miércoles, 10 de septiembre de 2014

Lecturas encadenadas.- Agosto.

En el mes de agosto cayeron 6 libros: 2 comics, un ensayo, y tres novelas curiosamente de tres autores ingleses, una de ellas mujer.

Empecé el mes con un libro que tenía muchísimas ganas de leer. La edad de los prodigios: Terror y belleza en la ciencia del romanticismo de Richard Holmes. Llegué a él por una recomendación de Sergio Palacios en su blog y lo apunté en mi lista. Antes de seguir, me pongo en pie y agradezco a Sergio, desde lo más profundo de mi ser, haberme descubierto este libro.

¿De qué va el libro? Holmes te lleva de la mano recorriendo las vidas, los descubrimientos y el ambiente social en el que se movieron algunos de los científicos más importantes del finales del siglo XVIII y principios del XIX. Joseph Banks, "científico" (de hecho, he aprendido que esta palabra se creó en ese momento de la historia para definir a esas personalidades curiosas), que acompañó a Cook en su vuelta al mundo y pasó seis meses en Tahiti, se convierte en  el hilo conductor de todo el libro porque cuando volvió de su viaje se convirtió en un personaje central en el desarrollo de casi cualquier actividad científica ocurrida en Inglaterra. Es un libro ameno, entretenido, muy interesante y con el que he aprendido un montón de cosas. De hecho, me hizo pensar tanto que escribí un post con todas mis reflexiones sobre el libro que la Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco tuvo a bien publicar en su Cuaderno. (Me pongo en pié otra vez y agradezco profundamente a Juan Ignacio Pérez Iglesias que aceptara mi post).

Una de las cosas que más me gusto, es que estamos acostumbrados a pensar en los científicos como personajes fríos y centrados en sus investigaciones (es un estereotipo pero es así) y sin embargo en el libro de Holmes, muchos aparecen "poseídos" de vez en cuando por raptos poéticos y literarios, algunos de los cuales me parecieron increíblemente románticos.
"Tú eres mi imán (aunque te diferencias de un imán en que no tienes puntos de repulsión y diriges mi rumbo" 
Watchmen de Alan Moore y David Gibbons. Alguien que me quiere mucho me regaló este comic por mi 40 cumpleaños diciéndome que era una obra cumbre del género. ¿Cómo es posible que siendo un regalo tan especial no lo hubiera leído? Pues porque estaba en inglés y no encontraba el momento. De hecho, comentando este regalo que no había leído, ese alguien me dijo "tendrías que leerlo en castellano primero...no se si me arrepiento de habértelo regalado en inglés". Y como mi vida es así y está llena de casualidades (supongo que como la de todos pero yo las veo como le pasa a Paul Asuter), al día siguiente de esta conversación, mientras esperaba a que Juan saliera de lavarse los dientes y mientras cotilleaba la estantería de su casa por enésima vez, encontré Watchmen en castellano. ¡Me lo llevo para leerlo! grite y me piré. No salí corriendo porque la edición que tiene Juan es en tapa dura extragrande y pesa un quintal.

Watchmen es un comic alucinante. Una historia de ficción tan compleja que me impresiona que alguien sea capaz de pensarla y otro alguien sea capaz de plasmar en imágenes esa historia que sólo existe en la cabeza de otro.

La historia va de superhéroes, de superhéroes en decadencia. Están en sus horas bajas de popularidad y de repente se ven enfrentados a una especie de asesino que va a por ellos mientras el mundo en el que viven, en 1985, asiste asombrado al peor momento de la guerra fría y la amenaza nuclear es cada vez más real.  Watchmen no es sólo una historia de superhéroes y asesinos, es muchísimo más. Es una historia tétrica, agobiante, desasosegante, deprimente a ratos, solitaria, desesperante, compleja, rica en detalles, en conceptos y sensaciones que se te quedan pegadas una vez que lo has leído. Terminas y sabes que te has perdido la mitad. Terminas y sabes que podrás releerlo 20 veces y siempre encontrarás algo nuevo. Lo terminé y supe que ya podría leerlo en inglés y agradecerle al alguien que me quiere mucho ese regalo. Gracias.

