martes, 26 de mayo de 2015

Querida Espe

Querida Espe, 

Le escribimos desde el colectivo de malvados desprestigiados para agradecerle el excelente trabajo que en las últimas fechas viene desarrollando, con extremada y asombrosa eficacia, para devolver a la maldad verdadera el protagonismo que se merece. 

Durante los últimos años hemos sufrido una campaña de desprestigio que comenzó cuando, nuestro amado lider, Darth Vader, descubrió la paternidad. Desde ahí todo ha ido cuesta abajo sin parar: lobos que se hacen buenos, lobos que en vez de morir vomitan arrepentidos a sus víctimas, brujas que jamás ganan. Un despropósito tras otro. 

Estábamos a punto de cerrar y disolvernos cuando la hemos descubierto. ¡No damos crédito a nuestra suerte! Es usted una malvada de casta, de pura cepa, una mala de las que ya no quedan. Sin vergüenza, sin disimulos, sin medias tintas. Con mala leche, con rencor. Maneja el arte de la velada sutil, la amenaza sonriente y el apuñalamiento por la espalda. Por tener, tiene hasta secuaces a los que no le importa abandonar a su suerte si le traicionan o son capturados por las fuerzas del bien. "No tengo ni la más remota idea de quién es ese" dice con su mejor sonrisa, helando la sangre del pobre secuaz que creyó que la familia siempre protege a la familia. 

Todo esto, además, lo adorna con ese aspecto de adorable e indefensa ancianita que queda con sus amigas para ir al bingo y tomar té en Embassy. Nos reímos recordando cuando pensaban que era tonta. ¡Qué jugada maestra! Dejar que pensaran que era tonta, que le dieran la espalda y encontrarse con su sombra cerniéndose sobre ellos, los listos, años después. 

Hemos asistido a su campaña electoral con expectación y emoción. Tomando apuntes. No podíamos creernos que fuera usted tan torticera, tan falsa, tan mentirosa, tan increiblemente insultante hacia sus contricantes y, sobre todo, hacia los votantes a los que supuestamente usted debía engatusar. ¡Qué uso del lenguaje tan astuto! ¡Qué manera de hacer la cobra y hacerse la loca con todo el dinero que sus secuaces han trincado! ¡Qué golpe maestro los gritos de mártir de la democracia acorralada por las filtraciones sobre sus pobres y escasos ingresos! 

¡Una diosa del mal! ¡Un prodigio de crueldad! Aplaudíamos a rabiar en nuestra sede. ¡Bravo, bravo! ¡Espe for president! 

Nada podía salir mal. Pero salió. Unos cuantos irreductibles se negaron a darle su voto y cuando todo parecía listo para un nuevo dominio del mal en Madrid, llegó otro adorable ancianita, recogió a todos los pobres nietecitos y se hizo con el poder. 

Desolación en nuestra sede. Catástrofe en nuestras filas. No sólo no habíamos conseguido el poder. Eso daba miedo pero poco, el verdadero miedo es que sabíamos que su cólera, doña Espe, sería un tifón de furia, rabia y bilis que arrasaría con todo. 

Y así ha sido. Sabemos que intentó contenerse. El domingo por la noche salió tragando tanta bilis que hasta se atragantó y temimos que cayera presa de convulsiones mientras nuestro amigo Alien le atravesaba la blusa de Cortefiel. Consiguió contenerse, aunque el rictus la delató. El ardor de esa noche no se lo deseamos ni a nuestro peor enemigo. 

Sabíamos que no duraría. Un malo de verdad no acepta la derrota así tan ricamente y se va a casa a hacer calceta o a jugar al golf. Un malo de verdad acojona hasta el último momento, causa pesadillas, atemoriza, aterroriza y no se rinde hasta que le clavan la estaca en el corazón se funde a negro. 

Hoy hemos asistido a su rueda de prensa. La rueda de prensa del pánico. Qué espectáculo, qué timing, qué ritmo, qué frases y qué saber estar. 

