jueves, 7 de marzo de 2013

ENSAYO SOBRE LA DUCHA.

Esta mañana, mientras luchaba contra el superpoder que recientemente estoy perfeccionando y que consiste en que soy capaz de dormirme en la ducha de pie, he empezado a pensar un tema para escribir y ahí estaba resbalando y cayendo por mi pelo mientras me dormía: ¡¡la ducha!!

Un gran tema.

Hay miles de duchas, miles de formas y tamaños. En la parte más cutre de las duchas estaría esa que aparece en las pelis del oeste y en las del Vietnam en las que cae agua de una regadera en una especie de cubículo de madera por debajo del cual se ven unas piernas peludas si son tíos y unas piernas sexys si hay tías. Me fascina que en el oeste y en la guerra las tías tuvieran tiempo para depilarse. El único atractivo que tiene esta ducha es que te permite cultivar tu lado supuestamente sexy y exhibicionista y pensar que la gente que está esperando que acabes de ducharte te encuentra atractivo/a. Con ese pensamiento idiota lo mismo se te olvida que solo hay agua fría.

El siguiente paso es el microplato de ducha con cortina que da toda la vuelta o media y que misteriosamente siempre está colgada o demasiado alta y no llega al suelo o demasiado baja convirtiéndose en una especie de trapo de cocina empapado que se pega al cuerpo. Ducharse aquí es una tortura absoluta y uno solo lo hace por necesidad, porque está asqueroso, porque tiene mucha resaca, porque alguien le obliga o porque es la casa de su abuela en un pueblo. Normalmente en estas duchas estás abocado a que caiga un hilo de agua de una alcachofa pequeña y que el agua salga increíblemente fría o directamente hirviendo. Mientras mueves compulsivamente el grifo para intentar encontrar una temperatura compatible con la vida, te agachas al suelo a coger el gel intentando que ninguna parte de tu cuerpo asome fuera de la cortina y lo empapes todo o pisar el trapo mojado, resbalar y encontrarte espatarrado con la cortina en una mano y dando gracias por no haberte matado. Es una ducha muy desagradable, muy frustrante y encima cuando sales dices: ¿pero de dónde ha salido toda el agua que hay en el suelo si de la ducha no salía una mierda? Si tienes el pelo largo por supuesto sales con el pelo lleno de jabón y pegado.

Un poco más allá está la ducha en bañera con cortina. Esto es una leve mejora, pero la cortina sigue perturbando mucho. Una cortina de ducha se define básicamente por dos cosas. La primera es que al dueño de la casa le parece preciosa, discreta o tremendamente divertida y original y al invitado que la ve le parece la cosa más hortera del mundo. La segunda es que no sirve para nada, o no será impermeable, o tendrá agujeros, o será demasiado corta, o demasiado larga o demasiado algo que hará que siempre salga agua fuera. Oh, casi olvido las que no dejan pasar el agua porque sencillamente la absorben toda, para siempre y entonces desarrollan moho de un precioso color verde oscuro. Un asco.

Un paso un poquito más allá en la evolución de las duchas, tenemos la ducha en bañeras con media mampara de cristal que se abre como una puerta. Un invento del demonio que jamás entenderé como consiguió extenderse. Siempre son demasiado pequeñas. Tienen su utilidad si abres el grifo y no te metes debajo, el agua cae en una trayectoria recta y no se sale. La utilidad es que en vez de ver tu ducha puedes creer que es una pecera. Así es como astutamente te la enseñan en la tienda (acabo de caer en que ésta debió ser la estrategia para extenderse dominando el mundo), cuando llegas a casa y estrenas tu flamante ducha descubres que en el momento en que te metes debajo de la alcachofa, ¡oh sorpresa! el agua rebota en ti, la flamante mampara de cristal que creías que tenías se acaba de convertir en una puerta de metacrilato para entrar en la ducha pero nada más, no sirve para nada más. El agua salpica por arriba, salpica por el borde de la puerta y además descubres que el cabrón del instalador no ha dejado hecha bien las juntas y el agua también corre por el borde de la bañera.

