martes, 26 de abril de 2016

Deseo y ansiedad

Ansiedad, de tenerte en mis brazos 
musitando,... palabras de amor 
ansiedad, de tener tus encantos 
y en la boca, volverte a besar.

No sé, y además me da igual, quién escribió esta letra para Nat King Cole pero no puede ser más confusa ni estar más equivocada. Lo que supongo que Nat King Cole quería decir es que se moría de ganas, que agonizaba de deseo. 

La ansiedad y el deseo son sentimientos, mejor dicho, sensaciones completamente diferentes. Para empezar y, casi valdría para terminar, el deseo suma y la ansiedad resta. 

Cuando te mueres de deseo, cuando no puedes pensar en otra cosa que lo que deseas, esa sensación te eleva. Es verdad que distrae y desconcentra, cuesta centrarse en las obligaciones pero es una sensación que reconforta. El deseo te calienta, te hace sentir vivo, tener ganas de vivir, de hacer cosas para que pasen las horas, de experimentar, de correr. Cuando el deseo es muy fuerte puedes, incluso, sentir que caminas más ligero. ¡Joder, hasta te ves más guapo! El deseo hace el mundo más brillante, más nítido, más de colores. 

Desear a alguien (o algo) es una actitud activa, una decisión que se descubre por sorpresa en uno mismo y que se cultiva, se cuida y se mima porque se sabe frágil. No hay nada más quebradizo que la incipiente ilusión de un deseo. Nunca llega de golpe, nunca te lo encuentras de bruces. Empieza como un pequeño brote, algo que, en un principio puede ignorarse o aparcarse a un lado y, de hecho, cuanto mayor eres más intentas apartarlo. Sin embargo, un buen día descubres que ha germinado y que las ramas se te salen por la boca, los ojos, las manos y los pensamientos. Desde el centro mismo de tus entrañas te hace vibrar. 

El deseo te recorre como una corriente eléctrica y revitaliza.Te hace cosquillas. El deseo se comparte, se ve en la cara, se escucha en la voz y se nota en la sonrisa. 

La ansiedad se parece al deseo como un huevo a una castaña. Para empezar es traicionera. Ataca por sorpresa, te golpea en la frente, te cae encima como un peso muerto. Un buen día te despiertas y la tienes ahí, sentada a horcajadas sobre tu pecho donde se hace fuerte. Te paraliza poco a poco los órganos vitales. Consigue que dejes de hablar, de comer, de ver y de sentir. Ni siquiera oyes, solo escuchas su voz en tu cabeza "estoy aquí y he venido para quedarme, sin razón aparente, solo para joderte la vida". La ansiedad aterroriza. 

La ansiedad te coloniza y te resquebraja. Te cuartea y tienes que guardar cada pequeño aliento, cada bocanada de aire que consigues, para tratar de que los trozos no se separen demasiado y puedas recomponerte. La ansiedad es solitaria, no se cuenta y no se enseña porque ni siquiera te deja hablar. Crees que si abres la boca para decir algo sólo se oirá su voz "jajaja, no seas patético...¿qué vas a decir?" 

La ansiedad hace que tu mundo se aplane, se vuelva gris, que la realidad se desenfoque y que no encuentres tu sitio. Con la ansiedad se llora a arcadas, a golpes que te parten el pecho. 

El deseo te dice exactamente dónde tienes que estar, dónde quieres estar. Y cuando se colma, si se colma bien, se puede llorar de éxtasis. 

En el deseo nadas.
En la ansiedad te ahogas.

Y, para mi que Nat King Cole hacía largos en el deseo de una TSNR a punto de resolverse. 

sábado, 23 de abril de 2016

Hombres fantásticos (V): Amor y libros


Está demasiado cerca y temo que note que la estoy mirando. Sin que ella se diera cuenta, desde el otro lado de la calle he estado mirándola un buen rato. Después, he cruzado para verla más de cerca, quizás tenía que haber seguido mi camino. 

Tenía la esperanza de que al acercarme me gustará menos o no me gustara. Todo es más bonito desde lejos, la imaginación es muy cabrona. Quizás descubriera que los libros que miraba concentrada eran de maquillaje, o de como celebrar tu boda en 25 sencillos pasos o de manicuras con ingenio. Pero ¿Qué tonterías estoy pensando? Sabía que no, lo sabía. 

