martes, 20 de enero de 2015

Desvarios: llamadme Dolores


Cuaderno de bitácora: llevo 13 días enferma. Enferma de verdad, sintiéndome a morir, con dolores de toda clase, agravándose mi estado con cada nueva jornada. Mis días transcurren cada vez más en mi camarote, acostada en la cama y observando por la ventana cómo el paso de las horas se refleja en los abedules (¿o son álamos?) del jardín. 

Mi estado es tan lamentable que me incapacita para leer, ver series o hablar, por lo que paso las horas escribiendo mentalmente las más brillantes composiciones que pueda imaginar... sabiendo que el brillo desaparecerá en cuanto intente volcarlas en mi cuaderno. 

Con un último aliento, he decidido dejar constancia por escrito de mi ranking de dolores. No servirá para nada, no salvará vidas pero, ¿a quién le importa?

De menos a más:

Las contracciones del parto. Años y años de terrores nocturnos imaginando dolores espeluznantes que me harían sudar, gritar y apretar con todas mis fuerzas las manos del incauto que hubiera decidido reproducirse conmigo. Me visualizaba con los ojos saliéndose de las órbitas y sufriendo un dolor extremo que se vería recompensado por el milagro de la maternidad, conocer a mi churumbel, bla, bla, blá. 

Las contracciones del parto resultaron ser algo como un dolor de regla cronometrado. Algo perfectamente soportable y sin nada de sudor ni gritos. 

Los dolores de regla. De esto ya hablé en su día y lo mantengo. Los dolores de ovarios se parecen muchísimo a tener un alien rebotando entre tus dos ovarios como una pelota de pinball mientras intenta encontrar la salida que le dará 30.000 puntos. Tratas de contorsionarte para que la encuentre cuanto antes, pero no funciona y mueres de dolor. La parte buena que hace que soportarlo sea más fácil es que sabes lo que es, sabes que se termina cuando encuentra la salida y, lamentablemente acabas acostumbrándote. La mala es que dura 40 años. 

El dolor de oídos. Un rayo te fulmina en el interior de tu cráneo y te pone los pelos de punta. Quieres creer que ha sido una alucinación, un momento, pero te encoges y te preparas para la siguiente descarga: que te fulminará. Ahí está. Es un dolor certero como un bisturí, es el epicentro de un terremoto que cuando descarga reverbera hasta llegarte a las uñas de los pies. Es un dolor que siempre asocio a la infancia, a una mano fría en la frente, a gotas y algodón, con una voz que te dice: tranquila, tranquila. Es además un arma para el arsenal de madre: no te bañes más que te va a dar otitis o no salgas con el pelo mojado que te va a dar una infección de oído. 

La apendicitis. Volvemos a un dolor que es como una copia pirata de un buen dolor de ovarios. Duele bastante pero no es insoportable. Lo malo es que no sabes qué es hasta que te aprietan con mala leche y entonces sí que duele, ves estrellas, lunas, explosiones de supernovas y agujeros negros. La parte buena es que te dan unas drogas por vía intravenosa, muy efectivas,  que te reconcilian con tu abdomen enseguida. Además, a todo el mundo le das muchísima pena y te dicen "pobrecita, ¿apendicitis? Con lo que duele". La compasión (aunque sea falsa) siempre reconforta. 

La ciática. Lo bueno de los dolores asociados al embarazo es que todo el mundo te hace mucho caso, lo malo es que no puedes drogarte. El dolor de ciática es exasperante, paralizador y te hace sentir como una ballena varada. Un dolor en el culo que te deja la pierna muerta y para el que no encuentras acomodo en ninguna postura, ni de pie, ni sentada ni tumbada. Ni siquiera funciona el siempre reconfortante acunamiento en posición fetal. 

La ciática estaba en el top nº 1 de mi ranking de dolores hasta el verano pasado, cuando fue rebasada por un dolor absurdo e inesperado (que son los que más joden). 

