Cuando somos jóvenes, inexpertos y bastante memos, todos queremos ir al planeta del amor.
El planeta del amor es un sitio precioso. Desde fuera parece bonito, parece chulo, parece molón, parece un verde valle en las montañas con prados con flores para corretear, parece una playa con palmeras y agua cristalina rompiendo en una arena perfecta, parece un sofá mullido con una chimenea delante de una ventana por la que se ve la nieve caer, parece una cocina preciosa con una mesa puesta para cenar con dos copas de vino, parece precioso.
Y es precioso, pero el planeta del amor es un decorado. No todos son iguales, hay decorados tipo “el tren de la bruja” de la feria de tu pueblo, de esos que enseguida se ve que todo es de cartón piedra y donde la bruja por no ser, no es ni mujer sino que es el gitano de turno con peluca…y hay otros que son Disneyworld…todo es igual de falso pero uno tarda más en darse cuenta porque todo está hecho de puta madre. Aún así, en algún momento uno se da cuenta de que dentro de Mickey hay un tío que se llama Paco y dentro de la Bella una chica que se llama Carmen y el zapato de cristal de cenicienta es de metacrilato.
Que sea mentira no quiere decir que no haya que ir al planeta del amor. Claro que hay que ir, igual que hay que montar en el tren de la bruja y si puedes, ir a Disneyworld. Es una experiencia que hay que tener, sobre todo para saber diferenciar el planeta del amor del amor verdadero...
El planeta del amor es por lo tanto muy traicionero, parece el sitio ideal para quedarse a vivir, pero está lleno de trampas mortales. Trampas mortales para la dignidad y la autoestima que al mismo tiempo son mecanismos para el ensalzamiento del ridículo extremo y la vergüenza ajena.
Para empezar cuando uno aterriza en el planeta del amor pierde la capacidad de raciocinio y empieza a hacer muchas cosas horriblemente cursis. Es así. El cursilísimo es un efecto muy normal en los primeros contactos con el planeta del amor. Uno está feliz, se siente un dibujo animado, le parece notar el corazón latiendo cada segundo y ve mariposas por todos lados. Las tías incluso nos planteamos llevar vestidos con vuelo para girar como locas… (Girar como locas en vaqueros es de borrachas, con vestido de vuelo es de princesas...todo el mundo sabe esto).
No pasa nada. Es normal, esos momentos de cursilismo te darán mucha vergüenza ajena en el futuro y puede que a tus amigos se lo hagas pasar mal...pero es así, es inevitable, es tan natural como que te salgan pelos o los dientes.
El caso es que estás allí en tu escenario de cartón piedra, viviendo tu amor de mentira pero creyendo a pies juntillas que es de verdad, eso es lo chulo del planeta del amor. Mientras dura, claro. Porque de pronto, en algún momento…pueden pasar días, semanas, meses o años...empiezas a notar que las palmeras son de cartón piedra, que el agua no es tan cristalina y que la arena de la playa es una moqueta de color tierra. Es decir…empiezas a ver que tu relación de planeta del amor no es tan idílica…empiezas a notar que pasa de ti, o que además de interesarse por ti tiene interés en invitar a alguien más a vuestro decorado…pequeñas cositas que hacen sospechar…
Oh, oh…
Aquello no es el planeta del amor. Pero tú no quieres irte, no quieres que te echen de allí, te gusta tu decorado y miras fuera y lo que ves es gris, y negro y además está petado de gente buscando su planeta del amor. Así que decides quedarte como sea en el tuyo…y empiezas a hacer el gilipollas. A lo bestia... Te dedicas otra vez a las tonterías sin límite que acaban con tu dignidad y que aún no lo sabes, pero cuando lo pienses con distancia te darás cuenta de que eran de mucha vergüenza ajena.
El teléfono es obviamente un instrumento creado por el inventor del planeta del amor. Y lo va sofisticado. Cuando eran de esos de rueda de números y estaba en el centro del salón, te limitabas a intentar encontrar un momento en el que toda tu familia hubiera desaparecido de las cercanías del aparato para llamar a tu amorcito para decirle amoríos con los que sentías que ibas a conseguir poner todo en su sitio. Cuando no te llamaban porque intuías que del planeta estabas a punto de ser expulsado era casi peor, porque descolgabas a ver si había línea y por supuesto había. Patetismo elevado a la enésima potencia.
Con los teléfonos móviles, el torturador maligno, inventor de la telefonía, llegó a la cumbre de su perversidad. No solo puedes mirar para ver si tienes línea, si no que puedes comprobar n veces al día si te ha llegado un mail, un sms, un whasap, una actualización de facebook, un twitter…y lo que es peor…puedes ver si definitivamente te han echado del planeta del amor y han admitido a alguien nuevo. Cómo echas de menos la ignorancia reconfortante del teléfono de rosca gris de tu casa.
La ropa. Otra gran trampa. Atribuir poderes mágicos a las prendas de vestir cuando uno peligra en el planeta del amor, es otro clásico. “mmm...creo que me está dando largas voy a ponerme la falda que llevaba el primer día que fuimos a cenar y seguro que se acuerda”. Por favor, un poco de dignidad. Ponte lo que te mole, te veas favorecido o vaya a poner al otro cardiaco…pero recurrir al chamanismo con los trapos es siempre mala idea y no funciona nunca…a no ser que sea ropa interior o algo con muchísimo escote, pero aquí introducimos el factor “ poner cardiaco” y se elimina el factor recuerdo.
Hacer actos heroicos confiando en que así no nos dejarán. Este es un clásico y tengo ejemplos para dar y tomar. “Voy a renunciar a ir a un concierto de Clapton porque así él se dará cuenta de cómo me sacrifico por él y comprenderá que lo nuestro es amor verdadero y no me dejará”. “Voy a hacerme 800 km ida y vuelta…para hablar con ella…así a lo mejor no me deja, porque me ve la cara y se deshace de amor”.
Sobra decir que ni él se dio cuenta de nada ni ella tuvo ningún pudor en después de los primeros 400 km decirle: se acabó y él se subió al coche y con la leche en plena cara se hizo los 400 de vuelta...jodido y sin orgullo.
Desarrollar una capacidad de sugestión a prueba de cualquier comprobación empírica es otro clásico. “Vale, sí...se ha enrollado con otra...pero yo sé que a la que quiere es a mí”. " Bueno..vale, se ha enrollado con mi mejor amiga..pero ha sido sin querer", “Bueno, puede que ahora no quiera estar conmigo, pero más pronto o más tarde se dará cuenta y volverá”. Es impresionante como esa capacidad de sugestión funciona de motor para agarrarse con uñas y dientes al planeta del amor a pesar de que te estén empujando y gritando FUERA FUERA….
Mi consejo, basado en experiencias muy desagradables en el planeta del amor, es no hacer absolutamente nada basado en un pálpito que comience por " Yo sé que en el fondo"...porque ese pálpito es muy cabrón, es mentira y solo te llevará al más espantoso de los ridículos.
En resumen, el planeta del amor es mentira y es un sitio muy traicionero para la propia dignidad. El planeta del amor abduce y te saca de la realidad. Hay que probarlo como toda en la vida, pero con cuidado y sin perder la perspectiva…y sobre todo, cuando se te acaben los tickets, lo mejor es pirarte lo más dignamente posible y sin mirar atrás.
Por supuesto, el planeta del amor no tiene nada que ver con el amor verdadero...pero eso ya lo cuento otro día.