martes, 19 de agosto de 2014

9 años


Venía pensando que escribir hoy que cumples 9 años.

No se me ocurre nada nuevo que no haya dicho ya o que no suene demasiado cursi.

Y entonces he recordado este vídeo y no hay nada más que decir.

Eres tú, tal cual.

Pícara, divertida, bicho, payasa,  bruja y un completo descojone.


Haciendo el mimo en la caja de cristal. Mirador de Sos. from Molinos on Vimeo.


¡Feliz cumpleaños, princesa!

lunes, 18 de agosto de 2014

En las tapias.

Tapias bajitas que no pretenden ocultar nada. Blancas, anchas y con flores. Detrás grandes edificios con buganvillas, geranios y madreselvas que vamos a “robar”. Tengo 8 años y llevo esperando esta noche desde que llegamos hace 15 días, es la noche del “Paseo por las Tapias”. Hoy no cenamos en pijama, hoy cenamos vestidos de bonito y nos portamos fenomenal sin rechistar por la comida porque esta noche es la más especial de todas las que pasamos en Benidorm cada año.

Después de cenar salimos con Molimadre al paseo marítimo, en la esquina nos subimos a la primera tapia y comenzamos a caminar por ellas bajandonos solo al llegar a las esquinas. Hay tapias más fáciles por las que podríamos casi correr y otras en las que hay que andar muy despacito para no pincharse, para no caerse. En algunas hacemos turnos para que Molimadre nos vaya cogiendo de la mano. Se oye el mar y se ve la playa, pero eso no es lo interesante esta noche. Miramos los jardines de los edificios y decidimos que el jardín de nuestra casa y su piscina es, con mucho, el mejor de toda la zona. Nos sentimos absurdamente orgullosos de nuestra piscina, como si no llevara allí 40 años y fuera mérito nuestro su existencia.

El Gran Hotel Delfín es la parada estrella del paseo de por las tapias. Caminamos despacito acercándonos a la parte central del hotel, la terraza del restaurante donde mayores que a nosotros nos parecen artistas de película cenan a la luz de las velas o bailan las canciones que toca una orquesta. Nos quedamos embobados mirando la escena. En nuestras cabezas no existe nada en el mundo con más glamour y más elegancia que la terraza del Gran Hotel Delfín por la noche.

Volvemos caminando por las tapias, parando de vez en cuando a “robar” esquejes de plantas con flores de colores que Molimadre se empeña en plantar en Los Molinos.  

Me duermo soñando con un futuro lejanísimo en el que seré yo la que bailaré por la noche en la pista del Delfín. Ni siquiera soy capaz de imaginar que  36 años después iré dando la mano a mis hijas para que no se caigan de la tapias y me pregunten: Mami, ¿cuando seamos mayores podremos venir a bailar aquí?

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¿Qué hace que una tapia sea interesante y misteriosa e invite a trepar por ella  o a pegar el ojo? La promesa de algo detrás.  Algo conocido y misterioso, algo que no se conoce pero apetece ver. Algo que prometa imaginar. Detrás de esas tapias hay casas y vidas con las que me gustan fantasear, todas distintas, todas inalcanzables o no.

En el otro extremo están las tapias que proliferan por Madrid, altos muros de ladrillo que esconden y protegen, no se sabe muy bien de qué, a pequeños mundos en miniatura de los que sus habitantes no tienen que salir para nada. Urbanizaciones clónicas. No quiero asomarme a esas tapias, paso rápido a su lado, camino sin fijarme.. porque no quiero saber que hay al otro lado, porque ya se que hay al otro lado y no quiero ni imaginar cómo sería estar atrapada dentro.  

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Una tapia de piedra con musgo antiguo, verde oscuro que siempre está a la sombra. Delante un buzón de correos recién pintado. Amarillo. Brilla. ¿Alguién echa cartas ahí? ¿Lo abrirá el cartero cada día  y todos los días pensará que es trabajo inútil porque ese buzón ya no lo usa nadie? ¿Le hará ilusión encontrar alguna vez una carta en él? ¿Cuando fue la última vez que eso ocurrió?