50 minutos tarde. Una blusa espantosa a la par que hipnotizante. Un tono de voz clavadito al de un madre cuando dice "Te he dicho que vengas". Un peinado atroz. Un maquillaje de solterona que cena tortilla francesa en plato duralex. Toda una dirección escénica al servicio del mal. 

"Te estamos esperando, querida". Esa frase dirigida a alguien de su equipo con un bisbeo de víbora del desierto nos ha helado la sangre. ¡Qué manera de empezar! No sabemos quién es "querida" pero suponemos que ha caído fulminada. 

-Las fuerzas del mal de los rojos quieren aniquilar la civilización de occidente. El centro izquierda, el centro centro, el centro derecho y la centralidad. Debemos combatir todos a una como Fuenteovejuna contra esa señora que quiere llevarse a vuestros primogénitos, romper vuestros cerditos y obligarnos a llevar palestinos. 

Caras de incredulidad entre nuestros socios. No sabemos mucho de Carmena, lo mismo come niños, pero de ahí a aniquilar la civilización de occidente... va un trecho y eso lleva tiempo y ella tiene  una edad. 

-Rajoy está preocupado, muy preocupado. Y si yo fuera él estaría de camino a los puertos para salir de la Tierra Media porque como le pille lo descuartizo empezando a tirar por la barbita esa asquerosa que tiene. 

Toma, toma, toma. Dando sablazos (con sable) al títere de la organización malvada. 

-Llevamos perdiendo votos mucho tiempo. Y todos sabemos de quién es la culpa ¿verdad? Si me hubieran dejado a mi, la botella no hubiera estado ni medio llena, ni medio vacía sino en el contenedor de reciclaje. 

Se podía sentir el acojone en la sala, en las redes y en nuestra sede. Todo el mundo contenía el aliento. Se escuchaban los susurros de los periodistas para no despertar aún más a la fiera. 

¡Un cónclave! ¡Necesita un cónclave! Hemos pensado que lo que usted necesitaría sería un cónclave, uno de los buenos. Con sus intrigas, sus venenos, sus murmuraciones, sus amenazas y sus asesinatos por el poder. Un cónclave o una reunión de familias mafiosas con bate de beisbol.

- Todavía nadie tiene la mayoría. Ja ja ja. A lo mejor soy alcaldesa. 

Hemos sentido crujir la tierra y tambalearse los cimientos de la civilización occidental. Los aplausos entre nuestros socios han sido atronadores.

¡Espe, nos has hecho miedo!. ¡Como los normandos hemos salido volando! ¡Qué final más apoteósico! 

Porque esto es el final, ¿verdad? ¿Verdad? ¿Verdad?

lunes, 25 de mayo de 2015

Los desconocidos rutinarios

Fotografía de Gaspar Sánchez
En el recorrido que haces todos los días para ir a trabajar o en tu carrerita de runner diaria, o en el camino que sigues para ir a recoger a tus hijos al colegio, te cruzas con un montón de gente. Muchas de esas personas te pasan desapercibidas pero otras, muchas también, a fuerza de verlas todos los días a la misma hora, en los mismos sitios, se convierten en algo familiar. 

Cada día te las cruzas y ves cómo cambia su ropa según la estación del año, si van mejor o peor peinadas, si se han cortado el pelo, si van solas como siempre o si excepcionalmente van con un acompañante. Escuchas retazos de sus conversaciones con otros o por teléfono al cruzártelas y, de vez en cuando, al encontrártelas en otros sitios, a deshoras, fuera de la rutina compartida, no puedes evitar tener la sensación de "yo le conozco". 

En la vida en la red pasa más o menos lo mismo. Leyendo blogs, picoteando en unos y otros, siguiendo a gente en twitter que a su vez sigue a otra gente que tú empiezas a seguir, pinchando en blogs que recomiendan, leyendo comentarios sugerentes, muchos desconocidos que viven a kilómetros de ti comienzan a serte familiares. A esos desconocidos familiares de la red también les "oyes" hablar en sus comentarios en blogs, en sus tuits, en sus conversaciones con otros desconocidos familiares. 

