miércoles, 8 de junio de 2016

Hombres fantásticos (VI)


Este hombre fantástico me acojona. Lo reconozco. Es así. Confieso que he tenido mis dudas: ¿Voy? ¿No voy? ¿Será una broma? ¿Una encerrona? ¿Una trampa? Me he pasado un par de noches, desde que recibí el mail, enredada en paranoias muy raras; pero claro, no es para menos. 


"Querida opinadora posteadora", así empezaba el mail con la invitación para asistir en directo al programa. Si no hubiera sido por ese encabezamiento hubiera pensado que la invitación había llegado a mi buzón en el típico envío masivo. Luego pensé que a lo mejor mi mail se había colado por error en una lista de elegidos ilustres. Sí, eso es lo que pensé, eso era un error... pero no. "Querida opinadora posteadora" estaba puesto a conciencia, escrito con retintín, con mala leche... Así había empezado aquel ácido intercambio de mails hace meses. 

Lo había olvidado completamente, como si fuera algo que no me hubiera pasado a mí, que le hubiera pasado a otro. "Querida opinadora posteadora" me llevó de nuevo a la sorpresa de aquel día lejano en el que me encontré su mail. Correcto y educado pero destilando hostilidad en gotitas por todo el texto. Creo que la mandíbula se me cayó al suelo al leerlo. 1, 2, 3, 4 veces lo leí antes de ser capaz de reaccionar. Pero reaccioné, claro. Aquello era una provocación y así me lo tomé. Con las manos sudadas, el ceño fruncido y temblando redacté una respuesta contundente, educada y distante y volví a respirar al darle a enviar. Pim, pam, pum... peloteo y tablas. 

Vuelvo a recordarlo, una vez más, mientras voy por la autopista. Me fastidia que en esta fantasía sea el hombre fantástico el que elige el sitio... pero ha salido así. La cuestión es que voy por la autopista pensando si salirme en cada nuevo desvío. Estoy acojonada, ¡qué mierda de fantasía es ésta en la que estoy acojonada! Me sobrepongo y sigo adelante, pues sé que si me rajo, mi yo de dentro de 24 horas me hará la vida imposible y bailará en mi cabeza diciendo "eres una rajada....buuu buuuuuu". Y, además, no quiero darle motivos a él para mandarme otro mail diciendo "Querida opinadora posteadora, una lástima que no sea tan valiente en persona". 

Fabuloso, me he convertido en un tío que funciona a golpe de "a que no hay huevos". Consigo llegar sin perderme, es lo que tiene haber ido tres veces justo a ese mismo estudio. Apuesto a que él no sabe que he estado sentada en esa misma mesa. No es que importe mucho pero por lo menos conozco el espacio físico y sé que puedo sentarme en la última fila. Ja. Hay 4 filas, es imposible que no me vea. Quizás con mis nuevas gafas de intelectual pase desapercibida. Estos pensamientos son absurdos. 

Me bajo del coche intentando no pensar en la caja de vino en mi maletero de soltero de 40 años. Ja. Como dice el hombre fantástico estoy "vitivinícolamente comprometida", tengo que acordarme de decírselo a mi madre cada vez que me ponga esa cara al verme con mi copa de vino. Eso y lo de "no importa cuándo, ni por qué, sino con quién celebras las cosas buenas de la vida". Si consigo articular palabra cuando me encuentre con él, tengo que preguntarle qué genio de la publicidad ha decidido colocar las cuñas de vino a las 8:30 de la mañana cuando la gente anda tomando un café o llorando de camino al curro. 

Paso los controles pensando en todas estas tonterías y llego al pasillo que conduce al estudio. ¿Qué es lo peor que podría pasar? No, no, no... este hilo de pensamientos laterales no. No me conviene. Tengo que pensar que soy la opinadora posteadora y estoy aquí porque me han invitado. Será por algo, aunque sea para discutir de viva voz. Me defenderé. 

Mierda, llego demasiado pronto. El programa no ha empezado y él está ahí fuera, de pie, charlando con otros hombres. Es más alto de lo que pensaba, menos gordo, con más barba. Camisa de manga larga aunque hace un calor de mil pares. A lo mejor tiene complejo de brazos gordos o finos. Hay hombres con muchas paranoias raras. Las manos grandes y ojeras. 