En el último escalón está la ducha en condiciones. Un plato de ducha grande, al que se entre andando sin tener que trepar por escalones absurdos y con una mampara que lo rodee completamente y que permita despreocuparse completamente de salpicaduras y del agua. Una ducha en la que se pueda chapotear. Por supuesto este ideal de ducha debe tener una alcachofa grande pero no absurdamente grande y un mecanismo de grifería que permita graduar la temperatura del agua y el caudal. Si se quiere ser un poco pijo y tal, no me parece mal una ducha que te permita elegir entre la opción “lluvia” y la opción “chorro” pero nada más. Estoy completamente en contra de esas duchas de hotel en las que antes de poner un pie dentro hay que buscar el manual de instrucciones porque la grifería parece el panel de control de la Estrella de la Muerte. Eso sí, luego no hay ni un sitio donde dejar el gel ni el champú porque el programador de la computadora no pensó en que además de agua ibas a necesitar jabón.

Ya tenemos la parte técnica. ¿Qué hacemos en la ducha?

El baño es un coñazo, ya conté en la prehistoria de este blog que no sé bañarme y además no me gusta. Tampoco es erótico ni sexy y el polvo en bañera es prácticamente imposible de realizar además de muy muy complejo de consumar. Si se consigue es muy posible que alguien se haya destrozado los dos meniscos y el peligro de sufrir una fractura en la barbilla es increíblemente elevado. El baño es para meterse con un libro, creerse el protagonista de una peli y salir completamente congestionado y con ganas de una ducha. Un sinsentido.

La ducha es un tema de mayores y mola muchísimo más.

Para empezar sirve para despejarte, entras con ganas de morirte del sueño o de la resaca y sales renovado...y más o menos despierto. La resaca no la cura pero mientras estás debajo empapado tienes un leve momento de mejoría y fantaseas con la idea de quedarte a vivir allí.

En la ducha se pueden hacer muchas cosas aparte de eso. Hay tíos que se afeitan mientras se duchan, hay tías que se depilan y se dan un millón de tratamientos de belleza. En la ducha se puede bailar e incluso se puede hacer el gilipollas haciendo como que cantas con la ducha en la mano. Puedes conseguir crear vaho en la mampara y escribir con el dedo chorradas…En fin...la ducha puede ser una juerga.

Por supuesto, la ducha está a años luz de la bañera en el nivel de erotismo. En una buena ducha se pueden hacer maravillas sin que nadie se destroce las rodillas ni se parta la crisma. Una buena ducha con una buena compañía, aunque creas que no te apetezca, aunque hayas madrugado mucho y pienses que estés dormido... consigue que te apetezca.

 
Solo hace falta que al que programa la grifería se le haya ocurrido poner algún tipo de asidero en las paredes lisas y una superficie antideslizante en el suelo. Eso, un grifo friendly que haga caer el agua a la temperatura adecuada y con una frecuencia llamémosla “lluvia molona pero que permita respirar” y espacio suficiente y ¡alehop! Ahí está...mola tanto que hasta te despreocupas de las salpicaduras….

…esto….bueno, que a mí me mola la ducha.

miércoles, 6 de marzo de 2013

LIBROS ENCADENADOS.- FEBRERO




Ando como el conejo de Alicia: leo poco, leo poco, leo poco, leo poco. Como un pollo sin cabeza acarreo el libro por mi casa pero no me da tiempo. Me duermo, me duermo, me duermo. Necesito un cambio de horario o audiolibros como me sugirió alguien el otro día, aunque no sé si me molarían…











Nada se opone a la noche de Delphine de Vigan. Este libro me lo recomendó NáN día que fuimos a Tipos Infames con Aroa y Porto, porque le había gustado mucho. Como casi siempre que me recomienda algo, a mí no me ha molado nada, así que nos pegaremos en el barro.

