viernes, 29 de agosto de 2014

Vacaciones a la francesa (III): Dos encuentros.



Sarlat nos recibe con una densa lluvia.La plaza de los canónigos en Sarlat es el típico sitio que al visitarlo piensas: como molaría tener un apartamento aquí. Llegar a Sarlat y darte cuenta de que es justo ahí dónde está el apartamento Cabaret que tuvimos la suerte de alquilar hace 10 días es sencillamente increíble. 

Sarlat es tan bonito que parece mentira. Los días de mercado está tan abarrotado que te dan ganas de tirar bombas fétidas o salir huyendo despavorido...pero una vez que el mercado se cierra, queda un pueblo tranquilo, lleno de casas maravillosas en las que sólo viven 600 personas de las 10.000 que componen su censo. (esto lo aprendí en el ascensor panorámico de la torre de la antigua iglesia desde el que fiché la casa que quiero para retirarme a escribir). 

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Suena música, música alegre, de la que me hace mover los pies. Nos acercamos y hay ocho músicos, todos distintos y peculiares. El cantante viste una especie de chaqué antiguo y un sombrero calado hasta las cejas, recita y canta con voz rasposa. Hace de maestro de ceremonias para que la multitud congregada a su alrededor siga la fácil coreografía: levantar los talones para ponerte de puntillas y dejarte caer sobre ellos al compás. Observo una perrofláutica rubia que es con mucho la persona más arrítmica que he visto en mi vida; baila en primera fila tan absolutamente fuera de ritmo que me da hasta pena. Eso sí, ella está encantada. 

Detrás del cantante está el batería, pequeñajo, rubio, con barba y bigote y grandes gafas de concha cuadrada; para animar se sube encima de la banqueta a dar palmas. A su derecha, otro tipo delgado, con una camiseta azul y pantalones de pana arremangados (hombres del mundo...¡la pana en verano es mal!) y descalzo toca el triángulo, un timbre de hotel con dedales puestos y una especie de plancha acanalada. Lleva sombrero y tiene los ojos azules. El acordeonista, que no puede ser más francés ni más tierno,  lleva boina, pantalones bombachos y tirantes. También es guapo y deambula delante del público con una bonita sonrisa. Un guitarrista bajito que toca sentado una guitarra española, un contrabajista con un turbante en la cabeza, un trompetista con gafas rayban y una horrorosa chaqueta amarilla forman el flanco izquierdo. 

El que maneja el cotarro es un tipo con pinta de estereotipo francés, con pinta de llamarse Pierre y llevar una baguette en el bolsillo. Con barba, gafas de concha, camiseta de rayas y gorra toca una especie de okulele y da instrucciones. 

A su lado está él. Chaleco negro, camisa blanca, sombrero negro, pelo largo y unos ojos azules impresionantes. Toca el saxofón y se llama Jimmy. Me he enamorado. 

En primera fila con mi sonrisa de estar feliz muevo los pies al compás y disfruto de la música. Son muy buenos, espectaculares. Cuando terminan compramos el cd, quiero recordar siempre este momento en Sarlat. 

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Él está sentado a mi izquierda, ella enfrente de él queda en diagonal conmigo. Los dos llevan pantalones cortos, él calza unos zapatos mephisto de trekking y ella unas zapatillas deportivas. Él lleva un jersey azul marino y ella sobre una sencilla camiseta blanca se echa una chaqueta por los hombros de esa manera que sólo se aprende a hacer cuando tienes más de 60 años. 

Cuando nos sentamos nosotros, ellos están por el segundo plato. Él come pájaro y está trajinando con los cubiertos como si estuviera operando a corazón abierto. Ella ha optado por un entrecot gigante. Encima de la mesa una botella de vino blanco casi terminada. 

Les escucho hablar y se que son americanos. Escucho retazos de su conversación: hablan de cine, de personajes que les han marcado, de la manera en que deben contarse las historias, de recuerdos de la universidad....Se rien. 

- Juan, ¿has visto a la pareja de al lado?
- No me avergüences, que se oye todo.
- No seas paranoico, no me oyen y además no me entienden. Deja de poner cara de susto que así es como llamas la atención...
- ¿Qué les pasa?
- Son pareja desde hace poco...
- ¿Cómo lo sabes?
- Por como están sentados, como se hablan, porque desprenden esa sensación de "estoy justo donde quiero estar y con quien quiero estar, aquí y ahora". 
- Te montas unas pelis en la cabeza que alucino contigo...eso es una memez, yo no percibo nada. 
- Tú no lo percibirías ni aunque te diera en la cabeza...  

