miércoles, 7 de marzo de 2018

La teoría del sábado que ya nunca escribiré

—Niñas, no pienso dejaros comer en pijama.
—Y ¿desnudas?
—No digáis tonterías.
—Mamá, ¿alguna vez has comido desnuda?
—No queréis saberlo. 

Tenía pensado escribir sobre cómo, el pasado sábado, esta conversación me obligó a levantarme del sofá, dejar el libro que estaba leyendo, preparar la comida en pijama y justo después de meter las patatas con bechamel a gratinar en el horno encaminarme a vestirme para comer. Tenía pensado escribir sobre como justo en ese momento,  el momento en el que abría la mampara de la ducha pensé que era sábado y que qué demonios podía pasar sin ducharme. Tenía pensado escribir sobre cómo decidí repetir los calcetines del día anterior y ponerme debajo del jersey una camiseta negra de propaganda de un servicio de alojamiento hosting (ni siquiera sé si se dice así) porque total, era sábado. 

Tenía pensando escribir sobre cómo al terminar de comer y recoger la cocina, le dije a las niñas, «no podemos sentarnos en el sofá porque si nos sentamos quedaremos atrapadas en el vórtice absorbente de la tv movie alemana de sobremesa y no seremos capaces de llegar al cine». Tenía pensando escribir sobre cómo en ese momento empecé a elucubrar una teoría sobre el sábado, sobre ese día que discurre y se me escurre. 

Tenía pensando escribir sobre las tiendas vacías a las cuatro de la tarde, sobre el amarillo que brilla en los escaparates porque por lo visto estará de moda en los próximos meses, sobre las taquilleras de cine que me dicen « ¿Eres María? ¿te importa esperar 5 minutos que acabo de salir a fumarme un cigarrito?» y sobre cómo no me importó nada esperar a pesar de no ser María.  

Tenía pensando escribir sobre cómo me gusta ser capaz de estirar los sábados para que me cundan al máximo no llenándolos de cosas sino intentando conseguir que el tiempo pase más despacio. Tenía pensando escribir sobre cómo al despertarme pronto, como buena señora mayor que soy, estiré el brazo, cogi el libro, me arrebujé en las sábanas y me quedé leyendohasta terminarlo. Quería escribir sobre disfrutar de la cama. Tenía pensado escribir sobre los desayunos de los sábados en los que "se vale" repetir de todo: de zumo, de café, de tostadas... y de café otra vez para seguir en pijama todo el tiempo posible... justo hasta que te das cuenta de que has dado una orden contradictoria a tus hijas y vas a tener que vestirte. 

Tenía pensado escribir sobre lo poco que pensamos en el sábado cuando estamos en él, sobre disfrutarlo y regodearnos en él,  pero hoy he tenido una reunión de tres horas que me ha robado las ganas de vivir. 

Tenía pensando escribir una teoría sobre el sábado que ya nunca escribiré porque me la ha robado un miércoles.  




6 comentarios:

Anónimo dijo...

Vaya...

Anónimo dijo...

Sé fuerte.

Belén.

Silvia dijo...

Sea lo que fuese que te haya ocurrido, te envío un fuerte abrazo y te pido que no dejes de escribir... Por ti y por tus lectores.

Anónimo dijo...

Todavía estás a tiempo de escribirla.

Marta dijo...

Ya la tienes escrita y de regalo, mañana sábado. Un abrazo.

Unknown dijo...

Me encantan los sábados a ese ritmo...
Y el no usar pijama estricto sino una especie de pantalón y camiseta para todo uso, ayuda para el conflicto de "tener comer en pijama sí o no". Piénsalo...jejeje