lunes, 11 de abril de 2016

Sostener(me)

He conducido por esta carretera un millón de veces; cuando enfilo las curvas de bajada ya casi es casa. Siempre me siento mejor cuando llegó al final de la subida y empiezo a bajar hacia el valle. Respiro y pienso que ya casi estoy y que soy afortunada. 

El día está gris y verde, con un poco de sol. Mientras tomo las curvas, casi de memoria voy pensando que parece primavera pero poco, que todavía puedo fingir que es casi invierno. Tarareo la canción que ha elegido M por riguroso turno. Sin necesidad, por pura inercia, miro por el retrovisor y veo a C fingiendo tener un micrófono en la mano y actuando como si fuera Adele, sintiendo la música y poniendo caras. Me alegra el alma. Literalmente verla hacer eso me alegra la vida. 

Soy completamente feliz en este momento. No quiero nada más. Conducir bajando hacia el valle y cantar con las niñas mientras las veo actuar. Soy consciente de lo perfecto del momento. 

Todas las mierdas que me han preocupado esta semana, todos los problemas que me han provocado ansiedad o me han hecho cabrearme estos días, parecen nimiedades. De hecho lo son, pero he necesitado este momento para verlo, para colocarlo todo en su lugar. 

Me gustaría poder guardar este momento de lucidez y sacarlo cuando me hiciera falta, cuando me falte el aire, cuando vuelva a tener miedo. 

Nadie te lo dice pero los hijos te sostienen. Y no porque tengas que ser responsable, ni ser su referente, ni ayudarles ni estar siempre. 

Tus hijos te sostienen y ellos ni siquiera lo saben. 

Quiero que las princezas, algún día, sepan que me sostienen, que con ellas estoy a salvo. 

Y por eso lo escribo. 


jueves, 7 de abril de 2016

Lecturas encadenadas.- Marzo

http://guyshield.com/
Marzo ha sido un mes espectacular.  Me ha cundido tanto y he hecho tantísimas cosas que parece haber durado una eternidad . No me explico cómo he podido ni cómo he sobrevivido.

Empecé el mes con Un mal nombre  de Elena Ferrante. Ahora que ya me he leído los dos primeros libros de su tetralogía puedo decirlo con conocimiento de causa: no la soporto. Ni a ella, ni como escribe ni a las dos memas de sus protagonistas. No consigo entender porqué gente con (supuesto) criterio me habla maravillas de estas novelas. En esta segunda entrega las dos amigas han crecido. Lila, la tóxica, se vuelve aún más tóxica y absurda tras su boda. Lenu sigue en su senda de patetismo lánguido.

No necesito identificarme con los personajes de las novelas, ni siquiera tienen que caerme bien ni gustarme pero necesito creerme un mínimo de lo que pretenden contarme. A estas dos pazguatas no me las creo y lo que es peor no me creo a la Ferrante. Le veo las costuras y la pose en todo lo que escribe. Los supuestos pensamientos elevados de Lenu o sus dudas existenciales me resultan tan ridículos como los discursos de las heroínas de culebrón dando la espalda al galán.  Como si estuviera viendo un culebrón de mediodía es como leo estas novelas, mi vista resbala por las páginas, en algún momento me entretengo, en la mayoría me aburro y en muchos siento hasta vergüenza ajena.

554 páginas y no he doblado ni una esquina. Pero como soy masoca y conozco el efecto beneficioso que tiene en mí  echar espumarajos por la boca, ya tengo el tercero.

La Gloria de Mi Padre de Marcel Pagnol fue toda una sorpresa y un placer de lectura tras la tortura intensita de la Ferrante. Llegué a él porque Paloma me lo regaló por mi cumpleaños (No sabéis quién es Paloma y os da igual pero para mí es importante). La Gloria de mi padre tiene un título espantoso pero es una delicia que sé que  es una palabra cursilísima pero es el que más le pega a esta historia de recuerdos de infancia. La historia de Marcel, su padre, su madre, sus hermanos, sus tíos y una desvencijada y antigua casa de labor que alquilan en la Provenza para pasar el verano y que es el escenario de las aventuras de Marcel.
"Como de estas cosas no se hablaba nunca en casa, no pude saber cómo (mis padres) se conocieron. Por otra parte, yo no les pregunté nada sobre ello, ya que no podía ni imaginarme ni su juventud ni su infancia. La edad mi padre superó siempre en veinticinco años la mía. Eran mi padre y mi madre para siempre, para toda la eternidad." 
 Es un libro sencillo, amable, tierno, divertido, en una palabra bonito. Una preciosa manera de reconstruir el pasado y reconstruirte a ti mismo.
"Esa es la debilidad de nuestra razón; con frecuencia no nos sirve más que para justificar nuestras creencias."  