Queso con fresas del Perigord de postre, me relamo de gusto y sonrío...y me encuentro con la sonrisa de la desconocida americana mirándome fijamente. Él se ha levantado, supongo que al baño. Sonrío más sin saber muy bien que decir, por un momento me entra pánico al pensar que a lo mejor si entiende el español.

- Hola, buenas noches. 

Lleva el pelo corto, rubio casi blanco y unas gafas con una finísima montura dorada. Es guapa, tuvo que ser guapísima cuando era más joven, aún lo es. Muy guapa y simpática.

- ¿Sois franceses?
- No.- estamos paralizados por la sorpresa.
- ¿De dónde sois?
- Españoles.
- ¡Ah, españoles! Yo nunca he estado en España pero él sí. 
- ¿De dónde sois vosotros?
- De California, de San Francisco.
- Bonita ciudad, me encanta.- dice Juan. 
- ¿Lo conoces?- ella lo pregunta como si viviera en un pueblo perdido del Amazonas y fuera extraordinario que alguien lo conociera. 
- Si, he estado tres veces.- contesta Juan. (esto si es un poco extraordinario)
- ¡Ah! y ¿Qué relación tenéis vosotros?
- Somos amigos.- contesto. 
- ¡Como nosotros!

Nos reímos. 

- ¿Qué tiene de gracioso que seamos amigos como vosotros?- pregunta él que ya ha vuelto.

Obviando alegremente esa pregunta cuya respuesta iba a sonar difícil de creer comenzamos una conversación sobre el Perigord, los tres viajes a San Francisco de Juan, los parques naturales de Estados Unidos y hablamos de nuestras intenciones de coger una gabarra y hacer canoas en el Dordogne.

- ¡Oh! Nosotros también vamos a hacer canoas. Nunca lo hemos probado.- dice ella mientras no para de reír. 
- Es muy divertido, seguro que os gusta.- contesto. 
-  Bueno, a nuestra edad hay que probarlo todo ahora, no tenemos toda la vida como vosotros. 
- Seguro que sí. - contesta Juan que está en modo diplomático "on".
- ¡Qué va! Él tiene 84 y yo 76.- susurra ella para luego estallar en carcajadas.

Cuando aún estamos con la boca abierta por la sorpresa de su edad, ella dice:

- Sí, somos muy mayores pero estamos felices. Los dos tuvimos una vida antes de conocernos y estar juntos. 

Sin reponernos del todo de la sorpresa, intercambiamos unas cuantas reflexiones sobre viajar, el Perigord y el Gran Cañón y nos despedimos entre sonrisas, encantados de habernos conocido. 

Enfilamos la preciosa calle principal de Dome...

- Moli...
- TE LO DIJE. 
- Tenías razón...tienes un puto radar para estas cosas.
- Te lo dije, estaba segura. 

Cuando cogemos el coche para volver a Sarlat, los veo caminando abrazados hacia el cottage que han alquilado y en el que pasarán diez días antes de volar a París. 

 Por el retrovisor, los veo una última vez. Sonrío y pienso que quiero volver a encontrármelos, pienso  que ojalá les queden muchos años de vida para disfrutarse y pienso que yo también quiero eso...



miércoles, 27 de agosto de 2014

Vacaciones a la francesa (II)

Albi. No hemos dejado piedra sin pisar, calle sin pasear, vista sin ver ni puente sin cruzar. No sabíamos muy bien qué nos íbamos a encontrar pero nada más llegar y ver la alucinante vista desde el hotel decidimos que habíamos sido lístisimos al reservar 3 noches allí. 

Albi es el paisaje que querrías ver cada día al levantarte al vivir en una ciudad, un paisaje que cambia cada día, a cada rato y del que es imposible cansarse. 

Tiene la que es desde ahora mi catedral más favorita del mundo mundial. Es la más grande de ladrillo de todo el mundo. Por fuera es tan inmensa, tan increíblemente grande que a su lado y al mirar hacia arriba te mareas y te sientes canijo. Esa inmensidad no te prepara sin embargo para lo que vas a encontrarte dentro y que es sencillamente alucinante. Pasamos más de hora y media deambulando mirando los techos (pintados hace 500 años y que jamás han sido restaurados, se conservan tal cual fueron pintados con unos azules brillantes increíbles) y repasando con detalle el Juicio Final que decora el altar mayor y que está pintando al temple. 

