martes, 14 de octubre de 2014

¿Qué hay en mi armario?

Abro y camino dentro. 

- Ropa de ir a trabajar. Antes, hace años, la parte de mi armario dedicada a esta ropa era bastante grande. La ropa de currar es como un uniforme, ni me gustaba ni me dejaba de gustar. Era para ir al curro y jamás me la ponía para otra cosa. Me queda algún resto por ahí que no tiro por si acaso, por si acaso... por si acaso. 

- Ropa que se me ha quedado grande. Esta ropa aguanta muchísimo tiempo en el armario porque primero me lleva bastante tiempo convencerme de que algo se me ha quedado grande. Luego viene la época en que disfruto la sensación de saber que he adelgazado. Después viene la época de incertidumbre en la que empiezo a pensar  que a lo mejor debería tirarla pero ¿y si engordo otra vez? y no me decido. La tiro cuando alguien que me quiere mucho me dice "Moli, se que estás muy cómoda con esos pantalones pero pareces Cantinflas". 

- Ropa de estar en casa de verdad. Vaqueros viejos y agujereados, una camisa de hombre, una sudadera con 20 años. Eso es ropa de estar en casa y no las pijadas esas de "home wear" con las que se te pone pinta de lánguida que va todo el día con las manos frías abrazada a una taza humeante y está esperando a que la llame alguien para salir. ¡No! La ropa de estar en casa es cómoda y no importa que se manche cuando te hinches a chocolate o a comida china viendo la tele. Si para ponerme la ropa de estar en casa tengo que peinarme... ni es ropa de estar en casa ni es nada. 

- Ropa regalada sin estrenar. Le queda el beneficio de la duda.

- Ropa regalada con una sola puesta, concretamente en la siguiente ocasión en que vi a la persona que me lo regaló. Es carne de contenedor o de parroquia. 

- Ropa regalada tan usada que se transparenta, está dada de sí, tiene agujeros o manchas que no se quitan pero que ya he decidido que quiero que me incineren con ella. Entre estas prendas hay algunas que tienen "el toque", a lo mejor no están muy usadas pero son especiales. "Los vaqueros que llevaba el día que...", "El vestido que...". Esa ropa no se tira jamás. 

- Ropa heredada. Descubro que con 40 años estoy heredando ropa de gente tan variopinta como Molicuñado o M,  con lo que la amplitud temporal de mi armario ha crecido espectacularmente. Tengo una camisa de mi abuela que debe tener 60 años y unas zapatillas heredadas de M que tienen 1 mes. 60 años de moda me contemplan. 

- Ropa ¿pero cuánto hace que me compré esto?, cuelga en mi armario temporada tras temporada, me la pongo, no me la pongo, y de repente un día, tengo un flash y pienso "Joder, este jersey me lo compré en primero de carrera un día que falté a clase. Primero de carrera, 19 años... ¡joder, joder, joder... han pasado 22 años! (este jersey blanco es uno de esos)

- Ropa que me compré aconsejada por alguien y que no me gusta: un misterio. ¿Por qué me dejé aconsejar? ¿Por qué me lo compré? Si lo pienso mucho soy capaz de recordar la tarde en que ese alguien me arrastró de compras y cuando mis defensas ya estaban vencidas me convenció prometiéndome que de ahí iríamos a cenar, a casa o a despellejarme. ¿Por qué no lo he tirado? 

- Ropa que me compré aconsejada por alguien, no me gusta pero cuando me la pongo haciendo un ejercicio supremo de fuerza de voluntad, todo el mundo me dice "estás guapísima". Esto me convence aún más de mi absoluta falta de criterio estilístico. 

- Ropa de disfrazarme de mujer: vestidos y tacones. Esta ropa exige que una vez que me la he puesto haga la salida de casa sprintando, sin entretenerme. Más de una vez al vislumbrarme en el espejo de la entrada he vuelto a cambiarme y ponerme ropa de "moli". 

- ¡Pijamas! ¡pijamas! de hacerme bola y de hacerme bola con otro. De abrigarme y de despelotarme. Nada de corazones, osos, flores ni nada de eso. Vamos, nada que pegue con el "home wear". 

