lunes, 30 de junio de 2014

Lecturas encadenadas. Junio.

Junio ha sido un buen mes en cuanto a lecturas. Han caído 7 libros como 7 soles y eso que algunos eran tochísimos y he tenido entretenimientos variados como la mudanza para el veraneo franquista, el teatro frustrado de las princezaz y cosas variadas que escribir. 

Empecé el mes con El océano al final del camino  de Neil Gaiman. Tras la maravillosa velada que pasé con él, no podía esperar a empezar mi libro dedicado. 

“El océano al final de camino” es un cuento. Es la historia de un hombre que vuelve a su “casa” tras muchos años y se pone a recordar como era él con 7 años y una especie de aventura con personajes malvados y unas brujas buenas que le salvan. 

Es el tipo de historieta que puedes inventarte, (yo no, por supuesto) para contar cada noche a tus hijos. Una historia fantástica pero imbricada en el mundo real, en la cotidianidad para hacerla más densa, más real y que les de muchísimo más miedo. Y que tú puedes terminar con un "colorín colorado este cuento se ha acabado" pero que en una novela siempre tiene un final difícil, cuando no absurdo y mal llevado. 

De Gaiman sólo había leído “Coraline” y “Misterios de un asesinato” que habían sido regalos de alguien que me conoce muy bien y que ademas me dijo:  “Gaiman como novelista es regulero pero estos dos te van a gustar”. Tenía razón, Gaiman tiene ideas, ideas muy buenas, es un gran orador y la velada con él fue maravillosa y me enamoró totalmente, pero su escritura no tiene nada especial, incluso a veces tira a simplona. 

Como lectura para adultos no aporta más que entretenimiento sin ningún tipo de trascendencia, iba a decir que era como ver Mary Poppins, pero Mary Poppins es mil veces mejor. A pesar de todo esto, guardaré mi ejemplar dedicado como oro en paño. 
Te voy a decir algo muy importante: por dentro, los adultos tampoco parecen adultos. Por fuera son grandes y desconsiderados y parece que saben lo que hacen. Por dentro, siguen siendo exactamente igual que han sido siempre. Como cuando tenían tu edad. La verdad es los adultos no existen. NI uno solo, en todo el mundo.”

Neurozapping   de José Ramón Alonso llegó a mi casa por sorpresa. “Mami, tienes un paquete, seguro que es un libro”. 

Televisión y neurociencia. En capítulos breves y tomando como excusa diferentes series de tv: Los Simpsons, The Big Band Theory, The Sopranos, Mad Men, Breaking Bad, Dexter, Las chicas de Oro, José Ramón Alonso nos introduce en el mundo de la neurociencia a través de algunas enfermedades como el síndrome de Asperger o la tartamudez,  nos habla del futuro de la crionización,  de los psicópatas, los niños superdotados, el olfato perdido, el cerebro de las abejas, los ojos biónicos y Colombo o la mentira y sus procesos y House. 

Es un libro entretenido y bastante curioso. Es una manera diferente de ver la televisión, es partir de algo conocido y masticado como las series de tv para llegar al mundo enormemente desconocido de la neurociencia. Eso sí, si no has visto alguna de las series completas, mejor saltarte el capítulo porque Alonso destripa la trama completamente. 

En el capítulo sobre Mujeres desesperadas y el supuesto síndrome que ha tomado el nombre de la serie y que consiste en la necesidad de perfección en todo que se exige a las mujeres, me ha gustado esta reflexión:
Lo que sin duda permanecerá es un problema entre la imagen ideal de la mujer  y la real en una sociedad donde las mujeres con sobrepeso están estigmatizadas o son invisibles y se les sigue sometiendo a una presión continúa en un grado que no se aplica de igual manera a los hombres; dónde la sociedad exige más y más a las mujeres sin que a cambio se les deje alcanzar la cima en las estructuras de poder económico, político o social. A veces se achaca demasiado rápido una interpretación machista, pero la realidad es que las revistas de mujeres que muestran esa imagen estilizada están normalmente escritas por mujeres y dirigidas por mujeres.”
Chump Change  de Dan Fante. Después del cuentecito de Gaiman y la ciencia de Alonso, nada mejor que una novela para chapotear en el fango de la destrucción humana: alcohol, drogas, destrucción personal, desolación, amargura... el catálogo completo del lado oscuro. Descubrí este libro en el blog Ruta 142 (que ya estáis tardando en leer) y decidí sacarlo de la biblioteca porque me convenció la reseña y porque ya había leído a John Fante, padre de Dan y me apetecía verlo desde otra perspectiva. 

