viernes, 15 de abril de 2016

Preferiría hacerlo

Confieso que soy impulsiva de palabra, obra y omisión. 

Intento controlarme. ¿Por qué? Pues porque está mal visto ser impulsivo. La impulsividad no es un talento valorado por la sociedad y hay una leyenda urbana que considera que ser impulsivo es perjudicial para uno mismo, te vuelve vulnerable y poco de fiar.  Así que como, a pesar de todo, no soy inmune a las leyendas urbanas, intento controlarme. 

Escribo cosas del tirón como una maníaca, casi como Jack Nicholson en El resplandor, y las dejo ahí reposando; pienso respuestas geniales y me muerdo la lengua, elucubro réplicas fabulosas con las que gano la partida y las retengo rebotando en mi cabeza. O lo intento. 

A veces creo que ahora, con 43 años, he conseguido controlarme algo, pero luego pienso en mi yo de 20 años, ese saquito de miedos e inseguridades con hombreras que era yo, y me doy cuenta de que ahora soy más impulsiva o lo soy igual pero el miedo no me puede, no me controla. 

El otro día tuve que ver una película sobre ajedrez. No me gusta el ajedrez, me sé las reglas, pero me supera. Mientras agonizaba frente a la pantalla pensé que el ajedrez es el control absoluto de los impulsos, es táctica, estrategia, espera, contención y cálculo. No tengo nada de eso. Supongo (o no) que ser un mago de la táctica y un Sun Tzu de la estrategia debe dar muchas satisfacciones. Supongo (o no) que ser capaz de controlarse de la misma manera que se doma un caballo proporciona una sensación de poder que mola mucho. Pero yo no puedo. 

Lo intento. He perdido la cuenta de las noches de domingo que mientras no puedo dormir y doy vueltas en la cama pienso que a partir de esta semana todo será distinto. "A partir de mañana no voy a decir nada sin pensarlo con calma, no voy a escribir nada sin reflexionarlo durante 24 horas, no voy a pasar de 0 a 100 en tres segundos, no voy a mandar ni un mensaje sin tenerlo durante 3 horas en borradores y voy a ser capaz de sujetarme las riendas". 

Sé las veces que lo he conseguido: ninguna. 

Si tengo que escribir algo, tengo que hacerlo, no puedo quedármelo dentro. Cuando lo intento, no me concentro, no puedo parar quieta, muevo los pies, doy vueltas. Me pierdo en lo que tengo dentro, no escucho, me paso los desvíos, se me queman las tostadas y me limpio la cara con enjuague bucal. 

Si tengo la respuesta precisa y no la suelto, tengo que cerrar la boca tan fuerte que me duelen las mandíbulas y aprieto la lengua contra los dientes notando cómo la respuesta intenta salir por mi diente roto. Si me muerdo me enveneno. 

Si me hostilizo y me guardo la mala leche, la ironía, el sarcasmo y, a veces, los gritos, me noto correr la sangre por las venas, se me quita el hambre y escucho a mi cerebro decir: deja salir los impulsos o reventamos. ¡Demasiada presión!

Contadme malditos. ¿Dónde se aprende táctica? ¿Dónde se guardan las cosas que quieres decir y no dices? ¿En qué compartimento secreto almacenáis las ganas de hacer cosas que os morís por hacer? ¿Cómo se activa el botón "mejor no"? ¿Y la palanca de "impulso en espera"? 

¿Por qué yo no he venido de serie con todo eso? 

En dos días es domingo por la noche... y vuelta a empezar.  


miércoles, 13 de abril de 2016

Muerte a los madrugadores felices

- ¡Arriba mis campeones!

Abro los ojos de golpe. No puede ser. Lo he soñado, ese grito ha debido venir de uno de mis extraños sueños. Agito la muñeca, levanto el brazo, miro las manecillas del reloj. No pueden ser las 9:30. Recuerdo de repente que ayer fue un día de mierda y encima se me paró el reloj. Tendré que ir a cambiarle la pila. Odio ir sin reloj. Cada vez hay más gente que te dice "no me hace falta, miro la hora en el móvil". Mal, que idiotez. A mi me gustan los relojes, los hombres con reloj en la muñeca. 

- ¡BUENOS DÍASSSSSS!

Otra vez. Estoy despierta así que no es un sueño. Pero ¿qué hora es? Ruedo por la cama, estiro el brazo, me golpeo contra la montaña de libros de la mesilla, uno cae al suelo, cojo el móvil.... mierda, al final soy como esa gente que dice "no me hace falta el reloj". 6:27. 

