jueves, 28 de enero de 2016

Ocho años de Cosas que (me) pasan

"¿Cuando seas vieja (con suerte) y estés en tu lecho de muerte y mires hacia atrás, ¿de qué estarás orgullosa?"

De Cosas que (me) pasan. 

No es perfecto, ni el mejor, ni es mundialmente famoso, ni es un prodigio de diseño, inteligencia, conocimiento o ingenio pero estoy completa y absurdamente orgullosa de él y de mí por escribirlo. 

Autotélico. 

Dícese de la actividad que no se realiza por la expectativa de un beneficio futuro porque la recompensa es el hecho mismo de realizarla. 

Cosas que (me) pasan es autotélico. Lo escribo con fascinación, con empeño, a duras penas, sufriendo, disfrutando. Riendo, llorando. Emocionándome. Muriéndome de pena y llorando de la risa. Pensando en cosas que ni siquiera sabía que existían y recordando otras que creía haber olvidado. Dejándome llevar por lo más frívolo y tonto o intentado decir algo con un mínimo de sentido y criterio. Descubriendo y descubriéndome. Con ingenio o sin él. Sintiendo con palabras. Analizando las cosas hasta descomponerlas en piezas. Montando ideas como si fueran un mueble de Ikea, se parece al folleto pero no es exactamente igual. Encajando las piezas o destrozando a golpes las ideas. Dejando un rastro escrito de mi vida por si acaso me pierdo.  Con ideas tontas, divertidas, estúpidas, inteligentes, nuevas, frívolas, profundas, absurdas. Haciendo con ellas lo que quiera: armarlas, desarmarlas, darles la vuelta, plancharlas, recoserlas, hacer una colcha, trocearlas, pegarlas, unirlas, separarlas, pintarlas de colores o en blanco y negro. 

Me sirve para conocer(me) y para querer(me). 

Escribir Cosas que (me) pasan es una recompensa en sí mismo pero, además, tengo la suerte inmensa de que una cantidad increíble de gente llegue hasta aquí y pierda minutos de su vida en leer lo que escribo. Gracias. A todos. 

Gracias por leer, por comentar, por haber llegado hasta aquí, por buscar si he actualizado, por compartir lo que escribo, por hacerme reír, por descubrirme cosas nuevas o hacer que me de cuenta de que no me he explicado bien o directamente lo he hecho fatal. Gracias por cabrearme y por hacer que me reafirme en mis días. Gracias por explicarme que me he equivocado. Gracias por apoyarme, preocuparos y reíros conmigo. 

No sé dónde estabais hace 8 años, sé dónde estaba yo y sé que he llegado hasta aquí gracias a Cosas que (me) pasan y todo lo que me ha dado, incluidos vosotros. 

Soy una chica con suerte. Celebrémoslo. 


martes, 26 de enero de 2016

Nada en común

Sé que no me leéis, sé que no me escucháis, sé que decís "qué graciosa, escribe" o "qué de tiempo libre tienes que puedes dedicarlo a escribir", y sé que no leeréis esto, pero no importa. 

Tengo una teoría sobre los amigos. Para mí los hay de dos clases, los que te haces porque te los encuentras y durante un tiempo compartes algo, y los que eliges tener y mantener a pesar de no compartir (casi) nada. Sé que estas categorías son confusas y pueden mezclarse pero, al final, la vida actúa como un cedazo y sólo quedan los amigos de verdad. Las otras amistades, los amigos circunstanciales aunque parezcan eternos, tardarán más o menos tiempo, pero al final se descompondrán en partículas tan pequeñas que se perderán por la rejilla de las circunstancias de la vida; en este caso de la mía. 

A los 42 años nos ha llegado ese momento o me ha llegado a mí. Ya no tenemos nada en común y lo que compartíamos se ha hecho tan minúsculo, se ha convertido en un polvo tan fino, que no me sirve para mantenernos juntas. Sólo compartimos un pasado remoto que ni siquiera elegimos nosotras, de clases, uniformes, monjas y profesores. Anécdotas que nos hemos contado y recontado mil veces, que nos han hecho reír hasta llorar pero que hemos desgastado hasta el tuétano. 

Seamos sinceras. Si no existiera whatsapp hace tiempo que nos hubiéramos perdido la pista completamente. Las niñas que fuimos compartían colegio, rutinas, preocupaciones, cambios hormonales, opiniones e ideas que ni siquiera eran propias, sino del grupo. Las mujeres que somos no compartimos nada; ni espacio físico, ni rutina, ni opiniones y, lo que es peor o para mí lo es y me ha llevado a dar este paso: no compartimos inquietudes ni intereses. De hecho, hemos tensado tanto la cuerda que sé que mis inquietudes os parecen ciencia ficción o directamente locuras, y yo ni siquiera creo que vosotras tengáis inquietudes. 

No, lo peor no es eso. Lo peor es que nos juzgamos mutuamente. Nada de lo que yo hago, digo o pienso os parece bien y, a mí, casi cualquier cosa que hacéis, decís o pensáis me saca de mis casillas. 

Esto no tiene sentido. Me siento como si hubiéramos tomado caminos opuestos desde un mismo cruce. Vosotras vais en una dirección y yo en otra. Nos gritamos cosas para no perdernos de vista pero cuanto más nos gritamos para no perder el contacto, más nos alejamos y más nos encabronamos. 

"No pasa nada". 

Sí, sí pasa. A mí si me pasa. No quiero seguir gritando ni encabronándome. Se lo debo a la niña que fui y a sus recuerdos; a las niñas que fuimos y a lo que compartimos. 

“Da igual. No te lo tomes así. Cada una aporta algo”.

No, no da igual. No sé tomarmelo de otra manera y no es verdad que nos aportemos. Solo nos restamos. 

