lunes, 1 de diciembre de 2014

¿Cómo se abriga un hombre?


¿Cómo se abriga un hombre? Mal. 

Hay tres clases de tíos: 

- Los que nunca llevan algo de abrigo.
- Los que siempre llevan una prenda de abrigo totalmente inadecuada para la ocasión. 
- Los que tienen mil, a las que llaman de distintas formas para despistar. 

Ya se lo que estáis pensando vosotros, con lo de tíos, al leer esto: yo no me veo en ninguno de esos tipos. 

Ja. 

Para empezar hay que aclarar que los hombres son un completo desastre para adecuar su termostato interior a la temperatura exterior, sea el exterior Córdoba o Bilbao. 

Normalmente, y por sistema, nunca tienen frío. No sé en qué momento de la evolución humana, los hombres pasaron de ansiar llevar cuantas más pieles de mamut mejor, para así no pasar frío, a decir: ¿mamut yo? Pero si no hace nada de frío. 

Los pocos que tienen frío alguna vez, según mi exhaustiva investigación, responden a uno de estos tres patrones:

- pasan de 50 años y dicen mucho "cuando me jubile me iré a Canarias o a Almería a pasar el invierno";
- son esclavos de la moda y aunque no lo digan piensan eso de "para estar bello hay que sufrir";
- fingen que tienen frío para que les achuches y meterte mano. 

Vayamos por partes. 

Hay tíos que jamás llevan abrigo. Pueden acarrearlo, llevarlo en el coche en el asiento de atrás, llevarlo en el brazo al subir a la oficina o al entrar en un bar, pero jamás lo llevan puesto. ¿Por qué no se ponen abrigo? No lo sé, no sé si es una especie de rebeldía con efecto retroactivo a cuando su madre les perseguía diciéndoles que se pusieran el abrigo. No sé si es que les da vergüenza o urticaria. El caso es que hay miles de ellos: no hay como pasear por cualquier ciudad y ver a las puertas de los edificios a tíos fumando mientras mueven los pies, meten la cabeza entre los hombros para intentar taparse las orejas y ponerse de espaldas al viento para que no se les caiga el moco. ¿Sería más fácil, más cómodo y menos ridículo ponerse el abrigo que se han dejado en el perchero de su despacho? Si, por supuesto que sí. Pero son tíos. 

Los que llevan siempre una prenda de abrigo inadecuada. Este grupo me fascina. Son fácilmente identificables porque o bien llevan una cazadorita color verde lima en plena nevada en la Sierra de Madrid o van vestidos como los protagonistas de Fargo en septiembre con una temperatura exterior de 22º C. ¿Qué les pasa? Los de la cazadorita verde lima en plena nevada son primos hermanos de los que llevan la  cazadora vaquera roñosa en enero en plena jarreada; este grupo creo que combina un toque de "yo nunca tengo frío" con unas gotas de "qué sexy me veo con esta prenda de abrigo, es la que mejor me sienta", combinado con una lastimosa falta de alguien que les quiera y les diga: Pero ¿se puede saber qué cojones te has puesto con la que está cayendo? 

Los que se aprietan tres gorros polares, orejeras y botas forradas de borrego con 15 grados centígrados, son del grupo que finge el frío pero les encanta ese look de rudo leñador de las Rocosas y salen a buscar ligue. Son esclavos de una moda que no tiene utilidad práctica en nuestro país (estos están muy emparentados con las usuarias de botas de agua Hunter en lugares con el mismo régimen pluviométrico que un desierto) ¿Qué tipo de ligue buscas con ese look? ¿Otro leñador del medio oeste sudando como un cerdo con ropa térmica a 20 grados? ¿Una tipa con botas de agua y los pies recocidos? No me lo explico. 

Por último está el grupo de los que tienen varias prendas de abrigo. Quedas con ellos entre semana y llevan un abrigo de ejecutivo encima del traje, quedas con ellos el viernes por la noche y llevan una chupa de cuero de empotrador, quedas con ellos el sábado para dar un paseo por el campo y llevan una cazadora verde, quedas un dia de nevada y llevan un abrigo de esquiador, quedas un día para ir a una expo y llevan una cazadora vaquera, quedas a hacer deporte y llevan un cortavientos, quedas a coger setas y llevan un forro polar con neopreno. Es imposible seguirles el ritmo de cambio de prenda de abrigo. Un día cometes el error de decirle: ¿tú cuantas prendas de abrigo tienes? 

