viernes, 19 de junio de 2009

VERANEO FRANQUISTA


Cuando yo era pequeña llegaba el 20 de junio y lo natural, lo que había que hacer, era irse a Los Molinos. Había que recoger toda la casa de Madrid, mi madre limpiaba alfombras, recogía la plata, tapaba los muebles con sábanas y ponía barreños con agua en las habitaciones para que “ los muebles no cogieran polvo”. A mi todos estos preparativos me parecían necesarios e incluso entrañables porque marcaban el comienzo de mi “veraneo”. Lo de franquista se lo puso mi jefe el primer verano que le dije que me marchaba a Los Molinos: “ ah ya veo, tú como los ricos, veraneo franquista”.

El caso es que mis hermanos y yo desde los primeros calores primaverales empezábamos a dar la brasa: ¿ cuando nos vamos a Los Molinos? ¿ cuanto queda? ¿Por qué no nos vamos ya?

Por supuesto no apreciábamos el esfuerzo que hacían nuestros padres ni veíamos en su cara el terror al cambio de rutina invernal por el descontrol veraniego. Cuando eres pequeño la transición de una cosa a otra no supone ningún esfuerzo, te lo dan todo hecho, lo único que aprecias es que ya no llevas calcetines, te ponen pantalones cortos y no hay cole.

Llegábamos a Los Molinos y nos instalábamos. Nosotros íbamos pertrechados con nuestros juguetes y nuestros cuentos, de la ropa ya se ocupaba mi madre. Era llegar y empezar a correr por el jardín, coger las bicis, subir a los pinos y empezar a dar la brasa: ¿ nos podemos bañar? NO ¿podemos ir a ver la piscina? NO ¿ podemos ir a mojarnos los pies? NO por favor, por favor, por favor..HE DICHO QUE NO. Cómo a mi madre le funcionaba el supertono entonces recurríamos a la tortura psicológica, nos sentábamos muy cerca de dónde ella estuviera y la mirábamos fijamente para ver si así sentía pena. No solía funcionar, mi madre a cara de perro siempre gana.

Después de dos días allí ya teníamos la rutina veraniega montada. Mi padre se piraba a Madrid a currar ( esto tampoco lo apreciábamos) antes de que nos levantáramos y volvía cuando ya estábamos en pijama. El día consistía en levantarse en pijama y desayunar en la pérgola, tostadas de pan de verdad y nesquick ( estoy en contra del cola cao que hace grumos), luego había que vestirse y hacer tiempo hasta que pasaran las dos horas de la digestión. Los padres te contaban historias horribles de niños que morían por haberse bañado antes de tiempo o peor aún niños que se habían encontrado de repente rodeados de vómito de otro niño al que se le había cortado la digestión. Así que ahí estabas, intentando pasar el rato con el cuaderno de vacaciones o montando en bici o dando la brasa a tu abuela ¿ que hay de comer hoy, abuela?

Por fin, veías salir a tu madre con el bañador y decías: ¡HORA DE LA PISCINA! Y ahí qué íbamos, a sumergirnos en el agua gélida de la piscina durante un par de horas. Luego había que quitarse el bañador mojado porque por supuesto permanecer fuera del agua el tiempo suficiente como para que el que llevabas se secara era inconcebible, y sentarse a comer.


Luego venía lo peor, el momento más odiado del día: la siesta. “ noooo, mami por favor…déjame ver la tele” Confieso en este foro público que yo jamás vi “ Verano azul”, mi madre consideró que era moralmente perjudicial para sus retoños ver esa serie dónde jovenzuelos desvergonzados decían tacos y lo que era peor de todo contestaban a sus padres. Jamás se lo perdonamos. Durante todo un verano fuimos unos apestados porque todo el planeta hablaba de Javi, Desi, Pancho y Chanquete y nosotros no sabíamos quienes eran. Desde aquí lo digo, bastante normales hemos salido para cargar con esa carencia.

La siesta venía disfrazada otra vez más de “tiempo de hacer la digestión”. 2 horas de aburrimiento peores que las de la mañana porque en estas además no se podía hacer ruido y no se podía salir al jardín porque hacia mucho calor. A pesar de nuestras reticencias al final nos dormíamos de aburrimiento. Ahora por supuesto y por si alguien tiene alguna duda la siesta para mis princesas es superobligatoria, dos horas y media de descanso son un regalo.

A las 6 comenzaba otra vez la rutina de la piscina pero esta vez venía delimitada por la “sombra”. Por el tono de tus padres parecía que si la sombra te tocaba te convertirías en piedra, “ niños, salid ya que está todo en sombra”. Ahora, con mi sabiduría maternal sé que la “sombra” era una estratagema de los padres para que no se les hiciera de noche vigilándonos en la piscina.