Puede que fuera cuando yo pasaba las horas muertas sentada en esa tapia. Cuando quedábamos “en el buzón”. No quedábamos para ir a ninguna parte, quedábamos allí para sentarnos en esa tapia y ver pasar las horas y los días. Nos sentábamos y esperábamos a ver quién llegaba, a ver cuántos éramos. Veíamos pasar coches con gente conocida, unas veces saludábamos y otras nos escondíamos. Esperábamos ver pasar al chico que nos gustaba o al que ya no nos gustaba pero queríamos seguir controlando. Comíamos pipas, chupachups “kojac” o chicles de sabor a fresa, con sabor a fresa de verdad y no como ahora que los sabores deberían llamarse “fresa efímera”, “menta en un suspiro”. Nunca me han gustado los chicles.

La tapia del buzón, era una tapia para ver pasar el tiempo; para dejar pasar las horas hasta hacernos mayores. Llegabas a sentarte en esa tapia en el periodo de tiempo en el que eras demasiado mayor para seguir jugando a las chapas, las canicas o polis y cacos y demasiado pequeño para que te dejaran bajar al pueblo. En el buzón estabas cuando estar en casa parecía siempre estar perdiendo el tiempo; lo importante pasaba en la tapia del buzón. Había que estar allí, para ver y que te vieran.  Lo importante era estar en la tapia.

Ahora paso por allí y nunca hay nadie sentado en esa tapia. Me paro a pensarlo y supongo que ahora ya nadie se sienta a ver pasar las horas ni queda “en el buzón”. Los móviles han terminado con la incertidumbre de ir al buzón a ver si hay alguien, no hay espacio para la duda ni para la improvisación.

Ya nadie mira pasar las horas ni come chupachups “kojac”.

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En Los Molinos hay tapias que fueron durante mucho tiempo los límites de los caminos que recorría en bicicleta para ir a casa de mis amigos y a las que no prestaba mucho atención hasta que derepente, un buen día, una de esas tapias se abría para mi porque en uno de esos extraños cruces de amistades que suceden en Los Molinos (¿he contado la teoría de Juan de que todos por aquí hemos intercambiado fluidos corporales con todos en una separación de 3 grados como máximo?) los desconocidos que vivían tras esas tapias se habían convertido en amigos y sus jardines, sus piscinas, sus chimeneas y todos los secretos al otro lado de las tapias se volvían cotidianos, conocidos y habituales.

Hay tapias en Los Molinos que siguen siendo misteriosas, guardianas de maravillosas casas que casi siempre están  cerradas. Tapias comidas por la maleza, oxidadas por el paso de muchos inviernos y muchos veranos sin que nadie las haya repintado, vencidas por el peso de madreselvas, hiedras o setos que nadie ha podado en años...y tras las que se ven casas enormes que en algún momento estuvieron llenas de gente. ¿Por qué dejaron de venir?

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¿Qué piensa quien ve mi tapia? 


jueves, 7 de agosto de 2014

Los Gallipatos: nunca has visto nada igual.


Un fanático de Leonard Cohen, Julio Iglesias, capaz de recitar poemas de Baudelaire y Keats mientras toma whiskys con hielo, poseedor de unas alpargatas blancas que  consigue mantener impolutas cada verano y con unos hábitos culinarios peculiares que incluyen dosis peligrosas de ganchitos, chorizo y pizza congelada. 

Un señor casi de la generación de Molimadre, al borde de la jubilación, capaz de embutirse en unos pantalones verde loro y unas zapatillas de leopardo y pensar que va discreto.  

Un consultor economista, virtuoso de la guitarra eléctrica, padre de tres churumbeles, capaz de sacarme de quicio con dos minutos de conversación y compañero de grandes farras alcohólicas en nuestra más tierna juventud. 

Un jovenzuelo heavy al que yo cuidaba cuando era un niñito de 3 años para ganarme unos dinerillos. 

Un diletante virtuoso del bajo con todo el tiempo libre del mundo,  una dieta a base de bolsas de ensalada de 150 gramos y en cuya casa tengo en propiedad una batamanta nórdica en la que quepo yo y otros dos por lo menos. 

¿Qué tienen en común estos cinco personajes? 