- Cajón de la ropa interior con la parte de todos los días y el fondo con el compartimento especial que al abrir me mira con ojitos y me dice ¡yo! ¡yo! ¡hoy me toca a mi! ¡hoy es una ocasión especial! ¡es mi turno! 

- Foulares. Muchísimos, algunos no me los he puesto nunca, otros sólo en ocasiones especiales y otros los llevo tan a menudo que en mis días buenos fantaseo con que muero estrangulada al quedarse atrapado por una puerta, unas escaleras mecánicas o el ascensor. En mis días malos la dura realidad me hace darme cuenta de que lo he llevado pillado por la puerta del coche unos 50 km y el foulard de turno ha mermado unos 30 cm y presenta un bonito acabado deshilachado que antes no tenía. 
- Una silla que se hace escalerilla. Me encanta esa silla. 

- Un espejo de cuerpo entero en el que me miro y pienso: si fuera inglés escribiría una historia sobre un país secreto al que se accede a través de este vestidor, como no lo soy... escribiré un post hablando sobre ropa. 

Hecho.


Cierro la puerta. 


jueves, 9 de octubre de 2014

El 16

Por fin la he visto. No sé cómo no la vi las dos veces anteriores. Es enorme, ocupa casi toda la pared y tiene un pomo redondo para mi gusto demasiado grande y en cualquier caso un pomo raro para una puerta corredera. ¿Por qué he decidido que es corredera? No la he visto abrirse, ni cerrarse. No la había visto hasta hoy. 

He resuelto parte del misterio. Esa puerta comunica con el resto de la casa, por esa puerta entra ella a esta habitación. Le había dado vueltas a la posibilidad de que sólo tuviera esta pequeña habitación y el resto de la vivienda fuera de otras personas. Era una posibilidad remota y que me entristecía. El hecho de que viva y trabaje en el mismo sitio no he decidido todavía si me alegra, me entristece, me perturba o me da envidia. 

La habitación es cuadrada. Una mesa pequeña bajo la ventana, justo en el espacio de muro que queda a la izquierda de la puerta por la que yo entro y la ventana bajo la que ella se sienta. La mesa está colocada perpendicularmente y no es una mesa para escribir. Es demasiado estrecha, es una mesa para poner distancia entre nosotras. Es de madera oscura, me recuerda a la que tenía mi padre en su despacho, con una cubierta de tapa verde de piel. Por eso sé que es una mesa en la que no se escribe mucho, en esa superficie es incómodo. 

Sobre la mesa, a mi derecha hay unos cuantos cuadernos. Uno verde con su nombre grabado encima. Otro con una tapa que imita un artesonado árabe, yo tengo ese mismo cuaderno. De vez en cuando, saca las manos que mantiene metidas entre sus piernas cruzadas mientras hablamos y recoloca los cuadernos. Es un tic porque todo está perfectamente ordenado. Tiene otro que es tocarse el pelo, apartárselo de la cara. Los dos los hace cuando me habla, no cuando me está escuchando. 

Tiene la piel clara, muy clara. El pelo castaño claro y raya a un lado. Me mira y cuando se ríe, por algo supuestamente gracioso que he dicho, se le achinan los ojos. Saca un paquete cutre y guarrero de pañuelos de papel que no pegan con el atrezzo. Cualquier director de escenografía saldría corriendo despavorido a buscar una bonita caja cuadrada de kleneex. En cualquier caso, no los uso. Ese paquete mísero que ha sacado del fondo del cajón me recuerda a los que llevo yo en el bolso, llenos de migas, trozos de papel y con más vida interior que yo. 

A su izquierda hay un diván. Desde que entré el primer día pienso que lo que de verdad me gustaría sería tumbarme ahí y dormir. Leer un rato con la luz tenue (iba a poner mortecina pero entonces parecería un sitio lúgubre y no lo es para nada) que entra por la ventana y luego adormecerme. 

