3.- The Cut de Vox Media con Avery Trufelman.  Antes de hablar del podcast, voy a hacer una confesión, siento adoración por todo lo que hace Avery Trufelman, siento por ella la misma devoción que en literatura siento por Amos Oz, Richard Ford o Natalia Ginzburg. Todo lo que hace me interesa y todo lo que hace es "casa". Hace un mes recomendé de ella Articles of interest, un podcast maravilloso sobre moda y la industria de la ropa que había realizado dentro de la franquicia de 99% invisible de Roman Mars. (Si no habéis escuchado este podcast aún, ya vais tarde) . Al terminar ese podcast, se anunció públicamente que Avery Trufelman dejaba la compañía para empezar otra cosa. ¿Qué sería? Pues The Cut, un podcast que se puso en marcha en 2018 y había terminado en diciembre de 2019. 

The Cut es un podcast de media hora de duración que, con Avery, solo lleva dos entregas cuanto escribo este post. La primera de ellas trataba sobre el optimismo en tiempos de pandemia y el segundo sobre la visión que tenemos de la naturaleza. Cualquier idea preconcebida que te surja en la cabeza al leer esos dos temas está a años luz de la manera en la que Avery trata el tema, la manera en la que te lo cuenta y lo que te deja pensando y reflexionando. 

Por Avery siendo admiración y mucha, mucha envidia porque con solo veintiocho años tiene un talento increíble. 

Enganchaos a Avery, a su voz y a su manera de contar las cosas y montemos un club de fans. 

Pocast: The Cut. 
Duración: 30 minutos que pasan volando. 
Periodicidad: semanal, sale los martes. 
Episodio para comenzar: cualquiera de los dos que ha sacado ya: optimism o Nature is healing, casi que empecéis por el de la naturaleza. 


Como siempre, si escucháis alguno y os gustan, venid a contármelo.




martes, 25 de agosto de 2020

Consejos prácticos para la pandemia

Retrato de Sylvia Von Harden de Otto Dix
No se presta atención a las majaderías que dice Miguel Bosé. No se lee lo que dice, no se comenta, no se reenvía diciendo «mira que idiota».

No se le dedica ni medio nanosegundo de atención a los gritos de «hacedme casito» que da Perez Reverte. Tampoco se presta atención a sus sermones sobre lo que necesitamos nosotros, la chusma, para entender la pandemia. Lo primero que necesitamos es que se calle. 

No se habla con alguien que lleva la nariz por fuera de la mascarilla. Ni con aquel que la lleva en la barbilla. Mientras uno se aleja se le dice: «no voy a hablar contigo sin mascarilla, eres infeccioso». Yo añadiría: «fus, fus» para darle un toque Gracita Morales. 

Se ignora al que no sabe cuánto son dos metros de separación. «Que no te acerques, bicho» Ayuda mucho imaginarlos como cucarachas. 

«Yo no me pienso poner la vacuna» Ante esta afirmación, uno hace un pimpinela: vete, olvida mi nombre, mi cara, mi casa y pega la vuelta. 

«Las mascarillas son muy caras, yo lavo las higiénicas o las utilizo tres días seguidos» Dejas dos euros encima de la mesa y te marchas. Nunca más. 

A todos aquellos que creen, todavía, que los políticos darán respuesta a la pandemia se les prepara un colacao, se les arropa con la mantita de la sirenita, se enciende la lamparilla de mesilla de BuzzLightyear y se le explica muy despacio que no, que eso no va pasar. Que la solución la darán los técnicos, gente en la sombra, que no conocemos y que son los que saben de verdad. Si por alguna razón, la persona empieza a defender a algún político, se da al paciente por perdido y se acaba el cuento.  

«El problema son los emigrantes que traen la enfermedad» Portazo y nunca más. 

A los que en Madrid te dicen: «El problema es Barajas» se les indica que busquen en google maps el centro de salud más cercano para que comprueben dónde está el problema. No van a entenderlo y dudo que sepan usar google maps pero ya lo dice la sabiduría popular dale una senda a un tonto y ya lo tienes entretenido. 