Es un bluff total de libro. Intensismo francés que no va a ninguna parte y que no aporta nada. Además, no está bien conseguido el tono ni el hilo. La autora, Delphine, reconstruye la vida de su madre después de que ésta se suicide y Delphine encuentre el cuerpo. La novela va y viene entre los sufrimientos de la autora para escribirlo, para enfrentarse a los recuerdos, a las charlas con los familiares, las grabaciones y la historia de la madre. Ninguna de las dos cosas tienen el más mínimo interés.

Es una novela completamente fallida para el lector. Delphine se casca una descripción detalladísima de personajes en la primera parte que hace que te identifiques con unos y con otros, que te involucres y de repente Delphine decide que eso no le mola y te saca de la historia bruscamente cogiendo cada vez más distancia, como si ya no le interesara nada contar lo que está contando. El lector se sorprende y cada vez tiene menos interés por la historia porque además ya sabe cómo termina porque se lo han contado en la primera página.

Delphine es intensa como solo una francesa puede serlo, elevándolo a su enésima potencia y con afán de protagonismo. Tiene una historia familiar tremenda, pero es tan tremenda y ella la cuenta con tanto desacierto que no consigue conmover ni lo más mínimo cuando debería dejarte completamente arrasada emocionalmente, porque Delphine acumula en toda la historia nada más y nada menos que: la muerte de 3 niños, 4 suicidios, unos cuantos abusos sexuales, unas cuantas drogadicciones, un par de enfermedades mentales graves y una sucesión de relaciones amorosas desastrosas. ¿Qué pasa? Que al final no te crees nada y vas leyendo y dices “ Anda Delphine pírate”. Un bluff.

“Memorias líquidas” de Enric González. De éste ya lo dije todo. Los que leéis en ebook podéis descargaros ya la versión digital que sale por 10 euros y es un precio bastante más ajustado. Sigo recomendándolo muchísimo.




"Después de medianoche" de Irmgard Keun. Este libro que llevaba años en mi lista de pendientes, me lo trajeron los Reyes. Es una novela que se publicó en 1937 y cuenta la historia de Susanna, una chica alemana de la zona de Mosela que tras pasar una temporada en Colonia con una tía lejana y enamorarse de su primo Franz, se marcha a Frankfurt a vivir con su hermanastro y su mujer. La “acción” transcurre en apenas dos días en los Susanna recorre bares, asiste a un desfile y un discurso de Hitler y prepara una fiesta para la mujer de su hermano. El lector va conociendo a distintos personajes que ya con Hitler en el poder se sitúan como fervientes seguidores del nazismo o como sufridores de los que se les viene encima: fanáticos, traidores, soplones, inocentes, ingenuos, crédulos, la gama completa de actitudes humanas.

La descripción de escenas y personajes de la Alemania de 1936 me ha recordado a La Colmena de Cela, pero no me ha gustado mucho, no he conseguido meterme en la historia en ningún momento, me resultaba extrañamente ajena e irreal a pesar de todo lo que he leído sobre esa época.




Usagi Yojimbo. La historia de Tomoe de Stan Sakai. Este es un comic regalo de Javi, uno de los descerebrados más antiguos. En teoría era para M y C, pero lo he leído yo antes. Es un comic de samuráis muy entretenido. Se lo pasé a M y le encantó aunque “Mami he pasado un poco de miedo con la historia del fantasma y la araña”..lo cogió y no lo soltó hasta terminarlo. A los que tenéis churumbeles de 9-10 años os lo recomiendo. Les molará mucho.  ¡Mil gracias Javi!

- M apaga la luz ya.
- Un momentito más.
- Que apagues la luz.
- Solo un poco más y ya termino.
- Mañana te vas a morir de sueño.
- Y tú.




Flores en las grietas. Autobiografía y literatura de Richard Ford.  Soy muy fan de Richard Ford desde que leí “El Periodista deportivo”. En este caso es una colección de ensayos sobre literatura y unos breves relatos autobiográficos.Los de literatura versan sobre por qué escribir, teorización sobre los relatos y sus distintas experiencias como escritor. Sobre su vida hay unos cuantos breves relatos, todos buenos aunque el de su padre y la bicicleta es espectacular.

