lunes, 27 de febrero de 2017

Despelleje Oscar 2017



Paso de ellas, de las actrices. Me aburro con sus trajes así que hoy me voy a fijar más en ellos, con atención, interés y diseccionando hasta el último detalle.


Hace unos años publiqué un post en el que decía que no sabía si Ryan me gusta o no me gusta. Ahora soy más vieja y más lista o, quizás, lo que tengo es menos criterio pero lo que no me gusta de él queda aplastado por lo que me gusta de él. Ryan es un sí claramente. Sigo pensando que a la mañana siguiente, de una noche de pasión con él, me daría yuyu encontrármelo. Ryan siempre entrecierra los ojos como calibrando si podrá pegarte una puñalada y salir corriendo antes de que te des cuenta.

Cosas de Ryan ayer que sí. Para empezar va bien peinado porque hablemos de los hombres y su pelo. "Ah no, yo no me peino" te dicen como si no fuera EVIDENTE que van sin peinar. Ryan siempre va bien peinado, ayer por la noche no fue una excepción y lleva el maquillaje justo, para que no le veamos los poros, pero sin parecer una puerta. Ryan, además, siempre lleva los zapatos adecuados, otro tema difícil para los hombres.

Lo que es no, de ayer, son las chorreritas de la camisa y la pajarita de terciopelo. ¿Qué pasa con el terciopelo? ¿Por qué ha vuelto? Reconozco que le tengo una manía personal ligada a una noche en la que llevaba un traje de terciopelo y me rompieron el corazón pero eso no viene a cuento. El terciopelo da calor y da sensación como de ser todo muy gordo. No, no y no.

David Oyelowo lleva terciopelo también y un esmoquin de brocado blanco. Lo que viene siendo una cursilada. Cuando un tío lleva un esmoquin blanco la secuencia de pensamiento es "¡oh un esmoquin blanco con un tío dentro!" y luego "¡¿por qué se ha puesto eso!" y después "¿de qué color lleva los calzoncillos? ¿color carne? puaghhh" . El pensamiento ¡qué hombre más elegante! brilla por su ausencia.  Y aquí tenemos a este hombre para que quede claro el concepto. Y en primer plano para ilustrar, una vez más, la idea de que la originalidad la carga el diablo.

Jamie Dorman lleva una chaqueta crema. El crema es básicamente un color que se define solo cuando lo pones al lado de algo blanco. No es blanco, no es amarillo, es crema. Y es asqueroso. Además Jamie lo combina con un pantalón gris de uniforme que le da la apariencia de niño en las bodas de oro de sus abuelos en un crucero por las Bahamas.

Chris Evans parece un geyperman arreglaó. El azul es para tíos increíblemente guapos, increíblemente sexys y con mucha clase. Si te falta alguno de estos tres elementos, y al bueno de Chris le faltan los tres, vas hecho un muñeco. Además va demasiado peinado y lo peor es que está claro que se gusta. Hablemos de barbas. Ya lo he dicho más veces, entiendo que uno se deje barba porque es más cómodo pero, ¿qué sentido tiene llevar esa barba arreglada hasta el último milímetro y las cejas depiladas? Me apuesto las dos manos a que Chris duerme con redecilla en la barba todas las noches y lleva unas pinzas en el bolsillo. Y otra pajarita de terciopelo gordo.

Alex Greenwald no sé si está más preocupado por el evidente abandono de su fijador en la escultura capilar de su tupé o porque sus dedos no toquen la espalda de su acompañante. En cualquier caso esa sonrisa siniestra me da miedo.

Denzel y su traje cuatro tallas más grande. Además, está esponjando muchísimo y se le está poniendo cara de pan.

Jeremy Renner casi lo consigue pero con el chaleco se ha equivocado. ¿Por qué chaleco con esmoquin? ¿Pensaba que tendría frío? Con esas manitas así, como de homilía de predicador del medio oeste americano parece que teme coger frío con el relente de la noche. Si es eso, que se hubiera puesto una rebequita.  ¿Y la pelusilla facial? ¿Por qué? Dejarse ese rastro de pelitos en el labio y esa sombra de barbita en el mentón ha debido llevarle horas. ¿Qué tipo de hombre se pone a afeitarse y se hace eso? Exacto, el tipo de hombre que no es de fiar.