"Ven... Seca tus lágrimas, porque res mi vida, algo más excepcional que un quark y más impredecible que lo que Heinseberg soñó jamás: la arcilla en la que las fuerzas que dan forma a todas las cosas dejan sus huellas de un modo más claro. Seca tus lágrimas... y volvamos a casa."

Lo superhéroes con dilemas morales también pueden ser románticos. Muy románticos.

Amigas con hijos de Mónica Drake. Vamos a ver, yo quería que este libro me gustara. No necesitaba que me marcara la existencia, ni me volviera del revés pero quería que un libro que según la editorial es "un cruce entre la maternidad traumática de Richard Yates y el hedonismo profundo de la serie Girls, es una ácida y desternillante novela que desafía el cliché de la maternidad, ese debate polarizado en el que dar a luz se ve como una carga eterna o como una bendición salvadora", me entretuviera y por lo menos me hiciera reír. También quería que me gustara porque la editorial muy amablemente me había enviado el libro y estaba deseando poder decir algo bueno y contribuir a que las pequeñas editoriales subsistan, pero no puedo. 

Amigas con hijos es un espanto y está a años luz de poder ser calificada de desternillante. No es que sea una historia absurda, que lo es. No es que sus cuatro protagonistas parezcan compartir el uso del cerebro a ratos,  que lo parece.  No es que la historia no tenga ni pies ni cabeza, que no los tiene. Es que es un coñazo. Se lee rápido porque tiene exactamente la misma enjundia que un cuento de Pepa Pigg. Señores de Blakie Books, lo siento. Siento muchísimo no poder decir nada bueno de esta novela pero compararla con Richard Yates me parece hasta ofensivo para el pobre Yates. Supongo que nunca más querrán enviarme un libro pero les juro solemnemente que si lo hacen estaré en la mejor disposición posible para leerlo sin que la tortura que ha supuesto Amigos con hijos enturbie mi criterio. En cualquier caso, gracias por enviármelo, nunca más me tomaré la palabra desternillante tan a la ligera. 




Justine (I. El cuarteto de Alejandría) de Lawrence Durrell. Relectura a la que me he enfrentado con más miedo que otra cosa. En su momento, cuando El cuarteto cayó en mis manos por primera vez, recuerdo que sentí que era demasiado joven para entender lo que contaba...ahora al releerlo me he dado cuenta de que tengo la edad y la experiencia vital justa.


Voy a ser sincera, El Cuarteto es una historia de intensos y Justine es una misteriosa de libro pero me ha gustado releerlo. De hecho, creo que ha sido como si lo leyera por primera vez. Lawrence Durrell es preciosista en su manera de escribir pero tiene algunas imágenes y descripciones muy brillantes que se con seguridad que mi yo de 20 años no fue capaz de apreciar. Veremos como sigue la relectura.  

"Su vida en común era semejante a la de un cable eléctrico enterrado en la arena que, inexplicablemente, se rompe en un punto imposible de ubicar, sumiéndolos en una insólita e impenetrable oscuridad." 
"Comprendí que ese tráfico estéril de ideas y sentimientos había abierto un camino hasta las selvas más densas del corazón, y que allí nos convertiríamos en siervos de la carne, dueños de un conocimiento enigmático que sólo podía ser transmitido, recibido, descifrado, entendido por los pocos seres que son nuestros complementarios en el mundo (¡cuán pocos y qué raras veces se los encuentra!)

Dandole Vueltas  de Frederick Peeters. Segundo comic del mes y  préstamo de Pobrehermamo Pequeño. Recoge 26 historietas escritas y dibujadas por Peeters de quien en su día leí "Píldoras azules" y me gustó mucho. Las historietas son muy irregulares, algunas me han encantado como la que recuerda a su amigo de infancia al descubrir que murió atropellado por un tren y otras me han dejado fría. Peeters tiene un dibujo "sucio",  muchas veces me echa de la historia o me impide conectar con lo que quiere contar. A veces me transmite la sensación de no querer contarme la historia, de no querer estar haciendo lo que está haciendo. 