Quizás debería haberme alejado. ¿Cómo es esa frase? Las mujeres que leen son peligrosas. Qué chorrada de frase y que cierta es por otro lado. ¿Los hombres que leemos somos peligrosos? No sé, pero yo ahora mismo no tengo peligro, lo que estoy es acojonado. 

La he seguido paseando por la librería. No me ha visto, ni me ha intuído,  ni se ha fijado. Los libros eran lo único que le interesaba. Ha recorrido las estanterías mirando, agachándose, poniéndose de puntillas para llegar a los estantes de más arriba. Por un momento he estado tentando de acercarme a ayudarla a alcanzar un volumen que intentaba agarrar con la punta de los dedos. Me he contenido, no sé si por miedo a que me sonriera o a que me dijera ¿Insinúa que soy bajita? (Pero sí, es bajita)

En la caja se ha reído al pagar, ha charlado con el librero y antes de salir he podido echar un vistazo a la lista de "libros pendientes" que tiene en el móvil y de la que ha tachado unos cuantos que lleva en una bolsa. La lista es tan larga como para estar leyendo toda una vida. ¿Me enseñará esa lista? 

Sale, se va... la voy a perder de vista. Intento pensar en algo para decirle, en algo que le llame la atención. Disimulo mirando los libros de ocasión de la puerta y, entonces, vuelve sobre sus pasos y ahora está aquí, demasiado cerca. Oigo su respiración mientras me ignora completamente. ¿Soy transparente? Disimulo mientras rebusca a mi lado, tocando los libros justo después de que los toque yo. Las manos pequeñas, las uñas cortas, sin anillos. Nos vamos a rozar... Vaya, parece que queremos el mismo libro. 

Ahora o nunca... el infierno es para los cobardes. 

- Hola, ¿puedo invitarla a una cerveza?

Sonríe. 

- Que sea un vino. 

Huele a limón y a verde. Menos mal que no seguí mi camino, quizás pueda leer con ella. 


jueves, 21 de abril de 2016

De mayor quiero ser guionista.

Lo he estado pensando y si hay un trabajo molón ahora mismo en el mundo de la televisión es el de guionista, y de tv movie. No hay nada más loco, más surrealista y más libre en todo el panorama audiovisual. 

Cualquiera que tenga más de 30 años tiene "estrenos tv" grabados a fuego en la mente. Bajo ese nombre se emitían unos dramones absolutamente increíbles en los que siempre, al principio o al final, ponía algo como "esta historia está basada en hechos reales, los nombres se han cambiado para preservar la intimidad de los protagonistas". Las historias tristísimas, en las que siempre había muchas desgracias y amores trágicos, funcionaron durante años. Pero sospecho que el catálogo de desgracias truculentas susceptibles de ser etiquetadas con una imaginativa combinación de sustantivo y adjetivo en cualquier orden se terminó. Ya no quedaba espacio para más "Traición fatal", "Confianza truncada", "Amor confiado", "Fatal traición", "Sospecha confiada" o "Falsa confianza" o "Confianza sospechosa". 

Ante el abismo de enfrentarse al final de una era, los guionistas de tv movies huyeron hacia delante y, contra todo pronóstico, han triunfado como unos campeones. NI Hitchcock, ni Coppola, ni Tarantino... no hay guiones ni historias como las de la nueva remesa de tv movies alemanas que triunfan en la sobremesa. 

No soy capaz de recordar la trama de Ciudadano Kane pero la última creación televisiva de los genios del mal se ha quedado grabada a fuego en mi mente. Me ha dejado tan marcada que el otro día, en medio de una comida de trabajo, me encontré con toda la mesa mirándome embelesada mientras les contaba esta trama totalmente alocada. 

-Moli, la cuentas tan bien que dan ganas de verla o de tomar tus drogas. 

¿De qué iba ese prodigio de tensión dramática? 

La acción se sitúa en los prados siempre verdes de Suecia o Dinamarca. ¡Qué más da el rigor geográfico cuando se puede subir la saturación del color y que los paisajes parezcan la granja de los Clic de Playmobil! En esos prados tan idílicos vive una joven entusiasta y feliz. Estoy muy a favor del entusiasmo y la felicidad pero sin traspasar los límites de la mosca cojonera. La joven es tannn pesada y sonriente que a los 30 segundos quieres saltarle los dientes aunque estés haciendo la digestión de una fabada y sólo tengas pulso periférico. 