¿Qué puede salir mal si eres un tío grande como un castillo, con la cabeza cónica y calva y te pones un esmoquin azul eléctrico de terciopelo con ribetes en raso negro?  Aunque claro, pensándolo bien tampoco tiene mucho que perder. 

Michael Sannon es un tío al que siempre miro muy fijamente esperando que la cara se le acabe de encajar. Nunca sé si está a punto de quitarse una máscara o es que la que lleva no le encaja. Debe de ser la segunda opción porque en esta foto es evidente que está temiendo que si sonríe más se le suelte la máscara y veamos su verdadero rostro. Creo que lleva el clavel para disimular y si eso pasa, regar a su interlocutor y salir corriendo. Su pareja, además, lo sujeta como si fuera Monchito. Todo muy perturbador.

Aldis Hodge muy bien. El azul acero es un color favorecedor siempre y si tienes buena planta más. Lástima de quincallería que se ha empeñado en lucir y que es innecesaria completamente. Pulsera, reloj, tres sortijas y una cadena colgando de la solapa que no sé si es el escapulario de su hermandad de Semana Santa o una insignia de boyscout.

La peli de Mel es un tostón pero él está envejeciendo bien a señor mayor, algo que está convirtiéndose en una rareza en estos tiempos.

Hablemos del segundo plano de esta foto cuando consigáis despegar los ojos de la mujer en primer plano encantada de conocerse. Muy fan del señor de la izquierda con chaleco beige, la insignia en la solapa y las gafas de sol graduadas tamaño Jumbotron recién llegados de los ochenta. Y muy fan del tío de las rastas con el esmoquin blanco de solapa estrecha mirando con asquito la mano tendida del niño en plan "como me roces con esa mano mi chaqueta te mato".

Barry Jenkins muy bien. Esmoquin bien, pajarita bien, nada de pelo facial y gafas estilosas. Y lleva reloj. Además tiene el mérito de intentar que la Hupert se ría algo que, como todo el mundo sabe, no ocurre desde 1980. Por cierto, el pendiente cremallera que lleva la Hupert me da muchísima grima.

Estos dos  niños muy bien. No sé muy bien quién los ha emparejado con la Hupert cuando es evidente que a ella le entusiasma la infancia.

Casey Affleck hecho un zarrapastroso absurdo. Me lo imagino completamente como un adolescente carpetero diciendo

 —¡Yo no me pongo traje!
—Te pones traje como que me llamo Madre Affleck.
—Qué no.
—Ya veremos qué no. La tontería del niño de las narices. Me tienes más harta.
—No pienso ponérmelo.
—No me calientes, no me calientes. Hasta el moño con tu  malditismo. Una buena torta y se te quitaba la tontería.  

Y así va. El traje se lo ha puesto pero está hecho un mamarracho. 

Justin Timberlake pues bueno. Ni fú ni fa. Podría ser peor y dudo mucho que pudiera ser mejor. No lleva reloj.

¿Qué le ha pasado a Halle Berry?  Estoy en shock. ¿Por qué lleva ese pelo? Y ¿por qué lo lleva teñido a juego con ese horroroso vestido? 

Bardem con el mismo encanto que un vendedor de la sección de caballero de Galerías Preciados.  ¿Desea el caballero alguna cosa más? ¿Calcetines, cinturones? Los tenemos en oferta. Lo veo. 

Un crowfounding para que la próxima especie de velociraptos que se descubra lleve por nombre  Priyanka Chopra. Pago por ver sus graciles movimientos caminando sobre esos andamios que lleva por zapatos.