Te mira por encima del hombro y te dice: 

- Una. 
- ¿Cómo que una? Yo te he visto 20 distintas.
- Claro que no. Tengo un abrigo, una cazadora de pasear por el monte, un forro polar para correr, un cortavientos para el pádel, la cazadora vaquera levis que me compré para ir a mi primer concierto de los Rolling, una de cuero que me compré en un mercadillo de segunda mano, una chupa de neopreno que me regaló mi última novia...

Pero claro, luego las raras somos nosotras, que distinguimos el verde lechuga del verde “sal al monte a cazar gamusinos”.


Acabo de recordar que hay un último grupo: los que llevan el abrigo echado por los hombros sin meter los brazos....NO tengo nada que decir a esto. Si vuestra pareja o ligue hace esto... huid, ese tío esconde algo. 


miércoles, 26 de noviembre de 2014

Cositas que he visto: recomendaciones y despellejes


Voy a empezar por lo mejor, así tendréis que llegar al final para disfrutar de los despellejes que es lo que más os gusta. 

Bron/Broen. El Puente. Serie policiaca de coproducción sueco/danesa que comienza cuando aparece un cuerpo en medio del puente de Oresund, justo en la frontera entre Suecia y Dinamarca. Un sólo caso ocupa los 10 episodios de la primera temporada. Hay un policia danés grandote, con manazas y con bastante componente de norueguismo y una policia sueca, rubia, flaca y con las mismas habilidades sociales que una mantis religiosa que trabajan juntos en el caso. 

Como no es una serie americana no hay absurda TSNR entre ellos, ni conversaciones de niños de 17 años. Resuelven el caso y de alguna manera extraña se hacen amigos y comparten sus problemas personales. 

Es una serie policiaca (a los lectores de Wallander les sonará el ambiente) que engancha, entretiene e intriga. Tiene un buen guión y buenos personajes. Que los personajes principales lleven la misma ropa toda la temporada, que la protagonista no se peine jamás y que él sea tan grande que no te puedas creer que quepa en el coche de ella no te saca para nada de la trama. 

Que la productora haya elegido para el porsche 911 de ella, el color caca de diarrea me resulta inquietante pero supongo que era el más barato. No sé en que estaría pensando Porsche para fabricar deportivos de ese color. 

Recomendadísima. Y no lo digo yo sola.

The Newsroom. Aunque los periodistas, la redacción de informativos y los empresarios de la comunicación que aparecen se parecen como una huevo a una castaña a los que conozco yo, es una serie que hay que ver. 

Los personajes son potentes, los guiones brillantes, pone a caldo la situación política de Estados Unidos y sobre todo tiene el mejor personaje femenino que se ha escrito en años en la tv. 

Ni la estirada de Alicia Florrick con su mohín permanente de "soy tan guay que no respiro", ni la loca de Carrie en Homeland, ni siquiera Carmela de los Soprano están a la altura del personaje de Sloan Sabbith que literalmente y según han avanzado las temporadas se ha comido al resto de los personajes de la serie. Sloan es una periodista económica brillante, inteligente, con un sentido del humor fascinante, es responsable, observadora, lista y con muchísima clase. Todo eso no quiere decir que sea un personaje altanero y desagradable; tiene también sus debilidades que son las de todos y además es increíblemente guapa y sexy. Si yo fuera hombre heterosexual o lesbiana tendría sueños eróticos con ella seguro. 

Recomendadísima también. 

The Thin Blue Line. Brujuleando por la red encontré una lista con 50 documentales imprescindibles. Desestimé el primero de la lista porque es un documental de más de dos horas sobre jugadores de baloncesto americanos y me lancé a por el segundo. 

Hipnótico, terrorífico y desasosegante como un thriller de acción mezclado con El proceso de Kafka. Un hombre es detenido, acusado, juzgado y condenado por el asesinato de un policía que no cometió. El documental presenta los testimonios del inocente acusado, del verdadero culpable mintiendo como un bellaco, de los policias tergirversando la realidad para que se ajustara a lo que querían y pasando por alto datos que contradecían su versión, de los abogados de defensores que se estrellan contra una justicia absurda, de testigos ridículos y malintencionados, de testigos reales que ven como su testimonio se desprecia. Todo acompañado de una reconstrucción del asesinato y con una música de Philip Glass que te deja pegado a la pantalla. 

Muy recomendable. 

The Act of Killing. Ocupaba el nº 20 en la lista de documentales pero alguien me dijo que tenía que verlo y pasé por alto los anteriores para seguir esa recomendación. The Act of Killing es un documental muy desagradable, horrible y completamente descorazonador. Lo ves y piensas "que mierda somos los seres humanos", te quedas con un mal cuerpo espantoso. Trata sobre el asesinato en masa de más de 1 millón de comunistas por orden de Suharto en Indonesia en 1965. 