La voz es la misma, claro y me sobresalto al escucharla tan cerca, sin micrófono en medio y sin estar dentro de mi coche. 

–Hola opinadora, se ha atrevido a venir -me saluda sonriendo. 
–Por supuesto, ¿por qué no iba a atreverme? -a chula no me gana nadie. 
–¿Ha venido para despellejarnos?
–No, he venido porque me ha invitado. Puedo no tener ni idea de radio y odiar las tertulias políticas pero soy educada -Madre mía, menos mal que no he bebido. 
–¿No va a criticar nada?
–Yo no he dicho eso. No lo sé todavía. Pregúntemelo al final. 
–Pase y siéntese. Será un placer tenerla aquí. Y tenemos vino. Ramón Bilbao. 
–No puedo pedir más. 

Esto va a ser agotador pero creo que irá bien. 

1, 2, 3, 4....

lunes, 6 de junio de 2016

Lecturas encadenadas. Mayo

Odio el mes de mayo con todas mis fuerzas. Siempre lo he odiado y tengo mis razones para ello. Este mes de mayo empezó muy mal y creí que me vencería pero al final me hice fuerte y gané yo. En el tema de las lecturas ha sido un mes malísimo, un auténtico desastre.

Empecé el mes con Las Migajas de  Frederik Peeters e Ibn Al Rabin. Este comic me lo prestó Pobrehermano Pequeño cuando le fui a pedir los de Black Sad y, como yo ya había leído Píldoras Azules en su día y me encantó, decidí cogerlo.  Mala elección. Es una sobrada sin sentido, sin gracia y sin interés y, además, los dibujos son espantosos. Huid de él.

El Castillo de mi madre de Marcel Pagnol es la segunda parte de las aventuras del autor francés en La Provenza. Repite básicamente el esquema de la primera entrega y pierde casi toda la frescura que hacían que La Gloria de mi padre fuera una lectura fabulosa. En esta ocasión el recuerdo de la infancia como un sitio feliz, cálido y acogedor está teñido de un velo agridulce como si el futuro de madurez, preocupaciones, tristezas y duelos se hiciera presente antes de tiempo.

Departamento de especulaciones  de Jenny Offill. Hay editoriales a las que tengo especial cariño y cojo sus libros esperando que me encanten, que me gusten mucho para poder venir luego aquí y decir "comprad, comprad sus hermosos libros". Una de esas editoriales es Libros del Asteroide... y por eso me duele en el alma decir que este libro es una basura.

"Una novela fascinante" pone en la portada. A mí no me ha parecido ni una novela ni fascinante. Es más bien una sucesión de anotaciones de la autora o del personaje (no queda claro y lo peor es que a nadie le importa) colocadas en una sucesión temporal pero sin nada más. La autora no se toma la molestia de elaborar un hilo, una historia, ni siquiera de dotar de nombre a sus personajes. ¿Todos los libros tienen que tener un hilo narrativo? No, claro que no. Hay maravillosos libros compuestos a base de anotaciones, retazos, ideas... pero para que eso funcione las cosas que cuentas tienen que tener algún interés. Las anotaciones de Jenny Offill son soporíferas, patéticas y un aburrimiento. Mi lista de la compra tiene más enjundia.

No hay sentimiento ni emoción, solo ombliguismo autocomplaciente en el que el lector tiene que ir saltando de piedra y en piedra para intentar llegar al final. Me parece bien exigir al lector un esfuerzo pero esto es una tomadura de pelo y creo que llegas al final porque son 170 páginas y total... a lo mejor con suerte la protagonista recibe una pedrada en la cabeza y el libro termina con algún interés. Spoiler: no hay pedrada ni interés en el final.

He leído muchas críticas muy favorables y no me lo explico.

"Un libro formidable en su solo aparente levedad". Ja. Aparente. Nada de aparente, es todo levedad y sin sustancia.