Jeff Bridges Sí.  Bien el esmoquin, la barba, el pelo y él todo. Siempre dan ganas de irse con él a tomar copas sin temor a que se rompa, te mate, se vaya con otra o esté más depilado que tú. Y su mujer lo sabe, sabe que es una chica con suerte.  Aprovecho para decir que hay que ver Comanchería.

De Damien Chazelle solo salvo el reloj. Lo demás es es un despropósito. Esmoquin azul eléctrico siendo un enclenque poca cosa es horrible, la pajarita blanca, el pañuelito asomando, la barbita de mosqueperro. Cero atractivo.

Bien, ya es hora de aceptar que nunca vamos a hacer de Matt Damon un hombre de provecho. No da más de sí.

El momento justo en el que Riz Ahmed se ve en el reflejo de la cámara y es consciente de que se ha equivocado con el esmoquin color "azul traje de boda de madrina de pueblo".  Aquí el momento siguiente en el que piensa "¿Y si me abrazo al chino gafotas y sostengo un panda galáctico se notará menos?"

Sting y Trudie muy bien. Viejunos, arreglaos y estilosos. Sting se ha esculpido en plan empalizada de fuerte indio o campo de trigales a punto de cosechar pero está elegante con su chaqueta de cuello mao. El traje de ella me encanta.

Vigo, Vigo, Vigo. Siempre es sí, aunque confieso que está mejor en la película con un traje rojo loro que con este esmoquin. Bueno, en la peli, como mejor está es en bolas en un desnudo frontal espectacular.  Vigo saca lo más animal de mí.  Pero centrémonos, el que está a su lado es su hijo, Henry Mortensen destrozando la teoría darwiniana de la mejora de la especie y el refranero popular español "quien a los suyos parece, honra merece". El desastre evolutivo  es evidente pero no quiero dejar de resaltar por si alguien no se da cuenta de que Henry además del pelo, el traje, los botines, la sonrisa y la absurda pose, lleva las uñas pintadas de negro.

No sé si es Halle o el actor secundario Bob travestido.

Todo muy bien en Marhersala Alí. Le podría poner el pero del pañuelo de cuadros pero lo compensa porque lleva reloj.

Con los niveles de absurdez de Nicole ya no puedo. Que le den una escoba y salga volando. Bruja.

Dakota Johnson de Oscar, no de la Renta. De estatuilla.

Un señor en batín de tomar el jerez en la biblioteca.

Dev Patel con su madre moviendo la ternurita pero los pantalones le quedan cortos, los zapatos brillan tanto que parecen de charol malo y los calcetines blancos con lunares rojos, no. Se lo voy a perdonar todo porque la madre está tan contenta que no quiero darle disgustos.

Michael J Fox marcándose un Lalaland. Soy muy fan, y si dejara de teñirse el pelo lo sería más.

Yo es que a Gael no le encuentro el atractivo por ninguna parte. Aquí va como de poquita cosa y con botines. Mal.

Vince Vaugh con la chaqueta corta. Está a dos centímetros de llevar una "torerita".

Ay Andrew, ¿como te han dejado salir de casa sin echarte tapa granos? O eso, o te ha dado urticaria el cocktail. Pobriño. Le voy a dar el premio chupachups para compensarle y porque ese desarrollo cervical se merece un reconocimiento.

Hola Raphaela, susto o muerte.

Glen Powell y su pose de "ey nena, mira lo que tengo para ti". Mucha vergüenza ajena Glen,  la entrepierna arrugada y las manos fofas, eso es lo que tienes.

Un guaperas con terciopelo gordo. Lástima.

Qué mona con el peinado de plumón de polluelo de lechuza peregrina.

¡Ajá! El actor secundario Bob antes de montárselo con Halle.