Tiene mucho de Gerard Durrell y su "Mi familia y otros animales" (Por si no lo sabéis la cadena inglesa ITV acaba de estrenar una serie basada en esta novela).

Hay libros que asocias para siempre a un momento de tu vida. Las Cartas de Durrell y Miller a un viaje de trabajo en Granada en 1998, Años Luz de Salter al momento en que me separé , o Un jardín abandonado por los pájaros de Marcos Ordóñez a un momento de dolor espantoso en el que creí que me moría. Para que esta asociación entre libro y vida ocurra y deje huella el libro tiene que marcarte, removerte y el momento vital tiene que ser especial aunque cuando lo estés viviendo no lo sepas. La Semana Santa de 2016 estará para siempre asociada a El bar de las grandes esperanzas de J. R. Moehringer.

Creo que llegué a este libro por recomendación de Enric González.  En el prólogo ya me había enamorado del libro y he doblado muchísimas esquinas. Cualquiera que lea mi ejemplar podrá seguir mi rastro... y me ha dado por pensar si eso no será demasiado personal.

Una vez más leo las memorias de un hombre. Moehringer me ha recordado muchísimo a Richard Ford por la relación con su madre tal y como la contaba en Mi madre. Por la recreación del pueblo y la vida en una pequeña ciudad americana con toda la ristra de personajes me ha recordado a las novelas de Richard Russo, especialmente a Empire Falls. Y me ha hecho pensar en la cita que copie de Marcos Ordóñez sobre lo difícil que es contar historias de gente normal y como todos somos excepcionales y tenemos una historia que merece la pena contar si se nos presta atención.

La vida de Moehringer no tiene nada de excepcional pero él consigue contarla de una manera que atrapa desde el principio. Es cálido, acogedor, tierno y todo sin ser ñoño. Quieres acompañarle, ayudarle, aprender con él y no salir nunca de sus recuerdos. Quieres que siga hablando, que siga contándote porque es un maravilloso contador de historias... hasta que se desinfla y cuando está en lo más alto pierde la ruta y empieza a perder fuelle y ritmo. Hacia el final de la historia, Moehringer parece perder interés en su historia, va y viene, avanza sin decisión, pierde el hilo. Es una pena porque hasta ese momento el libro es fabuloso. Se lo perdono por la magia de todas las páginas anteriores pero, a mi juicio, si hubiera cortado a falta de 60 páginas "Pero yo no veía más allá del Publicans" el libro hubiera sido redondo.

"Aunque me temo que nos sentimos atraídos por aquello que nos abandona, y por lo que parece más probable que vaya a abandonarnos, finalmente creo que nos define lo que nos acoge."
"Oía el humo en su voz y pensé que su voz era humo. Así era como imaginaba a mi padre: como humo parlante".
"A veces yo me sentía tan solo que me habría gustado que existiera una palabra más larga, más grande, para decir "solo".
"Hubiera querido explicarle que los libros no tenían  una función tan explícita como las herramientas, que no había una diferencia entre usarlos y no usarlos. La presencia de los libros me proporcionaba placer, me gustaba verlos alineados en los estantes, en el suelo. Eran el único elemento de redención en mi escuálido apartamento. Mis libros me hacían compañía, me animaban." 

Matera y Primo Levi. Un lugar, un viaje y un libro. El Sistema Periódico de Primo Levi, gran recomendación de Daniel Torregrosa (gracias Dani) que asociaré para siempre a mi habitación con vistas y los aviones. Me flipa Primo Levi y como escribe, mucha gente se queda en su  trágica y terrible historia en Auschwitz y enfrentarse a la vida sintiéndose un superviviente pero Primo Levi es muchísimo más que eso y me encanta como escribe. Siempre es triste, siempre es nostálgico y a la vez es ingenioso, divertido, culto, inteligente y, una cualidad muy rara, sorprendente.