NW London  de Zadie Smith. Comprado por recomendación de Nán y reservado para leer durante mis vacaciones francesas. Vamos a ver, me ha gustado regular. Creo que es un experimento formal de Zadie y que es intensamente local. Si conoces Londres y la problemática de cada barrio, la zonificación por etnias y grupos de la ciudad, seguramente la historia te transmita mucho más.  Sin ese conocimiento, es una novela entretenida y bastante chula por la manera en la que está contada pero que como historia resbala bastante. La olvidas fácilmente al terminar de leerla. Resbala, no sé explicarlo mejor.

"Ese momento posee un carácter peculiar. Es breve y temporal, ciertamente, igual que todos los momentos; es transitorio, igual que todos los momentos; y es pasado, igual que todos los momentos en el momento siguiente. Y sin embargo, es decisivo y contiene lo eterno. Ese momento debería tener un nombre distintivo, llamémoslo "plenitud del tiempo"." 
Si alguien quiere conocer a Zadie  recomiendo como lectura "Sobre la belleza", me gustó mucho más.

Y con esto y un bizcocho, hasta las lecturas encadenadas de septiembre.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Ensayo (absurdo y prejuicioso) sobre "el cantautor".


La palabra "cantautor"  automáticamente crea en mi cabeza (y en la de casi todos) la imagen de un tío con una guitarra sentado en una banqueta, entonando una canción de amor desconsolado. La imagen es en blanco y negro. Cuello vuelto o camiseta. 

¿Cómo se hace un cantautor? ¿Nace o se hace? 

Con mi mente calenturienta me pongo a imaginar absurdeces. 

Imagino al cantautor de turno en su más tierna infancia con su guitarrita, escuchando a Bob Dylan y tocando canciones de misa o de boy scouts. Le imagino viniéndose arriba un día y tras haber traducido un par de temas de amor de Police y comprobar que la vecina no le hacía caso, lanzarse a escribir una canción. 

Ya tiene la canción y ¿ahora qué? 

Hasta aquí no es cantautor, es un tío con una guitarra que ha escrito una canción. Todavía puede ser líder de una banda. 

Aquí justo está la encrucijada: el camino de la derecha lleva a tener un grupo con colegas para hacer el memo y el camino de la izquierda lleva a comprarte una banqueta dónde nunca estés cómodamente sentado. 

Los que van directos a la sección de banquetas de Ikea son los que no tienen amigos. 

En mi hilo de pensamiento absurdo, digo adiós a los líderes de bandas y me quedo con los que tienen una guitarra, una canción y no tienen amigos y voy más allá. 

¿Por qué no tienen amigos a los que abrasar con su canción y su plan maestro de formar un grupo musical?

Aquí tenemos otras dos opciones, (vale, puede haber mil opciones pero es mi hilo de pensamiento absurdo y lo manipulo como quiero)

Opción una que encaja con el estereotipo de cantautor; nuestro héroe es un brasas. No tiene una sola canción, tiene 2500 tonadas sobre amor no correspondido, sobre amor consumado, sobre la paz en el mundo, sobre el medio ambiente y sobre la crueldad de la vida. Tuvo amigos pero los perdió por pesado porque todas esas canciones han salido de su impresionante vida interior que se empeñaba en contar en los corros del patio, los fuegos de campamento (todos los cantautores han hecho fuegos de campamento...aunque fumaran porros en vez de cantar canciones de misa), tomando copas y en las barbacoas. 

Opción dos. Nuestro héroe se cree lo más de la creación. Tiene amigos y los valora pero no lo suficiente como para que le acompañen en la gloria que sin duda le acarreará su genio musical. No quiere ser el líder de una banda, no quiere que le hagan coros (a no ser que sean muy muy al fondo del escenario y escasamente iluminados), no quiere tener que discutir el orden del set list o ¡quien sabe!, lo mismo hace una banda y por alguna extraña carambola del destino el bajista es más alto, más guapo y más listo y la banda acaba deshaciéndose con gran disgusto de sus fans y él acaba sólo y sin banqueta. Nuestro héroe es muy precavido. 