¿Qué sentido tiene? Ninguno. Dejemos de fingir. 

Hoy es el día en que dejo de mirar en vuestra dirección, dejo de gritar, dejo de juzgar y de sentirme juzgada. El otro día me hubiera hecho falta un icono de portazo en el whatsapp; hoy ya solo digo "Os deseo lo mejor. Hasta la vista". 


viernes, 22 de enero de 2016

Buscando una idea

Camino por mi cabeza, poc, poc, poc. Mis pasos retumban en el suelo de madera (de tarima buena) que tiene mi cabeza. Paseo arriba y abajo. Es un espacio bastante grande y con poca luz. Podría poner más luces, focos y tal, pero no me gustan. Soy más de lámparas de "ambiente", como dice mi madre. De ambiente, seguro que es una expresión que tiene que ver con casas de alterne, con puticlubs de esos antiguos. Seguro que se llaman luces de ambiente... ilegal. Me imagino a la gente diciendo que en las casas decentes todo está bien iluminado porque no hay nada que esconder ni ocultar. Bueno, pues yo quiero luces de ambiente y en mi cabeza hay las justas para no tropezar con los trastos que lo llenan todo.  

Ya me he dispersado, como siempre que vagabundeo por mi cabeza. Tengo que centrarme: nada de distracciones. Paso de largo por la pizarra de "mails pendientes de contestar", no dejo que me ciegue el orgullo de ser alguien que contesta todos los mails, no es el momento. Bordeo el calendario de "planes para los viajes de un futuro próximo" y la tentación de ponerme a concretar alojamientos, eventos y restaurantes. Camino con los ojos cerrados por delante de las baldas de atractivas lecturas pendientes, cierro con fuerza los puños y con un esfuerzo sobrehumano consigo no coger uno de esos libros y tirarme en el acogedor sofá de pasar las horas. 

Salto por encima del bulto tapado con una manta que ocupa el centro del salón. No necesito ver lo que hay debajo, porque conozco cada caja, cajón, libro y trasto que hay ahí. Algún día, si me decido a escribir una novela, esos trastos servirán de armazón de la historia. Pero mientras tanto están bien ahí. A salvo de curiosos, a salvo de inoportunos encuentros; sobre todo, lejos de mi día a día. Sé que están ahí y eso es suficiente. Otra opción sería tirarlo todo, quemarlo en una hoguera de recuerdos y que no quedara nada, hacerlo desaparecer; pero hoy no es el día. Lo dejo ahí, que siga cogiendo polvo.

"Despensa de ideas" pone encima de la puerta. La abro de golpe, como en las pelis y con curiosidad, como si no supiera que dentro no hay nada. He venido a mirar por si acaso pero sé que está vacía. Las estanterías tienen polvo, un par de círculos dejados por ideas que ya utilicé y poco más. En una de las baldas superiores está la caja con la etiqueta "cosas de las que no puedo escribir", no por ahora, no en este momento. Puse esa caja ahí, muy arriba, lejos de mi alcance, para no caer en la tentación... que me conozco. Hoy tengo otra para guardar, saco la entrada de "Los odiosos ocho" del bolsillo de los vaqueros y escribo "tarde surrealista en el cine", me subo al taburete, abro la caja y la meto dentro. Eso es suficiente para acordarme de todo cuando llegue el momento. 

Paso la mano por las estanterías por si acaso alguna idea minúscula se ha quedado arrinconada. No, no hay nada. Toca pasear arriba y abajo de mi cabeza, escuchando mis pasos y tratando de cazar algún pensamiento que se convierta en inspiración. Me asomo al salón de los recuerdos: mi nueva habitación de adolescente, el viaje a México, mis 12 años...No me apetece. Me asomo a la ventana, ¿Qué hay fuera? ¿Despelleje? No tengo ganas. ¿Política? Me muero de la pereza. ¿Y si escribo sobre Instagram? Tenía un par de ideas sobre esto, apuntadas en algún sitio. "Dime qué fotografías y te diré cuánto tiempo libre tienes". Psss...

Me desplomo en el sofá de leer. ¿Sobre hombres? Golpeo el cojín de la historia de los tres hombres y una ciudad. Eso puede quedar muy chulo pero me falta el clic. ¿Sobre hombres fantásticos? Esto es una serie guay, es puro placer, dejarme llevar y ya está. ¿Qué fue lo que pensé de esto esta mañana? ¡Ah sí! Que los hombres bajitos son escurridizos y escapistas. Son miedosos y reculan. Bueno, supongo que no todos pero el 100% de los que yo he conocido lo son. A lo mejor es biológico, como son pequeños creen que se les ve menos y por eso  hacen esas cosas. Un tío grande no tiene escapatoria. En fin... lo pensaré. 

Nada, no se me ocurre nada.

lunes, 18 de enero de 2016

El periodista y su verdad



- Moli, tienes que leer El periodista y el asesino , de Janet Malcom. 
- Ahá, ¿de qué va?
- De periodistas y periodismo. 
- Lo apunto. 

En 1970, la mujer y las dos hijas de Jeff McDonald, un médico del ejército estadounidense, aparecieron brutalmente asesinadas. McDonald fue juzgado por un tribunal militar y declarado inocente. Durante 8 años vivió libremente hasta que un tribunal civil puso en marcha un nuevo juicio contra él. McDonald, llevado a mi modo de ver por una ingenuidad infinita (era a principios de los 80), contactó con varios periodistas para que alguno de ellos contara su historia. Joe McGinnis, un periodista ya famoso por haberse ocupado del caso de Nixon, aceptó el encargo. 