Pues que poseídos por algún tipo de espíritu raruno o convenientemente drogados por sustancias alucinógenas que no han tenido a bien compartir conmigo, hace un par de años formaron uno de los grupos musicales más absurdos de todos los tiempos: Los Gallipatos. 

Los Gallipatos, con dos cojones. Cuando creíamos que no podía haber un nombre pero que "Cinta de lomo" para un grupo musical, estos cinco indocumentados se descolgaron con "Los Gallipatos"....y contra todo pronóstico están triunfando a lo grande. 

Asisto estupefacta a su encumbramiento como grupo de culto. Grandiosos y enormes. Un completo descojone de buen rollo, baile y risas mil.

¿Qué tocan Los Gallipatos?

La frase que mejor define su repertorio es: "No me puedo creer que estén tocando esto" justo antes de lanzarte a cantar y darte cuenta de que tu mente tiene guardado en algún extraño recoveco las letras de un montón de canciones que quizás no querrías recordar. 

Sus conciertos son espectaculares e inesperados. El fanático de Leonard Cohen y el próximo jubilado son las voces cantantes y actúan en un delirio interpretativo que te deja sin palabras. Cantan imitando voces, poses y entre estrofa y estrofa tocan lo que ellos llaman "el pífano" y que no es más que una trompetilla de plástico horrible de las que se compran en los puestos de las ferias. 

Empiezan sus conciertos con un clásico de los 80, una de esas que te lanzan a bailar y a moverte sin control, como si le hubieran dado al ON de tus pies. . Después descubres que todos ponemos la voz de Javier Gurruchaga hablando como un Lobo. Luego un poco de desamor animado  de Los Secretos y luego tras invitar a subir al escenario a todas "las chavalas"  (no hay que olvidar nunca que uno de los objetivos de tener un grupo es ligar) que quieran atacan ese gran himno de letra pegadiza que es "Las chicas son guerreras".  Una concesión a nuestras historias de amor de adolescencia "Un día cualquiera no sabes que hora es...", con esta canción siempre me encuentro pensando si lo de "eres la chica de ayer jugando con las flores de mi jardín" no es una metáfora muy currada sobre sexo de una noche de ese que no te acuerdas muy bien cómo ha pasado. 

Antes de que el público se ablande demasiado y el nivel alcohólico baje...Los Gallipatos se lanzan con un temazo que vuelve el local del revés "Y creo que he bebido más de cuarenta cervezas hoy...." Es increíble como esta canción que tiene muchísima letra se grabó a fuego en los circuitos neuronales de todos los cuarentones y tras años de permanecer agazapada ahí salta al primer plano con todos sus mínimos detalles. "Moja el patio de tu colegio, moja el ayuntamiento"....

El garito a estas alturas está ya entregado totalmente y pensando que Los Gallipatos son un gran grupo de homenaje a la movida de los 80 y es aquí cuando los dos gallipatos cantantes se retiran a sus aposentos mientras la banda (los otros tres) tocan una melodía que te suena, quiere sonarte....pero como estás entretenido aprovechando el receso para pedir otra copa no acabas de identificar...

..."Yo seré el viento que va"...los cantantes vuelven al escenario y te encuentras gritando a todo pulmón "No dirás que no, no dirás que no...seré tu amante bandido, bandido, corazón corazón malherido..." mientras bailas e intentas borrar de tu mente el recuerdo absurdo de Miguel Bosé con falda contoneándose. 

Este es un buen momento para observar las caras de estupefacción de la gente que no sabía qué había venido a ver y que literalmente no da crédito a esta mezcla de estilos, estas interpretaciones y esa comunión espiritual en el horterismo con el resto del garito. 

Por "Velvet Mornings" nadie sabe  qué canción es pero es mencionar "Triki triki, triki triki mon amour...." y un mar de manos imitando una especie de baile griego perpetrado por el "enorme" Demis Roussos llena el garito. (Ahora que lo pienso "triki triki" y "mañanas de terciopelo"....es sexo del bueno, del que deja agujetas). Los Gallipatos alcazan aquí una de sus cumbres, un momentazo en toda regla cuando mezclan "triki triki" con este otro temazo de otro tío con bigotazo ".....yo fui paloma por querer ser gavilán"....Muy muy grandes. 