La joven entusiasta está casada con armario empotrado muy nórdico pero con el mismo atractivo que un perchero, tanto mental como físico. Vive con él y con su suegra que la odia, en mi opinión con razón, por pesada. Como es tan happy se dedica a criar llamas en los verdes prados saturados de Dinamarca (he dicho llamas, sí. De yo y mi llama pues llama se llama y vamos a la clínica dental). Aquí es donde percibí la primera sesión de ayahuasca entre los guionistas, ¡no hay huevos a poner llamas en Dinamarca! No contenta con eso decide abrir en su granja de llamas un café ecológico. ¿Por qué? ¡Qué más da! 

Sin el más mínimo motivo resulta que los habitantes de su pueblo no quieren que abra el café. Supongo que por brasas, solo de pensar en ver a la joven entusiasta repartiendo ajonjolí y leche de burra correteando por el prado, los tranquilos daneses desean un ictus. Entonces, una desgracia se cierne sobre nuestra joven entusiasta. La noche antes de abrir el café, hay un incendio y como en el pueblo el coche de bomberos está estropeado, de las ilusiones ecológicas y absurdas de la mosca cojonera no queda nada. Niente. 

Es en este momento de tensión dramática inigualable desde La Lista de Schindler cuando los genios del mal, AKA guionistas, introducen la segunda trama. La cámara nos lleva a una ciudad nórdica con los mismos colores que la casa de Pin y Pon y entramos en un estudio de grabación en el que un tenor está grabando un disco. Presentimos que la tragedia le acecha. ¿Por qué lo presentimos? Porque abre la boca para cantar y se toca los oídos con cara de dolor. Todo muy sutil. 

El tenor boquea un par de veces, pone cara de estreñimiento máximo y sale corriendo a coger el coche. Conduce, conduce, conduce y llega así, como el que no quiere la cosa, a la granja de llamas de la entusiasta. Casualidades tiene la vida... Ni Auster. 

- Toc, toc.
- ¡Quién es?
- yo
- Y ¿quién es yo? 
- Pues un tio que ha llegado aquí en coche pero no te voy a decir quién soy porque soy muy misterioso. ¿Tienes habitación?
- Pues claro, puede quedarse. 

Los nórdicos son gente campechana y afable por lo que se ve y no temen a los psicópatas. 

A todo esto y para despejar el camino de la trama, el marido armario ropero ha recibido una llamada misteriosa y le ha dicho a la entusiasta que se va a vender aceite ecológico a no sé donde. ¿De dónde sale el aceite en Dinamarca? ¡Y a quién le importa!

Un nuevo día amanece en el país de los colores saturados y la entusiasta lee el periódico. En la misma página descubre que el desconocido que tiene arriba es un tenor que anda desaparecido y que en el pueblo de al lado dentro de una semana se celebra un concurso de grupos de gente cantando y el que gane se lleva como premio... ¡un camión de bomberos! 

En este momento decidí que la digestión de la fabada tendría que esperar. No asistía a un espectáculo de tanta enjundia desde... desde nunca.  

La entusiasta saca entonces su lado malvado y torticero y le dice al tenor estreñido que o les enseña a cantar a ella y a sus amigas del pueblo (que no son sus amigas pero ella es la típica motivada que es mejor seguirle la corriente) o le dirá a la prensa que él está allí. 

El tenor acepta. ¡Qué sorpresa!  Y pasa de no saber qué hacer con su vida a trajinar con las llamas, enseñar a cantar a las hermanastras de Cenicienta y, entre tanto trajín, en un nuevo giro inesperado de guión, se trajina a la entusiasta. Bueno, es una cosa mutua. 

Abreviando, no quiero arruinar a nadie el placer de un futuro visionado. 

Cuando ya me estaba comiendo las uñas, el grupo de currutacas gana el concurso de canto, el pueblo consigue un nuevo y flamante coche de bomberos, y el tenor y la entusiasta se juran amor eterno. 

¿Y el armario empotrado del marido dónde está?, se pregunta el espectador. 

Reunión de guionistas...

- Chavales, se nos ha olvidado solucionar el tema del marido.
- ¿Qué marido?
- El de la entusiasta.
- ¿Tenia marido?
- Si, lo mandamos a vender aceite orgánico a Polonia. Y ¿ahora que hacemos?
- Pues nada, que vuelva y le diga a entusiasta que en realidad no estaba vendiendo aceite, que se había ido a ver a un antiguo amor del que se ha dado cuenta que sigue enamorado y que porqué no se divorcian y se reparten las llamas. 
- Cojonudo. 