Supongo que está colocado ahí por algo y que podría tumbarme. Es lo que hacen en las películas pero yo para hablar tumbada necesito otro tipo de intimidad. Dormirme sería de mala educación, así que mejor me quedo sentada. 

A mi espalda hay una librería que ocupa toda la pared. No he podido fijarme, ni en ella ni en la silla en que me siento. 

Hay una planta. ¿Será de plástico? La luz tenue ideal para adormecerme no parece muy adecuada para una planta. Tendré que fijarme. 

Un jardincito alicatado con cuatro grandes maceteros que tienen plantados arbustos de la familia de los lauros. Buena elección, son de hoja perenne, grande y verde oscuro. No habrá bonitos colores de otoño pero también está a salvo de que alguien tropiece con las hojas mojadas de la lluvia y resbale. En ese mínimo espacio hay un aparato de aire acondicionado. ¿Hará calor en la habitación de luz tenue en verano? No lo sé. Es una calle sombría y han colocado una especie de porche. En cualquier caso, el ruido de la máquina arruinará el ambiente de calma. Espero no comprobarlo. 

Un banquito de madera que necesita una pintadita de barniz para exteriores. Al lado una jardinera pequeña de barro con un esqueleto de aromática seca, creo que romero. ¿Por qué no la habrán quitado? Una planta seca y muerta no da mucha confianza. A lo mejor soy la única que se ha fijado y saca conclusiones rarunas pero si se te muere una aromática que sobrevive casi en cualquier condición ¿qué vas a poder hacer por mí?

El 16. 1+6 = 7. No me gusta el número 7. Nunca me ha pasado nada bueno que tenga que ver con un 7. 

Es una calle como de pueblo, con casitas a los lados. Unifamiliares pero todos distintas, con árboles, con enredaderas, con porches. Veo ventanas abiertas y vislumbro habitaciones. 

Cojo el metro. 

Unos vaqueros oscuros, una camisa gris con los puños y el cuello blanco, zapatos negros de princesa y una americana negra que me queda grande. Me visto como me siento, como un personaje de una peli de Woody Allen. 


martes, 7 de octubre de 2014

5 cosas que no hay que decir a alguien que se divorcia

“Debo afirmar sin rodeos: nunca digan a nadie con quien están hablando que saben cómo se siente a menos que, en ese preciso momento, se estén apuñalando con el mismo cuchillo, en el mismo sitio y en el mismo corazón en que se se esté apuñalando el interlocutor. Porque en caso contrario, no tendrán ni idea.” 

Acción de Gracias. Richard Ford

La gente tiene una malsana curiosidad por saber, por conocer las circunstancias de una separación. Quiere conocer qué ha pasado, cómo ha podido ocurrir y qué es lo que esa pareja ha hecho mal para convencerse de que ellos están a salvo. 

1.- ¿Qué ha pasado?

Da igual lo que haya pasado, no es asunto de nadie más que de la pareja. A la mayoría de la gente (incluida yo) le cuesta muchísimo asimilar (de hecho, le da pánico) el concepto "dejamos de querernos", "ya no nos queríamos". La gente quiere un motivo grave, espectacular, algo contundente y que lo mantenga a salvo de que a ellos les pueda pasar. Un meteorito, una erupción volcánica, tráfico de armas, una familia paralela en Minessotta es lo que la gente quiere escuchar como motivo de una separación. Algo que les haga respirar aliviados y pensar: "puff...a mí eso no me va a pasar ni de coña". 

Dejar de quererse y no conformarse con la rutina cómoda es algo que le puede pasar a todo el mundo y que la gente prefiere no ver. 

Así que no preguntes a no ser que quieras enfrentarte a una respuesta que no quieres oír. 

2.- ¿Lo has pensado bien?, o su variante ¿No podíais aguantar más? o su tercera variante ¿No podíais arreglarlo? 

Vamos a ver. Uno no decide separarse de hoy para mañana, ni siquiera del mes pasado para este. Es una decisión que se piensa, se repiensa, se arrincona, se esconde, se saca, se airea, se pasea, se le da la vuelta, se mira por todos los rincones, se vuelve a guardar, se vuelve a sacar en un proceso agotador que incluye  mil veces el pensamiento "preferiría no hacerlo".