Todos esos "desconocidos rutinarios"  tienen sus vidas, sus problemas, sus ilusiones y sus proyectos. 

La diferencia entre la calle y la red es que la red permite algo que si ocurriera en la calle a todos nos haría dar un respingo y pensar que el desconocido se ha vuelto loco. La red permite pedir ayuda, colaboración o solicitar voluntarios para tu proyecto, permite salir con el megáfono y decir: "Ey chicos, que estoy montando esto y necesitamos toda la ayuda posible". 

Hace un par de meses, unos de esos desconocidos rutinarios de la red, que llevas años viendo y ellos viéndote a ti, desconocidos rutinarios que te has cruzado en twitter y en blogs, que lees y sospechas que te leen, salieron con su megáfono a pedir ayuda para un proyecto chulo. 

Me acerqué a ellos y les dije, "Oye, yo no sé si puedo ayudar en algo pero me encantaría participar. Puedo hacer casi cualquier cosa, menos raíces cuadradas". (Lo de las raíces cuadradas no se lo dije... quería me cogieran). 

¿Por qué me acerqué? ¿Por qué lo hice? Pues por lo mismo que he hecho casi todo lo bueno de mi vida, siguiendo un impulso y pensándolo mucho. No sabía realmente si iba a poder ayudar; si iban a querer o si iba a ser capaz de hacerlo. Soy regular trabajando en equipo. 

¿Qué ofrecían los desconocidos rutinarios con su megáfono? Un proyecto muy chulo que encajaba con mi idea de la divulgación y la ciencia. Tenían un equipo ya formado y todo en marcha. ¿Qué podía ofrecer yo? No soy científica ni conozco muchos bares en Madrid. Pero siguiendo ese impulso les dije: "Contad con mi pluma y lo que sé de comunicación". 

Podía haber salido fatal, podía haber sido un caos, un fracaso o mucho peor, una decepción mutua, pero no. Ha sido una experiencia maravillosa, un lujo de colaboración que me ha servido para recordarme a mí misma que soy buena en lo que hago. Un placer increíble y una suerte inmensa trabajar con un equipo entusiasmado, ilusionado y aterrorizado ante la enormidad del proyecto puesto en marcha. 

24 horas antes de empezar, estábamos todos histéricos y nerviosos pero disimulábamos. Durante el festival, estábamos sobrepasados y flipados por el éxito y corriendo de un lado a otro, de un chat a otro, de un grupo de wasap a otro solucionando imprevistos, contándonos la última hora, compartiendo fotos. 

Hoy, 5 días después de haber terminado, compartimos la sensación de resaca feliz. Estamos agotados pero muy muy contentos, con sensación de formar parte de algo muy grande y, a pesar del agotamiento, deseando empezar a preparar el proyecto del año que viene. 

Dos meses después de acercarme a los desconocidos rutinarios del megáfono, puedo decir que hacer de esos desconocidos rutinarios primero unos jefes, para luego formar con ellos un equipo y hacernos amigos, es de las mejores cosas que (me) han pasado en la vida. 

Y estoy muy muy contenta. Y además, he aprendido a trabajar en equipo. 

Mil gracias a todo el equipo de Pint of Science y en especial a Inés y Gaspar. 


jueves, 21 de mayo de 2015

Un día cualquiera


Abro un ojo por decimoquinta vez en la noche. Ya no es noche por fin, las 6:45. Empieza mi rato de dormir bien pero tengo mil cosas que hacer hoy. No puedo relajarme. Para empezar he quedado a las diez en recoger a D, que está cojo, para ir a nadar. 

Abro un ojo y son las 9:45. Estiro el brazo, uso el móvil: "A las 10:15 mejor" tecleo entre legañas y con un sueño que me muero. Pagaría por quedarme el día durmiendo, vuelta y vuelta. 