No es un libro que recomendaría a nadie que no haya leído antes al Ford de ficción, pero a mí me ha gustado, he doblado mogollón de esquinas y he copiado muchísimo en mi cuaderno rojo. Rescato de todas mis citas, solo tres:

Una sobre la censura en el arte o la literatura.

El arte siempre se desarrolla como un acto de libertad, lo cual no significa que la opresión acabará con él, pero si que le pondrá obstáculos y que a algunos nos privará de su generosidad y su luz. Sin embargo, conceder libertad a otros no es una virtud tan notable cuando se está de acuerdo con lo que éstos hacen. Sólo es una gran virtud cuando se acuerda permitir lo que a uno no le gusta. Es esa extraña, incómoda y vertiginosa cualidad del arte – que puede sorprendernos y decirnos cosas que no nos gusta saber- lo que le diferencia de la política. Y e es esta cualidad del arte la que hace de él algo tan frágil, precioso y atractivo”.

“ La verdadera censura- que de eso estamos hablando, al fin y al cabo- no es únicamente un ataque personal que dice “no puede decir eso”, sino un ataque que, insidiosamente dice “no puedes oír eso, no puedes saber eso, no puedes pensar eso”. Es un impulso que se encarga de alimentar la apatía moral de todos nosotros”.

Y para terminar esta increíble descripción de su amigo Raymond Carver al que dedica todo un emocionante y brillante capítulo.

Pero en 1977 era alto, flaco, huesudo, vacilante y hablaba poco y en un susurro entrecortado. Parecía simpático, aunque un poco asustadizo, pero no de una manera que asustaba a su vez al interlocutor, sino más bien como sugiriendo que acababa de estar contra las cuerdas y que por nada del mundo quería volver a encontrarse en esa situación. Sus dientes necesitaban la atención del dentista. El pelo era tupido y enmarañado. Tenía manos rudas, patillas largas y espesas, llevaba gafas con montura de concha negra, pantalones de color mostaza, una fea camisa de rayas marrón y morado de la planta de oportunidad de Penneys y zapatos de un gusto afín a los de la marca Hush Pippies. Era como si hubiera bajado de un autobús de la Greyhound de 1964 y viniera de algún sitio en donde hubiese estado realizando sobre todo labores de conserjería. Y era absolutamente irresistible”.

Me mola Ford y además me resulta atractivo. Tengo deberes, releer “La dama del perrito” de Chejov y empezar con los relatos de Cheever en inglés que me han regalado, empezando por “Reunión”.

Y con esto y un bizcocho hasta los encadenados de marzo.

martes, 5 de marzo de 2013

MOLIDOCUMENTALES: EL ANÓNIMO TOCACOJONES

¿Cómo es un anónimo tocacojones?
Por un lado tenemos el que se aburre en el curro o no tiene absolutamente nada que hacer en su puesto de trabajo y tiene la misma vida interior que un cuaderno en blanco y la misma creatividad que mi perchero.

Por otro lado, aunque este grupo es menos numeroso, está el anónimo tocacojones que brujulea por internet por la noche. No ve la tele, no lee, no tiene familia o si la tiene no le mola y sufre de insomnio.

En ambos casos, se aburren.

Miran el correo, nadie interesante les escribe. Se asoman a twitter y les parece que aquello no va con ellos, entran en los periódicos y se hostilizan con las noticias.

Ya están aburridos y hostilizados.

La hostilización es buena, solo hay que saber usarla. La hostilización mueve a la gente pero para que mole tiene que ser que a alguien le importe que estés hostilizado y sobre todo que sepas focalizarla y expresarla.

Un anónimo tocacojones no sabe hacer eso.

Ya les tenemos aburridos, hostilizados y nerviositos.

Un anónimo tocacojones quiere llamar la atención. El periódico le ha encabronado pero dejar un comentario ahí, no sirve para nada. Nadie le va a prestar atención y como mucho si es genialmente ingenioso en su comentario supuestamente ofensivo, conseguirá enzarzarse en una discusión con otros anónimos tocacojones que están igual de aburridos delante de sus pantallas. Eso no le mola. Además, es tan complicado ser genialmente ingenioso en un comentario y tan fácil ser absurdamente soez, inapropiado o directamente ridículo que no se atreve.

