viernes, 28 de febrero de 2020

Podcasts encadenados (VIII)



Empiezo esta sección hoy agradeciendo a Ximena Maier esta fabulosa ilustración que retrata perfectamente (obviando que yo jamás seré así de estilosa) como escucho yo la mayoría de los podcasts: conduciendo. Cuatro mil kilómetros al mes dan para muchísimas horas de escucha y para más de cien episodios al mes. No los voy a recomendar todos ni mucho menos pero hoy traigo unos cuantos. 

1.- Fake Heiress de la BBC.  ¿Qué es este podcast? Pues es una tv movie de las buenas de Antena 3, sin colores sobresaturados pero «basada en hechos reales». Se llama Falsa Heredera pero se podría llamar Ambición infinita o Poder sin escrúpulos y cuenta la historia de una joven de origen ruso que consiguió engañar a parte de la sociedad neoyorquina haciéndoles creer que era una rica heredera alemana que al cumplir veintiséis años heredaría una suma desorbitada de dinero. El podcast reconstruye su historia a través de entrevistas con gente que la conoció, gente a la que engañó sin ningún tipo de escrúpulos y gente de la que se aprovechó con toda su caradura. Actualmente, la heredera, Anna Sorokin, está en la cárcel y Netflix ha firmado un contrato con ella para hacer una película con su historia. A pesar de que pueda parecer que lo he destripado, la gracia del podcast no está en saber qué pasó al final sino en asistir ojiplática a cómo alguien es capaz de engañar así a los demás, cómo la manipulación puede ser tan sutil para los que la sufren y tan burda para los que la vemos desde fuera. 

La historia está construida a través de esas entrevistas y a partir de la ficcionalización de escenas de la vida de Anna. En otros podcasts periodísticos de este tipo de casos que ya he escuchado (y recomendado) como The missing Cryptoqueen o The Dropout esta parte no existía pero en este, Anna era un personaje mucho más privado que la Dra. Ruja o Elizabeth Holmes y la única manera de dar consistencia al podcast era a través de este recurso narrativo. Y reconozco que a pesar de resistirme al principio luego me gustó, la actriz que interpreta a Anna lo hace genial en el acento y el tono y acabas creyendo que es ella de verdad.   

Además es un podcast con una banda sonora genial, las canciones que acompañan cada episodio están perfectamente elegidas en su título o en su letra para acompañar lo que se cuenta. 

Episodios: 6 x 30 minutos


2.- Motive de WBEZ Chicago. Este podcast cuenta, en su segunda temporada,  una historia ocurrida en España, principalmente en Sevilla pero también en otras ciudades españolas. En 2015, la joven americana Lauren Bajoreck, murió al caer accidentalmente desde la azotea de la casa de Manuel Blanco Vela, un guía turístico español especializado en viajes para estudiantes americanos en España. Su historia pasó desapercibida hasta que en 2017, Gabrielle Vega, otra joven estudiante que también había conocido a Manuel durante su estancia en España, colgó un mensaje en Facebook contando lo que le había ocurrido con él. Su historia voló mucho más lejos de lo que ella hubiera podido imaginar y se encontró con mensajes de otras muchas estudiantes que habían tenido experiencias similares con Manuel. Gabrielle salió en televisión contando lo que le había ocurrido y la historia se hizo aún más grande con denuncias formales que ahora mismo se están investigando tanto en España como por parte del FBI y las autoridades americanas. 

Motive no es otra historia sobre abusos sexuales, no cuenta solo qué les ocurrió a todas esas chicas que obviamente fueron víctimas de un abuso. El podcast y su presentadora, Candence Mittle Khan tratan de explicar cómo fue posible y qué les llevó a todas ellas a no contárselo a nadie, a no atreverse a denunciar, a pasar años y años en silencio sintiéndose culpables de una situación de la que no eran para nada responsables. No se trata de saber sólo qué ocurrió sino de entender qué les pasó después, como reaccionaron sus cuerpos, sus mentes, sus vidas a esos hechos traumáticos. 