Para los de «Pues me han mandado un video por wasap que dice que» se recurre a instrumentos de nuestra tierna infancia, se giran los brazos uno alrededor del otro mientras se canta «habla chucho, que no te escucho, habla chucho que no te escucho».

La pandemia es una circunstancia que ninguno esperábamos. Pensábamos que algo así no nos iba a pasar a nosotros, porque las desgracias, las tragedias que trastocan toda tu vida siempre son cosa de otros. Nos pasa a nosotros ahora y ha pasado mil veces antes en la historia, ¿alguien cree que los europeos vieron venir los cuatro años de guerra mundial que los hicieron pasar de tener casa, trabajo, escuela y ocio a matarse por comer patatas podridas? No. Somos infantiles y estúpidos. Vivimos dando por hecho que lo que tenemos es seguro, es para siempre y que, lo que es peor, nos lo merecemos.  Muchos están aferrados a que todo vuelva a ser como antes, son como niños pequeños gritando que quieren lo de antes y ya va siendo hora de que asuman, como adultos funcionales que se suponen que son, que eso no va pasar. Que hay que adaptarse a lo que viene, que es algo nuevo, que acabará con algunas de las costumbres que teníamos antes y nos traerá otras nuevas. Hay que mentalizarse de que toda esta situación  exige cierto grado de sacrificio (que ni de lejos pasa por matarse por comer patatas podridas) y que con eso y un poco de suerte, esta pandemia no nos costará la vida. 

—Es que la mascarilla es incómoda.
— Lo que es incómodo es lo gilipollas que eres. 


miércoles, 19 de agosto de 2020

Quince frases de tus quince años


«Mamá, ¿el post de mi cumpleaños ya lo tienes escrito? No te leo nunca pero esos del cumple los leo siempre»  

«¿Cuál es mi talento más inútil?» me preguntaste el último domingo de tus catorce años. No lo sé. El que más me saca de quicio es tu capacidad para dividir tu cerebro en dos mitades. Una que funciona en modo rutina de la vida diaria y otra, muy peligrosa, que lleva una vida independiente. Una vida que se manifiesta, de pronto, en preguntas como esa o en cosas como «Mamá, ¿una primera cita es muy incómoda, no? 

«Mira como tengo de perfecto el armario, los cajones, mi mesa» Te has convertido en una persona  tan ordenada que se me saltan las lágrimas. A veces, te confieso que me preocupa que te pases de frenada y acabes convertida en una maniaca del orden, como esa gente que forra los sofás de plástico o les pone fundas para que no se manchen, para que no se estropeen, esperando, quizá, a que otras personas, en otros momentos, en otras vidas disfruten de esos sofás mientras ellos solo las conservan.

«No me despiertes, ya me despertaré yo sola» Ahora mismo tienes el superpoder de los perros de poder dormir a voluntad: cuando quieres y dónde sea. Estás durmiendo trece horas al día con picos de quince. No quiero asustarte pero estás quemando horas de sueño que necesitarás en el futuro. Algún día te costará creer que fueras capaz de dormir tantas horas del tirón y por eso lo dejo escrito aquí. 

«Mamá, ¡no me acordaba de eso!» Has descubierto el valor de lo que escribo: de este blog y de los diarios de viaje. El año pasado me empeñé en escribir un diario de Nueva York y, este año, uno de los mejores momentos ha sido, ver vuestras caras, cada noche después de cenar, mientras yo leía en alto nuestras aventuras. El año que viene leeremos el del viaje a Ibiza. 

«Salgo horrible» Ya no sonríes. Miro mis fotos con quince años y veo que yo tampoco sonreía, ponía cara de seriedad, de intensidad y de falsa espontaneidad. Tú,  en la era de Instagram, pones morritos, sacas la lengua o te muerdes las mejillas por dentro, todo para no parecer tú. Pero cuando sonríes, cuando te pillo sonriendo porque estás tranquila y relajada, sonríes como cuando eras tú todo el tiempo y no pretendías ser otra cosa o no andabas intentando descubrir quien eres. Sonríes y se te achinan los ojos y por ahí se te escapa la risa.  