La picadura. Llaman a la puerta. Veo desde la ventana que es el cartero. Salgo corriendo a recoger mi carta como si viviera en 1950 (Mr. Postman, look and see, if there´s a letter in yor bag for me). ¡Ay! ¿Qué he pisado? ¿Una abeja? ¿Una avispa? Joder, que escozor. (¿Como se distinguen las abejas de las avispas? ¿duele distinto? ¿por qué todas mis dudas son entre especies que empiezan por a? ¿Estoy delirando?)

Cuando un dolor tiene síntomas externos (hinchazón, herida o cualquier otra cosa) el mundo a tu alrededor tiende a ser más comprensivo. Pero en mi entorno, la hinchazón fue considerada como una memez y el dolor asociado a ella, que me despertó esa noche con unos calambres incapacitadores en la planta del pie, considerado de baja intensidad. Como ni estaba embarazada ni tengo 7 años, me automediqué con nolotil y fui mucho más feliz... pero elevé la picadura de aguijón al nivel máximo de dolores sufridos en mi persona. 

Hasta ahora. El destino, mi hada madrina, mi ratón de la suerte y los siete jinetes del Apocalipsis han venido a castigarme por todas las veces que he pensado que el dolor de alguien no era para tanto: y me han castigado con el peor de los sufrimientos experimentados en mis 42 años de vida. 

Sufro un dolor que lo único que me permite pensar es en meterme cucharillas (no pienso en cucharillas realmente, pienso en un vaciador de verduras que tiene Molimadre en un cajón de la cocina, con mango de madera, que debe tener unos 50 años) por los ojos, para vaciarme las cuencas orbitales y acabar con esta tortura. Un dolor que me hace soñar con dos taladradoras que entren por cada uno de mis oídos y consigan romper en mil pedazos la barricada de mocos que mi organismo ha construido en mitad de mi cráneo. Un dolor que me hace fantasear con Anthony Hopkins abriéndome el cráneo y afeitando mi cerebro con una cuchilla para liberarlo de la capa verde que lo recubre. Un dolor en el que me visualizo raspándome la campanilla con una  espátula para despegar las flemas que me ahogan. (La espátula es también de Molimadre, con mango de madera, y está, llena de restos de pintura, guardada en un cajón del banco de herramientas del garaje; lo digo por si alguien quiere hacerme el favor).

Y lloro de dolor deseando que mis lágrimas sean verdes para que cese este dolor inhumano. 

Creía que los mocos eran una guarrada pero los consideraba inofensivos. Creí que eran un mecanismo de defensa hasta que hace 10 días los míos se alzaron en armas, empezaron a reproducirse y decidieron invadir mi cara. Ahora parecen querer salir fuera atravesándome la frente y rompiéndome el cráneo en mil pedazos. 

No sabía que te podía doler tanto la cara como para querer arrancártela.  

A las 20:35 cierro esta anotación de mi cuaderno de Bitácora. Dolor extremo, latido en el oído medio, cuencas orbitales a punto de estallar. Me pregunto qué pasara mañana. Viento del norte en calma. Sin luna. 


jueves, 15 de enero de 2015

Desvaríos con Marcos Ordóñez

La tos de fumador y bebedor de carajillos ha dejado paso a un zumbido permanente justo en el centro de mi cabeza que me tapona los oídos y hace que mis pensamientos reboten de un lado a otro haciendo el mismo sonido que el sonar de un submarino. 

Me duelen los oídos como cuando era niña, con un dolor punzante y agudo. Llevo un rato debatiéndome entre levantarme para drogarme o seguir sufriendo al calor del edredón. Un nuevo pinchazo me hace decidirme a emprender la excursión al piso de abajo en busca de las drogas. Estoy a punto de caerme por las escaleras como Ángela Chaning. Bajo apoyándome en la barandilla y los pantalones del pijama se me caen, tropiezo y consigo sujetarme a tiempo mientras el zumbido dentro de mi cabeza rebota como una bola de pinball. Me muero de dolor. En medio del sufrimiento extremo pienso que por mucho que me guste mi pijama de cerebros... tengo que buscarme otro. 

Vuelvo a la cama. Me arropo, miro por la ventana. Los abedules. ¿Seguro que son abedules o eran álamos? Algo con A, no puedo pensar con claridad. 