Entra en twitter...pero twitter está lleno de gente diciendo ingeniosidades y claro, tener un número de seguidores que tiende a 0 tampoco da el suficiente protagonismo.

¿Qué hacemos con esa hostilización y ese aburrimiento que ha ido en aumento al no encontrar una vía de escape molona?

Siempre quedarán los blogs.

Un anónimo tocacojones lee blogs en la sombra. Los lee con rabia, con envidia, con afán destructivo. Lee siempre los mismos, atentamente. Conoce al que lo escribe, a los comentaristas, es capaz de situar a cada comentarista y si tiene mucho muchísimo tiempo y bastante hostilización rastrea al bloguero en sus comentarios en otro blog, le sigue el rastro.

No le gusta el blog, de hecho lo odia. O mejor el blog le gusta y odia al bloguero. O mejor aún, le gusta el blog, el gusta el bloguero y se odia a sí mismo por ello.

Un anónimo tocacojones es un personaje muy completo y a la vez absurdo en su simplicidad primitiva.

Ya le tenemos con tiempo, hostilizado con el planeta, con ganas de llamar la atención y odiándose a si mismo porque le guste determinado blog. Ya lo tenemos todo para entrar en el blog, leer el post en diagonal o al contrario escanear el post hasta la última frase intentando encontrar un resquicio en el que colgar su hostilización. Lo encuentra y con una gran cara de satisfacción, se echa hacia atrás en la silla y dice: ¡¡Ajá!! ¡Lo tengo! Si pudiera haría brillar su ojo de cristal y se acariciaría la calva.

Le da a dejar comentario. Escribe un comentario supuestamente hiriente, supuestamente inteligente y que supone que va a dejar al bloguero sumido en el desaliento más absoluto y obnubilados al resto de los comentaristas a los que por supuesto el Anónimo Tocacojones desprecia desde lo más profundo de su ser básicamente porque parecen gente con vida, interesante, con gente que les quiere y sobre todo que no se avergüenzan de que les guste un blog.

Cierra y piensa. Yo soy distinto, soy diferente, le he dicho a este bloguero listillo lo que nadie le dice, porque solo tiene ñus y palmeros que le sacan en procesión y yo soy distinto.

Calmada su hostilización y con la adrenalina corriéndole por las venas apaga el ordenador. Fantasea con la cara de incredulidad con la que los otros comentaristas leerán su comentario y como se verán atravesados por un rayo de luz que aclarará su mente y dirán en masa “Anónimo,¡tienes razón! Ohhh, menos mal que has venido a iluminarnos, ábrete un blog. Queremos seguirte, ¡sé nuestro Mesías!” Envalentonado por ese pensamiento, va más allá y elucubra sobre como la vida del bloguero va a quedar destrozada por ese rasgo de genialidad que ha tenido...

Los lectores ven el comentario y directamente se descojonan, piensan que es un maleducado o que sencillamente tiene la misma comprensión lectora que un tapón de corcho. Le ignoran o lo que es peor son increíblemente ocurrentes en sus respuestas.

El bloguero recibe el comentario en el correo, lo abre, lee y piensa “vaya, otro pobre”.

Es durísimo ser anónimo tocacojones, y no, no está al alcance de cualquiera serlo.

Actualización: dejo enlazado mi anterior post sobre Anónimos genéricos..incluidos los entrañables porque veo que hay mucho despiste. 

domingo, 3 de marzo de 2013

UNA DOCENA DE CITAS DE TONY JUDT

¿Quién era Tony Judt?


Judt era un historiador británico de origen judío especializado  en el estudio de la Europa del siglo XX, en los procesos intelectuales y sociales que han configurado la sociedad en la que vivimos actualmente, el mundo al que nos enfrentamos.

A pesar de ser lo que se conoce como un erudito, su valor máximo no viene dado por la vastedad de sus conocimientos sino por su capacidad crítica, su inteligencia, su sentido del humor, su pensamiento reflexivo y la facilidad para transmitir todo eso de manera amena, interesante y que genere debate entre sus lectores.