¿Otro documental sobre genocidios? No. Éste es distinto. Los asesinos, masacradores, violadores, torturadores y salvajes salen alegremente en pantalla recreando sus crímenes con satisfacción y felicidad porque creen que están grabando una película. Todo es tan macabro y tan surrealista que a veces sonríes porque no te puedes creer lo que estás viendo: asesinos crueles recreando sus crímenes como si fuera una película de Tarantino. 

Confieso que lo vi en tres veces porque me dormí dos de ellas a la mitad. Puede que parte de la culpa fuera de mi insomnio peroooo...tampoco es esa obra maestra que me habían dicho. 

Recomendado pero con precaución. 

Los misterios de Laura. Serie española. Una cruz que he visto como prueba de amor maternal con las princezaz. Ellas habían visto algunos capítulos con sus primos y estaban tan emocionadas por hacerme partícipes de lo listísima que es "la policia Laura" que durante unas cuantas noches me sometí a la tortura de visionar un capítulo con ellas. La experiencia ha merecido la pena por las risas que me he echado con ellas pero ha sido una pesadilla por la que serie es atroz. 

Lo único bueno que tiene es que es tan tonta que es completamente blanca y para todos los públicos. Todo lo demás es horroroso: las tramas enrevesadas, los actores son de vergüenza ajena, los diálogos forzados, la producción cutrísima y la protagonista lleva permanentemente gabardina y botas altas como si fuera policia de Scotland Yard en un pueblo con mucho barro. 

En uno de los capítulos sale Lydia Bosch haciendo experta en lógica matemática que es sorda pero lee los labios y nadie se da cuenta hasta el último momento. Si esto no es amor maternal...

Apta solo como prueba de amor con los hijos. 

"El secreto de Lena Dunham", me tropecé con este titular este verano en el dominical de El Pais (Nota mental, hacer un post despellejando los dominicales de los periódicos). Sabía quien era Lena Dunham porque una vez la había visto disfrazada de piolín en algún sitio pero desconocía porque era una figura del feminismo. Me leí la entrevista y aparte de enterarme de que tenía un perro canijo y Guillermo Fesser no sabe entrevistar no conseguí saber mucho más. Así que fui a las fuentes y me puse a ver Girls, la serie que protagoniza y de la que es creadora. 

Aguante temporada y media y sigo sin saber porque Dunham es un icono de feminismo. En la serie tiene veintipocos años, se supone que escribe algo, sus padres le quitan a asignación, se pasea en bolas, sufre, habla sin parar sin decir nada muy interesante, se pasea en bolas, acosa a un chalado que construye algo con metales en el interior de su casa oscura como boca de lobo, se pasea en bolas, se pelea con sus amigas, se pasea en bolas, se hace novia del chalado, se pasea en bolas, lo deja. Alrededor pululan un exnovio gay, una amiga repija y fea, una amiga repija y guapa con mucho sentimiento y una amiga carajipi, intensa y a la que dan ganas de abofetear hasta la muerte desde el minuto 1. En un capítulo en el que Lena se paseaba en bolas y se metía en la bañera y llegaba la carajipi se metia con ellam se sonaba los mocos y los dejaba flotando en la bañera, abandoné mi propósito de entender el feminismo de Lena Dunham. 

Abominable hasta el infinito. 

Lo imposible. La ponían en la tele. No la había visto. Manta, sofá, chimenea y chuches de manzana del Lidl superácidas y altamente adictivas. Sobreviví a la peli gracias a las chuches. Que coñazo de película, pasado el tsunami todo lo demás es soporífero. ¿Espectacular? Pues sinceramente, me parecen más espectaculares todas las imágenes reales de la catástrofe. En mi escala de pelis de catástrofes inncesariamente largas e innecesarias para la humanidad está justo en el mismo lugar que Titanic. Sigo prefiriendo "El coloso en llamas", aunque sea mentira y  tenga 40 años.

Huid insensatos aunque me temo que muchos la habréis visto en el cine. Si no es así, con que veáis el trailer lo habéis visto todo. 


He empezado House of Cards... pero de eso y de como me estoy aburriendo con la nueva temporada de The Good Wife ya hablaré otro día. 

lunes, 24 de noviembre de 2014

Creo en las casualidades


Paseo por la ciudad, voy mirando los árboles, los colores de otoño, el tráfico de las calles, me fijo en los transeúntes y en los escaparates de las tiendas. De repente, mientras espero a cruzar en un paso de cebra, algo muy raro en mí porque siempre me lanzo a cruzar, pasa por delante un microbús con dos personas que conozco. Ellos no me ven, pero yo sí. Yo no vivo aquí, ellos tampoco. ¿Qué posibilidades había de que coincidiéramos justamente en ese cruce en el mismo momento? 