¿Qué efecto provoca un cantautor? 

En mi, (repito que es mi bucle absurdo) hay dos opciones: pereza mortal que me da ganas de torturar y asesinar o amor absoluto, desinteresado, sin medida ni criterio. 

Los que me provocan amor absoluto y descontrolado cantan en inglés. Esto es así, pueden ser unos cursis redomados, de hecho algunas de sus letras sólo las murmuro porque hasta en la más absoluta de la soledades hay cosas que me da vergüenza decir (a ti, no) pero a mí me flipan. 

Los de la pereza mortal cantan en español y me resultan cansinos hasta el infinito. He desarrollado un "dedo gatillo" que hace que si por casualidad saltan en la emisora de radio que tengo de fondo en el coche, mientras cocino o dónde sea tarda medio segundo en cambiar de emisora. 

¿Todos los que cantan en español me dan ganas de hacerme profesional de la introducción de cañas bajo las uñas de las manos? No. 

Los identificables con una sola palabra, su apellido normalmente, pueden gustarme más o menos pero no me dan cansancio vital: Sabina, Serrat, Loquillo (este es un poco líder de banda), Ariel...

Todos los demás, los de nombre y apellido, me hostilizan. (Vale, Antonio Vega es la excepción que confirma la regla pero también era un líder de banda con quizás demasiados amigos) 

¿Cómo son las canciones de un cantautor? 

Muy parecidas. Digamos que el mundo del cantautorismo no está tocado por la varita de la originalidad y yo lo entiendo. Subirte solo, a sentarte incómodo en una banqueta, con la guitarrita como único escudo (los que tienen un piano son de otra liga) frente a un público entregado u hostil es una tarea para valientes. Si resulta que has dado con un estilo que hace que la gente te aplauda, compre tus discos y te haga ligar...habría que ser muy tonto para cambiar de estilo y arriesgar. ¿Para qué? A lo sumo, se contrata una banda profesional controlando que no sean ni más altos, ni más guapos, ni más listos, ni con más carisma ni que canten mejor que el cantautor y se hace un disco "más potente" con la base de las mismas canciones. 

Con todo esta teoría muy prejuiciosa y absurda sobre los cantautores el viernes me "liaron",(me amenazaron de muerte y con maldiciones varias sobre mi vida sexual) para ir a ver un cantautor español de los  de nombre y apellido y que cantaba sentado en una postura tan incómoda que pensé que a él también le habían amenazado con matarle si no daba ese concierto. 

Con todos mis prejuicios y mi pereza mortal y pensando en palillos me senté contra una tapia de piedra a escuchar ese concierto y...me gustó. 



"Princesa sientes la fuerza, estoy seguro cuando mi espada laser entra en tu lado oscuro" 

Me reí. Risa con un cantautor, una nueva experiencia. 

- Moli, ¿has visto que guapo es?
- No, no me he traído las gafas y veo una camiseta gris que sujeta una guitarra. 
- ¿A que te ha gustado?
- No ha estado mal.
- Pues le he hablado de ti y de tu blog. Ven que os voy a presentar. Rafa, Moli. Moli, Rafa. 

Me pregunto qué pensarán los cantautores de las blogueras que saludan y se quedan sin nada medianamente inteligente que decir.  

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Hecha de libros.

A principios de verano  encontré un maravilloso artículo de Zadie Smith  que empecé a leer a la defensiva porque trataba el absurdo tema de las "lecturas de verano". Dado que yo leo igual en verano que en invierno, en la playa que en la montaña, en un sofá que en una tumbona, la clasificación de lectura de verano siempre me ha chirriado. 

Me disperso. Empecé el artículo a la defensiva, pero según lo leía iba asintiendo y pensando "es justo eso", "es así", "es tal cual", y si hubiera sido un poco más friki y un poco menos vaga, al terminar me habría puesto en pie y habría gritado ¡Bien por Zadie!, puede que incluso hubiera bailado en círculos. 