A Judt se le lee con placer. Cuando llegas al final de un capítulo, levantas la vista del libro y dices: cuéntame más, sigue hablando. Tiene una cabeza increíble, una capacidad de argumentación impresionante y una inteligencia brillante. Además, es accesible para todo el mundo, es entretenido y ameno. Engancha y fascina porque es capaz de hacerte reflexionar sobre temas que ni siquiera te habías planteado y que sin embargo te afectan directamente.

Hoy traigo doce reflexiones de Judt para animaros a leerle y conocerle.

1.Sobre la situación actual 

En este artículo escrito en el 2010, Judt escribe cosas como estas: 

Quienes afirman que el fallo es del "sistema" o quienes ven misteriosas maniobras detrás de cada revés político tienen poco que enseñarnos. Pero la disposición al desacuerdo, el rechazo o la disconformidad -por irritante que pueda ser cuando se lleva a extremos- constituye la savia de una sociedad abierta. Necesitamos personas que hagan una virtud de oponerse a la opinión mayoritaria. Una democracia de consenso permanente no será una democracia durante mucho tiempo”.

2. Sobre lo que habría que reformar.

Del mismo artículo que la cita anterior.


“La mayoría de los críticos de nuestra condición presente comienzan con las instituciones. Dirigen su atención a los parlamentos, los senados, los presidentes, las elecciones y los grupos de presión, y señalan las formas en que se han degradado o han abusado de la autoridad que se les ha confiado. Cualquier reforma, concluyen, debe comenzar ahí. Necesitamos leyes nuevas, sistemas electorales distintos, restricciones a los grupos de presión y a la financiación de los partidos; debemos dar más (o menos) autoridad al ejecutivo y hallar la forma de que las autoridades, elegidas o no, escuchen y respondan a quienes son su base y les paga: nosotros."

3. Sobre su enfermedad

Judt murió en agosto del 2010 de esclerosis lateral amiotrófica. Con una frialdad,  una objetividad y una entereza que te dejan conmocionado, describe en este artículo sus noches paralizado completamente en la cama, enfrentado al “ traje de hierro” en que se ha convertido su cuerpo y a sus pensamientos que son lo que le mantienen activo.

“Lo malo es cuando llega la noche. Yo retraso la hora de irme a la cama hasta el último momento compatible con la necesidad de dormir de mi enfermero. Cuando estoy "preparado" para acostarme, me lleva al dormitorio en la misma silla de ruedas en la que he pasado las últimas 18 horas. Con cierta dificultad (a pesar de que he perdido altura, masa y volumen, sigo siendo un peso muerto considerable para quien me tiene que mover, aunque sea un hombre fuerte), me coloca en mi cama. Me sienta en un ángulo de 110º y me sujeta en mi sitio con toallas dobladas y almohadas, con la pierna izquierda vuelta hacia afuera como si hiciera ballet, para compensar su tendencia a hundirse hacia adentro. Este proceso requiere una concentración considerable. Si dejo que se quede un poco descolocada alguna extremidad o no insisto en que me alinee cuidadosamente el estómago con las piernas y la cabeza, luego sufro una agonía infernal durante la noche.
Después me tapa y me coloca las manos por fuera de la manta para darme la ilusión de movilidad, aunque también tapadas, porque tengo una sensación permanente de frío en ellas, como en el resto del cuerpo. Me rasca por última vez en alguno de los varios sitios que me pican de la cabeza a los pies; me ajusta el respirador Bipap a la nariz, incómodamente apretado para que no se me caiga por la noche; me quita las gafas... y ahí me quedo: vendado, miope e inmóvil como una momia moderna, solo en mi prisión corporal, acompañado durante el resto de la noche únicamente por mis pensamientos.”