Y con esto y un brindis al sol por la elegancia perdida, hasta el despelleje del año que viene.  

viernes, 24 de febrero de 2017

Decidí tener hijos

Decidí estudiar ciencias mixtas en COU porque no me gustaba el latín. Decidí desobedecer a mi padre y no hacer una carrera americana de negocios. Decidí estudiar historia. Decidí que tenía los pies feos y nunca llevaría sandalias. Decidí hacer una doble especialidad.  Decidí que tenía los brazos gordos y no llevaría tirantes. Decidí empeñarme en una relación absurda. Decidí cortarme el pelo cortísimo. Decidí no ser profesora. Decidí que tenía los pies bonitos. Decidí aceptar cualquier trabajo que me ofrecieran. Decidí llamar a aquel hombre. Decidí llevar tirantes. Decidí casarme con aquel hombre. Decidí irme a trabajar a cien kilómetros de mi casa. Decidí alquilar aquella casa. Decidí tener un hijo.  Decidí que no tendría más hijos. Decidí empezar a teñirme las canas. Decidí tener otro hijo. Decidí comprar una casa. Decidí abrir un blog. Decidí no tener más hijos. Decidí divorciarme. 

Todas estas decisiones las tomé pensando que eso era lo que quería, que estaba eligiendo lo mejor y, por supuesto, pude equivocarme en todas. ¿En todas? Pero si ahí has puesto tener hijos ¿Crees que te equivocaste? No lo sé. Tome la decisión de tener hijos con la misma inconsciencia y la misma falta de conocimiento con la que tomé todas las demás. No, no es verdad. La más inconsciente de todas mis decisiones vitales fue y será para siempre la de tener hijos. Mi decisión más inconsciente y la más trascendente.  

Decidí que quería tener hijos porque quería. ¿Qué es querer algo que solo te imaginas? ¿Querer algo de lo que no tienes ni la más remota idea de lo que va a significar en tu vida? Y no hablo de biberones, lactancias, bebés llorando ni las mil quinientas inquietudes logísticas que acarrea reproducirse.

Pero, ¿Cómo puedes decir eso? ¿Insinúas que tu vida no es mejor por tus hijas? No, no lo insinúo. No lo sé. Para empezar ¿mejor qué qué? No sé si la vida que tendría si no hubiera decidido tener hijos sería mejor, peor o igual. Sería otra. No me arrepiento de haberlas tenido, la mayor parte del tiempo las quiero infinito y sé que gracias a ellas he aprendido a mirar el mundo de otra manera, he aprendido sobre mi relación con los demás y me he descubierto para bien y para mal, pero no sé si mi vida sería mejor o peor sin ellas. No lo sé. 

Leo cosas sobre lo maravilloso que es tener hijos, sobre como tener hijos hace tu vida mejor, más completa, más todo. Y yo no lo sé, no lo siento así. 

Pensar que tu vida con tus hijos es mejor que la que tendrías sin ellos es inevitable porque es una de las pocas (si no la única) decisiones en tu vida que no tiene marcha atrás y que es para toda la vida. Puedes decidir estudiar otra carrera, vivir en otra casa, romper con tu pareja, volverte a casar, cambiar de trabajo, de casa, incluso de sexo, marcharte a otro país pero no puedes dejar de tener hijos. Aunque decidas pasar de ellos, ignorarlos o abandonarlos jamás dejarás de tener hijos. 

Quiero pensar que mi vida con mis hijas es mejor porque no hay marcha atrás, porque es una de mis decisiones vitales y porque por experiencia sé que reconocer que te has equivocado es duro, cuesta y jode mucho, pero es posible. ¿Qué pasa si una de ellas, o las dos, enferma de algo terrible que les causa un sufrimiento extremo del que no soy capaz de librarlas y tengo que observar como se apagan en medio de terribles dolores? ¿Qué pasa si una se convierte en una asesina?  

Estás exagerando y eso no va a pasar. 

No sé qué va a pasar pero esas cosas ¿no me harían pensar que estaría mejor si no hubiera decidido tenerlas? O pensándolo al revés ¿mi vida sería mejor si hubiera decidido tener tres hijos más? No lo sé. Cada vez que lo pienso, me desconcierta darme cuenta de que yo he tenido algo que ver en que esas dos personas estén en este mundo, estén vivas. Y lo que más me sorprende, de todo, es que son fruto de la decisión más inconsciente que he tomado en mi vida. 