"Quite often I am asked to recommend, as a practice, the habit of "reading." I like to do this, though I always feel a little phony. To recommend something implies that its presence in your life is a positive choice, like playing tennis or avoiding gluten. For me, being a reader, in summer or at any other time, isn't a "lifestyle choice".

"En muchas ocasiones me animan a recomendar, como una práctica, el hábito de leer. Me gusta animar a leer aunque siempre me siento un poco falsa. Recomendar algo implica que su presencia en tu vida es una elección acertada, una opción, como jugar al tenis o no comer gluten. Para mi, leer, en verano o en cualquier otro momento, no es un "estilo de vida".

Exacto. Para mi, leer no es un hábito recomendable, no leo porque me entretiene, porque hace que nunca me aburra, porque amenice cualquier espera,  porque me haga llorar, reír, sentir, aprender, emocionarme, indignarme, conocer nuevas palabras, nuevos países, otras épocas, otras experiencias, otras vidas. No leo porque me calme, me centre, me ayude o me inspire. Ni siquiera leo porque me guste. Leo igual que camino, como o respiro. 

"I think that if I were a very good swimmer, I would be proud to be so, but being proud of being a reader, in my case, is like being proud you have feet".

"Creo que si fuera buena nadadora estaría orgullosa de ello, pero estar orgullosa de leer, en mi caso, es como estar orgullosa de tener pies."

Exacto otra vez, pero un poco menos. 

Estoy con Zadie en que leer no es algo de lo que estoy orgullosa porque, sencillamente, no sé no leer. Habrá mucha gente que considere que esta afirmación es excesiva pero es un hecho. En las peores épocas de mi vida he estado sin comer, sin hablar y sin dormir... Jamás sin leer. 

No estoy orgullosa de leer, de ser una lectora. Estoy orgullosa de la lectora que he llegado a ser. No quiero decir con esto que cuando empecé a leer, que a lo largo de todos mis años de lectura caótica, sin rumbo, saltando de libro en libro simplemente porque me apetecía, tuviera en mente convertirme en una buena lectora... Pero me he convertido en eso. 

Soy una buena lectora. Igual que soy una buena nadadora capaz de nadar 14 km a la semana. Nunca pensé que diría ninguna de estas cosas. 

¿Por qué me considero una buena lectora? O mejor dicho, ¿por qué me considero mejor lectora que cuando empecé?

Porque escribo sobre lo que leo. Porque leer me empuja a escribir y al escribir mi visión sobre lo que leo y como lo leo se amplía. No es ni mejor ni peor que cuando no escribía... Es diferente, más grande, más amplia. 

Porque sé cuando un libro es una basura pero será comercial y le gustará a todo el mundo. 

Porque sé qué autor me gusta y porqué me gusta. 

Porque sé reconocer cuándo un autor que me encanta ha pinchado y no lo defiendo como si fuera una hooligan. 

Porque cuando reconozco que un autor que me gusta ha escrito algo malo, eso no me hace despreciar todos sus textos anteriores ni olvidar los buenos momentos que he pasado leyéndole. 

Porque si un autor me gusta, aunque pinche, le doy otra oportunidad. Porque no doy segundas oportunidades. Y no me importa. 

Porque sé cuándo algo no me gusta y no hay nada que hacer. 

Porque sé cuándo algo no me gusta porque no he sabido leerlo. 

Porque sé reconocer cuando estoy leyendo con prejuicios, siendo injusta, a la defensiva y sin embargo lo que leo me está gustando. 

Porque sé cuándo algo que leo me pilla demasiado joven. 

Porque siento que soy demasiado mayor para que una lectura me impacte,  pero entiendo que a mi yo de hace 20 o 30 años le dejara del revés. 

Porque he empezado a releer por el placer del reencuentro. 

Porque releo para descubrir. 

Porque si algo no me gusta aunque le guste a todo el mundo soy capaz de defender mi opinión sin que me importe lo que van a pensar los demás. 

Porque soy capaz de percibir una evolución en los libros de autores que me encantan. 

