lunes, 9 de marzo de 2015

Un garito y un hombre

Caminamos por el centro de Madrid. Hacía años que no paseaba por esta zona a estas horas. Calles adoquinadas y peatonales llenas de gente que buscan otro bar para tomar una copa o hacen cola para entrar en alguno de los locales que se multiplican en las dos aceras. Relaciones públicas que te asaltan para invitarte a copas con ofertas para emborracharte. Estamos mayores para eso. 

- Moli, aquí. 

Una puerta pequeña, muy pequeña, tanto que no la había visto al pasar por delante y tengo que volver sobre mis pasos. 

Entramos y lo único que veo es rojo. Rojo puticlub. La puerta se abre casi encima de una barra detrás de la cual se iluminan sobre el fondo rojo un montón de botellas de alcohol. La luz parece venir de dentro de las botellas, como si en ellas, además del líquido correspondiente, hubiera un genio con ganas de salir. 

Pero no. El genio está detrás de la minúscula barra. Un hombre enorme, gordo pero proporcionado. Vestido con vaqueros y una camisola blanca sobre la que lleva un chaleco ridículamente pequeño que parece naranja con incrustaciones brillantes. Lo más llamativo es sin embargo su cara, subrayada por una larga barba blanca, frondosa y desflecada, con los ojos escondidos detrás de  unas gafitas pequeñas y redondas. Tapando lo que supongo será una calva con pelos largos que le caen por la espalda lleva un gorrito indio del mismo color y estilo que el chaleco. Mientras nos pone las copas no puedo dejar de mirarle. Tiene que ser consciente de las miradas que atrae pero no se inmuta. 

Nada más entrar a la izquierda, hay un estrecho pasillo entre la barra y la pared. Sobre mi cabeza, un perchero en el que todos dejan sus abrigos. Yo no quiero quitarme mi chupa de cuero negro, no quiero dejarla ahí. Para empezar las perchas están demasiado altas y no sé si alcanzaré y además, a pesar de que soy poco caprichosa para la ropa, me encanta esa cazadora y no quiero que me la roben. Tengo alma de ratero, lo sé. Siempre pienso en lo fácil que es mangar cosas y por eso voy siempre aferrada a las mías y mirando a mi alrededor como si fuera a ser víctima de un secuestro en un barrio peligroso de México D.F. 

El genio de la barra es el amo y señor del garito. No parece haber más camareros ni siquiera en los pasillos que se intuyen al fondo, por detrás de las botellas luminosas. Pone las copas, recoge vasos, gestiona la caja y pone la música. 

El canon de Pachebel. No damos crédito. 22 minutos de melodía repetida ilustrada con un vídeo en la pantalla que corona una de las paredes de una  orquesta sinfónica tocando la pieza. Mientras la conversación deriva a imaginar el momento en que Pachebel salió corriendo de su despacho gritando "Mari, no te lo vas a creer he encontrado una melodía fabulosa, es corta y no sé muy bien como seguir pero es la bomba". Y su mujer para quitárselo de encima le dijo "pues que la toquen de uno en uno y así dura más", me dedico a mirar al grupo que estaba antes que nosotros y que nos impide acomodarnos bien. 

Pegado a nosotros, tan pegado que por un momento pienso que es amigo de alguien y yo no me he enterado hay un hombre gordo. Gordo sin proporción. Inmenso. Fofo. Lleva una camisa de color claro, abrochada hasta el cuello y metida en unos pantalones subidos hasta más arriba de la cintura. Es completamente calvo y tiene la cabeza perfectamente esférica. Los ojos pequeños, hundidos en unos mofletes sonrosados y alternativamente nos mira y nos da la espalda. Es un especie de cruce entre Sloth de los Goonies y Fraga en Palomares. 

Mientras el Canon de Pachebel da paso a David Bowie en sus mejores momentos de maquillaje, peluquería y trajes picudos, nos movemos al fondo del pasillo. Todas las paredes del garito están forradas de posters, recortes de noticias y fotografías de cantantes, grupos musicales y algún que otro actor de los años 60 y 70. Justo encima de mi cabeza hay un recorte "Jimmy Hendrix tocará en Palma de Mallorca". 

Me apuesto una mano a que allí estuvo el hombre de la barba deshilachada y el chaleco naranja antes de tener esa barba y necesitar gafas. 