Yo de mayor quiero ser guionista de tv movie alemana.  

martes, 19 de abril de 2016

Tener hermanos

"Me pasé la infancia durmiendo en litera, esperando a un hermano que no llegó nunca". 

Esta frase dicha por casualidad en una cena con amigos, risas, vino y buena comida se ha quedado rebotando en mi cabeza desde el sábado. Es tan triste, casi tanto como el famoso relato de Hemingway. 

Tener hermanos es como tener manos o pelo. Estás tan acostumbrado, te son tan familiares, estás tan harto de verlos que los das por hecho. No los piensas, no los ves, no los sientes. Pueden pasar días sin que les hagas ni puñetero caso. Tus manos funcionan solas sin que tú les prestes atención y tu pelo va a su aire, crece o se cae cuando quiere. Así son los hermanos. Sólo los percibes, eres consciente de ellos, cuando te duelen, los necesitas o se descontrolan... para bien o para mal. 

Uno de los primeros posts que escribí trataba sobre mis hermanos. Siempre los he tenido, desde los 13 meses; me destronaron pronto. A pesar de todos estos años, sé que soy una hermana atroz: tocacojones, protestona, me enfado en cero coma tres segundos y además, y esto les fastidia muchísimo, soy muy buena contando las historias, aunque ellos dicen que fabulo y exagero. 

En estos ocho años nuestra relación ha cambiado porque nosotros y nuestras vidas lo han hecho. Hoy pensaba que la mejor edad para tener hermanos es ahora. Cuando eres pequeño, joven, cada uno es de una forma. En mi fabuloso mundo visual, uno es un triángulo, otro un cuadrado, otro un círculo... cada uno tiene su forma y sus aristas y no lo sabe. Uno no sabe lo que es, no sabe manejarse a sí mismo y por supuesto es incapaz de percibir, de ver lo que sus hermanos son. Vemos las diferencias, uno se siente triángulo y ve a su hermano como un cuadrado espantoso. No le parece un cuadrado perfecto, ni bonito ni nada por el estilo, solo ve que no es como él, que obviamente es como hay que ser. 

Con la edad y en mi cabeza, las aristas de cada uno se van puliendo, se van encontrando huecos en los hermanos y en uno mismo para ir encajando, para complementarse, construyendo un "algo" que puede estirarse, retorcerse, separarse pero raramente romperse. 

No idealizo a mis hermanos, me sacan de quicio infinitas veces a lo largo del año. Tienen defectos que me cuesta tolerar y otros que me cabrea que no combatan, porque sé que podrían mejorar. Somos incompatibles en muchísimas cosas pero hemos aprendido a encajarnos. Y no a martillazos o a presión. Nos encajamos adaptándonos unos a otros cuando sabemos que nos necesitan, nunca de la misma manera con todos porque nos sabemos diferentes como personas y también en la manera de enfrentarnos a la vida. 

Hace 19 meses, al volver del cine de ver una película atroz, no podía dejar de llorar. En el coche, aparcada delante de casa de Molihermana, no podía dejar de llorar. Le dije que tenía tanto miedo que no podía levantarme por las mañanas. Me miró y con toda la pena del mundo me dijo: me parte el alma verte así pero no sé como ayudarte. 

Hace 15 meses, un sábado cualquiera, oí la puerta de casa. Bajé las escaleras y allí estaba mi Pobrehermano Pequeño. Abrió los brazos y me abrazó hasta que no pude más. Me dio un beso en la cabeza y me sujetó fuerte. 

Hace poco más de un año yo seguía enferma y muy débil. Pobrehermano Mayor estaba enfermo también y decidimos salir a dar un paseo después de una nevada espectacular. Abrigados como en Fargo, caminamos en silencio, esperándonos mutuamente. 

He pensado todas estas cosas y en cómo será la muerte de un hermano. Uno está preparado, o cree estarlo, para la muerte de los padres, es ley de vida, son mayores que uno y morirán antes. Uno jamás está preparado para la muerte de un hijo, es antinatural. Pero la muerte de un hermano debe ser como asomarse a la propia muerte. 

No quiero pensarlo ahora, hoy. 

Somos cuatro hermanos y siempre dormimos en litera.