Durante todo el juicio, McGinnis fue aceptado como un miembro más del equipo de defensa de McDonald y entabló amistad con él. McDonald fue declarado culpable y encarcelado, y en los 4 años siguientes mantuvieron una correspondencia "amistosa", mientras McGinnis escribía el libro con toda la historia. 

Cuando el libro fue publicado, convirtiéndose en un best seller, McDonald, que no había podido leerlo antes de su publicación, demandó a McGinnis por haberle engañado.  Consideró que McGinnis se había hecho pasar por su amigo para ganarse su confianza, al tiempo que escribía un libro en el que lo retrataba como un asesino cruel, violento y adicto a las drogas. Durante la celebración del juicio contra éste por fraude, Janet Malcom entra en acción.  McGinnis le pide que escriba su historia. (Sí, lo mismo que le pidieron a él).

¿Qué hace Malcom? 

En primer lugar, intenta no repetir lo que hizo McGinnis y no engañar, y, por ese motivo, pierde enseguida la confianza del periodista y sus abogados, y tiene que recurrir a otras fuentes. 

Malcom reconstruye la relación entre ambos personajes: asesino y periodista. Lee documentación, habla con abogados, expertos, amigos, conoce a McDonald, se entrevista y se cartea con él. Dada la posición que tiene, intenta ser objetiva, ecuánime y equilibrada, pero en mi opinión no lo consigue. 

Según vas leyendo, piensas que ella se considera mejor periodista y mejor persona que todos los que aparecen en el libro. A pesar de que no dice que crea que McDonald es inocente, es evidente que McGinnis no le cae bien. Es decir, ni es objetiva ni imparcial. No pasaría nada si no fuera porque ella pretende vender la moto de que sí lo es. Y no lo es y se le nota. 

Hasta aquí la historia. 
Ahora, mis reflexiones de garrafón. 

El libro contiene unas cuantas reflexiones sobre el periodismo bastante interesantes, que confirman mi impresión de que por alguna razón los periodistas tienden a creerse seres superiores y que su trabajo es una especie de actividad heroica a salvo de errores, completamente imparcial, en la que si hacen algo incorrecto es siempre por la búsqueda de la verdad y el bien común. 

A lo mejor en un pasado mítico y remoto, y en algunos ejemplares de periodistas, esto sigue siendo verdad pero, en general, el periodismo no es ni heroico, ni imparcial ni está a salvo de errores. 

La cita con la que empieza el libro es muy famosa y yo estoy muy de acuerdo. (El periodista que prologa el libro, sin embargo, la considera "una generalización en exceso desde su propia experiencia", algo que todos sabemos que jamás hacen los periodistas... generalizar en exceso). 
"Todo periodista que no sea tan estúpido o engreído como para no ver la realidad sabe que lo que hace es moralmente indefendible. El periodista es una especie de hombre de confianza, que explota la vanidad, la ignorancia o la soledad de las personas, que se gana la confianza de éstas para luego traicionarlas sin remordimiento alguno. Lo mismo que la crédula viuda que un día se despierta para comprobar que el joven encantador se ha marchado con todos sus ahorros, el que accedió a ser entrevistado aprende su dura lección cuando aparece el artículo o el libro. Los periodistas justifican su traición de varias maneras según sus temperamentos: los más pomposos hablan de libertad de expresión y dicen que "el público tiene derecho a saber", los menos talentosos hablan sobre arte y los más decentes murmuran algo sobre “ganarse la vida". 
La traición del periodismo, para mí, no sólo es hacia el personaje entrevistado. La traición más grave, que además se hace a diario, es hacia los lectores, espectadores u oyentes. Se engaña y traiciona a esa audiencia día a día, torciendo la verdad, encajando los hechos a machetazos en la idea que el periodista o el medio quieren transmitir, aumentando errores de unos y empequeñeciendo o invisibilizando los errores u aciertos de otros, ocultando datos, intereses económicos, intereses empresariales y políticos, informaciones... todo un catálogo de ardides torticeros. 
Cualquiera que haya hablado con la prensa o que sepa mucho de un tema, se tira de los pelos cuando lee un artículo, un reportaje o una noticia. ¡Esto no es así! ¡Han contado solo la mitad! Las cartas al director son un buen ejemplo de lectores que se sienten engañados por la información que se publica.

No soy tan ingenua ni tan idiota como para creer que es sólo en el periodismo en donde se recurre a este tipo de ardides, pero mientras en otras profesiones se aceptan y admiten como parte del juego sucio, en el periodismo todo se disfraza de necesidad por el bien común, por la búsqueda del santo grial que es la Verdad. Curiosamente, ese grial es distinto según el periodista o el medio para el que trabaje. 
"En nuestra sociedad, el periodista es considerado, junto con el filántropo, como una persona que tiene algo extremadamente valioso que dar (su haber es la extrañamente embriagante sustancia llamada publicidad) y, por consiguiente se lo trata con una deferencia que no guarda proporción con sus méritos personales".
El libro se publicó en 1990 y en aquellos años creo que el periodista era como un dios, porque era el que tenía la capacidad de servir de altavoz a las noticias. 26 años después, creo que sólo una minoría de lectores y los propios periodistas siguen considerándose "extremadamente valiosos". Han perdido gran parte de su prestigio por sus propios errores y engreimiento (se habla mucho de los científicos y su torre de marfil, y muy poco de  los periodistas y su disfraz de superhéroes) y el valor que les daba su papel como altavoces ha disminuido muchísimo  gracias a internet. 