"Una indagación en el misterio de la condición humana". Ja. Este libro es Bridget Jones con chinches en su casa y una hija. Esa es toda la profundidad que tiene, la misma que un charco.

Me ha repateado, además, que la autora calce la preciosa e increíble historia de amor de Carl Sagan y Ann Druyar sin venir a cuento y, además, contándola fatal.

Eso sí, Jenny entre tanta tontería tiene este hallazgo. Que levante la mano el que no ha pasado por esto.
"Aquel chico era tan guapo que lo miraba mientras dormía. Si tuviera que resumir lo que hizo conmigo, diría lo siguiente: hizo que yo me pusiera a cantar todas la canciones malas que sonaban en la radio. Mientras me quiso y cuando dejó de hacerlo".
Mi siguiente tropezón en el mes ha sido Wanderlust Una Historia Del Caminar  de Rebeca Solnit. Tenía este libro apuntado en mi lista de pendientes desde hace años y me lo trajeron los Reyes. Como una campeona he aguantado hasta la página 330 en la que como le pasa a Forrest Gump cuando sale a correr, de repente me paré y dije ¿para qué seguir? Lo cerré y a otra cosa.

Solnit es soporífer. Tiene muchas ideas, ha leído y consultado un millón de fuentes pero es aburridísima y no me apetecía perder más el tiempo. Además, tampoco creo mucho en la mística de caminar. ¿Andar? Sí, muy bien. Hay días de pasear, ciudades para pasear, tardes para caminar, para agotarte, para descubrir y pensar o para observar y mirar... pero no necesito revestirlo de un sentido trascendente.
"Escribir es abrir un nuevo camino por el terreno de la imaginación o señalar nuevos aspectos de una ruta ya conocida. Lees es viajar por ese terreno cn el autor como guía, guía con quien uno puede no siempre estar de acuerdo o en quien uno no siempre confía, pero con quien al menos si puede contar para que nos lleve a alguna parte." 
Estoy muy de acuerdo con esta cita pero yo con ella decidí no seguir caminando.

Como el mes no podía ir a peor decidí arriesgarme a leer un autor que en su día no me gustó, Martin Amis. Molimadre y Bernie Gunther  me lo recomendaron y pensé: de perdidos al río.

La zona de interés es un libro de y sobre la II Guerra Mundial. Es un libro sobre el horror que supuso aquella guerra y la puesta en marcha de la Solución Final pero teniendo como protagonistas a los verdugos, a los alemanes. Lo más aterrador y terrorífico de esta novela no es el trasfondo de muerte, torturas, sufrimiento y horror sobre el que se levanta sino la constatación de que las personas que llevaron a cabo aquellos hechos estaban  preocupadas por qué comer, con quien acostarse o qué ropa llevar.

El personaje principal es un supuesto sobrino de Martin Bormann, el todopoderoso secretario de Hitler. El teniente Golo es un ser despreciable, egoísta, egocéntrico, manipulador, cobarde y cruel... pero de alguna manera consigue elevarse por encima del resto de los personajes y parecer "bueno" y ahí está lo más terrible de esta novela, el momento en el que el lector se da cuenta de que está encontrando justificación, excusa o explicación, cuando se/te das cuenta de que entiendes su comportamiento. La consciencia de esa identificación es lo que hace la novela de Amis terrorífica, la certeza de que el pensamiento "yo no lo haría" es una mentira que nos contamos para creernos buenos, para creernos mejores.

Me he reconciliado con Amis y me ha parecido un prodigio de construcción narrativa a partir de los puntos de vista de los distintos personajes, tan alejados entre sí y sin embargo todos delimitando unos mismos hechos vistos desde distintos puntos de vista. Los hechos que delimitan son el infierno en la tierra y los puntos de vista depende de si se sufre en él o se está al mando.
"Yo no tengo miedo a la muerte, aunque sigo teniendo miedo a morir. Y tengo miedo a morir porque va a dolerme. Eso es todo lo que me ata a la vida: el hecho de que dejarla va a ser doloroso. Va a dolerme." 
Leed a Amis si tenéis valor.