Porque soy capaz de enlazar lecturas, libros y autores. Encontrar similitudes y diferencias entre ideas, personajes y situaciones. 

Porque veo lo que falla en un libro. 

Porque he aprendido a maravillarme con la maestría que encierra un libro bueno. 

Porque recuerdo citas y pasajes... Tras haberlo copiados en mi cuaderno de lecturas. 

Porque tengo un cuaderno de lecturas, porque llevo años escribiéndolos y me gusta releerlos y pensar porque justamente copié ese párrafo. 

Porque soy capaz de leer libros malos igual que soy capaz de comerme una hamburguesa y encontrarle la gracia.

Porque dejo un libro a la mitad sin remordimiento. 

Porque puedo recomendar un libro para todo el mundo. 

Porque sé qué libro te gustará sólo a ti. 

Porque le tengo cariño a todos los libros que he leído y que me han hecho quien soy. También a los malos y a aquellos que odié profundamente. 

Porque como dice Zadie,

I find it hard to name the one book that was so damn delightful it changed my life. The truth is, they have all changed my life, every single one of them—even the ones I hated. Books are my version of "experiences." I'm made of them.

Exacto. 

Porque estoy hecha de libros. 

lunes, 1 de septiembre de 2014

Vacaciones a la francesa (y IV).




Inicio. Una maleta enorme y prestada, muchos "por si acaso" que han resultado ser fundamentales. 2 libros y 2 cuadernos. 

Hacia el Norte. Olor a verde, a lluvia, a nubes, a gris. Verde, verde, verde. A menos de un orden de magnitud. La frontera. Escuchamos a los Beatles pero no vale poner temas categoría "A", valen más los C y D pero admitimos alguno de categoría B. 

Toulouse. Un cuadro de Audrey Hepburn sobre la cama y vistas a la basílica. Carpaccio de buey con gratinado de patatas en The Winter Garden. Puertas correderas en los baños de las habitaciones. Nada más sentarte en un restaurante agua en la mesa. ¿En qué momento en España dejamos de beber agua en jarra y nos volvimos unos repijos bebiendo agua mineral? ¡Reivindico la jarra!

Un claustro con unas tumbonas para descansar del paso turista. "Groucho. Vintage". Me compro un vestido de princesa de los años 60. Lluvia en un paseo junto al río. Despertar con un rastrillo junto a la basílica que han colocado tan silenciosamente que me llevo un susto al verlo. 

Carcassone. Exin Castillos. Un chal blanco y verde. Un comic para M. A las princesas les hubiera flipado el castillo. Una boda, él de uniforme, es guapo y parece tan joven. Me recuerda a alguien. 

Carreteras comarcales, oscuras y llenas de bosques. Equilibrios sobre el verde. Albi. Una wifi desesperante. Crumble con frutos rojos. No me gusta la creme brulé aunque venga el chef que se parece a Popeye y con tatuajes en los brazos a darnos la receta. Albi de noche. Pasos que resuenan. El puente viejo, pierdo la cuenta de todas las veces que vamos a cruzarlo. Un desayuno con vistas. Me cuelgan los pies del vater del hotel ¿Estas cosas no son estandar? 

Santa Cecilia. Bóvedas azules. El infierno con todos los pecados; creo que los tengo todos. Aprendo lo que es un jubee, mejor dicho, un vago recuerdo almacenado en una lejana neurona de mi cerebro recuerda mis apuntes de Gótico de la carrera. Una contractura en el cuello, un concierto de órgano. Tagliattele a la trufa. Tatin de manzana que hace que casi caiga de rodillas y pida matrimonio al cocinero. Decido hacer una cata de tatin de manzana en este viaje (No volveré a encontrar un restaurante con tatin de manzana en su menú) 

Toulouse Lautrec. Ambialet. Caloreta y sudor de canalillo. 

Monestries. Cordes sur Ciel. Una pulsera de piedras azules que ya no me he quitado. Curvas, cuestas y flores. En mi próxima casa pondré contraventanas de colores. Spider Juan. Lluvia, lluvia y lluvia. Niebla. Por la carretera suenan los Everly Brothers, Ray Charles y los Jackson Five, jugamos a adivinar el cantante. 