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Me paso toda la tarde dándole vueltas al encontronazo con el microbús. No sé si es una buena señal, una mala señal o ni una cosa ni la otra. Voy buscando una farmacia porque de los nervios, no dormir y, supongo, que porque tocaba me ha salido un bonito herpes en el labio. Dejo pasar una porque me tendría que desviar 50 metros de mi camino, dejo pasar otra porque hay mucha cola y por fin, a mano derecha veo otra cruz verde luminosa y decido que estoy tentando a la suerte y que es mejor que entre en ésta no vaya a ser que no encuentre más. Esto no es Madrid. 

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Me rugen las tripas pero veo que mis anfitriones ya me esperan a la salida. El Buho y su mujer me esperan sonrientes. En la vida hay gente encantadora, muy encantadora y después en una categoría aparte a años luz de dónde podamos estar todos los demás... están ellos dos. 

Caminamos por su ciudad charlando. Por alguna extraña razón que puede ser el hambre combinada con el aziclovir del herpes o sencillamente lo a gusto que estoy con ellos, voy parloteando como un loro. En un momento dado, les comento que he tenido que ir a una farmacia.

- ¿Al lado del Buen Pastor?
- Si, por detrás. 
- ¿Que hace esquina?
- Si, hace esquina y tiene un mostrador de madera antiguo muy bonito.
- ¡Nosotros vivimos en ese edificio!
- ¿En serio? 

Pienso en las dos farmacias que he dejado pasar antes de decidirme justamente por esa. 

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Al día siguiente El Buho me recoge para ir a comer. Voy exaltadísima contándole no sé qué batalla. Llegamos a un semáforo, nos paramos y de repente oigo una voz por detrás que dice:

- Hola, ¿Qué hacéis aquí?

No me lo puedo creer. Es Julian. Le conocí en septiembre y hoy nos lo hemos encontrado en mitad de la calle. Nosotros vamos a comer, él no sabía que yo estaba en la ciudad y él ha quedado con otra persona. 

Tras este encontronazo tan casual, empiezo a preocuparme pero decido no comentarle nada al Buho que va a pensar que estoy más loca de lo que ya sabe que estoy. 

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Acodados en la barra, devoramos ensaladilla, croquetas y dos copas (cada uno) de un tinto crianza espectacular. Nuevamente charloteo por los codos sin parar como si llevara meses sin hablar (de hecho llevo meses bastante callada).

- Pues estuve con las princezaz en la casa de las montañas y por cierto, ¿sabes que allí hay un centro de ciencias superchulo?
- Si claro, el Centro de Ciencias Pedro Pascual.
- ¿Lo conoces?
- No, pero conocí a Pedro Pascual que además es como un padre para un amigo mío y tiene una historia increíble que te voy a contar...

Escucho la historia sin parpadear porque es una historia preciosa, es una historia que conecta a bastante gente que conozco y me alucina que me esté enterando así. Cuando estoy todavía en ese limbo de pensamientos, El Buho desvía la vista de mi cara, atisba por encima de mi hombro hacia el final del bar y dice:

- Hombre, mira quién está ahí, Fernando, le conociste en septiembre. 

Fernando es el responsable de que haya leído dos maravillosos libros que recomendó en una charla en el mes de septiembre. Se acerca y charlamos de libros, de política, de Benasque, de Francia y del plato de verduras que va a comer él. 

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Es hora de marcharme. Me despido de El Buho y me subo al taxi. 

- A esta dirección por favor.
- Hombre, hola. 
- ¿Hola?
- Si, soy el taxista que te llevó ayer por la noche. ¿te acuerdas? Me dijiste que te había llevado tan deprisa que creías que nos perseguía alguien. 

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Me sobra tiempo. Me siento en un banco a descansar y ver pasar el día. Gente paseando perros, turistas, un tío descalzo embutido en un neopreno completo montando en bicicleta y con una tabla de surf debajo del brazo... Saco el móvil y hago varias fotos a todo lo que veo. Elijo una. La subo a Instagram.  

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Clinck. Un wasap. El Buho.

"Para que veas. En la esquina de esa casa cuya foto has colgado en twitter vive mi amiga P, la madre del cocinero que te presenté ayer y te dio de cenar"

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"Hay mucha gente que no cree en las casualidades porque considera que cuando ocurren, cuando tú ves ese hilo invisible que ha unido y conectado hechos, situaciones y personas, sencillamente estás forzando las conexiones para darle algún tipo de sentido. Opinan que estás viendo “lazos” que no hay.