Jeffrey Elliot es un profesor de la Universidad Central de Carolina del Norte que Malcom entrevista (curiosamente, es la única persona en todo el libro a la que Malcom parece tener algún respeto en sus opiniones y no creerse superior) y dice algo con lo que estoy muy de acuerdo.
"No creo en la ética circunstancial y ciertamente no creo que los periodistas tengan que mentir y representar falsamente los hechos para lograr que alguien trabaje con ellos. También creo que semejante duplicidad engendra graves dudas sobre lo que se escribe. Para mí, si la libertad de publicar depende del derecho a mentir, entonces se trata de una libertad que no debería ser protegida". 
Como he dicho antes, han pasado 26 años desde que se publicó el libro. Creo que la mayoría estamos convencidos de que la mayor parte de la información que se nos proporciona desde los medios es en  gran parte falsa, porque está mediatizada completamente por una serie de intereses que se nos ocultan o tratan de ocultar. 

Creo también que la credibilidad del periodismo ahora mismo es mínima y va tendiendo a cero en la mayoría de los casos, y creo también que esa falta de credibilidad es culpa de los periodistas. 

Creo además que estas opiniones no les gustarán, pero yo no pretendo ser imparcial ni objetiva: es mi sensación al enfrentarme a la búsqueda de la información cada día. Ya no pienso "a ver de qué informan", pienso "¿qué me estarán ocultando?, ¿será de verdad así?". 

Otro autor, Joseph Wambaugh declaró en el juicio de McDonald contra McGinnis que, obviamente los autores deben decir falsedades para conseguir las informaciones que necesitan y, con todo el descaro y la desfachatez del mundo, explica:
“Una mentira es algo que uno dice con mala voluntad o de mala fe en tanto que una falsedad es parte de los ardides de los que uno puede echar mano para llegar a la verdad”.
¿Qué verdad? ¿La que interesa al autor, periodista o la empresa mediática? Pues sí, esa es en muchos casos la que se consigue y muestra a base de mentiras, y esas mentiras van desde cómo se redacta el titular, cómo se monta una entrevista o un reportaje, y cómo se escogen los testimonios.

Como ya dije en otro post, no todo está perdido.
“Otra trampa promovida por las escuelas norteamericanas de periodismo es la servil adhesión a la 'ecuanimidad'. Pero si un bando dice una cosa y el otro bando dice otra, ¿acaso la verdad radica necesariamente en 'algún lugar entre los dos'? El periodista que dice 'He conseguido cabrear a los dos bandos, así que debo ir por el buen camino', probablemente se engaña. La ecuanimidad no debería ser usada para encubrir la desidia. Si hay dos o más versiones de un suceso, un periodista tiene que investigar y considerar cada afirmación, pero en última instancia el periodista tiene que llegar al fondo de cada versión, independientemente de quién la sostiene. El periodismo tiene tanto que ver con 'lo que dijeron que vieron', como con 'lo que yo mismo vi'. El periodista debe empeñarse en descubrir qué pasa y contarlo, no castrar la verdad en nombre de la neutralidad”. Joe Sacco. 

Hay periodistas que dicen cosas muy interesantes, reconocen que es imposible ser imparcial y nos ofrecen su trabajo con honestidad. 

Gracias a Bárbara Ayuso por ponerme en la pista de este libro el pasado mes de septiembre con unas cañas en la plaza de Olavide. 

jueves, 14 de enero de 2016

Vuelva usted mañana



Llueve, es de noche, estoy deseando llegar a casa y tirarme en el sofá pero mi deber es ir al centro de salud. Tengo que ir, no puedo dejarlo más. 

Llego. Aparco. Subo las escaleras y veo la cola de gente frente a las cuatro ventanillas. Mientras espero, elucubro la razón por la que la línea de "espere aquí su turno" está a dos metros y medio de las ventanillas. Fantaseo con que en algún pasado remoto detrás de esas ventanillas había algo tan apetitoso, tan seductor, tan necesario que hordas de pacientes ansiosos se abalanzaban impacientes y las pobres funcionarias tuvieron que poner esa línea a dos metros y medio para contener a las huestes. No se me ocurre nada apetitoso que pudiera haber tras esos cristales... así que supongo que la línea está trazada ahí por puro "vais a hacer lo que yo diga". 

"El horario de tarjeta de es de tal a tal" "Traiga sus fotocopias" "Campaña de la gripe" "Dona sangre" no, perdón Dola sangre pone en el cartel. "Es necesario el DNI para blablabla", cuento 35 carteles pegados con celo. Probablemente soy la única que los lee. 

- Siguiente. 

Recorro los dos metros y medio que me separan de la tierra prometida. 