Después de David Bowie y mientras hablamos de sustancias alucinógenas, suena Octopus Garden de los Beatles. Me dedico, entonces, a contemplar al grupo que está justo a nuestro lado. Son extranjeros,  parecen ingleses. Ellas son rubias y una de ellas lleva vaqueros de tiro bajo, se le ve un mínimo tatuaje al final de la espalda, justo al final. En uno de los hombres no me fijo, pero el otro me tiene fascinada. No es un hombre, no sé si alguna vez llegará a serlo o a tener pinta de ello. Es un chico joven y parece recién aterrizado de uno de los vídeos que se proyectan en la pantalla. Podría ser miembro de los Monty Phyton o un huésped de Fawlty Towers. Lleva un imposible jersey amarillo anaranjando y el pelo rubio apelmazado con raya al lado. El flequillo estratégicamente cruzando y aplastado sobre la frente. Completa su pinta con unas gafotas de concha que se posan encima de ese flequillo. Antiguo es la palabra que le define. Hipnótico en su rareza. 

Más allá ha entrado una pareja. Él no me llama la atención más que cuando hace alarde de saberse la letra de alguna de las canciones que suenan. Ella lleva el pelo corto y una margarita blanca de tela colocada encima del flequillo. No sujeta nada, simplemente la tiene posada sobre el pelo. ¿Por qué? ¿Cómo consigue él concentrarse en lo que ella le está diciendo y no centrarse en la margarita? Yo no sería capaz. 

Doy tragos a mi copa. En la pantalla un increíble Tom Jones baila con Janis Joplin.  Un tema con un ritmo brutal que hace que se muevan los pies y tenga ganas de bailar. Muchísimas ganas. 


De repente y sin venir a cuento, en medio de la conversación sobre viajes alucinógenos, visiones y pensamientos cósmicos, me visualizo en la barra con un hombre que conocí hace años. Nunca pasó nada entre nosotros, nunca hemos tomado una copa ni compartido una comida. Casi ni nos hemos tocado. Me viene a la mente y nos visualizo en la barra, tomando una copa, sentados en esos taburetes con el hombre del gorrito mirándonos. Sé exactamente cómo me sonreiría y como me hablaría, como se iría relajando según fuera bebiendo. Le conozco y no bailaría jamás pero me miraría sonriendo mientras yo bailara. La sensación es tan fuerte que puedo sentirle mirándome. 

- Nos vamos ya. Son las mil. 


En el taxi atravesando Madrid para volver a casa, llevo la sensación de la sonrisa de ese hombre pegada a la piel. 

Me  miro los zapatos. Me gustan mis zapatos. Ni siquiera sé que hora es y además me da igual. Apuesto a que ese hombre está durmiendo. 

viernes, 6 de marzo de 2015

El test de Bechdel y las series


Alison Bechdel es una dibujante de comics bastante conocida que en el tebeo Fun Home cuenta pormenorizadamente su desagraciada infancia en una historia dura pero muy bien expresada. (A mí me lo regaló un descerebrado ilustre)

El Test de Bechdel es una especie de prueba que se inventó una amiga suya para medir la "brecha de género" en una película, un comic, un libro o lo que fuera. Yo no le veo mucha importancia a esto, me interesa más si la película, el comic o el libro me cuentan una buena historia y me gustan que si hay más mujeres u hombres pero entiendo que haya personas a las que les interese. 

Por otro lado,la escritora canadiense, Margaret Atwood en su libro "La maldición de Eva" dice: 
"Si invento un personaje femenino, me gustaría poder describirlo como alguien capaz de sentir todas las emociones del ser humano - odio, envidia, rencor, codicia, ira y miedo, y también amor, piedad, tolerancia y alegría-, sin tener que presentarla como un monstruo, una rareza o un mal ejemplo. Me gustaría también que fuera ingeniosa, inteligente y traviesa si la trama lo requiriera, sin tener que presentarla como una divinidad maligna o un ejemplo evidente de maldad de las mujeres. Durante mucho tiempo, los hombres en la literatura han sido considerados individuos; las mujeres, simplemente ejemplos de un género." 
¿A qué viene toda esta cháchara? Pues porque últimamente he visto varias series que pasan el Test de Bechdel con holgura y en las que las protagonistas son mujeres normales y corrientes sin asomo de halo de buenisimo ni una reconcentración de maldad en plan madrastra. 