Otras personas no creen en las casualidades porque son incapaces de permanecer lo suficientemente atentas a los detalles de sus vidas, o no tienen memoria para recordar hechos, sensaciones o situaciones del pasado y pierden así la posibilidad de establecer cualquier vínculo casual.

La atención al detalle y la memoria son esenciales para percibir las casualidades. Prestando atención a las cosas que te pasan, que sientes y que piensas a lo largo de toda tu vida, puedes ver casualidades… y cuando digo ver, me refiero a percibirlas no a inventarlas con una especie de artilugio mental."

Hace más de dos años que escribí esto.


Yo sí creo en las casualidades o, mejor dicho, yo sí veo las casualidades que ocurren a mi alrededor. Posiblemente porque estoy muy atenta a todo y tengo una memoria prodigiosa... pero el caso es que a mí me ocurren. 


*Dedicado al Buho y C. Mil gracias por todo.


miércoles, 19 de noviembre de 2014

Coche 7. 8A


Salto de la cama creyendo que llego tarde, que perderé el tren. Me visualizo corriendo como una loca, sin duchar, sin peinar y sin café y siento que un día que empieza así sólo puede ser terrible. 

De reojo miro el reloj  y me doy cuenta de que es una hora antes y que aún puedo tumbarme (dormir sería un milagro) quince minutos más. Aún sin dormir me sabe a gloria ese ratito de más, sobre todo porque consigo bajar la adrenalina del susto anterior. 

A mi hora, me levanto, me ducho, me tomo un café y salgo con tiempo. Recorro la estación hasta la última vía, bajo al andén y al llegar al control me doy cuenta de que las tecnologías me odian y tengo que subir corriendo otra vez a buscar las máquinas de imprimir los billetes. 

Estoy empanada de sueño y de pánico tecnológico, miro la máquina y no encuentro la opción imprimir. Miro a derecha e izquierda para pedir ayuda y me acerco a ¿un hombre?, ¿un joven?,¿un chico?, ¿tendrá mi edad? 

- Perdona, ¿cual es la opción para imprimir?
- Mira, si quieres lo hacemos juntos. 

Por supuesto nada más decirme eso el cartel de “impresión” ha aparecido ante mis ojos en tres dimensiones. Quedo como una boba. Mientras tecleo, él ya ha sacado sus billetes y se queda a mi espalda remoloneando, no sé si no me ve capaz. 

Con mis billetes en la mano, me giro, sonrío y le digo “gracias”. 

Camino detrás de él por la estación y resulta que va al mismo tren. ¿Y si nos toca juntos? ¿Este mínimo contacto nos hará establecer conversación? 

Le pierdo de vista en el andén. Pantalón negro, chaqueta negra, una bolsa pequeña y el pelo bastante largo, oscuro y despeinado. A lo mejor se ha despertado tarde y ha tenido que salir corriendo. A lo mejor vamos al mismo sitio. Empiezo un hilo de pensamientos de casualidades probables y posibles.

Coche 7. 8A. Ventanilla en el sentido de la marcha. 

Me encanta el tren. Me acuna, me recoge y me resguarda. Me tranquiliza y me calma. 

Me siento y veo amanecer. 

El tren tiene sus propios sonidos. Miro por la ventanilla y es como ver una película muda. Los coches por la carretera son silenciosos, las fábricas, las casas, los tractores, la ropa tendida y agitada por el viento. Nada tiene sonido. 

Poco a poco, siento como el stress de la carrera, el madrugón y los nervios se me escurren por el cuerpo, los siento resbalar desde mi cabeza... hasta salir por los pies. Es entonces cuando me quito las gafas, aparto el texto que estoy leyendo, me tapo con mi capa de invisibilidad y mirando por la ventana me duermo. 

Amarillo, marrón, blanco de escarcha. Líneas de árboles, choperas de explotación se que se llaman, bordeando el paisaje más cercano. Bosques de pinos en las montañas del fondo. Campos arados. Rocas. 

¿Cómo será vivir en una casa que sólo se ve desde los trenes que pasan? 

En las estaciones con trenes parados pienso en refugiados. Deformación profesional de lectora de la IIGM.

Me acurruco aún más en mi asiento y  antes de deslizarme en el sueño, vislumbro que la película que van a poner es “Fronzen”. ¿Quién decide poner una película infantil en un tren a las 8 de la mañana en un día de diario?

Decido que lo pensaré al despertar...o mejor escribiré un post. 


Debería de pasar más tiempo en un tren, me sienta bien.