El Sistema Periódico es una recopilación de  recuerdos, experiencias, perfiles de personajes queridos y relatos que Primo Levi titula con el nombre de un elemento del sistema periódico, el elemento que él considera que mejor empareja con la historia. Las historias más realistas y autobiográficas permiten descubrir al autor y su manera de pensar, sentir y vivir, y los dos más fantásticos, los que escribió mientras trabajaba en una mina durante la guerra me han encantado. Estos dos, Mercurio y Plomo, más que fantasía parecen ser una guía de viaje de un mundo secreto al que Primo Levi nos conduce de la mano atravesando una cueva oscura que nos va iluminando con una antorcha hasta llegar al final y descubrir ese mundo oculto.

El perfil de su amigo Sandro es un canto a la amistad y a lo que nos queda de la gente que ya se ha ido.
"Hoy sé que es una empresa sin esperanza reconstruir a un hombre de palabras, hacerlo revivir en una página escrita, y particularmente a un hombre como Sandro. No era de esas personas de las que pueden contar cosas o a las que que pueden levantar monumentos, con lo que él se reía de los monumentos. Vivía por entero en sus acciones, y una vez terminadas éstas, de él ya no queda nada. Nada más que las palabras precisamente."
"Equivocarse era como cuando se escala una montaña, una confrontación, un caer en la cuenta, un paso adelante que te hace más meritorio y más eficaz."  
"El otoño tiene el mismo color en todos los países del mundo, un olor a hojas muertas, a tierra en reposo, a haces de leña que se queman, en una palabra, a cosas que se acaban, y uno piensa "para siempre."
Empecé el mes paseando con la nieve y lo terminé al sol de Matera. Marcelo Pagnol, J.R. Moehringer y Primo Levi han sido mis parejas sucesivas este mes y los he disfrutado muchísimo.

Y con esto y un bizcocho hasta los encadenados de abril.




martes, 5 de abril de 2016

Andrew y Jamie Wyeth, una exposición para quedarme a vivir.

Retrato de Andrew y Jamie Wyeth de M. Ahearn
Hay exposiciones por las que paseas.
Hay exposiciones de las que no te quieres marchar.
Y...
Hay exposiciones, muy pocas, en las que te quedarías a vivir.

Jamás me había pasado algo así. Como todas las cosas fabulosas de la vida me sucedió sin esperarlo, por sorpresa. Y sé que no voy a ser capaz de contarlo bien, de contarlo como se merece. Si alguna vez vuelvo a enamorarme me temo que tampoco seré capaz de contarlo.

No estaba preparada para los Wyeth. De hecho, fui completamente a ciegas, una amiga me dijo "no te la pierdas" y esas palabras se me metieron dentro y sabía que tenía que ir. No conocía a los Wyeth ni lo que iba a ver. Pensándolo mientras escribo estas palabras, se me ocurre que quizás sí que estuviera preparada, que tenía el ánimo, el tiempo, la cabeza y los sentimientos preparados para ellos y su obra.

La exposición está en la parte de abajo del Thyssen, un poco escondida porque lo que "está de moda" son los realistas de Madrid. Para los Wyeth no había nadie...

Sobre una pared amarilla leo la cronología de sus vidas. Andrew el padre, murió en 2009. Nació en 1917 así que casi escucho a mis neuronas hacer los cálculos de cuántos años vivió. Jamie sigue vivo, es más joven que mi madre y en la foto en la que sonríe junto a su padre y en la que no aparenta más de 40, me cae mal.

Nada más entrar en la sala, se me cae el folleto al suelo y cuando levanto la  vista del suelo tras recogerlo Andrew Wyeth me miradesde la pared. ¿Cómo se puede pintar así a tu padre? ¿Cómo puedes transmitir amor, admiración, cariño y agradecimiento en un retrato? No es sólo que el retrato sea increíble y Andrew parezca ir a salir del cuadro, girar la cabeza y decir algo como "¿a qué doy miedo con este gesto?”, es que Jamie también está ahí... todo el cariño de un hijo plasmado en una pintura. Es un retrato que dice "No te mueras nunca" o mejor "Pensar en tu muerte me paraliza".

"Para pintar algo bien pensaban que necesitaban conocerlo a fondo".

Andrew parece mirar el retrato que él  mismo hizo de su hijo cuando era pequeño, "Lejanía" Es un cuadro extraño porque el niño transmite miedo y temor pero al mismo tiempo parece extrañamente confiado. No está perdido, sabe dónde está y parece más bien atento, alerta. Esperando la reacción de alguien, la ayuda de otra persona.