Como parte de la historia transcurre en Sevilla, participa en el podcast una periodista andaluza  con la que WBEZ contactó buscando alguien que llevara las investigaciones y entrevistas aquí.  Se llama Carmen Ibañez y hace un trabajo fantástico.  Además de esto, la narración se sustenta bastante en las entrevistas con algunas de esas mujeres (chicas en su día), escuchar sus voces contando lo que les ocurrió pone la carne de gallina porque vuelven a estar desvalidas, desconcertadas, abrumadas. Y luego están los padres de esas chicas, como ya comenté cuando recomendé Believed, uno quiere creer que siempre sabrá lo que le pasa a sus hijas, qué sabrá interpretar sus reacciones, que podrá protegerlas... y no es verdad. La sensación de haberles fallado, de no haber estado a la altura, de haber permitido en cierta manera que alguien les hiciera daño, tiene que ser espantosa. 

Episodios: 8 x 30 minutos (ahora mismo van por el episodio 6)


3.- Crónicas Jondas de Podium Podcast con Silvia Cruz Lapeña. Empecé a escuchar este podcast para aprender. No sé nada de flamenco, no me gusta nada y creo que es porque no lo entiendo, porque no sé como tengo que mirarlo, escucharlo o sentirlo. Recuerdo cuando mi hermano se volvió muy muy aficionado y en casa sonaba todo el día. Yo no entendía qué le veía, qué sentía y cuando hacia el esfuerzo de intentar entender algo, a los cinco minutos me había aburrido y me marchaba. Siempre digo que creo que no me gusta el flamenco porque hay algo que se me escapa y por eso decidí probar Crónicas Jondas, para ver si conseguía captar eso que no he conseguido atrapar nunca.  

Después de cuatro episodios sigo siendo incapaz de disfrutar el flamenco pero estoy entusiasmada con el podcast porque he aprendido muchísimo si no sobre la música en sí, sí sobre lo que cuenta el flamenco, de dónde surgió, sus orígenes, sus letras, el papel de la mujer en él. 

Silvia Cruz tiene una voz maravillosa y lo cuenta todo, me lo cuenta, con una cadencia y un tono que me dan ganas de sentarme en el suelo y escucharla hablar durante horas. El podcast está maravillosamente producido, sin sobresaturación sonora, sin música sonando a todas horas y además del hilo argumental que lleva Silvia y que para cada episodio es diferente, se intercalan las opiniones de expertos y algunos fragmentos de música. 

Hasta ahora, todos los episodios me han gustado mucho, pero mi favorito sin duda es el que se llama Flamenco y memoria histórica que comienza con la visita de Eva Perón a Granada en 1947 y la historia de los hermanos Quero. Una maravilla.  

Episodios: 8 x 30 minutos (ahora mismo van por el episodio 4) 


Para terminar un asunto práctico: alguien me preguntó el otro día que aplicación utilizo para escuchar podcasts. He probado varias y la que uso ahora es Pocket Casts pero Google Podcasts también está bien. Todas permiten descargar los archivos para escucharlo sin datos o escuchar en streaming. Pokect permite hacerte una lista con todo lo que quieres escuchar. Mi lista tiene ahora mismo setenta episodios en cola, no seáis como yo. 

Y con este apunte técnico, las tres recomendaciones y estrenando maravillosa ilustración para la sección, hasta los próximos podcasts encadenados.  