4. Sobre sus  pensamientos en las noches.
Judt dedica  las noches de su enfermedad a bucear en sus recuerdos y a ordenarlos para a la mañana siguiente poder dictarlos. Para no olvidar todas esas ideas y pensamientos recurre a una regla nemotécnica, recuerda un chalet suizo donde pasó unas vacaciones con sus padres. Realiza recorridos mentales por la casa, y va colocando los recuerdos en las distintas habitaciones y rincones para a la mañana siguiente realizar ese mismo recorrido mental recuperando los pensamientos nocturnos. Esa recopilación de recuerdos se encuentran recogidos en un libro maravilloso que se llama “ El refugio de la memoria” y en el que Judt cuenta sus noches en vela.   

Las noches improductivas son frustrantes de un mundo casi físico. Desde luego no puedes decirte: Vamos, deberías estar orgulloso por el simple hecho de haber conservado tu cordura, ¿dónde está escrito que, además, tuvieras que ser productivo? Y, sin embargo, siento cierta culpa por haberme rendido al destino tan fácilmente ¿Quién podría hacerlo mejor en tales circunstancias? La respuesta es, naturalmente, “un mejor yo” y es sorprendente lo a menudo que desearíamos ser una mejor versión de nuestro yo actual, aún siendo plenamente conscientes de lo difícil que ha sido llegar hasta donde estamos”.

5. Sobre los trenes.

Judt era un enamorado de los trenes y dedicó este “ Trenes que nunca volveré a coger”  a los trenes de su infancia, al maravilloso servicio estatal de trenes británico desmantelado posteriormente por sucesivas privatizaciones.

Los trenes son, como dice la expresión francesa, transports en commun: diseñados a partir de principios del siglo XIX con el fin de ofrecer un medio colectivo de viajar para las personas que no podían permitirse el transporte privado y, con los años, para otras más acomodadas a las que se podía atraer con la perspectiva de unas instalaciones comunes de lujo pagando un precio más alto. Los trenes inventaron las clases sociales en su variante moderna, al designar y clasificar distintos niveles de comodidad, facilidad y servicio: como revela cualquier ilustración de aquella época, durante muchas décadas, los trenes fueron algo incómodo y abarrotado excepto para quienes tenían la suerte de viajar en primera. En mi época, sin embargo, la segunda era más que aceptable para la gente normal y corriente; que, en Inglaterra, quiere decir una gente que no se mete con los demás. En aquellos días felices, antes de los teléfonos móviles, cuando todavía era impensable poner una radio en un lugar público (y la autoridad del revisor bastaba para reprimir a los espíritus rebeldes), el tren era un lugar fantástico y silencioso”.

6. Sobre el amor y sus relaciones
.
Judt tiene una ironía extraordinaria incluso para referirse a sí mismo.

Según el teórico literario René Girard, los seres humanos deseamos e incluso amamos aquello que aman también otros. Yo no puedo confirmarlo por experiencia personal; tengo una trayectoria de deseos frustrados de objetos y mujeres que estaban claramente fuera de mi alcance, pero no interesaban especialmente a nadie más.”


7. Sobre la universidad


Las universidades son elitistas: les concierne seleccionar a la promoción más capaz de una generación y educarla en esa capacidad, forzando una renovación de la elite y rehaciéndola consecuentemente. Igualdad de oportunidades e igualdad de resultados no son la misma cosa. Una sociedad dividida por la riqueza y por la herencia no puede corregir esa injusticia camuflándola en las instituciones educativas- negando diferencias de capacidad o limitando posibilidades selectivas-, mientras en nombre del libre mercado favorece una diferencia entre ricos y pobres que aumenta de manera constante. Eso es mera jerga e hipocresía.”
Es una cita sencillamente genial. Más claro agua.

8. Sobre el deterioro del lenguaje y la pobreza de argumentos

Cuando las palabras pierden su integridad, también la hacen las ideas que expresan. Si privilegiamos la expresión personal por encima de la convención formal, entonces estamos privatizando el lenguaje no menos de lo que hemos privatizado tantas otras cosas”.