En resumen, un mes lamentable de lecturas. Y con esto y un bizcocho hasta los encadenados de junio.


jueves, 2 de junio de 2016

Tirar una piedra


"Lo más seguro es que no te acuerdes de mí" 

Esta es una frase que se escribe igual que se tira una piedra a un lago, esperando que las ondas que provoque en el agua remuevan la memoria de la otra persona. Y si no lo hacen... que se hunda rápidamente y nadie la vea nunca más. 

Para mí esa frase, ayer por la noche, fue una pedrada en la cara. No necesité las ondas, ni remover el agua, ni nada. Me acuerdo de él, claro que me acuerdo. Perfectamente. 

Tenía que ser ayer, de todas las noches, de todos los días, de todos los años que han pasado tenía que ser ayer. Llevo semanas rechazando amablemente invitaciones a una cena aniversario de los 25 años de mi salida del colegio que justamente se celebra hoy. "Gracias, espero que lo paséis muy bien pero no me gustan esas cosas", "Gracias pero no" y "Gracias, de verdad que no me gustan estas cosas"... Y lo digo de verdad, lo pensé y lo repensé, pero no quiero volver a ver a gente que hace 25 años que no veo, no tengo curiosidad, ni necesidad ni me apetece. Todo eso pensé y repensé estos días y, de repente, su pedrada en mi salón. Un tío que no veo desde hace 20 años, desde que acabamos la carrera, aprobé Numismática y Paleografía y desaparecimos de nuestras vidas. 

Me acuerdo de él aunque no recordaba su apellido. Yo no hubiera podido buscarle, ni googlearle ni  reconocer su nombre si me hubiera saltado en cualquier sitio. La culpa no es mía, ¡tiene un nombre muy común! 

Le recuerdo y, además, tengo dos momentos grabados en mi memoria. Dos momentos que a lo largo de todos estos años que han pasado he tenido presentes varias veces. No sé por qué, ni importa, ni tiene mayor trascendencia pero los tengo. 

Era, y creo que sigue siendo, muy discutidor conmigo. "No te vengas arriba ahora" me dijo ayer. Un día, hace 20 años íbamos por la calle, creo que por la zona de Ventas, charlando de cosas. A mí me parecía más listo que yo (probablemente lo fuera) y sobre todo creía que había vivido mil vidas más que yo (probablemente no), íbamos enfrascados discutiendo y, entonces, se giró y me dijo: 

Mira yo sé que en el futuro si nos encontráramos por la calle te avergonzarías de ser mi amiga. 
–Eso es mentira.
–Es verdad. Yo no soy como tú y es así.
–Eso es una gilipollez. 

Le odié un poco por aquello pero luego se me pasó. Lo curioso es que he recordado esa conversación un millón de veces en todos estos años. Me he arrepentido muchas veces de haber tenido amistad con determinada gente... pero nunca con él y como soy así de rencorosa he pensado muchas veces en decirle "Ajá. Yo tenía razón". Ahora que además sé que no es subsecretario de un ministerio, sigo sin arrepentirme. 

Tengo su libro guardado. Seguro que esto no se lo espera. 

Yo nunca dejo libros a nadie- me dijo muy serio. Bueno, siempre estaba muy serio.
Vale, pues no me lo dejes si te vas a poner así.
–Te lo voy a dejar porque sé que me lo devolverás. 

20 años lleva el libro en la estantería esperando para devolvérselo. 

Yo también sé lanzar piedras. 

miércoles, 1 de junio de 2016

La chica de amarillo

Reconozco que nada más despertar, odio a mi yo de hace una semana que decidió sacar un billete de Ave para ir a Valencia a pasar el día. ¿En qué momento me pareció buena idea salir de casa pudiendo pasarme el día en la cama leyendo? 

Ahora ya se me ha pasado. Estreno mi nuevo jersey amarillo y en la estación en un impulso consumista muy raro en mí me he comprado un pañuelo amarillo. Debo parecer Piolín pero me da igual. 

Soy la chica de amarillo y voy en tren, otra vez. 

Coche 10, 7D. Ventanilla. Oteo a los pasajeros. He tenido mala suerte. Dos hombres con resaca incipiente, esto es, todavía borrachos, están sentados justo detrás de mi asiento. Charlan y comen, con esa hambre que te da la borrachera y esos modales que hacen que un orangután parezca un Lord inglés. Deseo muy fuerte que caigan dormidos nada más salir de la estación. 