miércoles, 26 de febrero de 2020

La planificación no es para mí

Hoy he soñado con mi amiga L. Es una amiga que dejó de serlo hace cinco o seis años. No nos enfadamos, yo no me enfadé pero decidí que seguir fingiendo que teníamos algo en común era una bobada. A ella y otras les dije: adiós, os deseo lo mejor. Y hoy me he levantado pensando en ella y en como fue capaz de prepararse unas oposiciones complicadísimas cuando terminó la carrera. Nunca fue buena estudiante, era más bien chapucerilla, pero cuando se planteó las oposiciones se convirtió en una titana de la fuerza de voluntad. Todos los días, uno tras otro, iba a la biblioteca y estudiaba horas y horas. Academia, ensayo de temas, más estudio, solo descansaba un día la semana. Una organización milimétrica y una voluntad a prueba de bombas. Me admiraba. Ella que en el colegio había sido un desastre, siempre llegando en el último momento, siempre llevando todo estudiado con pinzas, siempre inventándose las respuestas a partir de dos o tres frases, estudió durante años siguiendo un plan milimétrico.  He recordado todo esto porque este año me propuse apuntar en una agenda las cosas que hago y que quiero hacer. Mi intento ha llegado hasta finales de febrero. Me he aburrido y además me he dado cuenta de que escribo las cosas a posteriori, como una especie de recordatorio: fui a la peluquería, llevé a María al médico, cené con los de Montes. No tiene ningún sentido. Tener una agenda, escribir lo que quieres conseguir hacer a lo largo de la semana es, para mí, un propósito imposible. Supone saber cómo te vas a sentir a lo largo de toda la semana o peor aún, asumir que da igual como vayas a sentirte a lo largo de toda la semana: tienes un plan y unos objetivos y vas a cumplirlos pase lo que pase. Ser así es como ser del ejército aliado en el día D: los planes se cumplen. O se intenta contra viento y marea. 

Yo soy más de improvisar acciones, como la resistencia. Estudiar una oposición hubiera estado completamente fuera de mis posibilidades. Planificar la semana y el cumplimiento de unos objetivos es ciencia ficción para mí.  Yo cumplo con mis tareas en acciones limitadas, rápidas e improvisadas y siempre siempre de acuerdo con mi estado de ánimo. En mí, el "hoy no tengo ganas de esto" es poderosísimo. Mi amiga es Patton y yo soy el francés de la boina de que volaba el tren en el último momento justo antes de irse a comprar una baguette. 

Y sí, mi amiga aprobó la oposición y ahora tiene un puesto estupendo. Y, bueno, a mí no me va mal yendo siempre a salto de mata. 


viernes, 21 de febrero de 2020

Oda al sujetador

Tener unos guantes que se ajusten a mis dedos. Quitármelos  tirando uno a uno de cada dedo en un gesto  que considero muy elegante y que me hace sentirme en blanco y negro. Poder ponerme gorro porque sé que me sientan bien. Que mientras camino por el metro leyendo los paneles para no perderme como si fuera extranjera en mi propia ciudad suene en la lista aleatoria "En el coche" una canción que me haga sonreír. Ceder el asiento en el metro. Ponerme un pijama de pantalón y camisa con solapas y que el pantalón tenga bolsillos. Acertar con los zapatos. Firmar con un solo trazo en tinta verde. Pintarme los labios casi todos los días. Entrar en las tiendas abriendo y cerrando puertas. El olor a café recién hecho. Una tarta de manzana sin crema.  Entrar en un restaurante y caminar hasta mi mesa. Los vestidos y faldas con bolsillos. Dar los buenos días. Descubrir que el pelo me queda perfecto al mirarme en un escaparate. Verme favorecida en el ascensor. Conducir por una carretera con la ventanilla bajada. Usar agenda. Que me digan «he perdido la cuenta de todas las veces que te he hecho caso y ha sido para bien»

Todas estas cosas son estupendas pero no pueden compararse con entrar, con muy poca fe, en una de esas tiendas de lencería que hay en todas partes y salir con los brazos en alto y con ganas de cantar porque he encontrado un sujetador perfecto. Un sujetador que sujeta y que no lleva foam. Un sujetador del que no me salgo ni se me salen. Un sujetador que no se desabrocha, que no tiene unos tirantes del grosor de una pernera de pantalón y que no me recuerda al que llevaba mi abuela de noventa años. Un sujetador que no desborda y con el que no parezco una tabernera alemana del siglo XVII.  Un sujetador que no me ha costado media letra de la hipoteca. Un sujetador que parece pensado por alguien con tetas y no por una tabla de planchar con pezones. Un sujetador de ser feliz y de estar guapa. 

Encontrar el sujetador perfecto, eso sí que me hace sentir bien.