- Buenas tardes, venía a pedir un duplicado de la tarjeta sanitaria de mi hija porque tiene medicamentos recetados por receta electrónica y como no funciona pues no me pueden dar los medicamentos en la farmacia.
- A ver, démela. 
- Tenga. 
- Aquí funciona perfectamente. 
- Ya. Y ¿qué?
- Pues que si aquí funciona no puede pedir un duplicado. 
- ¿Usted me va a dar los medicamentos?
- No, esto no es una farmacia.
- Ya lo sé y  por eso que  aquí la tarjeta funcione me da igual. Necesito que funcione en las farmacias que es donde me dan los medicamentos. 
- Señora, vaya a más farmacias. 
- He ido a seis farmacias. 
- ¿Y no funciona en ninguna?
- No, en ninguna.
- ¿Segura?
- Oiga, ¿tengo pinta de haber recorrido seis farmacias por el puro placer de comprobar si la tarjeta de mi hija funcionaba y poder venir aquí a decirle a usted la tarjeta funciona en 3 farmacias de cada 6? No funciona en ninguna de las seis farmacias, no me pueden dar la medicina que necesita mi hija.
- Pues para pedir un duplicado de la tarjeta tiene usted que presentar un listado de las seis farmacias con las direcciones. 
- ¿Está usted de coña, no? 
- No. Váyase, haga la lista y la trae firmada. 
- NO me voy a ninguna parte. Eso es una majadería absoluta. ¿Me está diciendo que para hacerme un duplicado, tengo que presentar una lista de farmacias con sus direcciones para que un inspector coja mi lista, venga a mi casa a por la tarjeta de mi hija y luego vaya farmacia por farmacia comprobándolo?
- Sí, es para comprobar que no la pide por pedir. 
- Pero vamos a ver, ¿usted cree que si la tarjeta funcionara yo estaría perdiendo el tiempo aquí un martes  a las 8 de la tarde? ¿tengo pinta de que mi plan de vida sea trapichear con duplicados de la tarjeta de mi hija? 
- Pues no lo sé, pero la lista tiene que estar firmada. 
- ¿Por quién? ¿Por el Papa o por Bob Esponja? Porque puestos a pedir chorradas.
- Por usted. Váyase y vuelva con ella. 
- Ah no. Yo no me voy. Ahora mismo hago aquí una lista de farmacias con direcciones y la firmo. 
- Tiene que ser la lista de las farmacias a las que fue y los días y las horas. 
- Claro, claro y luego lo firmo con sangre. No hay problema. Ahora mismo lo hago. ¿El inspector querrá también un par de pestañas para comprobar el ADN?
- Bueno, mire, déjelo. Deme la tarjeta. ¿Su hija es menor?
- Sí. 
- ¿Cuantos años tiene?
- 12. ¿Necesita una prueba de vida o si lo teclea y le sale en su pantalla le valdrá? 
- Le aviso que le pido el duplicado pero no sé si se lo darán y le va a tardar meses. 
- Muchísimas gracias pero no se preocupe podré vivir con esa incertidumbre...

Ya tenemos tarjeta nueva. 


martes, 12 de enero de 2016

Magia japonesa

Nos estamos volviendo completamente idiotas. Gilipollas para ser más exactos. Nos reímos cuando pensamos en la Edad Media y los charlatanes, nos reímos cuando vemos que la gente se traga trolas de todo tipo, nos carcajeamos cuando conocemos gente que cree que una crema hace milagros o que una pulsera cura y, por supuesto, nos sentimos por encima de todo eso. 

Ja. 

Hemos llegado a un nivel de imbecilidad colectiva que ya no hace falta que nos digan algo milagroso y completamente imposible para convencernos, para vendernos la moto, para dejarnos epatados y con la boca abierta, y mientras tanto desvalijarnos. 

No. Hemos alcanzado la cumbre de la estupidez y resulta que pagamos dinero a gente que no dice más que obviedades, generalidades y perlitas de cursilería con mensajes para hacer tu vida, tu casa, tu pareja, tu trabajo, en resumen tu existencia, "más feliz".  

La semana pasada y mientras disfrutaba de un desayuno en soledad con mi café, mi zumo, mi tostada y mi revista descubrí a la última charlatana vendehúmos. 


La maravillosa magia de ordenar que te cambia la vida, de Marie Kondo. 

Obviamente solo si Marie Kondo fuera Julie Trinos, cantara como los ángeles y tuviera dedos mágicos que al chasquearlos hicieran que las bragas se colocaran por colores esa frase sería verdad y tendría su gracia. 

Marie Kondo no es Julie Trinos ni se le parece. Es una japonesa con voz meliflua, rebequita en tonos pastel y sonrisita de robar pilas en los supermercados que se ha hecho de oro vendiendo ejemplares y dando charlas sobre, ¡tachán!, ordenar tu casa y tus cajones, doblar calcetines, bragas y sujetadores. (No la he visto doblar calzoncillos: Ni sujetadores de su talla, ahora que lo pienso) 

¿Tiene Marie Kondo un truco mágico para lo de las bragas que comentaba antes? ¿Sabe algún método por el que los tuppers no se reproduzcan en el armario? ¿Tiene una receta infalible para que los calcetines estén siempre ordenados, siempre encuentren a su pareja y no desaparezcan en la lavadora? 

NO, NO y NO. 

Marie Kondo tiene más jeta que un piano de cola y más morro que un oso hormiguero y se ha convertido en un gurú para millones de personas completamente imbéciles diciendo lo que las madres han dicho toda nuestra santa vida: 

- Pero pero ¿cómo tienes esta leonera? ¿Tú no ves que así no encuentras nada y todo está hecho un desastre? ¿Los cajones? Pero si tienes toda la ropa arrugada y así vas hecho un Adán. Y ¿los papeles? ¿Así, como vas a estudiar? Haz el favor de tirar todo lo que no necesites ahora mismo y ordenar el resto. No, no... nada de un cajón hoy y otro mañana. Todo de golpe. Ya verás como después lo ves todo mucho mejor y encuentras las cosas. 

Por supuesto la recursi de Marie no lo dice así, lo susurra con su voz de pánfila y su sonrisita de empujar ancianitas en la cola del autobús, y lo condimenta todo con unas gotitas de sabiduría oriental de garrafón para que las mentes idiotas se lo traguen:

- Ordena todo a la vez, así sentirás la magia de poner en orden tu vida y verás todo distinto. 

- Tira lo que no uses. Sujeta cada objeto entre tus manos y piensa ¿me hace feliz? Siente la conexión para saber si guardarlo o tirarlo. (Para esto, la absurda dice que no pongas música porque interfiere en el proceso... no he encontrado referencias a que diga que hay que hacerlo en ayunas y sin haber tenido sexo en una semana, pero seguro que también opina que es bueno).

- Antes de dejar el objeto en la pila de cosas a tirar, dale las gracias. "Queridos zapatos horrorosos que me regaló mi tía Prudencia y no me he puesto jamás, gracias por dejar sitio para mis nuevas zapatillas en el armario". "Querido libro sobre recetas con arroz y miso, gracias por haberme dado la oportunidad de saber que odio el arroz y no sé lo que es el miso". 