¡No! ¡otra vez, no! Mi cerebro, el de verdad, no los que están dibujados en mi pijama, empieza a escribir mentalmente un post. No, no, no... no quiero escribir ahora, no puedo. 

Lo único que consigue parar mi escritura mental es leer, leer y leer. Me giro y cojo el libro que me ha atrapado completamente, Un Jardín Abandonado Por Los Pájaros de Marcos Ordóñez. 

Al comenzar el libro, miré de reojo la foto de su autor en la contraportada porque pensé que me iba a caer mal, que no teníamos nada en común. De reojo pero la miré, barba canosa, gafotas de pasta, gorrita... mirada de no querer estar ahí en ese momento. Sabía quien era Marcos Ordóñez claro, pero me caía mal sin conocerle. Un prejuicio estúpido e idiota pero, acaso, ¿no lo son todos? 

Mi prejuicio se esfumó en cuanto empecé a leer. No sólo se esfumó, ahora quiero leer todo lo que ha escrito. Me da igual la gorrita y las gafotas y la mirada. No se puede escribir mejor. Marcos me cogió de la mano y me llevó a su infancia. Recuerdos de su vida, de la de sus padres y sus abuelos. Historias familiares, secretos impenetrables de la niñez que con la edad se convierten en historias corrientes y se despojan de esa magia con la que los recordamos. Momentos de veranos mágicos, de descubrimientos que nos marcaron y la vuelta a instantes en que nos equivocamos, nos equivocamos tanto que al recordar a nuestro yo de hace 15 o 20 años pensamos ¿cómo es posible que no me diera cuenta? 

"Gente a la que quieres y a la que dejas de ver por cambio de costumbres, por desatención, por egoísmo, porque crees que pertenecen a otra época, porque crees que tú has cambiado. Es decir, por pura y simple estupidez".

Marcos Ordóñez habla muchísimo de sus abuelos, muchísimo. De los maternos para ser más exactos con los que convivió y mantuvo una relación muy estrecha. A ellos debe mucho de lo que es, de lo que le gusta y de como piensa. Pienso en mi abuelo José Luis, al que yo adoraba. Recuerdo su olor, el tacto de su piel, sus calcetines, el pelo ralo y gris cuando me pedía que  se lo peinara con un cepillo casi de bebe, sus chaquetas de lana para estar en casa, granate o verde oscura. Su sortija. Recuerdo la bandeja que le preparaba con la merienda: un café con leche y un suizo (cuando todavía existían) o unos mantecados recubiertos de azúcar que se deshacían en la boca. Su despacho, cubierto de estanterías de madera oscura hasta el techo, lleno de libros y de papeles que lo yo le ayudaba a organizar. 

Tengo una carpeta roja que me quedé cuando desmontamos su casa. En ella hay una copia a máquina de uno de los primeros casos que llevó como abogado, el de un hombre que había sido atropellado por una bicicleta. Levanto la vista y veo la carpeta en la estantería, encima de la ventana. 

"Hubiera preferido "Andes lo que andes no andes por los Andes" de Selecciones Dumbo que acababa de llegar a los quioscos" dice Marcos Ordóñez.

¡Recuerdo ese tebeo! En casa de mis abuelos, en el dormitorio de una de mis tías estaba la colección completa de Selecciones Dumbo. La recuerdo perfectamente con sus lomos a rayas negras y blancas. Me encantaban y el nombre de esa historieta nos hacía muchísima gracia. Los leí todos, empezando por la estantería que estaba más alta, tenía que poner un taburete encima de la cama para alcanzarla pero no podía esperar a que algún adulto me los bajara. Cuando llegué al final, fui releyendo los que más me habían gustado. ¿Qué fue de esa colección al desmontar la casa? 

Vuelvo a mirar la carpeta roja. Me entran ganas de levantarme y leer el informe minucioso de mi abuelo sobre el hombre al que atropelló una bicicleta pero tendría que ponerme de pié en la silla para alcanzarlo, igual que los tebeos de Dumbo y se que con este zumbido es posible que acabara en el suelo. 