Mientras caliento el café, saco pan duro y abro la puerta. Turbón y Tuca se ponen en posición de "estamos aquí, lo que tú quieras pero ¡queremos nuestro pan!". Los hago sufrir, los mantengo sentados y con el pan en el morro sin moverse, sin tocarlo hasta que digo "Ahora". Se van cada uno a su rincón a comerse el pan. ¿Será verdad que se limpian los dientes así? 

Café, zumo, tostadas y Akira. No sé si me gusta esta historieta de jovenzuelos con motos y misteriosos seres. "Es una obra maestra" me dijeron. "Mierda, las 10:05". Subo las escaleras, hago la cama y abro la ventana. Bajo las escaleras, voy a por la bolsa de piscina. Subo las escaleras, me pongo el bañador segunda piel y encima los vaqueros. Ha vuelto el frío. Abro el armario para sacar un jersey. "Dios mío cómo tengo el armario, tengo que ordenarlo, en mi vida lo he tenido así". Desecho ese pensamiento horripilante y sobre todo muy invasor, capaz de hacerme vaciar el armario en ese mismo momento, y salgo corriendo al coche. 

Las 10:20. ¿Qué ha pasado con los últimos 15 minutos? Suena el teléfono "Ya voy, ya voy". 100 metros antes de llegar a casa de D, le veo sentado en el suelo, con las muletas y la mochila.

- Pero, ¿se puede saber por qué no me has esperado en tu casa?
- Me aburría. 
- Ya, te has sentado en la calle para darme pena y hacerme sentir culpable. 
- Bien, bien. Veo que estás en modo "A Moli no se le habla hasta que salga de la piscina". 

En la piscina hay obras en el vestuario femenino; voy al infantil, mucho más pequeño y llenísimo de señoras. Hago malabarismos para desvestirme ocupando el mínimo espacio posible. Kilómetro y medio y para fuera. Ducha y descubrir que volveré a casa en plan comando, he olvidado coger ropa interior. 

- ¿Qué tal la piscina?
- Bien, bien. ¿Dónde te llevo ahora? 
- Farmacia y el pan. 
- Lo que usted quiera Miss Daisy. 
- Muy graciosa... muy graciosa. 

Compra. Preparar la comida de los perros. Me siento en el ordenador, no tengo wifi. La línea que llega al jardín es tan delicada que la mínima ráfaga de viento hace que se cuelgue. Me rio recordando a Pobrehermano Mayor dando voces al contestador de averias de movistar: “Ni pruebas, ni máquinas ni leches. Me tenéis harto. ¡Qué vengáis a cambiar la conexión! ¿Satisfacción con el servicio? Cero patatero, mierda de máquina infernal”. A los tres segundos llamó un técnico en persona. 

Ultimar ideas para mi próxima charla. "¿Las dos y media? No puede ser. Llego tarde". 

Fuera vaqueros mugrientos y sudadera. Ropa de ir a Madrid. Al coche. Se me olvidan las llaves. Entro. Cojo las llaves. Se me olvidan las gafas... me doy cuenta a 30 km. Sin gafas. 

Escucho a Rafa Pons e intento no pensar en nada, abstraerme conduciendo. Me agobio pensando que no he escrito nada para el post, me agobio pensando que no he tenido tiempo. Me agobio más pensando que tampoco tendré tiempo en los próximos días. ¿Dónde está mi tiempo? Por sorpresa se me ocurre una idea brillante para mi próxima colaboración en el CCC. ¡Bien! Solo necesito tiempo para escribirlo. Mentalemente, elaboro el texto entero mientras callejeo para aparcar. 

Llego al 16. Ja. Las aromáticas mugrientas han desparecido y en su lugar hay dos macetas con dos plantas con florecitas. 

- Hola Moli. ¿Qué tal?
- He visto que has cambiado las plantas. ¿Por qué pones siempre dos? ¿Es un rollo subliminal que haga pensar en compañía? Algo así ¿como para que tus pacientes piensen que entran aquí solos y aquí estás tú para acompañarles? 
- No, es que me gustan dos macetas mejor que una, pero buena observación. 
- También te has cambiado de sitio la raya del pelo. 