Mojados y arrugados como garbanzos nos arrastraban a “vestirnos”, el bañador y la camiseta no se consideraba ropa. Por la tarde había que ponerse algo más decente, los 3 iguales por supuesto. Lo peor de esto es que la supuesta ropa de verdad no se podía manchar, así que los juegos de la mañana: correr, montar en bici, hacer montañas de arena, tirarse al suelo con las chapas, jugar a las canicas..etc, no se podía hacer porque “ te estás poniendo perdida de arena”.

A veces salíamos a pasear comiendo pipas o íbamos a casa de alguien andando. Eso era un “plan especial”, nos gustaba, pero éramos felices en casa de mis abuelos..el jardín era enorme y tenía pasillos a los que sólo íbamos de “aventura”.

Al final del día cenábamos antes que los mayores y nos acostábamos a leer mientras escuchábamos a los mayores cenar en la Pérgola.

Eran veranos de rutina y eran geniales.

El viernes que viene empieza el veraneo franquista para mis hijas, pero ya no lo veo tan idílico. Desde el mes de mayo empiezo a tener pesadillas con la nueva reorganización, tendré que hacerme 270 km al día para ir y venir del curro, cuadrar la rutina con mi madre, mis hermanos, mi sobrino, el ingeniero, mi cuñado y organizar todo de nuevo. Para mí será una paliza pero para las princesas es un verano genial:

- mami, ¿cuantoz diaz quedan para irnos a vivir a Loz Molinoz?

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Mis veranos si que eran franquistas. En los años sesenta yo iba al campamento de la OJE a cantar el "Cara al sol" y el "Montañas nevadas". Con 16 años una noche mi escuadra de arqueros nos escapamos a las fiestas del pueblo y allí toqué mi primera teta.
Con Franco se vivía mejor.

Don Mendo

JuanRa Diablo dijo...

Me has hecho viajar en el tiempo.

Es verdad lo que dices, en todos los aspectos. Nada me parece tan atractivo como entonces pero pienso que para mis hijos sí lo es y cuando intento verlo a través de sus ojos es cuando le encuentro el encanto.

Me acuerdo de la leche helada y la limonada de mi madre, de que siempre había una tormenta enorme en agosto y de que me encantaba cazar bichos. Y de un libro de pasatiempos, suplemento de La Verdad, que leí una y otra vez.

Muy bien descrito todo, Molinos.


PD: No concibo haber podido vvir sin conocer a Chanquete!! Eres rara, tía! ;)

Anónimo dijo...

Yo también pasaba verano franquista con mis abuelos en el campo. A mis padres sólo los veía algunas noches y los fines de semana. Me encantaba cuando venían porque mi madre siempre me traía una bolsa con Bonys, esos pastelitos rellenos de fresa y con chocolate por fuera. Te acuerdas? Yo los metía en el congelador y les ponía un palo abajo para comérmelos, me parecían buenísimos. Merendaba sandwiches de nocilla...mmmmm..y todo el día en la pisci y con la bici. Era una gozada y parecía no acabar nunca.

Lo peor venía cuando tu madre te decía "mañana nos vamos a Madrid a comprar el uniforme". Eso significaba que el verano estaba finalizando y que el regreso a la ciudad era cuestión de días.

Tu verano me ha recordado mucho a aquellos veranos inolvidables.

Ahora el verano se me pasa volando, currando y no hay bonys. Eso sí, mi príncipe disfruta de verano franquista.

MALVALOCA.

María dijo...

Yo es que me crié ya en el pueblo... así que vivía esa vida apacible todo el año.

De los veranos recuerdo la llegada de los emigrados a Madrid, al País Vasco, a Cataluña, a Suiza, a Francia... Era una auténtica fiesta el reencuentro con esos niños cada verano, los juegos, las risas, los chapuzones en el río, luego, más adelante, los primeros amoríos...

Recuerdo también una niña del colegio (al cole iba a la capi), que no tenía pueblo, lo decía con mucha pena... A mí también me daba pena, se perdía tantas cosas

NáN dijo...

El verano está de puta madre hasta que se produce el "último verano". En mi caso fue con 28 años, pero tiendo a se retrasado en todo. A partir de ahí, el verano es una mierda, franquista o de la segunda internacional.

Pero no venía a decir esto. Venía a decir que:

1. Eres un crack.

2. Me comprometo y juramento a no conocerte nunca, no vayas a joderme el tinglado de vaya vida de mierda la mía.

3. Mi psiquiatra opinaría que no es bueno que te lea, porque temería que me pudiera curar del infierno de la familia y abandonarle.

4. Mi psiquiatra, la verdad, es que no tiene ni puñetera idea de nada. No tengo la menor intención de curarme. ¡¿Para qué, con 62 años?! Que me hubiera curado con 30, que me habría animado la vida. Ahora lo que quiero es que siga dándome recetas de pastillitas de colores.

5. Si te gusta conducir, te puedo dar la dirección de mi psiquiatra. Es tan lilas, el cretino, que tiene la consulta en la Calle de los Melancólicos.

6. Besos de mi parte a pobrehermano parado, que es el que menos lata da.

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

Qué raro en la época franquista no había "nesquick" en españa