Saga Noren de la serie Bron. Policía, treinta y tantos, soltera y con algunos problemas para socializar o empatizar con los demás. Es adicta a su trabajo, que le encanta, y en el que es la mejor. No tiene relaciones amorosas aunque se busca compañeros solo para el sexo y si te he visto no me acuerdo. Suelta lo primero que se le pasa por la cabeza sin pensar en la reacción del otro, conduce un porsche beige espantoso y va vestida siempre con la misma ropa. Si algún tío le dice un piropo lo fulmina con la mirada pero cuando su nuevo compañero le dice que le ha hecho daño es sensible a ese nuevo dato que ni siquiera había pensado. Tiene un piso pequeño, sin ordenar y sin el más mínimo detalle decorativo. 

Alicia Florrick protagonista de The Good Wife. Esposa, madre de una parejita, mujer modelo que dejó su carrera de abogada para ocuparse de la familia y que vuelve a ejercerla cuando su marido acaba en la cárcel por chanchullos y tráfico de influencias. Alicia es un personaje que evoluciona de piltrafa humana sin dignidad pero muy preocupada por las apariencias y el qué dirán hacia el "me la pela todo el mundo y yo soy yo porque yo lo valgo". Su marido se la pega con prostitutas y demás mujeres pero ella vivía absurdamente en su limbo de familia perfecta y no se enteraba de nada. Cuando se entera de la movida, le pueden las apariencias y el que dirán y juega a "soy buenísima y te lo perdono todo" hasta que se da cuenta de que esa actitud es absurda porque ella tampoco le quiere. Decide entonces por su puro interés profesional mantener las apariencias mientras cada uno hace su vida. 

Alicia en esta nueva etapa es prepotente, chula, tiene la misma naturalidad que una orquídea de plástico y el mismo sentido del humor que un cubo pero ahí está ella, subida a sus tacones, puteando a quien puede, luchando por sus hijos (a ratos) y dándose cuenta de que tiene ambición y quiere ser lo más sin dejarse pisotear. Como tiene un pasado mogijato y es americana lo del sexo por el sexo lo lleva regular y le falta soltura. Se le insinúan muchos pero ella es de las "necesito algo más, nada está a mi altura", rollo "Olenska". 

Claire Underwood es la protagonista, junto a su marido, de House of Cards. Claire es la ambición con patas enfundada en faldas tubo y subida a tacones imposibles. Es elegancia, belleza, atractivo y clase al servicio de su ambición desmedida por ser la mujer más poderosa del mundo de la mano de su marido. ¿Se quieren? No. Son una especie de empresa común, fundada hace 25 años cuando se conocieron y con el propósito a largo plazo de conseguir ser Presidentes de Estados Unidos. Se complementan en sus ambiciones, se ayudan, pero se cortarían las manos el uno al otro si fueran un obstáculo para el otro. Están juntos porque se necesitan como socios, nada más. Claire es malísima, fría, calculadora con el mismo instinto maternal que un tenedor y ningún tipo de compasión. Es inteligentemente guapa y desprende un magnetismo brutal que utiliza convenientemente para sus propios intereses. Traiciona, humilla y es malvada con conocimiento de causa y sin remordimientos. 

Birgitte Nyborg, protagonista de Borgen. Política, cuarenta y tantos, esposa y madre de dos hijos. Vive en Copenhague y hasta que es nombrada Primera Ministra va en bici a trabajar. Llega a casa cansada, estresada, no suelta el móvil ni el ordenador y la mayoría de las cenas las hace su marido o las encarga. Ha llegado a un acuerdo con su marido para que él se encargue de los niños y ella pueda dedicarse a su carrera pero la relación hace aguas porque para ella su trabajo es lo más importante. Se separan sin traumas, sin malos rollos, sin tirarse los niños a la cabeza y pasados unos meses hasta se ríen juntos y son amigos. Ella sigue con su vida, él con la suya, trabajan, ella politiquea y se da cuenta de cómo el poder te resta contacto con la realidad. Es consciente de eso e intenta repararlo. Comete errores, los arregla o no. Niega la realidad, termina por aceptarla. Se gusta a sí misma con todo lo bueno y lo malo. 

