lunes, 30 de julio de 2018

Fuerteventura. Volveré.

Escribo mentalmente el último post de este diario mientras preparo la maleta, sigo escribiendo mientras desayunamos, y continúo añadiendo cosas en lo que terminamos de recoger la casa y nos metemos en el coche. Para cuando llegamos al aeropuerto, facturamos, pasamos el control de seguridad y yo pruebo otros cuatro perfumes del duty free, el post está entero en mi cabeza listo para ser escrito. «En cuanto despeguemos, saco el ordenador y lo dejo preparado». En cuanto despegamos y me propongo seguir con el plan establecido el portátil está sin batería. El post, las líneas perfectas que yo había dibujado se esfuman al contemplar el icono de la batería en rojo, latiendo sin ganas, a punto de morir. 

Como soy una chica de recursos y un bolso como Mary Poppins, saco el cuaderno rojo que empecé con el año y mi pluma de tinta verde, dispuesta a terminar este cuaderno escribiendo a mano las notas que pululan por mi cabeza y que todavía esté a tiempo de cazar para escribir el post que he perdido o algo que se le parezca mucho. Antes de ponerme a cazar retazos de ese post mítico y perdido, descubro que la presión del vuelo, o algo así, hace que la tinta verde se comporte de manera extraña, descontrolada. Al final de cada renglón (uso siempre esta palabra desde que leí a Xosé Castro lamentarse del uso ubicuo de la palabra línea con lo bonito que es un renglón) la tinta estalla en una burbuja verde que deja un bonito rastro, como de pisadas, en las últimas páginas de este cuaderno. 

Se termina Fuerteventura y lo hemos exprimido al máximo. Ayer, nuestro último día en la isla, volvimos a la playa de las dunas en Corralejo. Esta vez sin viento. Agua turquesa, arena fina, olas divertidas y cuatro gatos. El día respondió por completo a esos anuncios gigantes que te encuentras en los aeropuertos de centro Europa animando a sus ateridos habitantes a venir a España y encontrar un paraíso. Esos anuncios que cuando tú los ves piensas: «madre mía, el photoshop que le han metido a la foto». Lo mejor, sin embargo, no es el agua, ni las olas, ni la arena ni que apenas haya gente. Para mí lo mejor de estas vacaciones es la compañía. Ir de viaje es una actividad de riesgo que la mayoría de la gente emprende a tontas y a locas, sin preparación, sin pensarlo y sin preocuparse. Y hay pocas cosas más terribles que un mal viaje. Juan y mis hijas son una grandísima compañía. Él me saca de mis casillas con sus mil y una manías, ellas me desesperan con su adolescentismo y yo, supongo, les parezco muy pesada a veces con mis órdenes y peticiones pero nos compenetramos con precisión.  Tumbados ayer en la arena, bueno Juan estaba sentado en su sillón hinchable marca TRONO que ha sido la comidilla en todas las playas a las que hemos ido, imaginaba hilos que nos conectan entre nosotros, a veces intersectan, a veces corren paralelos pero nunca cortocircuitan. Nos acoplamos de manera perfecta para hacer cosas juntas mientras mantenemos cada uno nuestra forma de ser y nuestra manera de pensar. 

Al bajar el sol, se acabó nuestro tiempo y mientras atravesábamos las dunas para volver al coche  me quedé atrás. Los vi alejarse a los tres, charlando sobre cualquier nimiedad. Pensé en si volveríamos el año que viene a pasar las vacaciones juntos. Eché un último vistazo a mi alrededor y seguí caminando. Había flores a mis pies, pequeñas flores azules entre hojas verdes creciendo en medio de las dunas. En Fuerteventura he aprendido que igual que todas las nubes no son iguales, las arideces tampoco lo son. Y yo, la chica que adora la lluvia, me he enamorado de esta aridez. En el último vistazo me prometí a mí misma (algo que no hay que hacer nunca) que volveré a esta aridez a escribir sin prisa.


sábado, 28 de julio de 2018

Fuerteventura. Lagos del Cotillo y libros.