Desvarío pensando en qué pinta tendría si me encontraran desmayada en el suelo, con la silla caída y mi pijama de cerebros. 

Sigo leyendo sin parar para no escribir mentalmente y para olvidarme del dolor de oídos. Termino el libro con pena infinita porque me ha encantado. Lo cierro y mi cabeza se pone a pensar en una estupidez que leí el otro día. 

En una de esas páginas que dan consejos estúpidos para leer "mejor", aconsejaban que para recordar lo que se lee es mejor no leer en la cama. Leer en una posición que te mantenga tenso, sentado en una silla con el libro apoyado en una mesa mejora la capacidad de memorizar. 

¡Qué bobada más enorme! Sé que siempre recordaré estos días de enfermedad y el libro de Marcos Ordóñez que he leído en mis noches de insomnio y dolor y en mis días viendo los abedules o ¿son álamos? por la ventana. Recordaré mi tos, mi dolor de oídos, su infancia en Barcelona y como gracias a sus recuerdos y a la maestría de su escritura volví a ser una niña y a pensar en mi abuelo. 

"No hay que rendirse nunca. Aún cuando parezca imposible, siempre hay que dar un paso más. Siempre un paso más allá". 

Decido seguir este sabio consejo del padre de Marcos Ordóñez. Me levanto y decido dar un paso más, hacer un esfuerzo, no rendirme y meterme en la ducha. Puede que muera de este gripazo pero será con el pelo limpio. 

PS: corred a leer Un Jardín Abandonado Por Los Pájaros. Corred. 

lunes, 12 de enero de 2015

Despelleje Globos de Oro 2015

Confieso que yo no sabía que tener un blog era tan sacrificado. Como una heroína, como Melania al límite de sus fuerzas, me levanto de la cama para cuidar a los heridos en batalla cumplir con las expectativas de los descerebrados y escribir un clásico: el despelleje de los Globos de Oro. 


Vamos a ello. 

Empezamos con buenas noticias. Tras años de despellejes por fin encontramos una pelirroja que sabe vestirse de acuerdo con su pelo, con sus ojos y va bien peinada. Amy Adams de azul tirando a bebé con un vestido elegante sin estridencias, muy de estrella del cine. Lástima que se equivocara de dedo al ponerse la sortija y se le quedara atascado y no pudiera quitárselo. Porque es eso ¿verdad? o ¿es que se ha puesto la sortija aposta en el índice, como si tuviera 3 años y le hubieran regalado la chapa de una lata de Coca cola? 

Emma Stone, sin embargo, ha tenido el típico día de "no me soporto". 

Naomi Watts.  Premio "Mi metabolismo me está devorando a mí misma pero de verdad que no paso nada nada de hambre". Por supuesto como no le llega la sangre al cerebro ha elegido ese espanto amarillo pollo de la colección de fiesta de "Barbie va de gala" porque la talla debe ser para eso, para una Barbie. 

Julia Goldani también está saciada de comer. Propongo una lucha en el barro entre Naomi y Julia a ver cuanto aguantan sus metabolismos sin comerse la una a la otra. El vestido es horrendo, por cierto. 

A Patricia Arquette hay que manterla lejos del ring del barro. 

Benedict tiene una voz increíble y muy sexy, me pregunto si no tendrá que ver en ello que  se les fuera la mano con el forceps en su parto. ¡Dios mío! A Tina le pasa lo mismo,  nos invaden  los caraconos. 

Rosamund Pike. Probablemente no hayáis visto ese engendro de película que es "Perdida" y que de mala que es eleva los telefilmes de Antena 3 a la categoría de obras maestras del cine pero esta chica es la protagonista. Pensé que bordaba su papel de loca psicomaniaca pero veo que es que lo es. ¿Qué es esa cosa que lleva colgada y sujeta por hilillos? ¿Eso lo ha diseñado alguien? Me dan ganas de jugar con ese vestido al juego de las cuerdas que a todas (a ellos menos) nos han enseñado a hacer con los cordeles de las pastelerías.  No hay tetas en el mundo que aguanten ese escote pero las de Rosamund menos. Lo que me lleva a otro pensamiento raruno, ¿Rosamund no conoce sus tetas? ¿No se las ve? ¿No las mira? ¿Hace como que no las tiene? 