El  retrato El alemán lo he visto de refilón al entrar en un video que estaban proyectando. Una mirada azul que se pierde mirando ¿el pasado? ¿los recuerdos? En la sala siguiente está "Hierbapisada" y pienso que esas piernas con botas y capa podrían ser las del alemán, y que caminan en sentido contrario a la mirada, huyendo de los recuerdos. Vuelvo para atrás para comprobar si eso es posible, si de verdad casan o es mi imaginación y, entonces, me doy cuenta de que las paredes de las salas van cambiando de color, azul, gris, rojo sangre, amarillo. ¿Por qué? ¿La impresión de los cuadros sería menor con otro fondo? Me encantaría preguntárselo al comisario.


La casa de Rockwell Kent, un estudio sobre cartón, es el cuadro que me convence de que me quiero quedar a vivir aquí. Me fascina la luz, las piedras desprendiendo calor, el cielo azul, la casa que es hogar y me encanta el color del cartón que se deja ver y da sensación de cotidianeidad, de rutina, de andar en zapatillas y ropa cómoda. Lo que es sentirse en casa. Me gusta tanto que decido que si me tocan 40 millones en la primitiva lo compraría. Jamás había pensado algo así.

Un poco más allá está el cuadro que me hace pensar que voy a tener que ganar 80 millones. El roble del padre Wyeth me descoloca. Me acerco, me alejo, ¿tiene cristal? ¿cómo lo ha pintado? ¿por qué esta perspectiva sin raíces, sin entorno, sin referencias? Es representación de él mismo, de los padres en general. Un árbol que dice a sus hijos, no importa dónde esté o estemos, no importa como me sostenga... estoy aquí.

La siguiente sala está llena de desnudos. Un festival de cuerpos maravillosamente pintados. Las cartelas explicativas me cuentan que el padre, Andrew, decidió lanzarse a pintar desnudos tras ver los que su hijo estaba haciendo. Una sabia decisión, sin duda. Nureyev en plan divo, ¿podía estar en otro plan?, casi parece un personaje malvado de cómic, una especie de villano tipo El Jocker. El estudio preparatorio es impresionante.

La serie de La Virgen de Andrew es apabullante. Es perfecta. Es una virgen desnuda. Puedes imaginarla con toda la parafernalia religiosa encima y no te conmovería más. No trascendería más. Es una maravilla.

"Para saltarte las normas tienes que conocerlas".

Pura sabiduría. Los Wyeth son pintores espectaculares, unos acuarelistas como hay muy pocos y, como han aprendido todas las técnicas, todos los estilos, obviamente conocen la historia del arte... pueden saltar por encima de todo y hacer... lo que hacen.

En el pasillo que lleva a la zona enloquecida de Jamie (aunque esto todavía no lo sé) me encuentro con Estudio para castañas y me quedo paralizada. Lloro. Literalmente me caen lágrimas por la cara. Un adolescente con ropavieja y siento que querida y confortable, de pie contra un fondo que imagino batido por el viento, mira hacia atrás, o ¿es hacia el futuro? ¿Mira lo que le espera o la niñez que estaba deseando dejar atrás y ahora contempla con añoranza porque era un sitio seguro dónde todo estaba claro?. El espectador le mira desde abajo, desde un punto de vista que parece decir "tranquilo, todo pasará, no te pongas triste". Un punto de vista que no protege, un punto de vista que sabe que todo cuanto diga no servirá de nada... hasta dentro de unos años. Así mira M, y tengo fotos exactamente en la misma postura.


A su lado cuelga esta maravilla, "Cuerda ycadenas", un dibujo ligero que de la mano de cualquier otro podría pasar desapercibido... pero que me llama a quedarme delante, parada, pensando. No recuerdo qué, no sé dónde me fui, ni por dónde me perdí mirando este cuadro pero sé que no se me olvidará jamás.

Las siguientes salas son como un recreo después de toda la intensidad emocional, al menos para mi. Los Wyeth eran unos grandes juerguistas, les encantaba las fiestas, celebrar Hallowen, disfrazarse. Dan la sensación de saber pintar y, al mismo tiempo, disfrutar con ello, saborearlo, divertirse. Pueden permitirse momentos de ligereza, de frivolidad, de diversión. A lo mejor no están pintando una obra maestra o algo que les vaya a cambiar la vida, pero saben que hay que sacar todo lo que tienes dentro, aunque sea o parezca malo, aunque parezca mínimo, para así dejar sitio a lo bueno, a lo mágico. Sería algo así como barrer los "chacras" (odio esta jerga) de mierdas para que lo bueno circule a sus anchas. La inspiración también puede ser mala: ¿por qué nadie habla de cuando la inspiración es mala, y lo sabes, pero al mismo tiempo sabes que la única manera de librarte de ella es dejándola salir?