- Organiza una fiesta de despedida para las cosas que vas a dar. "Goodbye partie" lo llama ella, con dos cojones. Yo le digo, Marie ya que te pones hazlo a lo grande. Además de la goodbye partie, monta una procesión al punto limpio con sus pasos y sus nazarenos. ¿No querías mística? 

Marie, ("llamadme Konmari") no contenta con esta charlatanería y como es una profesional, mientras suelta todas estas perogrulladas hace juegos de manos. ¿Esconde cartas? ¿Hace desaparecer figuritas del kinder sorpresa que se reproducen por casa? ¿Consigue emparejar todos los rotus con sus tapas? ¿Ordena alfabéticamente los tarros de la despensa? 

No. 

Dobla camisetas, calcetines y sujetadores. 

¿De alguna manera especial? 

Sí, perdiendo muchísimo el tiempo, haciendo mucho el canelo y ¡atentos! transmitiendo a la prenda, en el momento en que está doblada, su agradecimiento y pensamientos positivos. 

¿Se puede ser más idiota? 

Sí. La pánfila de Marie se está ganando la vida. Tima a la gente pero se está buscando las habichuelas para comer (seguro que miso). Si viviéramos en un mundo de gente medianamente inteligente, Marie estaría doblando camisetas de cualquier gran almacén, hablándoles o no, pero ganando un sueldo por su trabajo. 

Como resulta que vivimos en un mundo en el que cada vez somos más infantiles, creemos más en un mundo mágico de luz y de color en el que todo es bonito y precioso y todo es felicidad y sonrisas... somos carne fácil. Estamos esperando que alguien venga con un "poco de azúcar" y nos diga que todo es estupendo y que con la ley del mínimo esfuerzo todo saldrá bien. Somos carne de cañón para estafadores, vendemotos, vendehúmos, charlatanes y prestidigitadores de las palabras huecas. 

Ordenar es un puto coñazo, pero hay que hacerlo. Y no, no te cambia la vida, con un poco de suerte encontrarás algo que creías que habías perdido. Tu criterio por ejemplo.  

A ver si espabilamos y empezamos a quemar brujas... apuesto a que Marie flota.  


viernes, 8 de enero de 2016

Adele y el perro del hortelano

Adele es una gran cantante, me parece una tía interesante, con criterio y mucha personalidad. Pero todas sus canciones son himnos del perro del hortelano, lo que me lleva a sospechar que está haciéndole la vida imposible a un ex. 

Todos hemos tenido un perro del hortelano en nuestra vida amorosa. Algunos, incluso varios. 

Un perro del hortelano es un él o ella (en esto hay igualdad absoluta de sexos) con el que se tiene una relación amorosa con un principio esperanzador, un desarrollo prometedor y un desenlace accidentado, catastrófico y muy muy doloroso.   

Cuando todo en la relación parece consolidado, concreto y maduro, el perro del hortelano, que suele tener el mismo valor que un cepillo de uñas, empieza a agobiarse y en vez de gestionar su agobio con integridad, responsabilidad y, sobre todo, sin cargar su mierda en el otro... comienza a dejar un rastro de miguitas de "premios de consolación".

- No sé que me pasa.
- No lo tengo claro.
- Yo te quiero pero es que....
- No es que no te quiera pero...
- No eres tú, soy yo...
- No te merezco. 

Si eres pareja de un perro del hortelano, intentas esquivar, como buenamente puedes, las pedradas que te va lanzando "sin querer". El "sin querer" es muy importante. Un perro del hortelano te tira pedradas a matar pero son siempre "sin querer". Intentas esquivar los golpes dejando espacio al perro, apoyándole y esperando a que se le pase la tontería. 

Al final, por supuesto, el perro tira la pedrada final y, montando un drama por el que parece que él es el lapidado, se pira. 

Tú te quedas sepultado bajo una montaña de piedras y con una brecha en la cabeza del tamaño del Gran Cañón. Pasada la conmoción, te levantas como buenamente puedes y empiezas a rehacer tu vida. No me voy a extender en esto, ya expliqué las rupturas, pero el proceso se reduce a las fases de autocompasión, disección a tamaño microscópico de cada gesto, palabra, ocasión y sentimiento de la relación, beber para olvidar y, por fin, un buen día sorprenderse al descubrir que te importa tres pepinos lo que el perro del hortelano te hizo. 

Pasado el tiempo, un tiempo considerable que suele ser como mínimo de un año... eres capaz de reconocer que el perro del hortelano era un cabrón/cabrona impresentable y que hiciste mucho el memo dejándole jugar con tus sentimientos y tu vida. 

Alcanzada esta cima de sabiduría suprema, control mental y asunción de errores pasados, normalmente tu vida empieza a ir fenomenal. Estás contento, satisfecho, divertido, tienes tus relaciones más o menos estables... en pocas palabras: estás feliz cual perdiz. 

Y, entonces, aparece Adele, digo el perro del hortelano. 
"Hello, it´s me" 
Un mail, un whataspp, una llamada. 

¿Para qué aparece Adele/perro del hortelano? 

Para joder. Para hacer pis en su esquina. 

Hola, soy yo. ¿Qué tal todo? Me he acordado de ti porque las nubes son blancas, los pájaros vuelan o me he sonado los mocos. 