Joder. Pero, pero, pero.... ¿Quién cojones grita “Buenos días” a estas horas? 

¿Es en el piso de al lado? Imposible. Es otro edificio, edificios recios con grandes muros. En 10 años jamás he escuchado nada. ¿Es arriba? ¿Quién vive arriba? ¿No era una señora loca a la que había abandonado el marido y siempre llevaba el pelo casi naranja? Obviamente no es el maniaco de la felicidad matutina que estoy escuchando. ¿Tengo vecinos nuevos? 

- ¡Vamos chicos! ¡Es un gran día! ¿Quién está contento con el nuevo día? 

Sé de uno que como siga gritando así no va a llegar a ver el final del nuevo día. 

- Buahhhh, buahhh, buahhhhhh. 

Un bebé llora desconsolado. Hay que ser un inconsciente, o un insensible o muy cabrón para despertar a un bebé con esos gritos. Ahora mismo mi vecino me cae tan mal que deseo muy fuerte que su bebé recuerde estos momentos cuando sea adolescente y vuelva a casa con un piercing en la oreja, la cabeza rapada con un retrato de Shakira y le diga a su padre que quiere ser vedette de zarzuela. Y llevar paleodieta y que le llamen Loreta. 

- ¡Vamos! ¡Alegría!

Pero, ¿no hay nadie en esa familia con criterio? ¿Mi vecino feliz (y sospecho que consumidor de sustancias alucinógenas) no tiene pareja? O más increíble aún, ¿tiene una pareja que tolera estas efusividades por la mañana, quiero decir, de madrugada? 

Me tapo con la almohada. Me ahogo. ¿Por qué hacen esto en las pelis? No puedo creerme que el resto de mis días en esta casa vaya a ser así. No lo soporto. Tendré que comprarme tapones o peor, madrugar tantísimo como mi vecino. O comprarme una recortada. Me visualizo con una escoba, en pijama, encima de la cama golpeando el techo de mi habitación para que mi vecino deje de ser feliz por las mañanas, pero claro con esos gritos no me va a escuchar. 

- ¡Vamosss campeones! Es un día precioso. Arriba. 

El bebé llora, yo lloro. 

- ¡¡POR FAVOR!! TODAVÍA ES DE NOCHE. 

No sé si me ha oído. No sé porqué he gritado así. ¿Quién soy? Ruego a quien sea que me haya oído, que convertirme en una vecina gruñona haya servido para algo. 1, 2, 3 segundos de silencio, contengo la respiración...

- ¡Vamoosssssss a por el nuevo día!!! 

Mi vecino y yo vamos a terminar fatal. Ya le odio muchísimo. 

Seguro que es de los que mira la hora en el móvil. 

lunes, 11 de abril de 2016

Sostener(me)

He conducido por esta carretera un millón de veces; cuando enfilo las curvas de bajada ya casi es casa. Siempre me siento mejor cuando llegó al final de la subida y empiezo a bajar hacia el valle. Respiro y pienso que ya casi estoy y que soy afortunada. 

El día está gris y verde, con un poco de sol. Mientras tomo las curvas, casi de memoria voy pensando que parece primavera pero poco, que todavía puedo fingir que es casi invierno. Tarareo la canción que ha elegido M por riguroso turno. Sin necesidad, por pura inercia, miro por el retrovisor y veo a C fingiendo tener un micrófono en la mano y actuando como si fuera Adele, sintiendo la música y poniendo caras. Me alegra el alma. Literalmente verla hacer eso me alegra la vida. 

Soy completamente feliz en este momento. No quiero nada más. Conducir bajando hacia el valle y cantar con las niñas mientras las veo actuar. Soy consciente de lo perfecto del momento. 

Todas las mierdas que me han preocupado esta semana, todos los problemas que me han provocado ansiedad o me han hecho cabrearme estos días, parecen nimiedades. De hecho lo son, pero he necesitado este momento para verlo, para colocarlo todo en su lugar. 

Me gustaría poder guardar este momento de lucidez y sacarlo cuando me hiciera falta, cuando me falte el aire, cuando vuelva a tener miedo. 

Nadie te lo dice pero los hijos te sostienen. Y no porque tengas que ser responsable, ni ser su referente, ni ayudarles ni estar siempre. 

Tus hijos te sostienen y ellos ni siquiera lo saben. 