Enterradme con él. 


lunes, 17 de febrero de 2020

Los maleducados siempre son los otros

Hace un par de semanas fui al cine a ver Parásitos. Llegué veinte minutos antes, compré las entradas y estaba a mi hora sentada en mi butaca. La gente seguía entrando mientras pasaban los trailers e incluso al comienzo de la película. Entiendo que se llegue tarde a los sitios, yo siempre llego tarde, pero lo que no puedo entender es que llegues tarde y al llegar a tu sitio te quedes de pie mientras te quitas el abrigo, la bufanda, te descuelgas el bolso y pones el móvil en silencio. ¿En serio no puedes sentarte intentando molestar lo menos posible a las personas sentadas detrás de ti y que necesariamente, en un 99,9% de los casos, necesitan leer los subtítulos porque la peli es en coreano?

Hace una semana estuve en La Granja de turismo. Paseábamos por la entrada admirando los árboles centenarios que adornan el paseo que lleva al Palacio cuando vimos como un jardinero de patrimonio llamaba la atención a una pija que estaba abrazada a una secuoya protegida. «No pasa nada, es solo un momentito». «Señora, por aquí pasan miles de personas al año, eso son muchos momentitos». La pija con gorro del frente ruso y su pandilla se ofendieron muchísimo porque el jardinero les había llamado la atención. No les preocupó lo más mínimo, sin embargo, haberse saltado la valla que rodeaba el árbol y en la que ponía «no tocar». 

Somos el país de las normas no van conmigo porque lo mío es un momentito, lo que yo hago no molesta, yo sé comportarme pero, justo, esta vez, no. Siempre ha sido solo una vez, era una urgencia, otros lo hacen mal pero yo no. Y lo que somos es un país de maleducados profesionales. Me va a quedar un post muy Marías meets Pérez Reverte y mi abuela pero es que es así. Vas a un museo donde en cada sala hay un cartel señalando que está prohibido hacer fotos y ves a la gente sacando una foto porque «eh, es sin flash y además no es a un cuadro, es a mi hijo sacándose un moco porque es monísimo». Vas al teatro y si con suerte no suena ningún teléfono, siempre hay alguien que tiene que consultar los whasaps con un brillo de pantalla al 300% porque «a ver, no ha sido para tanto, es que no sabía si era urgente». No, no lo es, no es urgente porque no eres un cirujano cardiovascular de guardia ni eres el encargado de dar al ON al Sol, así que lo que sea puede esperar hora y media a que termine la obra. Y si no puede esperar, si tu vida es tan trepidante e importante que tienes que mirar el móvil cada diez minutos ¿sabes qué? No vayas al teatro. 

Las normas y las prohibiciones son siempre para los demás, para las que no las cumplen nunca. Nosotros solo las hemos incumplido esa vez, justo en ese momento, y por una buena causa, no como los demás. Nosotros no somos los demás, somos especiales, tenemos razón, tenemos un motivo de peso para llegar tarde al cine y quitarnos el abrigo molestando a todo el mundo o para abrazar un árbol. O para gritar en un restaurante, dejar el coche en segunda fila, entrar sin llamar en un despacho,  obligar a todo un vagón a escuchar nuestra conversación o nuestra música, tocar una obra de arte o hacer fotos donde está prohibido. A esto se suma que además de ser maleducados somos unos chulos. «Señora, no abrace el árbol, ¿no ve que está prohibido y es malo para el árbol?». 

Cada vez somos un país más maleducado porque los educados, los que cumplen las normas, apagan el volumen, no gritan en los restaurantes ni hacen fotos en los museos se acobardan. Nos da miedo decirle a alguien: «por favor, ¿puedes sentarte?» o «eso está prohibido». Y nos da miedo con razón. Porque los maleducados, además, tienen siempre la piel muy fina y se ofenden muchísimo cuando les llamas la atención.

«Al árbol no le pasa nada» dijo muy digna. Ojalá mil personas llegando a abrazar a esa persona y diciéndole «pero si es un momento, verás como no te pasa nada». 

Somos maleducados y orgullosos y nos jode que nos lo digan porque los maleducados siempre son los otros.