Es una historia oscura, sórdida y brutal que cuenta los últimos días de la vida de John Fante contados por su hijo. Dan es alcohólico, poeta y se encuentra completamente desubicado cuando vuelve a Los Angeles tras salir de una clínica de desintoxicación para acompañar a su padre. 

Dan bebe hasta perder el sentido, se masturba, carga con un perro viejo y enfermo, pierde completamente el control y ve morir a su padre. Inmerso en una espiral de autodestrucción brutal, se da cuenta de que aunque creía que sí, nunca se está preparado para perder a un padre. 
“Si conseguí, en cambio, sentir su aliento espeso y congestionado que salía a resuellos. Yo sabía que ya no podía oírme, que su corazón valiente pronto se detendría, que moriría sin haber sabido siquiera que su hijo Bruno había estado allí. Finalmente, antes de soltar su mano, se me escapó un “te quiero”. Al pronunciarlo sentí algo parecido al pesar, aunque no era exactamente eso. Era algo de una profundidad mucho mayor, acaso el vértigo ante un pozo que nunca volvería a llenarse.”
El sentido de un final  de Julian Barnes. Este libro pasó a mi lista de “libros por leer” después de leer una elogiosa reseña en el blog de Di y lo saqué de la biblioteca pensando que me iba a encantar. 

Un horror. Con Barnes me pasa una cosa curiosa, hay libros suyos que me flipan y otros con los que haría una hoguera en el jardín de mi casa hasta que no fueran más que cenizas. Este caso es de los de la hoguera. Es una historia espantosa de aburrida con un final truculento que deja completamente frío, y sin embargo, eso no es lo peor. Lo peor es que parece que Barnes lo ha escrito a trompicones, acelera, luego frena y se para, y luego vuelve a acelerarse para no contar nada. No hay nada fluido ni en la historia ni en como está contada. De este libro saqué la cita y la inspiración para el post sobre el misterio. Poco más que decir, no lo leáis, es una perdida de tiempo absoluta. 

Pero Barnes siempre deja alguna joya, como esta cita.
“Pero el tiempo..., el tiempo primero nos encalla y después nos confunde. Creíamos ser maduros cuando lo único que hacíamos era estar a salvo. Pensábamos que éramos responsables pero sólo éramos cobardes. Lo que llamábamos realismo resultó ser una manera de evitar las cosas en lugar de afrontarlas. El tiempo... que nos den tiempo suficiente y nuestras decisiones más sólidas parecerán temblorosas, nuestras certezas fantasiosas.” 
Muy cierta. 

Reportajes   de Joe Sacco. Hace unos años, un descerebrado me recomendó a Joe Sacco, le hice caso y leí “Gorazde” que me flipó. Este año, Pobrehermano pequeño pidió por Reyes este libro y se lo cogí prestado. 

Sacco es un periodista que en vez de escribir, dibuja sus reportajes. O un dibujante de comics que hace reportajes. En este tomo se recogen sus reportajes sobre Irak, la India, la inmigración africana en Malta, el problema en Palestina, los refugiados de Chechenia y lo juicios por crímenes de guerra. 

Sacco viaja a todos esos lugares y trabaja como cualquier otro reportero o corresponsal, pero en vez de ir con un bolígrafo, un ordenador o una cámara, dibuja lo que ve, aquello de lo que es testigo y lo que le cuentan. Sacco se muestra a sí mismo dentro de sus crónicas como un personaje más porque es muy consciente y así se lo quiere hacer saber o notar al lector, que su presencia, que la presencia de un periodista, de un observador “perturba”, introduce un elemento extraño en la escena, haciendo que los protagonistas se comporten de otra manera. Sacco advierte de su presencia y trata al mismo tiempo de acercarse lo máximo a la “verdad”. 

Hay que leer a Sacco para recuperar un poco la fe en el periodismo. 

Flores en la nieve   de Gregor Von Rezzori, también sacado de la biblioteca por recomendación de Elena Rius. 

Von Rezzori escibe sus memorias centradas sobre todo en su infancia. Divide el hilo narrativo en los cinco personajes más importantes de su niñez, para con cada uno ir añadiendo datos a la historia hasta componer el cuadro completo de su vida. Habla de Kasandra, su niñera, de su hermana, de su madre, de su padre y de su institutriz más querida. 