That you found a girl and you're married now.
I heard that your dreams came true.
Guess she gave you things I didn't give to you.
Cualquier excusa es buena. La verdad es que "me he acordado de ti” y me he puesto a cotillear y claro he visto que estás de puta madre y te escribo, te llamo o lo que sea para recordarte lo fenomenal que estábamos juntos y lo especial que eres para mi, y decirte que te echo mucho de menos.
Hello, can you hear me

I'm in California dreaming about who we used to be
When we were younger and free
I've forgotten how it felt before the world fell at our feet

Tachán. Ahí está. Aquello con lo que fantaseaste durante meses y meses  mientras nadabas en tu piscina de autocompasión. Justo lo que esperabas oír... llega ahora. Tarde y mal. 

Un breve rayo de satisfacción te recorre pero, al segundo un trueno de mala leche contenida quiere salir de ti: ¡Vete a tomar por culo! Lo acallas e ignoras el mail, el mensaje o la llamada. 

El perro del hortelano, una vez que ha puesto orejas de caza y rabo de punta, no descansa. Es cansino hasta el infinito. 
Hello from the other side

I must have called a thousand times
To tell you I'm sorry for everything that I've done
Lo siento mucho, siento mucho lo que te hice. 

¿Que sientes mucho lo que me hiciste? ¿Que lo sientes? 
At least I can say that I've tried

To tell you I'm sorry for breaking your heart
El perro del hortelano en cuanto puede se pone una medalla. Por lo menos he intentando decirte que siento haberte roto el corazón pero claro tú no me coges el teléfono ni me contestas los mails. 

Con dos cojones. El perro del hortelano te rompió el corazón, pasó de ti cuando estabas hecho una piltrafa y resulta que ahora que, con tu nuevo y acertado criterio, no quieres tocarlo ni con un palo... él le da la vuelta a la tortilla y se hace la víctima. 

Acojonante. 
I hate to turn up out of the blue uninvited

But I couldn't stay away, I couldn't fight it.
I'd hoped you'd see my face and that you'd be reminded
That for me it isn't over.
Lo peor del perro del hortelano es que no descansa. Tras la llamada, el mail o el mensaje inicial, cualquier cosa que hagas o dejes de hacer es un aliciente. 

Si le castigas con el látigo de la indiferencia, es decir, pasas de contestar y no le tiras el palo para que juegue, le tienes a tus pies y dando la brasa "entiendo que no quieras hablarme, con lo que te hice, pero ahora he comprendido que tú... blablablabla".

Si le tiras el palo bien lejos mientras le gritas “déjame en paz”... correrá a por él y volverá 20 mil veces más. 
Never mind, I'll find someone like you

I wish nothing but the best for you too
Don't forget me, I beg
Este es el momento clave. El perro del hortelano, con su estrategia de acoso, derribo y mear en tus esquinas, termina minando tu coraza y oxidando tu determinación. Como tú no eres tan cabrón/cabrona como él/ella, tienes un breve momento de compasión y le dices algo como: "No te pongas así, yo también te tengo aprecio". 

Ahí te has hundido. Se dice poco, pero la compasión lleva de nuevo a la muerte por pedrada. El perro del hortelano se sentirá confirmado en su estrategia, verá que todavía tus esquinas son su territorio y sabrá que ya te tiene a sus pies para volver a lapidarte. 

Ruego a Dios que el tío al que Adele está tratando de reventarle la vida con estas canciones no se ablande ni tenga compasión. ¡Ánimo valiente, estamos contigo!

lunes, 4 de enero de 2016

Lecturas encadenadas.- Diciembre

52 libros. 10 escritos por mujeres, 13 en español, 9 comics, una relectura y 15 de no ficción.  No he sacado ni un libro de la biblioteca porque no me ha dado tiempo, me han regalado muchísimos.

No ha sido un gran año de lecturas. Ha sido pasable, lo mejor en los primeros seis meses del año, después los libros y yo hemos sufrido un desencuentro, un distanciamiento, un sí pero no. Yo busco algo que me enamore y ni siquiera encuentro algo que me entretenga.

Nunca me abandones de Kazuo Ishiguro.  Compré este libro en la Cuesta Moyano un día de octubre. Había leído "Lo que queda del día" en su momento y decidí probar con otro del mismo autor. Ha sido un desastre. Es una historia entre terrorífica, de Superpop y de ciencia ficción. No sé si me ha pillado muy mayor, muy lista o cansada.

En un tiempo indeterminado entre la II Guerra Mundial y los años 80 unos jóvenes son clonados y criados en colegios con la única función de en su día ser donantes de órganos. Como premisa de historia de ciencia ficción y distopias no está mal, pero el problema es que Ishiguro se centra en tres de esos niños y en contar su historia hasta que son adultos y es un aburrimiento. La voz narradora que es la de una de esas niñas que nos la cuentan desde su madurez no hay quien se la crea, la historia de amistad, amor y luego más amor en un encuentro que el lector ya sabe que ocurrirá desde la página 1 pero que inexplicablemente parece sorprender a los protagonistas y lo que es peor al autor, está escrita con desgana absoluta. Final trágico y chimpón.
"En cierto modo, el sexo había llegado a ser como lo de "ser creativo" unos años antes. Era como si, si no lo habías hecho nunca, tuvieras que hacerlo, y pronto".
Esto me hizo gracia porque se puede aplicar ahora mismo a lo de ser creativo, sal de tu zona de confort y todas esas cosas que se ponen de moda.

El siguiente desastre del mes fue Noticias del paraiso de David Lodge, otro autor que compré en la Cuesta Moyano porque otros libros suyos me encantaron. Con Lodge me pasa que unas veces me encanta y quiero que sus libros no se acaben nunca y otras veces me parecen una pérdida de tiempo y una bobería desde la página 1. Cuando son una bobería, a veces, son graciosos pero en este caso ni eso. Un cura que ya no cree, un padre cascarrabias, Hawai...blablablablabla. Me aburro. Sé que volveré con Lodge porque es como un viejo amigo al que le perdono todo...