A Jessica no le pasa eso. Sabe "centrar" la atención.  La centra tanto que casi no te das cuenta de que el vestido es horroroso, digno de Norma Duval en los 70 y exacto al que lleva  Lana del Rey que, obviamente, sale perdiendo en la comparación. A Jessica le pega quitarse ese vestido y estar en bolas y darse un festival de sexo y a Lana le pega quitarse ese vestido al llegar a casa, llevar faja debajo,  ponerse biguidies, una bata de boatiné y meterse en una cama rosa. Pero por lo visto es "moderna". 

Kristin dos Santos. No se quién es pero me perturba. Me da la sensación de ser un Mr Potato al que le has pegado una sonrisa demasiado grande.  

 Amanda Peet  está triste ¿Qué le pasa a Amanda? ¡que lleva sujetador color carne y está aterrorizada con que alguien se entere!  

Premio tétrica de la gala para esta ¿chica?  "Cariño, ¿Qué te parece si complemento este atuendo tan animado con un colgante de un águila imperial del tamaño de un alimoche? ¿A qué queda ideal?" Nótese la cara de miedo del acompañante y las uñas negras de la susodicha. Se da un aire a la bruja del oeste. 

Propongo una campaña a favor de la recuperación de los tirantes y las mangas en los vestidos. No sé en qué momento han caído en desuso, sospecho que desde que las "novias sureñas" colonizaron todo Estados Unidos (esto es una referencia a Divinity... si no lo veis os falta información). El vestido de Zosia Mamet podría tener un pase y ser hasta elegante sino diera la sensación de que lo lleva sujeto con cuelgafacil. Y otra cosa, si teñirte el pelo de "rubio ceniza" significa llevarlo como sino te lo hubieras lavado, lo mismo debería ser una opción a desechar. Y ahora qué lo pienso "rubio ceniza" es una expresión sin sentido. 

Vamos con las de rojo. Hay un montón. Es un color chulo, favorece y es elegante. Allison Janney, muy fan de las señoras de 59 años que parecen señoras de 59 años, este vestido se parece al del año pasado de Edie Falco. Jane Fonda también de rojo pero con un vestido bastante feo aunque ¡qué cabrona, como está para la edad que tiene! y Hellen Mirren ¿lleva un boli en el escote? Ah vale, que es "Je suis Charlie" Christine de The good wife, sin sus collarazos no es nadie pero también va de rojo. 

Entre las jóvenes, Allison se ha atrevido con un vestidazo rojo. ¿Qué pinta tendría yo con algo así? Seguro que no me parecía nada a la cabrona de Heidi, aunque en esta foto parece Barbie a escala natural. Pero por suerte tampoco me parecería a Lena , que lleva el vestido grande (y feo) y los zapatos pequeños ( y cursis). 

Julia Margulis, de rojo tapicería y enseñando los zapatos. O yo tengo los pies muy pequeños o todas llevan los zapatos grandes. 

Keira, Keira, Keira. Las inversiones le han ido mal, se ha quedado sin amigos y sin tiempo y ha tenido que ir al ropero de los hermanos adventistas de los 7 días a ver qué pillaba. Un cuellecito de madre mormona de rancho del oeste, una telita con animalitos y una cintita negra. Se ha echado la siesta y los ratoncitos de su pobre cuarto de huerfanita castigada por una madrastra le han cosido este engendro. 

Superfan de Julia Dreyfus.   

Tanda de desconocidas perturbadoras: no sé quién es Lorde y me temo que ella tampoco. Al loro las uñas "pinchudas".  Laura Prepon o "se me ha ido  completamente de las manos el posticismo de pestañas y todo lo demás, a partir de ahora llamadme "Laura Pepona" 

Maura Tierney peinada por un chimpancé drogado. 

¿Thomas es hijo de Igor? 