La mayor parte de la historia se centra en los años entreguerras, los años en los que se estaba aprendiendo a vivir con la nueva realidad construida tras la I Guerra Mundial. Era una realidad débil, era evidente que el antiguo régimen había sido arrasado pero el nuevo era demasiado indefinido como para generar confianza. Es una historia sobre una época perdida, cargada de nostalgia y en cierto modo de incredulidad. Para alguien que creció en los años de entreguerras, escribir sobre esos años en los años 70 del siglo XX debía ser casi como escribir sobre otro planeta. 
“Hay quien atesora en su seno, como una joya secreta, los momentos hermosos del pasado; otros los van arrastrando como un presidiario su bola de hierro. En las naturalezas sensibles, ambas cosas van asociadas.”
Todo lo que una tarde murió con las bicicletas de Llucia Ramis, también sacado de la biblioteca por recomendación de Elena Rius. 

Llucia Ramis tiene 4 años menos que yo, unos abuelos belgas cuyos antepasados montaron unas minas de zinc en Asturias y muchos recuerdos de su infancia.Cuenta su infancia, sus recuerdos, su adolescencia y como ha cambiado la percepción de sus padres y sus abuelos con la edad. Todo tiene una pátina de nostalgia y de lugar común. No me ha gustado pero se lee rápido y entretenido. Es una buena lectura de verano.
“Los adultos intentan preservar la inocencia de los niños, y los niños jugamos a que la preservan: son ellos quienes hacen el ridículo. Después, su inocencia, y a ellos la nuestra, nos parece derepente inadmisible.”
Termino el mes con Cuento de viejas  de Arnold Bennet. Un novelón con todo lo que esa palabra significa. Bennet tuvo la inspiración para esta historia mientras cenaba en un restaurante. Allí vio a dos señoras mayores y pensó que esas mujeres mayores que ahora estaban llenas de manías, en algún momento habían sido jóvenes cargadas de ilusiones y con toda la vida por delante. 

La novela es justo eso, la historia de dos jovencitas, dos hermanas, desde que tienen 15 años hasta que mueren. El transcurrir de sus vidas con todas sus miserias, sus nimiedades, las cosas que parecen importar muchísimo en un momento dado  y cuando pasa el tiempo no son nada y el llegar al final sin saber como te has convertido en un viejo. 

Lo que más me ha impresionado es que para Bennet, yo con mis 41 años, sería una mujer vieja. Un pensamiento deprimente. 


Y con esto y un bizcocho hasta los encadenados de julio.





miércoles, 25 de junio de 2014

El día que descubrí...

"Yo tendría 7  o 9 años. Pero dije mi nombre - Richard Ford - exclamó: “Ah si, tu madre es esa señora de pelo negro, bajita, mona, que vive más arriba de esta calle.” Aquello me afectó y me afecta todavía. Creo que fue la primera imagen que tuve de mi madre como de otra persona, como alguien a quien los otros veían y describían: una mujer mona, no. (...) Sin embargo, recuerdo aquello como un momento significativo de mi vida. Breve pero importante (...) Desde entonces creo que nunca pensé en ella de otro modo, como Edna Ford, una persona que era mi madre y que también era alguien más.” ( Mi madre in memorian. Richard Ford) 



Tenía 5 años. Llevaba un vestidito verde, sandalias y el pelo corto, casi como lo llevo ahora. Pobrehermano tenía 4 y llevaba un pantalón de peto verde igual que mi vestido. Nos pasamos casi toda nuestra infancia vestidos iguales. Era un domingo de verano. Sé que era domingo porque mi padre trabajaba toda la semana y llegaba siempre por la noche cuando estábamos a punto de acostarnos o incluso dormidos. Podíamos pasar varios días sin verle, sabíamos que estaba en casa porque le oíamos por la mañana en el baño de "El cuartucho" preparándose para irse y porque olíamos su tabaco en la casa. 