Quiero que las princezas, algún día, sepan que me sostienen, que con ellas estoy a salvo. 

Y por eso lo escribo. 


jueves, 7 de abril de 2016

Lecturas encadenadas.- Marzo

http://guyshield.com/
Marzo ha sido un mes espectacular.  Me ha cundido tanto y he hecho tantísimas cosas que parece haber durado una eternidad . No me explico cómo he podido ni cómo he sobrevivido.

Empecé el mes con Un mal nombre  de Elena Ferrante. Ahora que ya me he leído los dos primeros libros de su tetralogía puedo decirlo con conocimiento de causa: no la soporto. Ni a ella, ni como escribe ni a las dos memas de sus protagonistas. No consigo entender porqué gente con (supuesto) criterio me habla maravillas de estas novelas. En esta segunda entrega las dos amigas han crecido. Lila, la tóxica, se vuelve aún más tóxica y absurda tras su boda. Lenu sigue en su senda de patetismo lánguido.

No necesito identificarme con los personajes de las novelas, ni siquiera tienen que caerme bien ni gustarme pero necesito creerme un mínimo de lo que pretenden contarme. A estas dos pazguatas no me las creo y lo que es peor no me creo a la Ferrante. Le veo las costuras y la pose en todo lo que escribe. Los supuestos pensamientos elevados de Lenu o sus dudas existenciales me resultan tan ridículos como los discursos de las heroínas de culebrón dando la espalda al galán.  Como si estuviera viendo un culebrón de mediodía es como leo estas novelas, mi vista resbala por las páginas, en algún momento me entretengo, en la mayoría me aburro y en muchos siento hasta vergüenza ajena.

554 páginas y no he doblado ni una esquina. Pero como soy masoca y conozco el efecto beneficioso que tiene en mí  echar espumarajos por la boca, ya tengo el tercero.

La Gloria de Mi Padre de Marcel Pagnol fue toda una sorpresa y un placer de lectura tras la tortura intensita de la Ferrante. Llegué a él porque Paloma me lo regaló por mi cumpleaños (No sabéis quién es Paloma y os da igual pero para mí es importante). La Gloria de mi padre tiene un título espantoso pero es una delicia que sé que  es una palabra cursilísima pero es el que más le pega a esta historia de recuerdos de infancia. La historia de Marcel, su padre, su madre, sus hermanos, sus tíos y una desvencijada y antigua casa de labor que alquilan en la Provenza para pasar el verano y que es el escenario de las aventuras de Marcel.
"Como de estas cosas no se hablaba nunca en casa, no pude saber cómo (mis padres) se conocieron. Por otra parte, yo no les pregunté nada sobre ello, ya que no podía ni imaginarme ni su juventud ni su infancia. La edad mi padre superó siempre en veinticinco años la mía. Eran mi padre y mi madre para siempre, para toda la eternidad." 
 Es un libro sencillo, amable, tierno, divertido, en una palabra bonito. Una preciosa manera de reconstruir el pasado y reconstruirte a ti mismo.
"Esa es la debilidad de nuestra razón; con frecuencia no nos sirve más que para justificar nuestras creencias."  

Tiene mucho de Gerard Durrell y su "Mi familia y otros animales" (Por si no lo sabéis la cadena inglesa ITV acaba de estrenar una serie basada en esta novela).

Hay libros que asocias para siempre a un momento de tu vida. Las Cartas de Durrell y Miller a un viaje de trabajo en Granada en 1998, Años Luz de Salter al momento en que me separé , o Un jardín abandonado por los pájaros de Marcos Ordóñez a un momento de dolor espantoso en el que creí que me moría. Para que esta asociación entre libro y vida ocurra y deje huella el libro tiene que marcarte, removerte y el momento vital tiene que ser especial aunque cuando lo estés viviendo no lo sepas. La Semana Santa de 2016 estará para siempre asociada a El bar de las grandes esperanzas de J. R. Moehringer.

Creo que llegué a este libro por recomendación de Enric González.  En el prólogo ya me había enamorado del libro y he doblado muchísimas esquinas. Cualquiera que lea mi ejemplar podrá seguir mi rastro... y me ha dado por pensar si eso no será demasiado personal.