Me despierto más pronto que ninguno y no consigo volver a dormir. Cojo El club de los mentirosos y me pongo a leer.《De ahí que su libro, tan sincero, resulte ser un bonito engaño: hace que parezca fácil lo más dificil que hay, es decir, contar tu propia historia y conseguir que alguien la escuche》dice Lena Dunham en el epílogo. Coincido con ella en que Mary Karr consigue lo más difícil, hacer que su historia, su infancia, sea escuchada e interese. En lo que no coincido es en lo de que parece fácil. Para nada parece fácil. Karr escribe con una maestría absoluta, me ha deslumbrado su manejo del tiempo tanto en su dimensión temporal para llevarnos hacia detrás y hacia delante en el libro, como en el ritmo de la historia. 

No hay viento. Me resulta tan extraña la sensación de quietud que salgo al porche esperando encontrar el escondido tras alguna esquina. Nada. «Chicos, no sopla viento» «Pues yo ya me había acostumbrado» «Algo sí sopla» Me encanta cuando siempre me llevan la contraria. 

Consultamos la pleamar. Nos tomamos la mañana con muchísima calma y llegamos a la playa de los Lagos en Cotillo a las dos. Conseguimos otro castillito de piedras y nos hacemos fuertes en él. Nos bañamos y después yo me siento en la orilla a terminar el New Yorker del mes de mayo. En la portada, una mujer salta al mar y pienso que a lo mejor no llevo dos meses de retraso, a lo mejor este es el mejor momento para leer este número de la revista. 

Acabo de darme cuenta de que no he hablado de algo fundamental: mis bocadillos son fabulosos. Hoy eran de tortilla de atún con tomate. Después de comer se nubla un poco, se oyen las olas, corre la brisa justa y todos nos ponemos a leer. Clara lee libro que me regaló Ximena Maier el otro día: 100% Naty. Manual de estilo de Naty Abascal. Se enfrasca en cosas como: la maleta de verano, la maleta de invierno, los complementos perfectos. Las ilustraciones son maravillosas y me deja estupefacta que alguien nacido de mí tenga talento y criterio para la moda. María, escondida detrás de su sudadera lee a Chimamanda y su Querida Ijeawele: Cómo educar en el feminismo. Se lo había dado yo hace semanas, pensé que no lo leería. Hoy se lo ha leído del tirón. «¿Te ha gustado?» «Sí, está muy bien». En la escala de entusiasmo adolescente eso está rozando el 10. 

Juan lee Dune en inglés y yo empiezo Conjunto vacío de Verónica Gerber. Hay libros que nada más empezarlos sientes que van a ser especiales. Pienso en  libros y en hombres, y en cómo mis inicios con unos y con otros marcan la relación que tengo con ellos. Decido que  escribiré un post sobre eso. 

En El cotillo comemos helado y me compro una sudadera de ser feliz en una tienda con una dependienta que dice que tengo acento del norte. 


Fuerteventura. Betancuria y los días torcidos.



Hoy me van a costar estas 500 palabras que me he impuesto como diario de estas vacaciones. Llevo pensándolo desde que me desperté llorando por una pesadilla terrible que se me ha quedado pegado y del que no me he podido librar en todo el día. Era tan real, tan posible, que durante todo el día he estado temiendo que se convirtiera en realidad. Ojalá hubiera soñado con alienígenas o con ir desnuda por la calle, eso me hubiera dado menos miedo. 

También me he enfadado con mis hijas. Se levantan tras doce horas de sueño como si el mundo les debiera algo, como si lo normal, lo natural, fuera que el desayuno estuviera preparado en el porche. El Sol sale por la mañana y ellas tienen el desayuno preparado. No dedican ni un solo segundo a pensar que quizá el Sol sale por la mañana porque el Universo funciona así pero el desayuno está listo porque yo me lo curro. Me exaspera su cara de «pero tranquila... no te pongas así» y su desgana para recoger el desayuno mientras esperan que con ese gesto desinteresado por su parte les condecoren con una medalla. ¿Son todos los adolescentes así? ¿Son peores que otros? ¿Yo soy un desastre? ¿Soy la Srta. Rottemayer o me he pasado de buen rollista y soy Mary Poppins?  Por lo menos, no ponen pegas a los planes del día. 

En el Mirador de Morro Velosa, aparte de echar de menos llevar chanclas con suelas de plomo para no planear hasta la costa, nos reímos a carcajadas con uno de los paneles informativos (muy interesantes). «El estratovolcán tuvo unas erupciones muy efusivas», leo en alto.

-¿Qué es un estratovolcan? ¿Cómo son unas erupciones muy efusivas?
- Lo del volcán no sé, pero las erupciones muy efusivas supongo que son las que dicen: ¡Hola, soy una erupción! ¿Quieres ser mi amigo? 