Allison y Helen las dos mujeres protagonistas de The affair. Allison es camarera, está casada y tuvo un hijo. Helen tiene una tienda en Manhattan, es de familia acomodada, tiene 4 hijos y su vida es exactamente como la había imaginado. Las dos ven como sus vidas cambian drásticamente y cada una de ellas lo enfrenta de una manera distinta. Allison toma el toro por los cuernos, le echa huevos y dice ahí voy y Helen se encierra, patalea, se enfada y niega la realidad hasta que la realidad se le clava en el entrecejo y no le queda más remedio que aceptarla por su bien. Las dos sufren, son inteligentes, tienen miedo, momentos de desesperación y momentos de no gustarse a sí mismas para luego aceptarse y saber qué tienen que tirar con lo que son. 

Seis mujeres protagonistas de series, seis mujeres que tienen vidas aparte de los hombres, aunque los hombres sean una parte importante de sus vidas. Seis mujeres que no son exclusivamente madres, ni exclusivamente profesionales. Seis mujeres con defectos y virtudes. Seis mujeres que se cansan, se enfadan, están hasta el moño de algo, luego están eufóricas, contentas, lloran, ríen, odian o no se enteran de nada. 

Seis mujeres y ninguna cocina nada decente. 

Seis mujeres como cualquiera. 

Seis mujeres como yo.

Cinco series para ver todos. 

miércoles, 4 de marzo de 2015

Puntuando una historia

http://austinkleon.com/
Austin Kleon
Iniciar con mayúscula para comenzar un texto y una historia.

No olvidar nunca colocar el signo de interrogación que da paso a la curiosidad por lo desconocido, a lo vislumbrado a lo lejos y que sin embargo atrae como un imán. Una pregunta.

¿Quién eres? 

Finalizar con un signo de interrogación la pregunta que nunca acabará de responderse. 

Sujeto, verbo y predicado. Frases cortas que comuniquen lo justo sin parecer demasiado sencillas ni demasiado complejas. Que muestren y expliquen pero no apabullen, avasallen o arrasen. Punto y seguido. Una vez encontrado el tono, el ritmo que permita un peloteo cómodo pero no hasta el punto de resultar previsible y aburrido, que dé lugar a una pregunta más. Otra respuesta más y un par de interrogantes que muestren cada vez más interés y menos miedo por las respuestas. 

¿Dónde colocar los acentos? ¿Cómo hacerlo bien? ¿Será malo mostrarse demasiado agudo? Y si piensan que soy sosa, ¿será grave? Otros temas, sin embargo, los conducen a ambos a llevarse sorpresas mayúsculas (y esdrújulas) que no por inesperadas, o precisamente por serlo, resultan más agradables. 

Comas. Una detrás de otra, que marcan la sucesión de todas y cada una de las cosas en las que coinciden. Una lista que empieza por dos puntos: libros, historias, recuerdos, canciones, manías, fantasías, ilusiones, sexo y que (no) terminen en tres puntos suspensivos poco ortodoxos ... con espacio por detrás para seguir añadiendo elementos a esa lista que prevén interminable. Punto y seguido. Como la historia. 

Exclamación de sorpresa para marcar la incredulidad en el reconocimiento imposible ¡No lo pueden creer! ¡No puede ser verdad! Asombro sin adverbios terminados en mente que vulgaricen su historia. Punto y coma; algo no encaja. Se para; continúa. 

Las exclamaciones son ahora de zozobra, de inquietud. Van seguidas de mil dudas con su inicio y su final. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué? ¿Dónde está el suelo que nos sostenía? ¿Nos soltaremos? 

Punto y coma; punto y coma; punto y coma. Punto y aparte

Aquí termina. 

¿Punto final? 


PS: este es mi segundo propósito del año que ha comenzado en febrero. Intentar escribir lo mejor posible. Cuidar la ortografía y la gramática. En ello estoy y es un propósito para todo el año.


lunes, 2 de marzo de 2015

Lecturas encadenadas. Febrero


Ocho libros han caído este mes. Como son muchos, intentaré no aburrir con lo que no me ha gustado y ser entusiásticamente breve con lo que me ha gustado mucho y he disfrutado. 

La historia secreta del Día D,  de Ben Macintyre, préstamo de Juan. Hablamos mucho de la II Guerra Mundial, de espías y de sexo, pero sólo intercambiamos libros sobre los dos primeros temas. 