Un volcán no estalla de repente, un terremoto no sucede en un segundo. Una separación tampoco. Las cosas van mal, hay signos, situaciones y síntomas que se obvian, se parchean y se esconden hasta que se reune el valor necesario para afrontarlo. 

No ofendas a nadie pensando que es una decisión tomada a tontas y a locas. 

¿Aguantar? ¿Puedes vivir con un brazo roto? ¿Con un dolor permanente? Puedes acostumbrarte, claro que puedes, pero también puedes curarte amputando cuando ya has intentando curarte de todas las maneras posibles. ¿Acostumbrarte a vivir con dolor o angustia? ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Qué sentido tiene? Un dolor que no se cura siempre va a más... o se enquista hasta que estalla y entonces es muchísimo peor. 

Así que sí, el divorciado lo ha pensado bien, no podía aguantar más porque no tiene sentido y no, no podía arreglarlo porque ya lo intentaron. 

3.- ¿Por qué no te has quedado tú con la casa, los niños y pasta?

Lamentablemente creo que esta es una pregunta que solo se hace a las mujeres. Y es tan repugnante que sencillamente no merece contestación pero si hay que darla se da. 

Porque no. Porque al contrario de lo que tú crees que harías, muchas mujeres no tienen ninguna intención de putear a sus parejas y lo que nos parece más justo es la custodia compartida. Lo más justo y lo mejor para todos. 

4.- Yo me moriría sin estar con mis hijos. 

Esta frase lleva implícito el "yo soy mejor padre/madre que vosotros porque aguantaría lo que fuera con tal de estar con mis hijos". 

Estupendo por ti, pero te aseguro que no te morirías sin estar con tus hijos porque separarse no implica desaparecer de la vida de tus hijos a no ser que una de las partes o las dos partes se dediquen a putearse y tirarse los hijos a la cabeza. 

Puedes separarte y, ¡tachán!, puedes estar sin tus hijos cuando sea necesario y aún más espectacular, tus hijos están felices, contentos y satisfechos porque no tienen la sensación de estar "sin", sino la sensación de estar "con". 

He descubierto que a mucha gente le da pánico pensar que sus hijos sean seres independientes. 

5.- Mis hijos no lo entenderían.

Este es un mantra fabuloso. Tus hijos no lo entenderían y los míos si lo hacen. ¿Quiere decir eso que los tuyos son más sensibles y los míos más bobos? 

Vuestros hijos son igual de inteligentes que todos los niños, si no entienden por qué os separáis, por qué esa es  la mejor opción... la culpa es vuestra. Así de sencillo. Y si se lo toman fatal, la culpa también es vuestra. 

Todas estas frases y algunas otras por el estilo son ofensivas y molestas. Nadie conoce la relación de otra pareja y nadie sabe ni tiene por qué saber qué ha ocurrido. Y sobre todo, no preguntes nada cuya respuesta te vaya a hacer pensar en algo que sencillamente prefieres no ver. 

Lo mejor que puedes decir es "no ha debido ser fácil, pero seguro que es para mejor."


viernes, 3 de octubre de 2014

Lecturas encadenadas.- Septiembre


Este va a ser el post de lecturas encadenadas más breve de toda la historia del blog o puede que no. Como sólo he leído 3 libros en estos últimos 30 días (tengo uno a medias ahora empezado en septiembre pero según mis absurdas normas computará para octubre) puedo despachar el post en tres párrafos o dedicar 6 párrafos a cada libro.


Europa En Ruinas de Hans Magnus Enzesberger. Lunes 1 de septiembre de 2014, estoy sentada en el antiguo comedor de gala del Palacio Miramar de San Sebastián asistiendo a una estupenda charla de Fernando Cossio. Estoy concentrada y al mismo tiempo miro por la ventana y veo el mar y el increíble día de playa que hace. Pienso en que pasaré la tarde tumbada en la arena y empezaré el libro que llevo en la bolsa, "Europa en ruinas". Segundos después Cossio nombra a Enzesberger y alucino con estas casualidades cósmicas. 