En nuestra siguiente parada se me olvida que he decidido que las mandaré internas si me toca la lotería porque Betancuria es un pueblo precioso, lleno de restaurantes trampa para turistas, pero cuidado y con mucho encanto. Fundada por Jean de Béthencourt y Gadifer de La Salle, conquistadores de la isla, fue la capital hasta el siglo XIX. Paseamos por sus calles y me pregunto cómo sería la vida aquí hace cien años. En la iglesia descubro, con sorpresa, que Clara distingue las casullas sacerdotales por el color: «éstas son de liturgia normal, éstas son de Pascua y éstas de Pentecostes». Tras el picnic bajo los árboles porque Betancuria tiene árboles, sombra y verde, nos vamos a pasar la tarde a la playa de Los Molinos. 

Me baño, siesteo y leo. Al caer el sol y mientras en Las bohemias del amor empiezan a cantar, me doy cuenta de  durante tres horas no he sido consciente de nada más que de lo que estaba leyendo y el sonido de las olas. Además descubro que ya no estoy enfadada y ya no tengo miedo.  A ver si dura. 


viernes, 27 de julio de 2018

Fuerteventura: la isla de los nombres imposibles

Mal nombre. Butihondo. La Lajita. Matas blancas. Las hermosas. Tarajal de Sancho. Tesereguaje. Violante. Tirba. Piedra Hincada. Mazacote. Tiscamanita.  Agua de bueyes. Ampuyenta. Betancuria. Triquivijate. Tefia. Almácigo. 

Todos los nombres tienen encanto. Algunos nos hacen reír y nos recuerdan películas, «Traedme una almáciga», otros se parecen a los que conocimos en Lanzarote: Tarajal, Tesereguaje. Otros son tan gráficos que me quedo con ganas de comprobar si mantienen las características por las que los nombraron así: Matas blancas, Piedra Hincada, Agua de Bueyes, Las Hermosas. De Betancuria ya sabemos su origen, fue el primer asentamiento que Jean de Bethancort estableció en la isla en 1405. Pero ¿qué pasó en Mal nombre para llevar ya por siempre ese lastre? ¿Cual es su gentilicio? ¿Y el de Triquivijate? Y ¿Qué será un butihondo? Podríamos buscarlo todo en google pero entonces nos perderíamos el paisaje, las montañas, la aridez, la nada. El paisaje cambia casi sin que te des cuenta, las montañas que son volcanes se presentan cada una con una personalidad propia, diferente. La aridez atrapa, algunas veces es desértica, otras salvaje, otras hipnótica y otras directamente hostil. 

A primera hora de la mañana atravesamos la isla de norte a sur para llegar a tiempo a  hacer un recorrido en buggy por el parque natural de Jandia. Me encanta el plan. Conducir un buggy por una pista de arena, disfrazada de morador de las arenas, saltando por todos los baches y tragando polvo mientras descubrimos otra aridez, otras montañas y llegamos al fin del mundo es uno de los planes más chulos que he hecho nunca. El guía se llama William James Watson Rodríguez, de madre canaria y padre australiano, una combinación tan intrigante como toda la isla. 

Mirador Degollada Agua Oveja, otro nombre sospechoso sobre el que investigar. A 230 metros de altura ofrece una vista de la playa de Cofete y de las montañas más altas de la isla, el Pico de la Zarza, con 807 metros de altura. No investigamos porque primero casi atropello a una pareja de turistas con mi buggy y, segundo, soplaba un viento capaz de tirarnos al suelo. Eso sí, la vista es una de las más impresionantes que he visto jamás, algo espectacular. Al fondo se puede ver la villa Winter, construida en 1946 por Gustav Winter, un ingeniero alemán, se dice que amigo de Goering que ya había hecho negocios en Gran Canaria. De la villa se cuentan todo tipo de historias y leyendas, que fue construida por prisioneros de guerra y desterrados por el régimen de Franco, que fue base para los submarinos alemanes, que fue lugar de paso para los grandes capitostes nazis en su huida a Sudamérica. Probablemente nada de eso sea verdad pero la villa, en la distancia, perdida en la inmensidad de la ladera de esas montañas inaccesibles tiene un atractivo irresistible, me provoca infinita curiosidad. Lástima que de todo esto me entero al llegar a casa.

«¿Podemos quedarnos aquí, cariño, por favor?» (El Club de los mentirosos,Mary Karr)