“La prosa de muy baja calidad es hoy indicativa de inseguridad intelectual: hablamos y escribimos mal porque no nos sentimos seguros de lo que pensamos y nos resistimos a afirmarlo de un modo inequívoco: es sólo mi opinión…Más que padecer la aparición de la neolengua nos amenaza el auge de la “no lengua”


9. Sobre la crisis de la mediana edad.
Gracias
a su crisis de la mediana edad, Judt aprendió checo y escribió su obra más importante, Posguerra, un libraco de 1000 páginas que hace un repaso exhaustivo por la Europa posterior a la II Guerra Mundial dónde se formaron las bases de toda nuestra sociedad actual.

Algunos hombres cambian de esposa. Otros cambian de coche. Algunos incluso cambian de sexo. Lo importante de la crisis de la mediana edad es que uno demuestre que continúa siendo joven y, para ello, necesita hacer algo completamente diferente. Por supuesto, "diferente" es un término relativo: el hombre que está atravesando esa crisis suele hacer lo mismo que todos los demás; al fin y al cabo, por eso se sabe que es la crisis de la mediana edad. Sin embargo, la mía fue un poco distinta. Tenía la edad apropiada; me encontraba en la fase apropiada de mi vida (estaba divorciándome de mi segunda esposa); y estaba experimentando las habituales incertidumbres de la edad: ¿qué hago yo aquí? Pero yo la pasé a mi manera. Me puse a aprender checo.”


10. Sobre los políticos
Attlee fue un representante ejemplar de la gran época de reformadores eduardianos de clase media: moralmente serios y ligeramente austeros. ¿Quién de entre nuestros actuales líderes pretendería acreditar lo mismo, o incluso comprenderlo?
La seriedad moral en la vida pública es como la pornografía: aunque difícil de definir, sabes que lo es cuando la ves. Describe una coherencia entre intención y acción, una ética de responsabilidad política. Toda política es el arte de lo posible. Pero el arte también tiene su ética
”.

11. Sobre austeridad, política y sociedad


“La abundancia de recursos que dedicamos al entretenimiento solo sirve para escudarnos frente a la pobreza del producto: lo mismo que en política, donde la cháchara incesante y la retórica grandilocuente enmascaran una profunda vacuidad.
Lo contrario de la austeridad no es prosperidad sino luxe et volupté. Hemos sustituido utilidad pública por comercio sin límites, y no esperamos de nuestros líderes aspiraciones mayores. 60 años después de que Churchill solo pudiera ofrecer “sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas”, nuestro muy señor presidente de la guerra – a pesar del hiperventilado moralismo de su retórica- no podía pensar en nada mejor en el despertar del 11 de septiembre de 2001 que en pedirnos seguir de compras. Esta visión empobrecida de la comunidad – “unidos” en el consumo- es todo lo que nos merecemos de los que ahora nos gobiernan. Si queremos mejores gobernantes tendremos que aprender a pedir más de ellos y menos para nosotros. Un poco de austeridad estaría bien


12.Y una reflexión final sobre nacionalismos y convivencia 

“A diferencia del desaparecido Edward Said, creo que puedo comprender e incluso sentir empatía con los que saben qué significa amor a un país. No considero esos sentimientos incomprensibles, simplemente no los comparto. Pero, con el tiempo, esas lealtades fieramente incondicionales – a un país, a Dios, a una idea o a un hombre- han llegado a aterrorizarme. La fina capa de la civilización reposa sobre lo que bien podría ser una fe ilusoria en nuestra humanidad común. Pero ilusoria o no, haríamos bien en aferrarnos a ella. Ciertamente, es esa fe- y las restricciones que impone a la mala conducta humana- la que debe anteponerse en tiempos de guerra o de malestar social”.

Nos hacen  falta personas con conocimientos, personas que hayan estudiado. Gente con curiosidad por el mundo que les rodea, por lo que lo ha hecho así y por cómo mejorarlo y enfrentarse a los problemas actuales. 

Nos hace falta gente que sepa gestionar todo ese conocimiento y curiosidad y sea capaz de contarlo, de hacerlo accesible, interesante y que provoque con sus ideas reflexiones y pensamientos en nosotros.
Gente con capacidad intelectual, sentido crítico, curiosidad y capaces de comunicar. 

Más gente como Judt. Corred a leerle.

Publicado primero en unadocenade