Quiero tener hijos ahora porque me estoy haciendo mayor, pensé. Tenía 29 años.

Me gusta mi vida con mis hijas, unos días más y otros menos, no sé si sin ellas mi vida sería mejor o peor. 

Sería otra vida. 


martes, 21 de febrero de 2017

A los pies de las estrellas.

Las miro de vez en cuando durante toda la proyección.  María está a mi derecha, Clara a mi izquierda. Siempre nos sentamos así en el cine porque las dos quieren tener la oportunidad de comentar cualquier cosa conmigo, de no perderse ninguna posible explicación que yo pueda dar. Hoy, sin embargo, no preguntan nada.  Estaban reticentes y bastante despistadas cuando les comenté el plan. 

—Mamá, la que vamos a ver es la de que se mudan a Nueva York, ¿no?
—No, ¿cuál es esa?
—La de sama sama y el vestido rosa  y las escaleras y el teléfono. 
—No, esa es Descalzos por el parque. 
—Ah, entonces ni idea. 
—Pues yo les he dicho a mis compañeros que íbamos a ver Dirty Dancing, sabía que era algo de ing pero no me acordaba – es la aportación de María. 

Ahora, sin embargo, están abstraídas por completo en lo que está sucediendo en la pantalla. Miran extasiadas y con reverencia como Gene Kelly baila como si fuera fácil, como si el movimiento de sus pies fuera algo que hace sin pensar, sin ensayar, como si fueran solos. De repente me doy cuenta de que así es como hay que ver esta película, así es como se deberían ver todas las buenas películas, mirando hacia arriba. En los cines antiguos, en los grandes cines clásicos, en las salas en las que vi Blancanieves, y Regreso al Futuro e Irma  La Dulce la pantalla quedaba elevada sobre la sala y nuestra actitud física con la vista y la cabeza levantada expresaba la admiración y reverencia por el espectáculo. El agradecimiento por ser partícipes y destinatarios de ello. 

Ahora las salas son anfiteatro, nos sentamos y la pantalla está nuestros pies. Parece una tontería pero creo que no lo es, ahora no vamos como espectadores agradecidos, somos exigentes consumidores. Nos sentamos en alto, conscientes de nuestro poder, como los emperadores romanos en el circo. Reconozco la comodidad de nuestras salas, que han eliminado la posibilidad de que alguien más alto que tú o con una enorme cabeza  dificulte el disfrute de la película, pero Cantando bajo la lluvia hay que verla así, desde abajo, con reverencia, con admiración, porque Gene Kelly, Debbie Reynols y Donald O'Connor son dioses desaparecidos e inalcanzables, apariciones que despliegan su talento para nuestro exclusivo disfrute. 

La sala está llena a rebosar y una corriente eléctrica de emoción la recorre durante toda la proyección. No se oye ni un teléfono, ni un susurro, ni un movimiento. Aplaudimos después de cada número musical y yo siento cada una de esas ovaciones como una despedida. 

Cuando llega el final, con la imagen de Gene Kelly y Debbie Reynolds besándose, las vuelvo a mirar. Veo sus caras iluminadas por el resplandor amarillo de las letras The End que sé que están ahora proyectadas en la pantalla. 

The End, el final, pero, para mis hijas, espero que sea una noche que no olviden jamás. No solo lo espero, lo sé, lo he visto en sus caras esta noche. No olvidarán jamás la noche en que vimos Cantando bajo la lluvia en la sala de un cine a punto de cerrar y, al salir, bailamos por la calle a pesar de que nuestros zapatos no sonaban.     


viernes, 17 de febrero de 2017

Conciliar, o todos o ninguno

Buscamos conciliar en el diccionario, que para eso está, y descartamos la primera acepción, "asistir a un concilio". Nos vamos a la segunda y nos encontramos con esto. 

«1. tr. Poner de acuerdo a dos o más personas o cosas.
2. tr. Hacer compatibles dos o más cosas. Conciliar la vida laboral y la vida familiar.
3. tr. Granjear un ánimo o un sentimiento determinados»

«Hacer compatibles dos o más cosas. Conciliar la vida laboral y la vida familiar». 