Este año, lo más de moda ha sido el look "espeto". Mucho plateado con escamas. ¿Esos vestidos son frios? ¿Pinchan? ¿Cómo suenan al caminar? ¿Hacen "plinc, plinc, plinc" al chocar las chapitas"? o ¿es más "fisss, fisss, fisss porque se frotan unas con otras? ¿Hacen interferencias con el móvil? ¿Los puedes meter en el microondas? Estoy en un sinvivir. 

Aquí tenemos a Resee  con una pose tan natural como el pino puente. Diane Kruger mimetizando su piel con el vestido.  Ellie Kemper con un vestido que debe pesar un quintal. Kate, ¿No se le enganchan los pendientes en el vestido? ¿Hacen imán? ¿Consigue escuchar algo? ¿le importa a alguien? Y Julian Moore que va de espeto de mar y montaña, primero sardinas y luego pollo. 

Jemima va de pelícano zampa sardinas. 

¿Dónde está la otra mitad de Salma? ¡Qué le vuelvan a poner todas sus costillas! Ah vale, las tiene en plan andamio sujetándole las tetas contra la fuerza de la gravedad.

Katie Holmes de "pelo pantene, ven y tírame de la coleta" 

Jennifer, Jennifer, Jeniffer, ¿de todos los días de tu vida tenías que elegir para no lavarte el pelo el día de los Globos de Oro?

¿Qué les pasa con el pelo lamido? ¿Por qué es tendencia? ¿Hay rebaños de vacas lamiendo cabezas a la entrada de la alfombra roja? El pelo lamido es feo y ¡no favorece! Uy, casi se me pasa Catherine, lamida y como ya rula por todo wasap de "icono de flamenca" 

Emma Joy disfrazada de la jequesa de Qatar. 

Jake es cada vez más noruego y cada vez me gusta más. Le quito el esmoquin y le pongo cuello vuelto y una trenca y me lo quedo. 

Pobre Ruth.  Se ha puesto el vestido al revés y nadie se lo ha dicho, se le ven las costuras. 

Sienna Miller, otra para el ring de barro. Behati, premio "chupachups".

Kevin Spacey, las entradas se le están quedando grandes y las gafas pequeñas. Soy muy fan de Robin, pero NO. 


Anna Kendrick de color carne con lentejitas rojas para no confundirse con el fondo. 

Jennifer lleva más tela encima que en toda su vida junta, sujeta a las tetas con velcro.  

¿Como que Tiziana Roca?? ¿Tiziana? Necesito pruebas de que es Tiziana. Vamos a ver, que es mucho más tío que Matt Bomer que se que tiene éxito pero a mi no me va, me dan ganas de taparle con la manta de dinosaurios y dejarle la luz encendida para que no pase miedo. 

Mathew recién llegado de hacer de Tom Hawks en Naufrago y su mujer poniendo cara de Ana Pastor. Mal los dos.  

Ay George, qué estupendo estás y que miedo más horroroso me da tu mujer. ¿No tiene mucho pelo para tan poca cabeza Harrison acertó casándose con Calista, en un par de años, ella parecerá su madre. "HanSolo...yo soy tu madre" 

La comodidad y naturalidad hecha vestida en esta absurda. Y Kate no le va a la zaga y ¡tiene orejotas! 

¡Ha salido El Gordo! Claire Daines y su inenarrable modelo. No le falta nada, ha conseguido que el negro no resulte elegante a fuerza de que el vestido le esté grande, el escote le siento como un tiro, las transparencias se le arruguen, las incrustaciones tengan pinta de olor a naftalina y engancharse con todo y en conjunto el vestido pese una o dos toneladas. ¿Lo azul son plumas? No doy crédito. 

Alan Cumming de...de...de...el novio cadaver. 

Christoph ME LO PIDO. 

Pues hasta aquí hemos llegado. En un mes son los Oscar, a ver si el look sardina pasa a mejor vida junto con el pelo lamido y las actrices se reconcilian con sus escotes. 

Y ahora, con la satisfacción del deber cumplido, como haría Melanía, me desabrocho el delantal, me limpio la sangre de las manos y me vuelvo a mis delirios.  