Una vez más leo las memorias de un hombre. Moehringer me ha recordado muchísimo a Richard Ford por la relación con su madre tal y como la contaba en Mi madre. Por la recreación del pueblo y la vida en una pequeña ciudad americana con toda la ristra de personajes me ha recordado a las novelas de Richard Russo, especialmente a Empire Falls. Y me ha hecho pensar en la cita que copie de Marcos Ordóñez sobre lo difícil que es contar historias de gente normal y como todos somos excepcionales y tenemos una historia que merece la pena contar si se nos presta atención.

La vida de Moehringer no tiene nada de excepcional pero él consigue contarla de una manera que atrapa desde el principio. Es cálido, acogedor, tierno y todo sin ser ñoño. Quieres acompañarle, ayudarle, aprender con él y no salir nunca de sus recuerdos. Quieres que siga hablando, que siga contándote porque es un maravilloso contador de historias... hasta que se desinfla y cuando está en lo más alto pierde la ruta y empieza a perder fuelle y ritmo. Hacia el final de la historia, Moehringer parece perder interés en su historia, va y viene, avanza sin decisión, pierde el hilo. Es una pena porque hasta ese momento el libro es fabuloso. Se lo perdono por la magia de todas las páginas anteriores pero, a mi juicio, si hubiera cortado a falta de 60 páginas "Pero yo no veía más allá del Publicans" el libro hubiera sido redondo.

"Aunque me temo que nos sentimos atraídos por aquello que nos abandona, y por lo que parece más probable que vaya a abandonarnos, finalmente creo que nos define lo que nos acoge."
"Oía el humo en su voz y pensé que su voz era humo. Así era como imaginaba a mi padre: como humo parlante".
"A veces yo me sentía tan solo que me habría gustado que existiera una palabra más larga, más grande, para decir "solo".
"Hubiera querido explicarle que los libros no tenían  una función tan explícita como las herramientas, que no había una diferencia entre usarlos y no usarlos. La presencia de los libros me proporcionaba placer, me gustaba verlos alineados en los estantes, en el suelo. Eran el único elemento de redención en mi escuálido apartamento. Mis libros me hacían compañía, me animaban." 

Matera y Primo Levi. Un lugar, un viaje y un libro. El Sistema Periódico de Primo Levi, gran recomendación de Daniel Torregrosa (gracias Dani) que asociaré para siempre a mi habitación con vistas y los aviones. Me flipa Primo Levi y como escribe, mucha gente se queda en su  trágica y terrible historia en Auschwitz y enfrentarse a la vida sintiéndose un superviviente pero Primo Levi es muchísimo más que eso y me encanta como escribe. Siempre es triste, siempre es nostálgico y a la vez es ingenioso, divertido, culto, inteligente y, una cualidad muy rara, sorprendente.

El Sistema Periódico es una recopilación de  recuerdos, experiencias, perfiles de personajes queridos y relatos que Primo Levi titula con el nombre de un elemento del sistema periódico, el elemento que él considera que mejor empareja con la historia. Las historias más realistas y autobiográficas permiten descubrir al autor y su manera de pensar, sentir y vivir, y los dos más fantásticos, los que escribió mientras trabajaba en una mina durante la guerra me han encantado. Estos dos, Mercurio y Plomo, más que fantasía parecen ser una guía de viaje de un mundo secreto al que Primo Levi nos conduce de la mano atravesando una cueva oscura que nos va iluminando con una antorcha hasta llegar al final y descubrir ese mundo oculto.

El perfil de su amigo Sandro es un canto a la amistad y a lo que nos queda de la gente que ya se ha ido.
"Hoy sé que es una empresa sin esperanza reconstruir a un hombre de palabras, hacerlo revivir en una página escrita, y particularmente a un hombre como Sandro. No era de esas personas de las que pueden contar cosas o a las que que pueden levantar monumentos, con lo que él se reía de los monumentos. Vivía por entero en sus acciones, y una vez terminadas éstas, de él ya no queda nada. Nada más que las palabras precisamente."
"Equivocarse era como cuando se escala una montaña, una confrontación, un caer en la cuenta, un paso adelante que te hace más meritorio y más eficaz."  
"El otoño tiene el mismo color en todos los países del mundo, un olor a hojas muertas, a tierra en reposo, a haces de leña que se queman, en una palabra, a cosas que se acaban, y uno piensa "para siempre."
Empecé el mes paseando con la nieve y lo terminé al sol de Matera. Marcelo Pagnol, J.R. Moehringer y Primo Levi han sido mis parejas sucesivas este mes y los he disfrutado muchísimo.

Y con esto y un bizcocho hasta los encadenados de abril.