En ninguna parte pone hijos, ni padres, ni madres ni nada de nada. Llevo días dándole vueltas a esto porque parece que la conciliación es un derecho en exclusiva para los que tienen (tenemos) hijos, como una especie de prerrogativa especial que hay que concedernos por habernos reproducido y no estoy de acuerdo. 

O la conciliación es para todos o no es. Todos tenemos derecho a un horario de trabajo que nos permita tener tiempo libre y disfrutar de nuestra vida de ocio. Me da igual que tu vida de ocio sea cuidar de tu hijo, tus gemelos, tus trillizos, tu tribu de los Brady o que consista en salir a correr, ver marathones de serie, ir a clases de pintura o tumbarte en el sofá a contar las grietas de la pintura del techo de tu salón. Lo que hagas con tu tiempo fuera del trabajo no te da más o menos derecho a unos horarios o a tener unas determinadas ventajas.  

Sé que esta posición llevará a algunas personas a comprar piedras y prepararse para apedrearme en cuanto diga Jehová pero es que es así. La conciliación debe ser para todos y eso supone ventajas pero también inconvenientes que hay que estar dispuesto a aceptar. Lo ideal sería que todos trabajáramos en horarios racionales, pongamos de 9 a 5, pero eso es imposible. Hay empresas, sectores, actividades que necesitan horarios más amplios. Eso supone que hay determinados trabajadores que entran terriblemente temprano a trabajar o salen terriblemente tarde o trabajan mientras todos dormimos. Son horarios especiales con complementos salariales especiales (o deberían tenerlos) pero ¿por qué determinada gente que grita mucho sobre la conciliación está en IKEA a las diez de la noche comprando cucharillas? ¿o le parece fenomenal ir de compras los domingos? ¿o ir de rebajas a las nueve de la noche? ¿Son las cucharillas una necesidad imperiosa un miércoles a las diez de la noche? ¿El trabajador del comercio no tiene derecho a salir de trabajar pongamos a las 20 horas para conciliar? ¿No puedes ir de compras un sábado? o ¿solo tiene ese derecho si tiene hijos? 

Conciliar debe ser para todos. Conciliar no consiste en que la gente que tiene hijos a la hora de elegir vacaciones diga "yo agosto", o el que tiene pareja diga "es que mi pareja solo puede en junio". Corrijo, puede decirlo, es más debe decirlo, pero no pretender que su vida familiar cuente como un positivo para elegir las vacaciones. Ya veo las piedras volando contra mi cabeza. 

A mí me gusta pasar las vacaciones con mis hijas, claro, pero no creo tener más derecho a tener vacaciones en agosto o en diciembre que mis compañeros sin hijos o sin pareja. Mi vida personal es una decisión mía que debo gestionar sin comprometer o, mejor dicho, sin contar con que otras personas modifiquen las suyas a mi conveniencia. Y esto me lleva al diccionario otra vez:

Conciliar: Poner de acuerdo a dos o más personas o cosas.

Esgrimir el hecho de tener hijos como un estandarte de yo tengo derecho a salir a una hora más temprana, a escoger vacaciones, al turno más ventajoso, a irme en Navidad o cualquier otra cosa no es tener el ánimo de llegar a un acuerdo. Es abusar, es absurdo, es injusto y, además, es contra producente porque predispone en contra. Y lo digo yo, que tengo hijas, a mí me predispone en contra. 

La conciliación debe ser para todos o no lo será y para conseguirla convendría que nos pusiéramos de acuerdo todos o por lo menos tuviéramos el ánimo y el propósito de intentarlo. En ese ánimo es primordial que muchos de los que tienen hijos dejen de pensar que es algo que sólo les atañe a ellos y que los horarios racionales de trabajo son una prerrogativa especial que ellos deben tener por encima de aquel que no tiene hijos y quiere salir pronto para ir a clase de esgrima.