Los Gallipatos, como todas las grandes bandas, se presentan entre aplausos enfervorecidos del público que grita "Bravo, bravo" y pretenden despedirse pero el público no les deja. "Otra, otra..."Es entonces cuando nos acercamos a la apoteosis de su repertorio....tocan ahora...

- ¿Qué haces?
- Escribo sobre vuestros conciertos, estoy a punto de contar cuando tocáis....
- Joder Moli... no lo cuentes todo, que jodes la sorpresa. ¡Te lo prohibo!
- Pero si a mi no me lee nadie.
- ¡Mentirosa!
- Vale, me leen algunos pero son descerebrados lejanos que no os van a ver jamás...¿qué más os da?


Pues eso, que no dejéis de ir a verlos. No os arrepentiréis y os lo pasaréis en grande....pero no digáis que vais de mi parte. 


En Facebook he colgado un par de vídeos. 

viernes, 1 de agosto de 2014

Lecturas encadenadas.- Julio


Cinco libros. Cinco autores. Ninguna mujer. Un inglés, un español, un islandés, un americano y un italiano. Todo novelas.

Empecé el mes con La mujer de verde de Arnaldur Indridason. Este libro me lo regalaron las princesas y El Ingeniero por mi cumpleaños y lo tenía desde entonces esperando en la estantería. Novela negra nórdica. Frío, un detective solitario, un crimen y un misterio. Nada nuevo. A mí todos los detectives nórdicos me recuerdan a Wallander que fue el primero que me encontré. Se lee fácil, está entretenido y no agrede. Mantiene el interés sin ser demasiado obvio y sin trampas. Ideal para la tumbona.

Un paraíso inalcanzable de John Mortimer. Lo saqué de la biblioteca tras leer una recomendación de Elena Rius. ¿Cómo sería Downtown Abbey si continuara hasta nuestros días? Sería exactamente esta novela. El autor explica en la introducción que comenzó a escribirla al mismo tiempo que un guión para una serie de tv y se nota muchísimo.

Es una historia ambientada en el típico pueblo inglés  entre los años 50 y los años 80. Aparecent odos los personajes típicos: la familia noble que ya no es tan noble, el párroco peculiar, el médico, los huelguistas de los años 70 empobrecidos por el thacherismo, los colegios exclusivos..el catálogo completo de los personajes de una serie. Es un libro muy muy entretenido y que se lee con agrado, con una sonrisa en la cara. Si te gusta lo inglés, definitivamente es tu libro. Ideal también para el verano.

"Simeon miró al joven que tenía delante y se preguntó, no por primera vez, como sería haber nacido sin capacidad para dudar. ¿Sería una bendición, una maldición o una simple carencia física, como nacer sin sentido del olfato? En ese momento, no llegó a ninguna conclusión."

En la Feria del Libro de Madrid y también por recomendación de Elena Rius compré Crematorio de Rafael Chirbes.

Es un libro áspero, duro, correoso, sucio. La crónica de la corrupción, del destrozo ambiental, la construcción desenfrenada, el enriquecimiento por el enriquecimiento, la vileza, las miserias, la destrucción de cualquier atisbo de belleza tanto interior como exterior. El dinero que todo lo corrompe y destruye, hasta los más idealistas acaban sucumbiendo ante él.

Chirbes escribe torrencialmente, "apretujado", apretado, dejándote sin aire, sin ver el horizonte, sin espacio, exactamente igual que si estuvieras en mitad de esas construcciones que cubren nuestras costas. Esta sensación la consigue formalmente, por la manera de escribir sin puntos y aparte en un único párrafo que se extiende durante páginas y páginas hasta completar un capítulo y también por el fondo. Lees y te encuentras sepultado en palabras, en ideas, en referencias, en relaciones...tantas que casi no puedes respirar. Al terminar cada capítulo tienes que parar a coger aire, a digerir lo leído y tomar fuerzas antes de sumergirte en el siguiente.