«Tengo manos de niña de ocho años»  No te gustan tus pies, ni tus piernas, ni tus brazos ni tus manos. La inseguridad de la adolescencia es una putada pero se te pasará. Espero llegar a verte cuando todo eso te de igual aunque ya sabes que jamás tendrás mi nariz perfecta (como la de Cleopatra)

«Vamos a hablar de la vida» es tu frase favorita para empezar una conversación y lo mejor que tiene es que con esa frase no esperas hablar tú, lo que quieres es que los demás te cuenten historias. Te encantan escuchar historias, cuando más detalladas mejor y preguntas y repreguntas y, después, dejas a tu mitad de cerebro independiente procesando toda la información para volver a esa historia días o semanas después. Te interesa la vida y las historias, todas. 

«Mamá, no te sorprendas, yo soy bilingüe» Hemos descubierto The Office y Jim y Pam te parecen la mejor pareja de la historia. Te encantan las películas de miedo y las de “que me explote la cabeza” y ya no necesitas subtítulos, yo no te he oído hablar ni una palabra de inglés pero me lo creo. 

«Mamá, acepta que a mí Los Molinos no me gusta como a ti» Esto me va a costar, me va a costar casi tanto como que hayáis dejado de leer por completo. Con las dos cosas no pierdo la esperanza de que pasada la adolescencia volváis a entrar en razón, dejéis de traicionarme y os guste estar en Los Molinos leyendo en el jardín o frente a la chimenea.  No me quites la ilusión. 

«Necesito ropa». Cuando tenías seis años escribí «Habrá superado la adicción al rosa pero será una esclava de la moda y pretenderá renovar su vestuario cada temporada» y acerté de pleno. Entonces eras muy pequeña y todavía era yo la que te elegía la ropa, no podía saber que desarrollarías el superpoder de saber exáctamente qué quieres comprarte y cómo combinarlo. Para mí eso es magia y sinceramente viéndonos a tu padre y a mí, no sé de quién lo has heredado. 

«Por favor, no discutáis, qué más da»  En este año he descubierto que rehuyes el enfrentamiento y la confrontación. No te gusta discutir y no te gusta que se discuta delante de ti.

«Mamá, no te preocupes por las cosas antes de tiempo. No sirve para nada. Si tiene que pasar algo malo, cuando pase, ya nos agobiaremos pero no lo pienses ahora porque no sirve para nada». Tienes el superpoder de no preocuparte. Te escucho y te veo vivir de acuerdo con esta filosofía y me das envidia. Te envidio esa capacidad. Cumples quince años y tengo la sensación de que te han robado casi seis meses de los catorce. Tú no tienes esa sensación. «Mamá, yo esto del confinamiento lo llevo fenomenal. Me gusta estar en casa, no te preocupes» me has dicho un montón de veces en estos meses. Y sé que has estado bien, que has estado tranquila y contenta y que sigues estándolo pero yo no puedo dejar de preocuparme por ti, por vosotras. En la peli perfecta de la maternidad yo soy la que debería estar diciéndote esas cosas, sigo sin tener superpoderes. Quizás, como ya dije una vez, son como los ojos azules y salan una generación. 

«Me encanta mi pelo y no pienso cortármelo»  Llevas el pelo demasiado largo. Sé que te encanta, que ahora mismo es una de las pocas cosas que te gustan de ti pero lo dejo aquí escrito para que podamos comprobarlo: dentro de cuatro o cinco años verás fotos tuyas con ese melenón salvaje y  te arrepentirás: «¡qué horror, mamá! ¿cómo no me dijiste nada?» Que conste que te lo dije. 

«Y yoooo», me contestas cuando te digo que te quiero. 

«¿Sabes que el día 19, cuando cumpla 15, estaré igual de cerca de mi nacimiento que de tener treinta años?» fue tu pregunta tu último miércoles con catorce años.  No, no lo sabía. No lo había pensado porque no quiero pensar en que ya no serás pequeña nunca más ni quiero pensar en ti con treinta años porque eso significará que a mí me quedarán menos años para disfrutarte. Añadiría «si es que llego» pero ya te oigo contestar «Mamá, no seas dramas»

Feliz cumpleaños, quinceañera. Todo va a salir bien.