Recojo a las niñas. Tenemos que replantearnos el comedor escolar. M llega del colegio que literalmente se devora a sí misma y 6 tazones de cereales con leche de merienda. La arranco del Mortadelo en el que está enfrascada con un gancho pobre pero que parece convencerlas: "Nos vamos a unas charlas de matemáticas". 

Por el camino les voy contando la charla del cerebro dormido en la que estuve ayer. Sin saber muy bien cómo acabamos hablando de cotilleos de la clase de M y de los motivos por los que una niña ha dejado de ser popular: "Mamá, mentía a todo el mundo". No digo nada pero me parece un buen motivo para dejar de ser popular, sobre todo porque es obvio que esa niña miente mal. Necesita empezar a mejorar desde ya. Me abstengo de comentar este último punto. 

- ¿Sabes dónde vamos?, ¿te has perdido?
- Pero, pero, pero ¿cómo que si me he perdido?, ¿a qué viene eso?
- Jajajaja, siempre te picas con eso. 

No sé a quién han salido. 

En las charlas ni parpadean. Sobre todo M, que desde que ha perdido el miedo a las matemáticas está entusiasmada con ellas. Sale tantas veces voluntaria que recibe una chapa de premio y cuando nos vamos sólo quiere hacerme trucos de cartas y matemáticas. Conozco a un periodista jovenzuelo que me hace preguntas sobre el evento. ¿Me verá como Mrs. Robinson? 

Al volver a casa, voy conduciendo y pensando en todo lo que tengo que hacer, todo lo que tengo que escribir. Me doy cuenta de que no he comido hoy y de que no es jueves, es miércoles. Tengo otra idea brillante, bueno sólo un título para otra cosa que me han pedido “El valor del no lo sé”. Ceno coles de bruselas y salmón. Me siento a escribir, encogida en la butaca, descalza. Elizabeth Sue hace de loca en una peli que tengo puesta de fondo. Termino de escribir. 

Se acaba el día. Uno como otro cualquiera, uno especial, uno que ya no volverá. 

¿Y si ordeno el armario ahora? Abrazo la almohada para no ceder a la tentación. 


lunes, 18 de mayo de 2015

La siesta, manual de uso

"Este post trata de una actividad peligrosa, consulte a su entorno antes de utilizarla. Mantener alejada de la gente sin autocontrol". 

La siesta es peligrosa. Muy peligrosa. Su uso y dominio está al alcance de unos pocos elegidos. No son los más altos, ni los más guapos, ni los más listos ni los más nada... simplemente tienen un don. Un don con el que se nace y que no se puede adquirir jamás. 

El resto de los seres humanos que no gozamos de ese don, no debemos dejarnos engatusar por los cantos de sirena del hombre del mazo que nos llama después de comer para "echaaa una cabezaditaaaaa", "te pesannn los párpados", "hace mucho calor para hacer nada" o su versión más sofisticada "estudios científicos dicen que la siesta es buenísima para tu cerebro". Si caemos en sus redes, si sucumbimos a su encanto, lo pasaremos mal, muy mal. Una y otra vez. Nunca mejora. 

Me llamo Moli y no sé manejar la siesta. Soy una nueva adicta. Años y años diciendo "yo paso" para acabar cayendo en sus redes al cumplir los 40. No me controlo. 

1.- La siesta sirve para dos cosas. Si eres menor de 10 años, la siesta sirve para que la humanidad descanse de ti. Si tienes más de 25, la siesta sirve para que tú descanses de la humanidad. En el periodo que va entre los 10 y los 25, la siesta como concepto sencillamente no existe. 

2.- La relación entre siesta y bienestar personal es más que dudosa. No hay que creerse los estudios que dicen que una breve siesta de 20 minutos es justo lo que necesitas. Si es de 20 minutos no es siesta, es un simulacro, un amago, un intento, un sólo la puntita. Si dura más de 20 minutos es excesiva. ¿Es contradictorio? No. Sencillamente nadie ha descubierto cuánto tiene que durar una siesta para despertarte a gusto y sin ganas de matar o de llorar, o las dos cosas a la vez. 