Es un libro durísimo, buenísimo pero duro por lo que tiene de real, de vida misma.
"Reírse su padre y ella entre lágrimas, entre sollozos.¿No lo hacen así las familias? ¿No homenajean así a sus difuntos, hablando de esas cosas, hablando de ellos? Los psicólogos dicen que es necesario representar el dolor, la ceremonia del funeral, el llanto, el luto, todos los psicólogos lo dicen, lo recomiendan; representar el dolor te lo quita de encima; o, mejor dicho, lo convierte en otra cosa, en otra forma de sufrimiento que es distinta porque parece que no es inconsolable, porque lo dota de cierta finalidad; así, compartido, meditado, parece que el dolor alimenta algo, que sirve para algo. El sufrimiento pasa de ser una fiera que te devora las entrañas a un animalito de compañía que acaricias, con el que hablas. Que se tiende a dormir al pie de tu cama." 

Cuando leí "Travels with Charley" me encontré con esto:
"There was a sign in Sauk Centre all right: "Birth place of Sinclair Lewis. (...) I didn´t know him well, never knwe him in the boisterous days when he was called Red. Toward the end of his life he called me several times in New York and we would hace lunch at the Algoquin. I called him Mr. Lewis - still do in my mind. He didn´t drink any more and took no pleasure in his food, but now and then his eyes would glitter with steel. I had read "Main Street" when I was in high school, and I remembered the violent hatred it arouses in the countryside of his nativity".
Rebuscando por las estanterías del despacho de Los Molinos buscando algo que no recuerdo, me saltó entre las manos un tomo verde, con papel fino "de Biblia" y letras doradas en las que ponía "Novelas escogidas de Sinclair Lewis" y claro, tuve que cogerlo y leer "Calle Mayor".

Calle Mayor es como un culebrón de sobremesa mezclado con unas gotitas de "La Regenta". No pasa nada especialmente interesante más allá de las elucubraciones mentales de la protagonista, Claire, una joven con muchos ideales que se casa con un médico de una pequeña ciudad de la interminable llanura del Medio Oeste americano. Llega allí tan contenta y se le cae el alma a los pies por el provincianismo, la cortedad de miras, los cotilleos y el aburrimiento. Es la historia de una vida con todos sus detalles, incluso los más pequeños. El libro es un aburrimiento que supongo que en su momento debió impactar a todos esos habitantes de las ciudades de la pradera. Steinbeck contaba que Sinclair Lewis no volvió a ser bien recibido en su ciudad natal, en la que se había inspirado para escribir esta historia.  

Eso sí, Sinclair Lewis ganó el Premio Nobel en 1930, según pone en el prefacio del libro con papel de Biblia porque ese año los académicos suecos pensaron que el premio era demasiado "europeo" y "anglófobo" y lo solucionaron premiado a Sinclair. 

Es un libro "pasado de moda", ha envejecido fatal. 
"Se daba largos paseos y era sensata en lo que se refiere a su calzado y al régimen de alimentación. Y nunca se dio cuenta de que vivía". 
"El mayor misterio que rodea a un ser humano no es su reacción ante el sexo o el elogio, sino la manera como se las ingenia para emplear las 24 horas del día."
He terminado el mes con  El caballero inexistente de Italo Calvino. Este libro lo tengo "en depósito". Mi amigo Pablo se ha ido a Perú a hacer las Américas y me ha dejado unos cuantos libros para que se los cuide, entre ellos éste. El día que los recogí en su casa, los traje a Los Molinos, los coloqué en la estantería y no volví a pensar en ellos hasta que un día recién despertada de mi sesión de pesadillas diaria, al levantar la mirada vi este librito llamarme.

Es una novela de fantasía y de caballerías. Con caballeros y princesas, con Carlomagno y un loco que cree que es el mar o el agua y que cambia de nombre con cada persona que lo conoce. Es un librito de batallas, aventuras y amoríos. Y es un libro con un finísimo sentido del humor con el que me he reído.
"Si infeliz es el enamorado que invoca besos cuyo sabor ignora, más infeliz mil veces es quien probó apenas ese sabor y después le fue negado."

Para agosto ya tengo uno entre manos maravilloso, El Cuarteto de Alejandría preparado, un libro regalado por una editorial y otro de Zadie Smith....no puedo esperar.