La exposición termina con la serie de Andrew Los 7 pecados capitales representados con gaviotas. Nunca había visto una representación más aterradora del pecado. Con humanos siempre parece haber una excusa, siempre es fácil decir que el pintor está exagerando, que no es para tanto, que las cosas están caricaturizadas. Con las gaviotas los pecados están reducidos a su esencia, a su expresión más básica. No hay excusa ni justificación paraellos, ni lugar donde esconderse.  Es algo aterrador, impactante, hipnótico y, desde luego, magistral. Una genialidad.

Vuelvo sobre mis pasos. Saco mi cuaderno. Empiezo apuntando nombres y datos y termino sentándome en un banco para escribir torrencialmente sobre todo lo que acabo de ver, lo que acabo de pensar y lo que acabo de sentir.


Hay exposiciones en las que te quedarías a vivir.

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domingo, 3 de abril de 2016

Una carta desde Matera

Querido desconocido: 

Te escribo desde mi habitación en Matera, una habitación con vistas. Tan especial que siento la necesidad de sentarme a escribir(te). 

Llegué ya de noche cerrada tras un viaje agotador y, aunque todo apuntaba que la vista sería buena, de noche todos los gatos son pardos y no estaba preparada para la increíble sensación, al despertarme a las 7 de la mañana con las campanas de las mil iglesias conversando entre ellas, y ver Matera trepando ante mi ventana. 

El hotel se desperdiga, y créeme que ésta es la palabra correcta, por la ladera de la colina. Cada habitación ocupa una cueva o, como en mi caso, una construcción adosada al muro de la colina. No hay pasillos y el único espacio común es el salón del desayuno, también en una cueva, y la terraza. Por la recepción no he vuelto a pasar desde el primer día. 

Mi habitación es para quedarme a vivir. Te encantaría. Es enorme y tiene dos pisos. Absurdamente grande para mi sola, pero acogedora a pesar de todo. Podría quedarme a vivir aquí una temporada. Fantaseo con esa posibilidad ahora, mientras te escribo sentada delante del escritorio antiguo de madera que hay en una esquina del salón. Como fresas que me han dejado de cortesía y pienso que hay veces que parece que vivo en una peli. Me distraigo a cada rato de estas líneas mirando por la ventana que tengo a mi izquierda. Un gran ventanal por el que entra la luz (por la izquierda como debe ser) y por el que veo la catedral ahí arriba, en la plaza del Duomo, y la cascada de casitas, escaleras y cuevas que rueda por la ladera de la colina de enfrente.  Ojalá fuera capaz de describirte el color de Matera, pero no lo soy. Es amarillo, gris, blanco. Es tejas y rocas. Es musgo de años. Cambia de color pero no brilla ni deslumbra. Es piedra con historia y al tocarla, y lo he hecho porque cuando paseo voy, como los niños, rozando la piedra con los dedos, parece cálida. Sassi de Matera, piedra de Matera, es su nombre y algo tiene de especial. Ese calor que parece tener dentro, desprendiéndolo poco a poco y que a mi me hace pensar en el calor de toda una vida, como si fuera el rescoldo de todo lo que ha pasado por esas piedras, las cenizas aún calientes que quedan, la memoria que permanece cuando ya nada está vivo. Como si la historia latiera dentro de esas piedras. Lo sé, lo sé, suena cursilísimo pero no puedo explicarlo mejor y, además, tú no has estado aquí. 

Todo esto lo he pensado paseando, más bien trepando, por sus calles; dos semanas aquí y se me pondría un culo increíble. La piedra de Sassi lleva aquí miles de años, las cuevas de las colinas del otro lado del río ya estaban habitadas en el paleolítico y en muchas de ellas hubo familias enteras viviendo hasta los años 50. 

Si me quedara aquí dos semanas o tres, bien para escribir o bien para ejercitar mis glúteos, lo que cambiaría de esta habitación es la silla de metacrilato. ¿Por qué Dios creó el metacrilato? ¿Por qué no fulminó con un rayo al que pensó "Oh, voy a hacer un material transparente y muy feo que inmediatamente atraiga todas las miradas y voy a hacer con él muebles"? Empiezo a sospechar que era alguien de Matera. En todos los restaurantes, salas de reuniones y tiendas en los que he entrado había algo de metacrilato arruinando la experiencia estética. Quizás hay una mafia del metacrilato en la región de Basilicata. 