Mi padre tendría 34 ó 35 años por entonces (más joven de lo que soy yo ahora) y le gustaba mucho montar en moto de trial por el campo. Tenía una pandilla de amigos con los que salía los domingos perfectamente equipado: las botas con mil tiras que me fascinaban,  los guantes enormes en los que mi minimano no llegaba siquiera a la zona de los dedos y una chupa gordísima que me gustaba ponerme y arrastrarla por el suelo como un fantasma negro. Lo mejor, sin embargo, era el casco, eso era lo que más nos fascinaba. El casco pesaba una tonelada y mi padre nos dejaba ponérnoslo cuando volvía de montar en moto. Estaba caliente y sudado, olía a él y nos moríamos de la risa con nuestras pequeñas cabecitas metidas en ese casco con las gafas de cristales ahumados a través de los cuales todo se veía amarillo.  

A esa pandilla de amigos de mi padre los llamábamos y los seguimos llamando "los motorileros". Entre ellos había uno, el más joven al que llamaban "El Indio" porque había nacido en Bolivia.  A mi me pareció durante toda mi infancia y adolescencia un señor guapísimo y muy atractivo (no con 5 años claro... más adelante). Algunos de esos amigos han muerto ya aunque mi padre fue el primero. Otros siguen vivos y los vemos de vez en cuanto, de hecho "El Indio" apareció por casa hace unos días, ahora tiene 59 años y sigue siendo atractivo pero ha perdido el halo de "misterio" que tenía cuando yo tenía 15. (Querido "Indio" si algún día llegas a leer esto, no vale aprovecharse. Y un saludo a tu querida esposa) 

Ese día de verano del que me acuerdo hoy, en el que tengo 5 años, mi padre nos llevó a los dos a Cercedilla a ver una carrera de motocross que se celebraba allí. Mi madre se había quedado en casa de mis abuelos, en La Rosaleda con Molihermana que tenía dos años escasos. Supongo que no era plan para una niña tan pequeña o que nosotros nos empeñamos en que nos llevara o que mi madre estaba harta de los tres y le puso un ultimatum a mi padre para que se ocupara de nosotros. Puede que fuera una sabia combinación de esos tres elementos. 

Mi padre aceptó el plan, nos metió en su Seat 131 y nos fuimos los tres. No recuerdo el viaje en coche ni si iba contenta, asustada, feliz o llorando.  Lo siguiente que recuerdo es estar en medio de la carrera, del trazado por el monte, caminos de polvo marcados con cinta amarilla por los que pasaban motos que se parecían mucho a la de mi padre y que hacían muchísimo ruido. Mi padre a mi izquierda y Pobrehermano a mi derecha, los tres detrás de la cinta viendo las motos, escuchando los motores en medio de una nube de polvo increíble y con calor y luz amarilla de verano. Seguro que mi padre fumaba. 

Las motos me fascinaron. Creo que más que las motos, el hecho de estar en un plan de mayores, la competición, el peligro, la novedad, el ruido... me tenían completamente abstraída y supongo que asustada. Cuando me giré para decirle algo a mi padre, descubrí que el señor que estaba a mi izquierda ya no era mi padre. Mire hacia arriba y no era mi padre. Mire alrededor y no le vi. Había ruido, motos, mucha gente y nosotros, Pobrehermano y yo, de la mano. Pero mi padre había desaparecido. 

No se como, supongo que alguien nos encontró perdidos, nos llevó a donde estaba la megafonía. 

- ¿Cómo os llamáis?
-  Nos hemos perdido. Hemos venido con nuestro padre y ya no está. 
- ¿Cómo se llama vuestro padre?

Justo en ese momento, justo en ese momento pensé "Se llama Papá"... pero reaccioné y dije 

"Se llama Jesús y va vestido de caqui". 

Para mi la palabra "caqui" era tan exótica como extraterreste, era una palabra de mayores y no sabía muy bien a qué se refería. Por la mañana, y como hacía e hizo todos los días hasta que murió mi padre, Molimadre le sacaba la ropa que tenía que ponerse. Él decía que era daltónico y no sabía combinar la ropa. No sé si era daltónico o no, pero le encantaba no tener qué pensar qué ponerse. Aquella mañana, desde mi cama, yo había escuchado a  mi madre decir: 

- Jesús te he sacado los pantalones y la camisa caqui para que te lo pongas hoy. 

Ahí pensé que mi padre no solo era papá... era un señor que se llamaba Jesús y vestía "de caqui". Y que "caqui" era la palabra que me salvaría, había tenido suerte de escucharla por la mañana. 

Llamaron por megafonia "tenemos dos niños perdidos, su padre se llama Jesús por favor que pase a recogerlos". 