Sobre vuestras conciencias caerá mi debilitamiento, mis temblores y mi pulso periférico. 

domingo, 11 de enero de 2015

Desvarios.

Sueño que estoy en Perú de viaje. En una excursión a alguna parte comienza una tormenta con viento huracanado y lluvia. Corro muchísimo, corro tanto que en el sueño pienso "es imposible que ésta sea yo". Me pongo a salvo en un edificio con un vestíbulo que se parece ligeramente al de la Escuela de Ingenieros de Telecomunicaciones de la Politécnica dónde sólo he estado una vez en mi vida. Respiro aliviada y me doy cuenta de en la carrera he perdido un bolsito verde en el que llevaba mis gafas. El bolsito verde existe pero suelo llevarlo en el bolso para guardar un cepillo de dientes, un peine enano, colonia y cacao para los labios (el kit de por si acaso). En ese bolsito verde no caben mis gafas y en el sueño lo sé pero lloro porque lo he perdido. 

Salgo a la tormenta y recorro el camino inverso. Ya no hay viento ni lluvia pero sí charcos y tías de pelo rubio y largo asomando por gorros de lana de estibador con tablas de snowboard. Busco mis gafas y no las encuentro y lloro de rabia y de pena porque me encantan mis gafas de sol y es absurdo que las haya perdido. Me despierto y no sé donde estoy. Pegada a la pared en el lado izquierdo de la cama dónde no duermo nunca. Me toco la cara y tengo lágrimas. 

Lágrimas y un montón de síntomas que no tenía ayer. Me pesan las piernas, me duele la garganta como si tragara agujas y los oídos. Estupendo. Menos fiebre y lepra creo que lo tengo todo. Parecía imposible pero estoy peor que ayer. Soy una piltrafa.

Las 5:45. Debería arrastrarme a la cocina y tomarme algo con un pastillazo. Demasiado pronto. Demasiado lejos. Demasiado todo. 

7:50. No puedo más. Me levanto. Se me caen los pantalones del pijama, me están enormes, tener que sujetármelos mientras arrastro los pies resta mucha sexicidad a la caída de la manga de la camiseta que hace que se me vea el hombro izquierdo, la jabonera y casi casi el pecho. Mi mente enferma mezcla ambas imágenes y pienso en El chavo el ocho. Mientras me sujeto los pantalones del pijama con una mano miro por la ventana del pasillo y veo clarear por encima de La Bola del Mundo. 

Zumo, café y pastilla. Vuelvo a la cama. Abro las cortinas para ver amanecer. ¡Hay nubes de norte y viento! No lloverá pero por lo menos hay un cambio. 

Me acuesto y leo un rato las Memorias de Marcos Ordoñez, me adormezco y dejo caer el libro. Tengo calor y frío y dolor de cabeza y me lloran los ojos. 

Me levanto. Voy al baño. Se me caen las pantalones mientras intento beber agua. Definitivamente no estoy favorecida ni tengo mejillas sonrosadas por la fiebre. Soy un gremlin enfermo.  Abro la ventana para que entre un poco de aire fresco. Ya no leo. No puedo. 

Miro al techo. Se me ocurren ideas fabulosas para muchos posts. Tengo mil cosas que escribir. Frases llenas de ingenio y gracia. Pienso que debería levantarme y apuntarlas. Pienso que debería escribir una frase lapidaria. Dudo entre "Las mejores ideas se me ocurren en la cama, necesito una aplicación para escribirlas en el techo de mi cuarto con la mente", "Mis mejores posts están escritos en el techo de mi habitación" , "No estoy muerta solo pensando ", "¿Dónde hay un escriba cuando se le necesita?" o "En la cama soy mejor".

Me visualizo como Rusell Crowe en una mente maravillosa y sus paredes llenas de ideas que sólo veía él. ¿Me estaré volviendo loca? 

Oigo campanas y ladridos. Me levanto sujetándome los pantalones, cojo el portátil y escribo mis desvaríos. 

Me arropo y escucho el viento del norte que mueve los abedules. ¿Seguro que son abedules?  

A ver si ahora, con la cabeza vacía,  consigo dormir.