"Matera es especial" me dijo mi amigo El Italiano. No le creí, no me creo nada de lo que me dice. No es que desconfíe de él, o no es que sólo desconfíe de él, es que especial en palabras de un tío puede significar cualquier cosa. Ahora que lo pienso, no me creo nada de lo que me dice él ni casi ningún hombre... pero eso es otro tema y, en cualquier caso Matera, no es especial: es inesperada. 

Esta ciudad no se parece a nada de lo que he conocido ni a nada que hubiera podido imaginar. Es bonita como lo son los sitios mágicos y es humilde. Eso, eso es, humilde es la palabra que mejor se le ajusta. En la era de las ciudades encantadas de conocerte y que se anuncian con neones y luces de colores "ven a conocerme", "nunca has visto nada igual", "qué hermosa soy", Matera parece decir: "Esta soy yo, aquí estoy, ven a conocerme, nos tomamos algo y vemos si nos gustamos". Enamora sin prisa. 

Me disperso y me pongo mística. Te estaba contando cómo es la habitación. Además de la mesa y la pesadilla de metacrilato, tengo un sofá verde bastante cómodo y una cama enorme. Muy enorme. Y un armario pequeño, muy pequeño. Hace un rato, mientras tumbada en la cama remoloneando decidía si leer o escribirte esta carta, pensaba que el primer adjetivo que me venía a la cabeza para describir las paredes blancas desnudas, excepto por un par de fotografías de Matera en los años 20 y la bóveda blanca sobre mi cabeza, era monacal... pero monacal casa mal con la gran cama pensada para actividades poco ascéticas. Quizás sobriedad o sencillez se ajusten mejor. 

En el piso de abajo, sí la habitación tiene dos pisos, ya te he dicho que podría vivir aquí, hay un baño recién llegado de los años 60 y una terraza espectacular. Antes de que te cuente lo de la terraza, tengo que confesarte que ya soy oficialmente una señora mayor. Cuando entré la primera vez en la habitación y vi la escalera estrecha y de escalones altos, lo primero que pensé fue "seguro que me caigo". Le he estado dando vueltas y el momento en que las escaleras, cualquier tipo de escalera, se convierten en un peligro marca el comienzo de la "mediana edad". 

Por ahora no me he caído; y eso que tiene mérito. A pesar de lo que me cuesta madrugar y salir de la cama, aquí en cuanto empiezan las campanas a las 7 de la mañana salto de la cama y, sujetándome los pantalones del pijama, bajo las escaleras a la carrera, atravieso el pasillo y salgo a la terraza. El primer día no podía creer la suerte que había tenido con la habitación. Es una terraza para quedarme a vivir (llega el wifi), con dos butacas, una mesa y Matera rodeándome por todos lados. En el enjambre de piedras, escaleras, pendientes y callejones, esta terraza es una especie de balsa. Me quedo de pie y veo las cubiertas de teja a mis pies mientras las campanas siguen sonando, ¿sabías que los campanarios se contestan?. Hay millones de pájaros volando enloquecidos, no sé si contentos o a punto de convertirse en maniacos como en la peli porque enloquecen con tanta campana. 

Sé que estás pensando que había venido a trabajar y ¡lo he hecho! He trabajado hasta que me dolían los ojos y me estallaba la cabeza, he charlado de trabajo y de otras cosas con mis (maravillosos) compañeros de viaje, he puesto motes a un montón de desconocidos extranjeros con los que he compartido meetings, comidas, cenas y paseos. "Richard Gere abotargado", "Pajarito", "El Alcalde", "Catherine venida a menos". He visto un rodaje de bollywood y que sepas que los pectorales del galán son de cartón piedra y los lleva por debajo de la camiseta y he visto cómo construían un decorado para la peli de Wonder Woman. 

También he comido por encima de mis posibilidades, he bebido dentro de mis posibilidades (larga vida al vino Teodosio), he paseado hasta perderme y he comprobado que los italianos del norte son más guapos. 

Esto está quedando muy largo y no tengo tiempo para más. Tengo que cerrar la maleta y volver a casa. 

Besos

Molinos.

PS: no te he comprado nada pero una carta vale muchísimo más.