Mi padre no se había dado cuenta de que nos había perdido, pensaba que íbamos tras él o puede que incluso se olvidara de que estábamos con él. Mi padre siempre nos trató como si fuéramos sus iguales, como si fuéramos mayores, daba igual que tuviéramos 5 o 23. Por esa razón si ibas con él a algún sitio, jamás pensaba en que te perderías o te pasaría cualquier cosa, eras adulto y sabías comportarte. Aquel día pensó que iríamos detrás de él, que no le perderíamos el rastro. No nos llevaba de paseo, íbamos de paseo los 3 juntos. 

Tardó un rato en atender a la megafonía, y otro rato en percatarse de que los niños perdidos eran sus hijos. Supongo que alguien le avisó pensando que ese tío de "caqui" podía ser al que llamaban o porque alguno de los "motorileros" le dijo ¿Dónde están tus hijos? ¿No habías venido con ellos? Finalmente apareció, tranquilo y sonriente, con su cigarro en la mano.  Nos recogió y me compró un Mortadelo. 

"Mi padre se llama Jesús y va vestido de caqui". 

¿En qué momento las princezaz se habrán dado cuenta de que no soy sólo "mamá"? ¿Qué fue lo que les hizo clic para descubrirme como persona más allá de ser su madre? ¿Lo recordarán como recuerdo yo aquel día? 


lunes, 23 de junio de 2014

Cursilismo periodístico


Se puede ser cursi, absurdo y vivir en un mundo rosa lleno de nubes de algodón rosa plagado de Hello Kitty gigantes y después a mucha distancia, se puede ser el periodista que ha escrito este maravilloso artículo con el que me he estado descojonando toda la mañana. 

Ni drogada con setas alucinógenas, borracha de ginebra hasta las trancas y torturada con una sesión de bambú bajo las uñas sería capaz de escribir algo como esto. Quizás por eso no me gano la vida escribiendo.

Todo el artículo es para enmarcar, pero hay algunos párrafos tronchantes. 

Según su círculo íntimo, “son iguales: químicamente buenos, cariñosos y tan sensatos que a veces dan ganas de sacudirles y decirles algo… Son sensatos, pero no tienen miedo a nada. No son apocados, no va por ahí la cosa. Es una mezcla extraña, pero que a Felipe y a Leonor les funciona. Son idealistas, se entusiasman con las cosas, sienten curiosidad, les fascinan los nuevos proyectos, miran hacia delante y, al tiempo, tienen un punto muy reflexivo, nada impulsivo. Son serenos y valientes." 

¿Químicamente buenos? ¿Qué es químicamente buenos? ¿Se drogan? ¿Felipe y su hija toman drogas buenistas que te convierten en un ser adorable y achuchable? En ese caso, que se las pasen a Letizia que parece más aficionada a las tortillitas de tranquimazines para desayunar. Los que no somos químicamente buenos ¿Qué somos? "Señoría, confieso que robé pero en mi defensa declaro que está en mis procesos químicos".

Según el "círculo íntimo" que es como decir "los siete jefes de las tribus más antiguas de Mesopotamia", es decir nadie tiene ni idea de quienes son, Leonor es básicamente Dora la Exploradora, curiosa, mira hacia delante, le gustan los nuevos proyectos y es reflexiva, nada impulsiva. Lo dicho, como Dora que lo pregunta todo 20 veces antes de hacer nada. 

 "¿Cómo habría logrado casarse Felipe con una plebeya divorciada si no fuera un tipo que sabe lo que quiere y está dispuesto a correr riesgos? Felipe y Leonor son tranquilos, pero cuando quieren algo en serio, entra en juego una mente de estrategas incansables. Deben ser los genes de una familia, los Borbones, que lleva siglos actuando en política. Y en eso el padre y la hija son iguales”.

Jajajajaja, grandes risas. ¿De verdad que Felipe se ha podido casar con una plebeya divorciada porque sabe lo que quiere y corre riesgos? ¿Seguro que ha sido por eso? Yo no digo nada pero... ¿no habrá tenido algo que ver que es un tío que es príncipe, está forrado y no tiene ni una puta preocupación material? Porque claro si todo esto viene de ser un tío con las cosas claras, supongo que aceptamos como "tíos con las cosas claras que corren riesgos" a todos los hombres de 60 años millonarios que se casan con mujeres de 25.  

