lunes, 14 de mayo de 2018

Y volví a mi colegio

La matière de rêves. Nino Migliori
El sábado volví a mi colegio. Han pasado veinte años desde la última vez que entré en su capilla. Está exactamente igual. «Mamá, es enorme» me dijo María. Y sí, es enorme. La última vez que estuve allí me senté en el primer banco y cuando me atreví a mirar hacia atrás, recuerdo sentir miedo por la cantidad de gente que había apiñada en los bancos, de pie en los pasillos, al fondo en varias filas. Me abrumó pensar que toda aquella gente fuera a venir a saludarme. Era el funeral de mi padre. 

Les enseñé a mis hijas la galería, la portería, el comedor en el que sí había cambiado algo, las sillas y el pasillo en el que hacíamos fila para coger las bandejas y pasar por el autoservicio. Les conté que me encantaban las croquetas y que odiaba el ragú y el pollo con aspecto de sufrir alguna enfermedad hepática flotando en una gelatina repugnante. Les conté que en mi colegio las lentejas se comían con tenedor y que en casa no comemos melocotón en almíbar porque ya lo comí todo allí. 

Les hablé de la sala rosa. «¿Era rosa?» El suelo era de falso mármol rosa y de ahí tomaba su nombre. En las sillas de aquella sala comprendí que jamás superaría un test psicotécnico con buena nota porque cuando llegaba a los ejercicios de «Gire usted la figura para saber con cual de las propuestas encaja» perdía rápidamente el interés y empezaba a contestar al tun tun. Sigo ocurriéndome cuando me enfrento a esos tests, al llegar a esas preguntas me desconecto por completo y me limito a poner cruces sin ningún tipo de criterio. Supongo que por ahí hay gente preguntándose cómo es posible que conduzca o sepa atarme los cordones.  (Había escrito condones, quizás esos tests sí nos dicen cosas) 

Cruzamos el pasillo del comedor. Les conté el día en el que durante una reunión de padres, creo que era la copa de Navidad,  en ese comedor, una amiga mía vino y me dijo «he visto un padre guapísimo, tienes que conocerlo». Con dieciséis años que haya un padre guapísimo te parece algo tan irreal que, por supuesto, la seguí para echar una ojeada a ese padre guapísimo que sin duda alguna se había colado en aquella reunión. Era mi padre. Fue un shock descubrir que era guapísimo. 

Después me sometí a la gran prueba de amor maternal y ridículo vital que es enseñar a tus hijas adolescentes tu foto en la orla de COU. Dieciocho años, tupé, hombreras, pañuelito al cuello, cara de pan. Un espectáculo. Por supuesto y cómo quería que de este viaje al pasado extrajeran una enseñanza vital, les enseñé las fotos de mis hermanos que también están en aquel pasillo. «Tened cuidado con las fotos que os hacéis que luego quedan para siempre» (A mis hermanos les pareció regular ese astuta maniobra para compartir el ridículo)

Al bajar la cuesta para volver al coche pensé que me da igual mi colegio, que es uno de esos lugares de mi infancia que me son totalmente indiferentes. No sentí nostalgia volviendo allí, ni emoción, ni curiosidad. Es curioso como lugares en los que has pasado muchísimo tiempo caen en el barranco de la indiferencia y otros en los que quizás solo has estado una temporada corta permanecen siempre llenos de significado. 


6 comentarios:

Anónimo dijo...

No te será tan indiferente cuando ya has escrito varias veces sobre él. Yo vuelvo a mi cole aproximadamente cada cuatro años (a votar). :)
Teka

Gemilla dijo...

Ese colegio que hablas ¿es el Paraíso en la calle Padre Damián de Madrid?

Gemilla dijo...

Ese colegio que hablas ¿es el Paraíso en la calle Padre Damián de Madrid?

Anónimo dijo...

Yo volví hace dos años... el año en el que todas las compañeras cumplíamos los 40. Al final nos juntamos la mitad de la clase, una clase de EGB de 40 alumnas de colegio de monjas.... Fue bonito volver a esos pasillos, a la capilla del colegio donde comulgamos, aunque la nuestra era pequeña y siempre había que dejar las puertas abiertas.... Muchas cosas siguen igual, otras han cambiado.... No sé si lo que sentí fue nostalgia o pena por todo el tiempo que ya ha pasado, por toda la vida que ya he vivido.
S

Pablo dijo...

Seguro que tu padre era guapísimo. Mi madre siempre que veía la foto decía lo mismo ;-)

Carmina dijo...

Yo descubrí que tu padre era guapísimo en una ocasión que pusiste una foto suya en una entrada del blog.