Este libro aborda una parte de la II Guerra Mundial que no conocía, el papel de los dobles espías captados primero por los alemanes pero que desde el principio trabajaron para Gran Bretaña y los aliados. Ellos fueron los responsables de tramar y tejer la red de desinformación que hizo creer a los alemanes que el desembarco del día D se produciría en Calais y Noruega y no en Normandía. Macintyre cuenta la historia personal de los espías entre los que está la del español, Juan Puyol “Garbo”, que empezó como criador de pollos y acabó de superespía gracias a una imaginación desbordante.

Es un texto muy ameno que se lee casi como una película en blanco y negro de espionaje, con muchos personajes e historietas y también muchísima información. Hay un par de historias sobre las palomas mensajeras espías y los murciélagos bombas que no sé como no han sido contados por Tarantino en una película. 

El nadador en el Mar Secreto , deWilliam Kotzwinkle. Enviado por la editorial Navona en una edición sencilla pero muy chula. Es un libro que se lee y también se siente porque tiene la cubierta de tela rugosa. Es una sensación que ya asociaré a esa historia para siempre. 

Es una novela muy breve, escrita en 1975 y con una parte autobiográfica. Tres días en la vida de una pareja contados desde el momento en que ella rompe aguas. Es una escalada trágica y esforzada, en la que ambos, ella y él tienen que ayudarse mutuamente para alcanzar una cima que no esperan y cuya bajada resulta mucho más dura y difícil de enfrentar. Es una historia con nieve, nieve silenciosa que parece amortiguar la historia de Lasky y Diane, que da la sensación de hacerlos de corcho, de aislarlos del mundo, del lector y al mismo tiempo ese mismo silencio, esa blancura hace destacar trágicamente cada pensamiento y sentimiento que tienen. 

Me ha gustado muchísimo y me recordó a “Una cuestión personal” de Kenzaburo Oé aunque sin ese tono egoísta del japonés. Es una historia preciosa e increíblemente íntima. 

Y la mejor descripción de un parto que he leído jamás está en esta historia. 
“Laski bajo la mirada y en la grieta rasurada y sudorosa vio algo rosado y extraño, un pequeño fragmento de carne que no alcanzó a asimilar. Él sólo reconocía las olas que volvían a llevárselos a un lugar en el que estaban solos en un amor y una tristeza que nadie más podía compartir, solos y cada uno aferrado al otro en aquella realidad para la que tanto se habían preparado y para la que ninguna preparación era suficiente.” 

Una Asombrosa Aventura De Jules, de Emile Bravo. Volumen 2. Comic que le trajeron los Reyes a M que ya había leído el año pasado la primera parte. A ella le encantan las historias de Jules y a mí también. Si tenéis hijos a partir de 8 años, este tebeo es muy buena opción para que lean algo distinto, entretenido, divertido, con historia, personajes chulos y mucho humor. Además, en este volumen, en las tres historietas que lo comppnene se habla del cambio climático, de navegación, de genética e incluso de sectas. No estoy diciendo que un buen tebeo o un buen libro tenga que enseñar algo para ser mejor, pero que esas ideas estén en un tebeo es una buena manera de que los niños vayan conociendo más cosas. Pero que conste que el principal valor de las historietas de Jules es que molan mucho. Ya estáis tardando. 

La Tejonera de Cynan Jones, enviado en este caso por la editorial Turner dentro de su colección “El cuarto de las maravillas”. A pesar, o precisamente por eso, de las grandes frases de su portada (creo que haré un post sobre estas frases) “Un nuevo clásico”, “Absolutamente  magnética”, “Brillante, tensa, dura, inolvidable”, no me ha gustado nada. 

Es una historia que en cierta manera se parece a la de El nadador en el Mar Secreto pero en vez de ser una novela breve muy brillante y conmovedora, ésta es un desastre. Dos historias sin mucho que ver que se supone suceden paralelamente en la campiña galesa. Una de ellas, la de David, tiene sentido e identidad en sí misma y consigue transmitir emoción aunque no sea nada original ni del otro mundo. La otra, la del “hombre corpulento” no aporta nada más que confusión y bastantes datos sobre la caza del tejón, un tema que lamentablemente me interesa cero. El estilo narrativo fluye bastante bien con la historia de David y es una carrera de obstáculos con los tejones. 
“¿Cuántos recordatorios habría?, preguntó. ¿Cuántas veces me pasará esto? Es tan palpable su presencia aquí. Estaba al borde de la ira, pero de pronto lo asaltó un sentimiento triste y desesperado de cálido afecto por ella. Puedo aferrarme a ella, pensó. Dentro de mí puedo aferrarme a ella.” 
El puente de Brooklyn de Henry Miller, enviado también por Navona Editorial. Recoge una serie de relatos, todos con material autobiográfico como casi siempre en Miller, algunos mejores y otros peores pero todos muy reconocibles como suyos. Hacía muchísimo que no leía nada de él pero si lo pienso una serie de casualidades cósmicas hacían inevitable que llegara este libro a mis manos. Me fijé en la correspondencia entre Miller y Durrell que tenía en la estantería y escribí un post, decidí releer El Cuarteto de Alejandría que me encantó… y ahora reencontrarme con Miller. 