Como todo en este viaje está saliendo redondo tuvimos la increíble suerte de asistir a un concierto de órgano en la catedral. Si, ya lo se, ¿un concierto de órgano? Menudo rollo. Yo también habría dicho eso hace 3 días pero fue espectacular. Un órgano de 1736, con 5 teclados de manos y un par de ellos de pies, sonando en la nave de una catedral mientras descansas los pies del "paso museo" y el cuello de desnucarte mirando bóvedas. 

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- Juan, el organista tiene 31 años, ¿no alucinas con que sepa tocar ese órgano?
- Piénsalo así Moli. ¿Qué ha hecho ese tío con su vida para saber tocar así ese órgano con 31 años?
- ¿Qué quieres decir con eso? 
- Ese chico no sabe nada de la vida, no ha hecho otra cosa que tocar el órgano...no es como nosotros. 
- Jajajajaja, vale...visto así vale...pero tú seguro que te has tocado mucho el órgano.
- Touché. 

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Otra mañana entera en el museo de Toulouse Lautrec que también está en Albi porque resulta que nació allí. Me gusta Toulouse Lautrec desde que era enana porque vi una película sobre su vida, Moulin Rouge de John Houston , que me impactó muchísimo. Luego crecí, estudié arte y me siguió gustando pero siempre he mantenido ese vínculo con Lautrec gracias a esa pintura. 

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- Tengo una contractura brutal en el cuello. 
- ¿Quieres que te de un masaje?
- ¿Es una prueba de amor absoluto para ver si ganas la competición?
- No joder, lo hago desinteresadamente. 
- Vale, entonces si. 
- Joder, pero ¡cómo tienes el cuello! Es un puro nudo. 
- Pero vamos a ver, ¿no te he dicho que tenía una contractura?
- Ya pero normalmente las tías os quejáis y luego no tenéis nada. 
- Primero yo no soy "las tías" y segundo ¿a quién más le das masajes?
- A nadie y cállate o lo contamos como prueba de amor. 

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Carreteras comarcales. Pueblos en medio de un meandro inmenso. Iglesias perdidas. Carreteras entre árboles que acaban en medio de unos campos desde los que se ve a 40 km a la redonda y en los que echo de menos no llevar una falda de vuelo para salir a correr y cantar como Julie Trinos. Un castillo en ruinas que fue quemado por los nazis y en el que me adentro a pesar del peligro de derrumbe. 

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- Moli, ahí hay otro sitio perfecto para que hagas tu equilibrio y nos avergüences a todos.
- Yo no avergüenzo a nadie.
- Nos mira todo el mundo.
- Eso no es avergonzar, es llamar la atención y nos miran por tu culpa, eres demasiado alto y se te ve mucho.
- Ya claro, y la loca subida jugándose la vida no llama la atención ¿no?

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Cordes sur ciel es tal y como dicen las guías y más. Un pueblo medieval construido a partir de 1222 en siete años, con unas cuestas increíbles, unas casas preciosas y flores en cada rincón y esquina. 

- Moli, hazme aquí fotos saltando. 

Montamos tal espectáculo que la gente se para, aplaude y saca fotos a "SpiderJuan".

- Una cosita,  nos han aplaudido, nos han hecho corro y los niños querían copiarte la foto y ¿LUEGO SOY YO LA QUE TE AVERGÜENZO? 
- La culpa es tuya que me das ideas. 
- Touché. 


Bajo una lluvia torrencial ponemos rumbo al Perigord mientras escuchamos una lista de Spotify creada por Juan con el sugerente título de "música de madres". 

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domingo, 24 de agosto de 2014

Vacaciones a la francesa (I)


Conduzco. Hablamos de ciento veinticinco cosas a la vez en una sucesión sin ningún tipo de sentido más que para nosotros. 