"Plebeya divorciada", espero que el periodista haya escrito esto con una peluca de tirabuzones empolvada de blanco mientras esnifaba un poquito de rape y se ajustaba los bombachos y la casulla. Menos mal que se contuvo y no puso a continuación "¡Que le corten la cabeza!"

"Entra en juego una mente de estrategas incansables" Lloro de risa. Llamar a los caprichos de una niña de 8 años "mente de estratega incansable" es tal virguería eufemística, que me pongo en pie y aplaudo a rabiar al periodista y a los 7 oráculos de Delfos del círculo íntimo. 

"En ese sentido, explican que Leonor es una “mediadora por naturaleza”, dispuesta a poner paz y concordia en las grescas escolares. Aficionada a buscar argumentos que reconcilien a las partes. Es imaginativa y trata de buscar un punto intermedio en las cosas."

Vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver. Si todo esto es verdad, sinceramente creo que el puesto de Princesa de Asturias se le va a quedar muy corto a Leonordora, yo la veo preparada para ser directamente la Reina Amidala de la Guerra de las Galaxias con un toque de Kofi Annan y una pizca de Premio Nobel de la Paz. Por favor, que la manden ya a Oriente Medio, Afganistán y cualquier comunidad de vecinos que ande a la gresca. 

"Leonor está siendo educada por sus padres en la adquisición de ese sexto sentido regio que consiste en calar a los interesados o a los que pretendan aventar la vida de su hogar.

¿Sois discretos con vuestra vida privada? ¿no le contáis a todo el mundo vuestra vida? Pues ya sabéis, tenéis un sexto sentido regio, corred a agradeced a vuestros padres que os educaran en su adquisición. Sólo os falta un padre con genes de estratega y una madre que sea plebeya divorciada y ya podéis ser reyes. 

"Otra fuente directa atribuye esta frase a doña Letizia que resume su pasión por Leonor y Sofía: “Amo profundamente a estos dos seres como cualquier madre del planeta. Cada día las miro y me quedo embobada por el hecho de que sean mis hijas”

Pienso muy seriamente en superar mi miedo a las manualidades y plantarme en la puerta de "ese rincón perdido en las 16.000 hectáreas del monte del Pardo (50 veces el tamaño del Central Park neoyorquino), donde 4.000 gamos, 3.600 ciervos y 500 jabalíes pacen entre encinas y alcornoques, rodeado por una tapia histórica de ladrillo de 80 kilómetros de perímetro, la heredera al trono siempre será “Leonor" con una pancarta llena de corazones que diga "Leti por favor abre un blog de madres, necesitamos tu sabiduría maternal en azul celeste con fondo beige".  

Llamar a tus hijas "dos seres", claro que ahora que lo pienso, para ella llamarlas princesas como hago yo debe sonarle a poca cosa. Mucho mejor "seres".Pero se queda corto, "seres de la creación" hubiera sido ya lo más. 

"Una de las obligaciones de los nuevos Reyes es enseñar a su primogénita que el camino no será fácil. Nunca será libre. Jamás podrá elegir su camino. Ya está trazado. Ha nacido para servir. Su trabajo será un servicio público sin horarios, intentando ser útil a la nación y sus ciudadanos."

Leo y releo este delirante párrafo y mi mente enferma elucubra una imagen mental de Leonordora como Gracita Morales "¿Quieren algo los señores?" enfundada en un albornoz de Rocky y la música de Eye of the Tiger mientras un clon de Letizia pero en negro le dice "la fama cuesta y aquí habéis venido a sudar".  Todo muy loco...pero claro, yo no tomo drogas buenistas. 

“Doña Letizia es una experta en nutrición, a la que le interesa el procedimiento dietético y científico de la cocina, un asunto al que se ha dedicado activamente a través de su colaboración con la Organización Mundial de la Salud y la FAO, a cuyas reuniones de trabajo asiste en Ginebra”, explica una fuente de su entorno."

Esto ha tenido que escribirlo con la "fuente de su entorno" apuntándole con un revolver en la cabeza porque sino no me explico tamaña mamarrachada. ¿Letizia que pesa 43 kilos y tiene pinta de oler lechuga como todo alimento básico es una experta en nutrición? ¿Qué coño es que le interesa el procedimiento dietético y científico de la cocina? ¿Hace diagramas en una pizarra sobre la cantidad de calorías por plato de lentejas que come Leonordora y su hermana? ¿Estudia el procedimiento por el cual se coagula la sangre al hacer un filete a la plancha?  Vale, podría aceptar todo eso, pero ¿de verdad me está diciendo el periodista que en la Organización Mundial de la Salud en Ginebra intercambian recetas? La cumbre de vergüenza ajena que estoy escalando con este artículo creo que va a ser difícil de igualar. 