Europa en Ruinas es una recopilación de artículos e informes de periodistas y agregados a los ejércitos aliados (no aparece nada de los rusos por la censura) que recorrieron Europa entre 1944 y 1948 dejando testimonio del estado de ruina económica, social, cultural, emocional y sentimental del continente. 

"Todos tienen en común que provenían de un mundo similar al nuestro: ordenado, normal, caracterizado por las miles de obviedades de una sociedad civil en funcionamiento."

Venían de una vida y una seguridad como la nuestra, hecha de pequeñas cosas que no apreciamos, que ni vemos. El orden y la normalidad arrasados por una guerra y por una paz. Lo más estremecedor no es la debacle económica, la pobreza, el vivir entre las ruinas o el hambre, cosas todas ellas de por sí terroríficas. Lo más horroroso es la ruina de valores, de referentes, de esperanza, de expectativas, de ilusión. La devastación más absoluta ha puesto fin a una guerra terrible pero ese final no es un sitio ni agradable ni esperanzador para vivir. Mientras había guerra, la gente soñaba con la paz... la paz, la victoria sobre los alemanes o incluso la derrota para los propios alemanes era una esperanza, una ilusión, una meta. 

La paz termina con esa esperanza. No queda nada que esperar ni nada por lo que luchar. 

Los italianos, retratados por Norman Lewis, con su peculiar carácter y manera de ver la vida, aparecen trapicheando con todo lo que pueden, incluso prostituyen a sus hijas de 13 años para tener con qué comer. Los franceses aparecen recuperando la vida en París tras la defensa heroica de la ciudad. Los polacos se ponen a reconstruir Varsovia desde cero tras haber sido diezmados por los nazis y haber terminado convertidos en un estado dependiente de Moscú. Holandeses, belgas...todos caminan sin rumbo en una especie de limbo gris y sin luz que no saben a dónde les lleva, ni siquiera saben si les lleva a algún sitio. 

Lo peor sin embargo son los alemanes. Sus ciudades arrasadas, ellos destruidos como pueblo por ellos mismos. Todos niegan haber sido nazis y no haber querido la guerra... pero obviamente no es cierto y los periodistas que hablan de Alemania escriben con rabia sobre esta negación colectiva.  La paz destruye a los alemanes como país y tienen que construirse desde cero intentando no ver el pasado pero ¿cómo no ver 15 millones de muertos? ¿Cómo no ver los hornos, las torturas, los campos de concentración? Es inevitable pensar que se merecían esa destrucción, esa desesperanza, esa ruina absoluta o pensar que no se lo merecían igual que tampoco lo merecían ninguno de los muertos y asesinados por los nazis durante la guerra. Pero estos testimonios de gente de a pié, me hacen ponerme en su piel y pensar en cómo sobreviviría yo a todo eso, a esa desolación, al hambre, al frío, a ver sufrir a mis hijas sin poder hacer nada. 

"Hay refugiados tendidos en todos los escalones y uno tiene la impresión de que no levantarían la vista ni aunque sucediera un milagro en medio de la plaza; tan seguros están de que no sucederá ninguno. Se les podía decir que más allá del Caúcaso hay un país que los acogerá y entonces ellos reunirían sus pertenencias sin fe ninguna. Su vida es sólo una ilusión, algo ficticio, una espera sin esperanza, ya no sienten ningún apego por ella; sólo la vida continúa adherida a ellos, como un espectro, como un criminal invisible y famélico que los arrastra por las estaciones de tren tiroteadas, noche y día, bajo el sol y la lluvia; respira en los niños dormidos que yacen sobre los escombros, con la cabeza entre los bracitos consumidos, acurrucados como embriones en el seno materno, como si quisieran retornar a él." Max Frisch, Frankfurt mayo de 1946. 

Peste y Cólera  de Patrick Deville.  Sobre este libro ( y algún otro que ya irá saliendo más adelante) también habló Cossio  en su charla.