- A ver Juan, ¿Me estás diciendo que no estoy en tu grupo de "personas escogidas"?
- A ver, no te pongas así. Lo estás tergiversando. 
- Ah ¿si? ¿Cómo se tergiversa la frase "Moli, no estás en mi grupo de personas escogidas"?
- Le estás dando una importancia que no tiene. 
- Una mierda. A ver, ¿quién está en ese grupo?
- Mi madre, mi tía, mis inquilinos.
- ¿Tus inquilinos están en el grupo de "personas escogidas" que pueden llamarte por la noche y YO NO?
- Lo estás sacando de quicio, es por si tienen una emergencia.
- ¿Me estás diciendo que si yo tengo una emergencia y te llamo por la noche no sonara tu móvil pero si a un inquilino que no sabes ni que cara tiene se le rompe un grifo si podrá perturbar tu sueño??
- ¿Qué clase de emergencia puedes tener tú?
- ¡Yo que sé! me quedo sin llaves, ligo y necesito contártelo, me quedo tirada con el coche, ligo y me proponen un trío.
- Vale, te meto en el grupo esta misma noche.
- Esta noche no hace falta, dormimos la misma cama. 
- ¿Ves como eres escogida?

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Toulouse. Escogimos la ciudad un poco al tún tún y el hotel por nuestra científica combinación de: wifi + parking + criterio de las colchas. El resultado es un hotel coqueto en una ubicación estupenda, con un wifi regulero y sin colcha. La habitación está más allá de ser coqueta, es canija pero conseguimos no molestarnos el uno al otro. 

Toulouse. Me sorprende muchísimo y me encanta. Es una ciudad llana, con un centro histórico con vida y unas casas maravillosas de esas que me hacen envidiar a los que viven en ellas. La gente es encantadora y muchísimos hablan español. Acierto de pleno en mi elección de cena el primer día y con mi Carpaccio de Buey con patatas al gratén me sitúo como número 1 en la competición de "a ver quien elige mejor en los restaurantes". Visitamos la estupenda colección de pintura de la Fundación Bemberg y nos morimos de la risa con la catedral y su total falta de coherencia al unir la parte románica con la gótica. Pasamos un buen rato en una librería de comics y cenamos en un indio la segunda noche y vuelvo a ganar con mi pollo de la región de Madras. 

Un río fabuloso y además llueve. 

- Moli, tienes que irte a vivir al norte. La lluvia te alegra el carácter. 

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- Moli, vas muy francesa con esa camiseta de rayas.
- Me lo tomaré como un cumplido, gracias.
- Pero una cosita, ¿por qué cuando yo me pongo mi camiseta a rayas me dices que tengo pinta de gondolero y tú no?
- Mírame, ¿tengo pinta de poder empujar una góndola? 
- Touché. 

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Carcasssone. 

Ciudad medieval en la que te sientes como si estuvieras en medio del Exin Castillos, en el castillo de los clics, en y en una página de Obelix y Compañía. Lamentablemente y como le ha sucedido a otras destinos turísticos ha caído presa de la maldición del "parque temático" que quita encanto y vida a esas ciudades convirtiéndolas en un parque temático donde hordas de turistas pasean, compran y consumen. Hay una tienda de chocolates, una de souvenirs, un cafetín, una tienda de chocolate, una de souvienirs, un cafetín. 




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- Toma anda, el último trozo de la crepe de Nutella para ti. 
- Es mi turno, no te hagas la buena.
- Ya, pero la tengo yo en la mano. Podría comerme este último bocado delicioso dónde se concentra toda la nutella y que además hará que se quede el gusto en la boca...pero te lo voy a dar a ti. 
- Vale Moli, gracias. 
- Que sepas que esto ha sido un gesto de amor supremo que seguro que ninguna de tus personas escogidas haría. 
- Touché. 

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Al salir de Carcassonne, desechamos la autopista y nos metemos por carreteras secundarias flanqueadas por árboles inmensos y que nos llevan a subir la Montaña Negra hasta llegar al país de los cátaros y por fin a Albi. Hacemos el tonto y saltamos.

Continuará...

jueves, 21 de agosto de 2014

Tu primer ahorro ¡chispas!




Si el Sr. Miyagi fuera un gurú de verdad y no un tío que se aprovechaba de la inocencia de un pobrecito para que le hiciera las tareas del hogar, su  famosa frase de “dar cera, pulir cera” hubiera sido “ganar pasta, gastar pasta”. 

El ahorro es misterioso, frustrante, adictivo y un círculo vicioso. 

Nos embarcamos en la tarea del ahorro desde muy pequeños. Tus padres, tus tíos, tus abuelos, tu prima Mari Puri te dan dinero y te dicen “para tu hucha”. Cuando eres pequeño, el simple hecho de echar algo por la ranurita de la hucha proporciona una gran satisfacción. Si eres muy muy pequeño, lo que más mola es que te den muchísima monedas que hagan mucho ruido al caer y que hagan que tu hucha pese muchísimo y suene al agitarla.  