La Bella Durmiente quizás...

3.- La siesta puede ser de sofá o de cama. Hay partidarios de ambas modalidades, especialistas en una de ellas, y gente, como yo, a la que le da igual. Es como el tenis; puedes ser de hierba o de tierra batida o defenderte en las dos superficies. A mi me pasa eso, según las circunstancias elijo una u otra, se me dan igual de mal las dos. Lo hago más por el público. 

4.- A la siesta se puede ir de cabeza o dando rodeos. Es decir, uno puede ir directamente con la intención de dormir. Tumbarse, cerrar los ojos y dormir (los conozco que hasta se ponen tapones, el móvil en modo "lista de siesta" y el despertador) o se puede dar rodeos. Tumbarse con la excusa de ver una peli o leer un rato para acabar diciendo "voy a cerrar los ojos cinco minutos".  

5.- La siesta te acoge en su seno y te da un sueño plácido, un sueño de músculos relajados y baba colgando que ni de coña disfrutas por la noche. Puede que oigas ruidos al fondo pero te da igual todo, estás en tu nube de algodón saltando, abrazado por el algodón, y te sientes ligero y más feliz que una perdiz. 

6.- El despertar. La nube de algodón se abre y empieza a dejarte caer, de repente ya no flotas sino que estás en el fondo del agua y tu cuerpo quiere salir a la superficie... pero tú no. Quieres que la dosis siga haciendo efecto, quieres seguir en la nube. Mantienes los ojos cerrados, no te mueves, intentas volar para alcanzar la nube otra vez. Caes.   

7.- Empieza el dolor y el sufrimiento. Sensaciones desoladoras te recorren haciéndote pensar que nunca más volverás a ser alguien activo y con capacidad para articular palabra. 

8- Negación. Repites un mantra: "no estoy despierta, no estoy despierta, no estoy despierta". Con los ojos cerrados y sin moverte lo repites. Alguien te habla, escuchas la tele, la esquina del libro se te clava en la espalda, se te ha dormido una pierna. Evidentemente, estas despierta. 

9.- Reconocimiento de síntomas: agotada la dosis y sus efectos, empiezas a notarte cansada, y, según los días, triste u hostilizada con el planeta entero. Quieres llorar o pegar, o las dos cosas a la vez. No quieres hablar con nadie, no quieres ver a nadie o quieres media docena de personas que te arropen y te digan que puedes seguir durmiendo 3 ó 4 años más. Boca pastosa

10.-Fantasías sobre la Bella Durmiente y su sueño de 100 años. El príncipe muere a manos de Maléfica o se lía con ella y nunca la despierta. Felicidad absoluta.  

11.- Valoración de posibilidades: llegados a este punto sabes que tienes que levantarte. No hay más remedio, no hay otra solución pero aún así fantaseas con irte directamente a la cama a dormir hasta el día siguiente o, en su defecto, convertirte en un samurai. O un ficus. Algo que no padezca. 

12.- Recuperación de la vertical. Llanto, llanto, llanto. 

13.- Recuperación de las conexiones neuronales, el ritmo cardiaco y el sentido de la vida. 

14.- Peinarse. Misión imposible. 

15.- Proclamación de buenos propósitos: la siesta me sienta fatal, es el último día que me la echo. Esto es insano, me encuentro fatal y luego además no rindo y estoy hecha polvo. Si fuera capaz de hacer lo que hacen otros, una cabezada de 20 minutos y listo o como uno que yo me sé, que en el curro se va al baño, se sienta en el váter y se duerme con la cabeza en la pared 15 minutos, que le sirven para tirar toda la tarde. Yo no sé, se me va de las manos, no lo controlo así que lo mejor es que lo deje. 

Os he advertido. La siesta la carga del diablo. Te vuelves adicto. Huid del "hombre del mazo" y sus cantos de sirena. 


Y recordad, no hay siesta demasiado larga.