Soy la chica de amarillo, voy en tren y nadie se sienta a mi lado. 

Llevo un libro para corregir y otro para leer. Mi cuaderno para escribir, no se me ocurre nada pero lo he traído por si un rayo inspirador, por casualidad, me alcanza y consigo escribir algo. Me debato entre dormitar mirando por la ventanilla, corregir o leer. El campo saliendo de Madrid está bonito, es de colores, todavía no ha hecho el suficiente calor para que todo se ponga amarillo, pero no amarillo vivaz, sino amarillo muerte por asfixia. Ese amarillo que cae sobre Madrid con la primera oleada de calor y hace que todos los demás colores parezcan vivir sin ganas. 

En tren todo es más bonito, todo es mejor. Incluso yo. 

Me sumerjo en la corrección del libro, las páginas y mi lápiz de "prepare to die". Es un lápiz genial para hacer de falsa editora. 

"Llegaré tarde a recogerte"
"Lo sabía, te espero leyendo". 
"Ja. Lo sabía". 

En tren siempre llego demasiado pronto, me da pena llegar y que se acabe ese tiempo. Hoy me da menos pena porque necesito ir al baño. 

Pero, pero, pero ¿cómo que cuesta 60 céntimos entrar en el baño? Por supuesto no tengo 60 céntimos, tengo 50. 

¿De verdad voy a tener que sacar dinero para ir a hacer pis? Busco un cajero, meto la tarjeta. 

"Le informamos que su banco le cobrará 1,85 por esta operación". 

Cancelar. 

Busco otro cajero. 

"Le informamos que su banco le cobrará 2 € por esta operación". 

"¿Te queda mucho?"
"Me he equivocado de estación. Sigue esperando." 

Vuelvo al cajero del 1,85 jurando en arameo. 

"Le informamos que su banco le cobrará 1,85 por esta operación ¿desea continuar?"

Aprieto el ok, deseando que hubiera una opción. "No, no deseo continuar, lo que deseo es arrancaros las orejas hasta dejároslas colgando de una tira muy fina de piel y deciros luego "le informo de que estoy a punto de arrancársela del todo ¿desea que continúe?"

Bien, soy la chica de amarillo y ya tengo 50 euros. Puedo hacer pis. 

No. No puedo. La máquina del baño no cambia billetes de 50 euros. 

De las profundidades del baño sale un elegante hombrecillo con delantal. Me sonríe y me dice "Yo le cambio" y desaparece con mis 50 €.

Esto no hace más que mejorar. Soy la chica de amarillo y soy imbécil. ¿A quién le he dado el dinero? Cuando ya estoy a punto de desesperarme y valorando si salir a hacer pis entre dos coches, el amable hombrecillo sale con mi dinero. 

Pase. 

No doy crédito. Esto no son unos baños, es Hollywood. Hay lavabos con bombillas que me dan ganas de ser estrella del cine y unos lavabos tan grandes que me hacen desear (una vez más) que un hombre que me guste me lave el pelo. No puedo entretenerme en inspeccionar más, mis necesidades son urgentes. Me abalanzo sobre una puerta enorme de madera oscura y, de repente, me encuentro inmersa en un jardín japonés con pagodas y árboles de flores rosas con el color tan saturado que decido no quitarme las gafas de sol. La taza del váter se pone en marcha sola, hay un láser de colores en la pared ¡y perchas de las que las cosas no resbalan! Si no fuera por el shock cromático de rosa chicle podría quedarme a vivir aquí. 

"Estoy fuera. Sal y cruza". 

Mierda. Casi no he aprovechado mis 60 céntimos. 

Hola bicho, bonito jersey. 
–Chaval, me debes 2,45 €
–Pero si te acabas de bajar del tren ¿de qué te debo ese dinero?
–Es lo que me ha costado hacer pis por tu culpa. 
–Jajajaja, anda sube. 

Soy la chica de amarillo que monta en moto después de 25 años.