Algunos de los relatos, especialmente el primero que es una especie de torrente narrativo de desgracias descritas por un personaje trágico, debieron ser una clara influencia en David Foster Wallace. La misma visión trágica y ácida de la vida, el mismo punto de vista desde arriba y la misma erudición apabullante que no te deja casi respirar. En el relato “Fricandó Astrológico” me he reído a carcajadas y no podía dejar de pensar en “El guateque” de Peter Sellers. 

Miller no es para todo el mundo y creo que los Trópicos hay que leerlos de joven para que causen el efecto que deben, son una especie de pasarela a la vida adulta. Su correspondencia con Durrell, sin embargo, es una maravillosa manera de contemplar la vida de un escritor, entender su madurez, comprender la amistad y asombrarse por una vejez lúcida y plena. 
“Resulta mucho más fácil suicidarse que matar el alma. Queda la duda - con la que ni siquiera el más decidido destructor puede acabar - de que eso sea posible. Si se pudiera llevar a cabo mediante un acto de voluntad no sería necesario invocar el destino, pero precisamente por la voluntad ha dejado de funcionar es po lo que el individuo desesperanzado se rinde a los poderes existentes.” 
Cadáveres en la playa de Ramiro Pinilla. ¡Qué pena me dio su muerte hace unos meses! Este nuevo caso de Samuel Esparza me lo regalaron por mi cumpleaños. Otra vez Getxo, volver a los escenarios que conozco desde que hace cuatro años comencé a leer a Pinilla, otra vez la playa, el Mar Cantábrico y la lluvia. Una lectura agradable, entretenida y que para mi es “casa”. 
“Las playas como simple paisaje, pueden admirarse desde arriba, pero solo se sienten desde abajo”. 
Del Color De La Leche, de Nell Leyshan. Regalo de Nan por mi cumpleaños y comprado y dedicado en Tipos Infames

Tercer libro en el mes con una  historia trágica en un entorno rural. Mary, una jovencita con el pelo “del color de la leche” y una malformación en una pierna, cuenta su vida en una granja paupérrima en Inglaterra en la que vive con sus tres hermanas a las órdenes de un padre despótico que las obliga a trabajar de sol a sol.

No voy a descubrir nada más de la historia. A Nán le deslumbró y a mi me ha parecido normalita sin más. Contada con la candidez de una niña que ahora mismo estaría diagnosticada como Asperger resulta chocante y sorprendente en el estilo y la forma. Todo en minúsculas, en frases cortas, tal  y como escribiría alguien que acaba de aprender a hacerlo. A mí esa forma de escribir me parece en sí misma un artificio para hacer la historia más dramática, intentar hacerla más real. No es una mala novela pero no me ha parecido nada del otro mundo. 

Terminé el mes con El asesino de policías regalo de las princezaz y El Ingeniero por mi cumpleaños. Un nuevo caso del inspector Martin Beck ambientado en esta ocasión en Escania, en Malmo, escenario dónde muchos años después Mankell desarrolla todas las historias de inspector Wallander. Una novela policiaca entretenida aunque me ha parecido más floja que las anteriores. 
“Tampoco le gustaba la idea de la mujer como objeto sexual en una sociedad donde ni siquiera el principio de igual remuneración por igual trabajo se cumplía”. 

¿España 2015? No, Suecia 1973. Y seguimos igual. 

En resumen, corred a leer El nadador de medianoche, conseguid Jules para vuestros churumbeles y vosotros y aprended algo de espías con Ben Mcyntire. 

Con esto y un bizcocho hasta los encadenados de marzo.