"Una banda sonora del hogar de los Borbón-Rocasolano cuando cae la tarde es algo así como: “Mami, tenemos que terminar el trabajo de reciclaje para el cole; mami, el disfraz de la función; mami, el PowerPoint del rombo; mami, los zapatos me hacen daño; ordena tu mesa, mi vida; ¿has hecho las fichas? Mañana tengo que salir a comprar camisetas interiores. Mami, mira qué esquema tan chulo para estudiar las autonomías. ¡Niñas, a la ducha!”.

Supongo que al periodista se le ha olvidado decir que hay también risas enlatadas que se escuchan de fondo como en toda sitcom que se precie. "Ordena tu mesa, mi vida" al caer la tarde, en las horas del horror. Lloro de risa. 

Con las últimas fuerzas, las lágrimas de la risa cayéndome por la cara y pasando más vergüenza ajena que en toda mi vida escalo el último repecho de esta pieza de cursilería periodística sólo al alcance de unos pocos, muy pocos. 

El párrafo final....

"La última escena de la jornada, con las luces de Madrid recortándose en los ventanales de La Zarzuela, es la sesión de mimos y cuentos. Son obligatorios. Letizia lee textos infantiles con su perfecta dicción de antigua periodista televisiva y pone voces a cada uno de los personajes con aire teatral. Las niñas se parten. Su padre prefiere leerles algo más sosegado en inglés. Después apagan la luz. Mientras salen de su cuarto, quizá la pareja real piense un momento cómo será la vida de su hija primogénita; de esa niña que tal vez un día será reina."

Sinceramente, no puedo añadir nada. No estaría a la altura. 

Brindo con un chupito de ginebra por Leonordora... como diría Dora ¡Cheers!


sábado, 21 de junio de 2014

La gran partida.

“La creatividad no es un talento, es una manera de trabajar”

Esta frase del genio de los Monty Python expresa a la perfección una idea que hemos olvidado en nuestros días.

Vivimos en una época en que las jóvenes promesas, en cualquier campo, son cada vez más jóvenes. Valoramos el éxito, la originalidad, la idea genial como si fuera una chispa de suerte, un don innato y algo que hay que conseguir rápido.  La rapidez en la consecución de un éxito se considera un valor añadido.

Cada vez creemos menos en el trabajo como el camino que hay que recorrer para conseguir ser bueno en cualquier disciplina. Hemos dejado de valorar la perseverancia, la paciencia y la constancia como virtudes necesarias para lograr cualquier meta.

No siempre fue así. No siempre es así aunque no nos hayamos parado a pensarlo.

Si pensamos en Leonardo da Vinci, decimos que fue un genio. Alguien dotado de una creatividad apabullante, capaz de dibujar, crear, inventar y escribir sobre una variedad de temas increíble y poseedor de un talento innato sólo al alcance de unos poco. Leonardo, un hombre del Renacimiento es una frase típica.

Pocos saben sin embargo que Leonardo da Vinci no consiguió “triunfar” hasta los 46 años, una edad que ahora mismo se nos antoja tardía.

El camino para llegar a ser bueno en algo está lleno de años en los cuales uno no es bueno en ese algo que está intentando conseguir. Se tardan años en conseguir dominar un instrumento, años en entender la física cuántica y ser capaz de ir más allá de lo aprendido, años en aprender a escribir y quién sabe si publicar un libro o triunfar con un blog.

Esos años de aprendizaje, de lenta espera, de acumular experiencias, ideas y conocimiento y de crecer son los que forman el grueso de “La gran partida” y en ellos reside la clave para triunfar (y no hablo de dinero ni popularidad).

A través de las historias de Leonardo da Vinci, John Coltrane, Marie Curie, Stephen King, Tiger Woods, Michael Faraday y muchos otros, Adam Westbrook ha realizado dos estupendos videoensayos en los que explica este concepto y nos hace reflexionar sobre cómo hemos perdido la capacidad de valorar el camino que lleva hacia la maestría en cualquier faceta de la actividad humana.


Tienen subtítulos en castellano pinchando en la pestaña inferior.

Publicado en Pisandocharcos.