miércoles, 12 de julio de 2017

Por un puñado de cosas


«Lo único que me importa es que el coche nuevo tenga un gran maletero» 

Tres bolsas de hacer la compra. Una negra, con fotografías de revistas de moda o de modelos, está arrugada y vieja pero todavía resiste. Sé dónde la conseguí, me la dieron en un evento de Yo Dona hace cuatro años, cuando saqué el libro. Otra es rosa con letras azules que dicen algo en francés. Viene de un supermercado alsaciano en Colmar. La última es más pequeña, es amarilla y horrenda y me la regalaron en una gasolinera a las afueras del aeropuerto de Basilea. Es fascinante como a mi memoria le cuesta recordar la tabla de multiplicar del siete y, sin embargo, almacena el lugar de origen de mis bolsas de la compra. 

Una bolsa de ese color marrón oscuro, casi negro, del que solo son las bolsas que nos recuerdan a nuestras abuelas. No sé de dónde la he sacado y no quiero saber qué hay dentro. Lo sé, pero me da miedo mirarlo. Ahí dentro está todo lo que llevaba en el coche anterior. Arramplé con todo: cintas, cds, papeles, cables, recuerdos y lo metí allí pensando «ahora no tengo tiempo, ya lo ordenaré más adelante». Han pasado dos años y medio y todavía «más adelante» no ha llegado. A veces pienso «voy a tirarlo, sin mirar, sin dolor, sin pensármelo. Amputación» pero luego me puede la idea de que quizás haya algo en esa bolsa que necesite ser guardado. Ya veremos cuando llegue «más adelante».

En otra bolsa hay unas zapatillas de montaña que he heredado. Soy la heredera oficial de zapatos que se les quedan pequeños a los demás. Si no me valen a mí, no le valen a nadie. ¿Por qué las llevo en el coche? Por si acaso, quizás acabe perdida en un camino o ligue con un autoestopista montañero o me encharque los pies en lluvia o, simplemente, acabe harta de tacones y decida ponérmelas. 

Ocho chalecos reflectantes, incluido uno que pone "Calle 13. Equipo de homicidios" y que es el que me pongo cuando pincho, me da aspecto de mujer dura. Sé que ocho chalecos es algo excesivo pero no tengo explicación para este fenómeno. Simplemente han llegado a mí. Un pack con los triángulos. Este pack me irrita muchísimo, le tengo una manía horrible. En su funda roja llevan un velcro pensando para fijarlo  y que no se mueva pero, he descubierto, que se pega sin criterio, cuando quiere, en el sitio más inoportuno, a poder ser cuanto más en medio mejor. Es un velcro recalcitrante, el más recalcitrante con el que he tropezado nunca y para poder despegarlo tengo que tirar con todas mis fuerzas utilizando los dos brazos mientras digo palabrotas y juro que voy a tirarlo. 

Una botella de agua vacía, un rollo de cinta americana,condones escapados de un neceser, una hucha metálica con forma de buzón de correos en la que ahorro monedas de dos euros, un cepillo de pelo, una cazadora vaquera y un forro polar rojo. Un dibujo a plumilla de lo que parece un templete italiano. Tinta negra sobre una hoja de bloc de dibujo arrancada de cuajo, aún conserva las barbas. Es un boceto que, hace mil años, me regaló mi tío Manolo. Me encantaba y me prometí enmarcarlo, Nunca lo hice. Hace un mes, apareció en el fondo de un armario. Pensé en colgarlo en mi habitación de Los Molinos, encima de mi cama y con esa intención lo metí en el coche. Al llegar a Los Molinos me dio pena sacarlo, pensé que podía dejarlo allí.  ¿Quién dice que no se pueden decorar los maleteros?


11 comentarios:

Voz en off dijo...

Ahora a disfrutar de las vacaciones!!

Oswaldo dijo...

Te recomiendo una camioneta. Por una parte, el maletero, grande, grandísimo, al tumbar los asientos traseros se convierte en GIGANTE. Tanto, que en una Toyota Samurai que tuve por casi 30 años metí una vez, perfectamente acostado, un colchón matrimonial de 1,40 x 2,00 mts. Mis hijos disfrutaron el paseo como locos.

La otra "ventaja" es que como es abierto y queda todo a la vista no es tan fácil acumular "cosillas" sin sentirse uno apenado por lo expuesto del desorden y más tarde o más temprano se obliga uno a decidir algún otro destino para los "acumulables". En mi caso particular, soy tan acumulador que (muy a regañadientes) agradezco cualquier cosa que me obligue a no serlo.

Las bolsas de la compra las puedes colocar debajo de los asientos delanteros y no cabe mucho más. Tal vez las zapatillas cabrían si es que estos asientos no tienen, como la camioneta que tengo ahora, un motor eléctrico "come espacio" que sirve para moverlos y que se consume casi toda el área.

Por último, en la gran área plana, a la vista, del maletero, puedes colocar una alfombra bonita o un tapiz espectacular que te haga de decorado (si eso te proporciona felicidad...) De paso, también tal alfombra serviría para esconder alguna otra cosita.

Anónimo dijo...

¿La bolsa rosa con letras azules no será de Tati?

https://www.google.es/search?q=tati+france&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwjRmPnghYTVAhWKI1AKHWrCCTMQ_AUICigB&biw=1345&bih=574

Luxindex dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Condones?

Yanko Iruin dijo...

Hay que definir un plazo temporal a lo que parece imprescindible. Si pasa y no lo has usado debe situarse en la esfera de lo prescindible y tirarlo. En un pequeño porcentaje de los casos te arrepentirás de la decisión. Pero generalmente no. Yo lo he usado en el trabajo y funciona.

Yanko Iruin dijo...

Lo utilizaría en mi casa, pero tu amiga no me deja.

Anónimo dijo...

¡Ay! Cuando el tío Manolo lea este post... Porque lo lee,¿no?

A mí lo que me sorprende es la cinta americana. Solo se me ocurren usos macabros.

Pues a mí de un coche me importan mucho el color. No soporto los coches granates, amarillos en cualquier intensidad, o colores chillones. El maletero grande, la potencia y la versatilidad lo doy por hecho (también que consuma poco, pero eso ya se supone)

Abre la bolsa oscura y tira lo que sea. A estas alturas seguro que es peor la incertidumbre que el enfrentarse. Ánimo con ello!!

¡Buen día!

Toy folloso dijo...

Una curiosidad; trabajo en coches, no tienen secretos -ni escondrijos-, a los que no acceda. Si su dueño es un caballero, apenas el uno por ciento lleva condones; si es una dama ni el 0´01%. (Respecto a estos últimos, creo recordar que entre los miles de automóviles que habré trasteado sólo he encontrado condones en tres de ellos, no especialmente escondidos, y uno de ellos, donde la caja casi estaba vacía, me desilusionó bastante porque intuía que la dueña no había usado jamás de esos profilácticos, y el día que pensara hacerlo, echaría mano de la habilidad que me caracteriza, ejem, ejem...).
Tampoco lleva nadie ni linterna ni paquetes de Kleenex....

eviam dijo...

Qué graciosa eres, ¡me ha encantado!

Anónimo dijo...

BUENO.