Sarlat. Noche oscura, niebla y luz dorada. Omelette con patatas típicas. Juan pide islas flotantes y por supuesto yo conecto las islas flotantes, con Diane Keaton en Misterioso Asesinato en Manhattan y hablamos de Woody Allen. Siempre es buen momento para hablar de Woody Allen. 

Apartamento Cabaret. Cama con dosel y unos sillones morados tan enormes que me atrapan y en los que parezco de Lilliput. Por supuesto me cuelgan los pies. Por fin un wifi decente. 

Mercado de Sarlat. Ni la Gran Vía en Navidad está así de abarrotada. Callejeamos sorteando a la multitud. Leo en francés y a la vez traduzco. He descubierto que se muchísimo más francés del que pensaba pero cuando intento hablar me sale todo en inglés. 

Dome. Mi pueblo favorito del mundo mundial. Aquí quiero retirarme a escribir y leer. Incluso podría cultivar hortensias. Una puesta de sol en el mejor mirador en el que he estado jamás. Descubrimos la función "sonrisa" de la cámara de mi teléfono y que tengo una mueca que no es sonrisa pero que la cámara detecta como si lo fuera y me retrata. Es una mueca en la que levanto mucho las cejas. 
Foie con mermelada de higos. Los americanos. 

Descubrimos un sitio con "Formule Petit Dejeneur":cafe, zumo, queso blanco y dos bollos. Lo llevan tres mujeres con gafas imposibles y tan francesas que parecen una caricatura.

Estreno el vestido blanco. Comprobado, las cosas con vuelo me hacen sentir como una princesa...o una cursi, según se mire. Cuevas y abrigos prehistóricos. Lascaux impresionante. El castillo de Losse, el primero de muchos. Parmentier de oca en La Rapiere. Yo no como confit porque parece pájaro pero si la oca está desmigada me la como tan ricamente y se me caen las lágrimas de gusto. La camarera nos recuerda de hace un par de noches; Juan es inconfundible. Todo el mundo es encantador.

Me despierto por la noche del susto. Un ruido ensordecedor me ha hecho sentarme en la cama, resulta ser un trueno. ¡Bien! Me levanto y contemplo la tormenta con rayos y truenos desde la ventana. Me pregunto que tipo de sueño narcótico tiene Juan que ni se ha inmutado. 

Mañana gris. Manga larga y paseo en gabarra por el Dordoña. La voz en castellano de la audioguía es la misma que en la catedral de Albi y nunca ganará un Oscar por su interpretación de un gabarrero del siglo XVIII que cuenta la historia de la zona. Museo de la guerra en el castillo de Castenauld. Compro un tirachinas de madera para M. Descubro que mi visión de la Edad Media está muy contaminada por los caballeros de la mesa cuadrada de los MOnty Phyton, "Tenemos un grial" grito desde cada muralla. Aprendo de ballestas, mosquetes y catapultas. Paseo por los jardines del Marqueyssac; un mirador volado a 192 metros altura, no apto para gente con vértigo. Un delantal recursi para C y un libro de jardines para el Ingeniero. Lápices. Raviolis de setas. 

Compras de último día. Salchichones y foie. Un juego de la oca para las princesas. 2 sombreros de paja y protector solar. 

9 km remando al compás (¡Mary Poppins al compás!) Dordoña abajo casi sin hablar. Amistad en estado puro. Bocadillos de salchichón en la orilla y siesta al sol. Por la tarde descubro mi dulce de manzana más favorito del mundo mundial. 

Última puesta de sol en Dome. Volvemos a ver a los americanos. 

El coche huele a trufa. Escribo este post mientras volvemos. Música y paisaje y la cabeza funcionando sin parar. 

¿Qué pinta Wilco en una lista de música para madres? 

Te hubiera encantado este viaje. Fin.



Gracias a Elena Rius por todas sus recomendaciones para el viaje y a P por aguantarnos tantísimo.