Es la biografía de Alexandre Yersin, un personaje del que desconocía por completo su existencia y que sin embargo tuvo una vida como para protagonizar varias películas de éxito y lo que es más importante todavía fue un gran científico al que debemos entre otras cosas el descubrimiento del bacilo de la peste.

Yersin era suizo y se quedó huérfano de padre, una celebridad de los insectos, muy joven. Cuando llega el momento de elegir dónde continuar sus estudios, marcha primero a Berlín y después a París, donde conoce a Pasteur. Yersin se cansará pronto de Paris y el mundo del laboratorio y consigue plaza como médico de a bordo en un paquebote que cubre la línea Saigon-Manila. Allí encontrará su lugar en el mundo. Explora, investiga, acaba instalándose, cultiva plantas que se hace traer de todo el mundo, cría animales encargados a Europa, tiene el primer coche de Vietnam, la primera avioneta. Todo le interesa: todas las plantas, los insectos, las costumbres de las tribus de la zona, descubrir nuevas rutas, nuevos parajes, explorar la astronomía. Pasa de una idea a otra, de un propósito a otro invirtiendo en todas ellas el mismo entusiasmo.

El estilo de Deville, como el de casi todos los franceses, es frío, cortante, quirúrgico. Es justo el estilo que le pega a una personalidad como la de Yersin.

De este libro y de Yersin he escrito un post en el Cuaderno de Cultura Científica de la EHU/UPV por si alguno tiene interés en profundizar en su historia.

Y en este libro tan interesante he descubierto una tontería de esas que sé que no se me van a olvidar, el origen del término "posh", pijo en inglés.

"En las líneas marítimas se inventa este año la palabra "posh", que más o menos significa dandy o alguien que está muy a la moda a partir de la frase "port out, starboard home" ("babor ida, estribor vuelta"), porque queda muy chic cambiar la borda en la que se ha reservado plaza en función de la dirección que sigue el navío, con el fin de disfrutar siempre a través del ojo de buey del camarote, tanto a la ida como al regreso, del paisaje cambiante de las cosas, cuando los otros, los que no son posh y no han previsto el truco, no ven más que agua."

"Como todos, Yersin procura hacer de su vida una bella y armoniosa composición. 
Sólo que él lo consigue." 


Saga de Tonino Benacquista. Hablamos de este libro en el viaje a Francia y, a la vuelta, Juan me lo dio junto con un montón de documentales y películas de la II Guerra Mundial que iremos viendo poco a poco. 

Saga es una novela muy entretenida y parte de una premisa tan loca que es completamente cierta. Un directivo de una cadena de tv francesa se encuentra con la obligación de cumplir un mínimo de emisión de "producto nacional". Para solucionar este problemilla con el mínimo coste posible, contrata a 4 guionistas "mataos", cada uno de su padre y de su madre, para que escriban lo que les de la gana. Los únicos condicionantes son: que sea muy barato, 10 personajes y  4 decorados. Tienen que escribir 80 episodios de una hora de duración que se emitirán a las 4 de la mañana. 

No voy a destripar la novela. Lo mejor es que las ideas alocadas que a Benacquista se le ocurrieron en 1997, ahora mismo, esas mismas ideas, nos parecen completamente aceptables en casi cualquier serie. Un profesor de química que se convierte en un mega traficante de metanfetamina cuando le diagnostican un cáncer, un avión que se estrella y sobreviven casi todos sus pasajeros en una isla dónde hay osos polares, números, chinos y humo; una agente de la CIA completamente loca enamorada de un marine absurdo.  Ahora nos venden esas ideas envueltas en una producción maravillosa y espectacular, pero las ideas originales son igual de absurdas que las manejadas por los guionistas de Saga. 

Ninguna idea es demasiado absurda si sabes contarla. 

Saga es una novela muy divertida y refleja muy bien el mundo de la televisión y el maravilloso mundo de los guionistas y la "producción propia" pero de eso ya hablaré en otro post. 

Un mes con sólo tres lecturas pero las tres muy recomendables. Y con esto y un bizcocho hasta las lecturas encadenadas del mes que viene.