Pronto comprendes  que esa alegría con la que los mayores se desprenden de las monedas no puede ser buena. Comprendes que los billetes son mejores y  te conviertes en un experto en papiroflexia monetaria consiguiendo doblar cualquier billete para que entre por la ranurita.  Por primera vez los mayores te dicen “esto para que lo ahorres”.  No sabes para qué, ni porqué. Lo único que sabes es que no puedes cogerlo. De vez en cuando piensas que quieres comprarte cualquier cosa: un estuche, un boli chulo que se ha puesto de moda, 25 sobres de cromos...y entonces te dicen “No, hombre no...lo de la hucha es para algo importante”. 

Para ti no hay nada más importante ni más vital que el nuevo bolígrafo de 4 colores que tiene toda tu clase, de hecho lo necesitas para poder seguir viviendo pero no hay manera. Te repiten como un mantra:  “lo de la hucha es para algo importante de verdad.” Te pones a pensar entonces en algo grandioso: un viaje a un parque temático, un coche nuevo, una moto, un trampolín para la piscina. Pero tampoco: “no hombre, no...para eso tendrías que ahorrar toda tu vida”.

“Ahorrar toda tu vida”. No sabes porqué pero esa frase no te suena nada bien. La dejas a un lado e intentas pensar algo que sea importante de verdad pero para lo que no tengas que esperar 3 eternidades y media. 

Le das vueltas y más vueltas y al final decides que quieres ahorrar para una bicicleta superchula. 

Con ese objetivo en mente, te pones a ahorrar y aquí descubres la frustración. No puedes gastarte tus ahorrillos en un album de cromos pero para conseguir la bicicleta superchula tus ahorrillos se quedan muy muy cortos; meses y meses de espera aparecen ante tus ojos.  Ansías tener 4 cumpleaños al año, quieres ir siempre ir a visitar a tu prima Maripuri, intentas revalorizar tu trabajo: “Mamá, si me hago la cama ¿cuanto me pagas?” para descubrir que el trabajo como fuente de ingresos para ahorrar no compensa “30 céntimos y da gracias porque lo tendrías que hacer gratis que es tu obligación”. Definitivamente compensa más volver a casa de la tia Maripuri aunque huela a naftalina y las galletas que te de estén rancias. Intuyes que esto es un poquito rastrero pero lo haces por una buena causa, tu bicicleta superchula. 

Cuando esos meses de ahorro y frustración terminan y por fin una tarde al sacar todo de la hucha y recontarlo la cantidad necesaria para tu bici está delante de tus ojos, te enfrentas a un nueva sensación: ¿de verdad esa bicicleta que has estado anhelando durante meses merece tanto la pena como para desprenderte de tus preciosos ahorros y vaciar tu hucha? ¿Será capaz la bicicleta de compensar las horas que has pasado contando y recontando tus ahorros? ¿Compensará la bicicleta las horas y horas que has pasado imaginando aventuras en ella y la cara de envidia de tus amigos? ¿Seguro que quieres la bici? ¿Quieres ser cigarra o hormiga? (Aquí descubres la maldad espantosa que se encuentra agazapada en los cuentos...pero ese es otro tema)

La incertidumbre el ahorrador ha llegado a tu vida. ¿Te gastas lo ahorrado o ahorras un poco más para una bici mejor? 

Le das vueltas, lo piensas, lo repiensas. ¡Bah, total esa bici ya no es tan chula....si comes unas cuantas docenas más de galletas de coco mohosas, se te caen 4 ó 5 dientes para que venga el Ratón Pérez y esperas los 4 meses que quedan para tu nuevo cumpleaños podrás ahorrar lo suficiente para la bicicleta definitiva!

Sentado en tu cama, recoges todos los billetes, los vuelves a doblar por las marcas que meses y meses de papiroflexia han hecho en ellos, los metes en la hucha, la cierras y piensas: voy a seguir ahorrando. 

Ni el Sr. Miyagi ni nadie te lo ha dicho, pero con ese pequeño gesto de no salir a comprarte la bicicleta de tus sueños has puesto la primera piedra para tu hipoteca a 30 años. 

Tu yo de 40 años te dice: ¡sal y cómprate la bici! ¡Ahora! ¡Aprende a comprar! ¡Ya! ¡No seas hormiga!