Para mis amigos profesores doblé esta esquina:
"Levi-Strauss dice en alguna parte que "el estudiante que elige la profesión de la enseñanza no se despide del mundo de la infancia, sino que, muy al contrario, trata de permanecer dentro de él". 
Terminé mi año lector el 31 de diciembre con una lectura que me llegó por la magia del blog. Escribí un post sobre Enamorarse leyendo, hablaba de un libro de mi infancia y ¡alehop! el libro en cuestión apareció en mi buzón. ¡Gracias Moni!


Papa Piernaslargas Jean Webster es un clásico de mi niñez. Lo leí en una edición de tapas de cartón con un dibujo super de los 50 y me encantó. No sé las veces que lo leí y releí. Tenía un recuerdo maravilloso de él y me daba miedo leerlo ahora, con 42 años y que me pareciera una memez. Pero no, Papaíto Piernas Largas es un libro bonito. Una historia sencilla contada con mucho humor y mucho encanto. Escrito en 1912 cuenta una historia que ahora mismo nos chirría en muchos aspectos pero en otros es increíblemente moderna. La actitud de la protagonista que con 18 años en 1912 quiere ser independiente, quiere ser escritora, no depender de nadie  y el benefactor que la ayuda para que llegue a ser todo eso, no para que sea simplemente un ama de casa. Es un libro fabuloso y si tenéis hijas adolescentes es muy posible que les guste.

Por una de estas conexiones cósmicas que me ocurren lo he leído poco después de ir a ver Sufragistas y estar dándole vueltas al tema de los derechos de la mujer y por eso me llamó mucho más la atención (obviamente con 12 años no hice ni caso a ese tema) frases como:

"Yo creo decididamente en mi libre albedrío y en mi poder de realizar cosas por mi misma. Creo que es la única creencia capaz de mover montañas".

"El único modo de compensarle es convirtiéndome en un ciudadano muy útil. (¿Las mujeres son ciudadanos? Me parece que no.)

Ha sido un relectura maravillosa para terminar el año y un reencuentro con mi yo de 12 años. Lo recomiendo muchísimo y además Turner lo acaba de reeditar.

Y con esto y un bizcocho terminan las 52 lecturas encadenadas del año que podéis ver aquí. 


viernes, 1 de enero de 2016

(Mis) propósitos



Empiezo el 2016 con algunos propósitos. No sé si son buenos o malos pero son los que me apetecen. Teniendo en cuenta que el de 2015 era no morir en el intento, creo que he avanzado muchísimo. 


Beber más
O lo mismo. Quiero vino blanco del que entra solo y  me hace sentir como una señora mayor inglesa. Quiero vino tinto de color intenso y sabor poderoso, vino del que me encanta y me dejará una resaca horrible. Quiero mojitos y margaritas para hacer el tonto y gintonics para charlar y reírme.   

Esparcir amor
En mi nueva fase de Mrs. Robinson y purpurina, esta frase tiene una connotación sexual que me parece muy muy adecuada y estoy muy muy a favor. 

Cambios de tiempo
El calentamiento global me está reventando el ciclo estacional que adoro y me da la vida. Si en Madrid no llueve y no hay nubes, iré a buscarlas. Si en Los Molinos no nieva y hace frío me meteré en el coche y conduciré hasta un lugar dónde pueda ponerme guantes y calarme el gorro hasta las cejas. Llevo el coche lleno de abrigos para ir en busca del viento. En verano renegaré del calor y disfrutaré de ir descalza. 

Disfrutaré de todo
Durante un año la Nada casi me come, una Nada gris y espesa que hacía que me diera igual todo. 

Nunca más. 

Hacer planes que sólo dependan de mí.
No estoy en contra de planes con gente, pero siempre y cuando sea gente de confianza, gente de la que te puedas fiar, gente que si dice que irá, sé que estará allí. Gente en la que confío. Nada de mierdecillas de "ya veremos", "es que no sé", "me gustaría pero". 

Tengo muchos planes para este 2016 que empiezan ya. Leer mucho, escribir infinito, llevar solo un retraso de un mes en mi lectura del New Yorker, comprar condones, viajar a Bilbao a ver una expo, ir a Lyon aprovechando una oferta de billetes, ir a Grecia de vacaciones en junio y a Francia en agosto. 

Casi lo olvido, quiero empezar a leer poesía.

Perfeccionar el exquisito arte de la siesta
Concretamente quiero perfeccionar la técnica de la siesta por placer. No descarto la modalidad en pareja, aunque puede ser deporte de riesgo. 

Correr riesgos.
Sí, sí, sí. 

Otra cosa es un aburrimiento. Lo mismo me compro algo rosa. 

Aceptar mis limitaciones.
No sé envolver, divido con dificultad, soy completamente incapaz de secarme bien al salir de la ducha, no sirvo para la charla intrascendente y la prudencia no está entre mis dones. 

Aceptar la incertidumbre.
Soy muy organizada y previsora, pero me estoy quitando. Esto es arriesgado porque me lleva a encontrarme sin ropa interior limpia y descubrir que el papel higiénico se ha terminado en el peor momento posible. Por otro lado, vivo más relajada. 

Enfrentarme a mis miedos.
Solo tengo dos miedos: los gatos y morirme ahora que estoy feliz. No voy a enfrentarme a ellos, los gatos pienso obviarlos completamente porque son innecesarios y con la muerte voy a confiar en que por lo menos me aguante hasta los 52. 

Todo lo demás lo tengo superado teniendo en cuenta que no pienso bucear. Dos miedos son muy pocos. Soy una valiente.  

Divertirme muchísimo. 
Esto suena espantosamente "happy people" pero ahora mismo estoy tan contenta que me descubro a mí misma sonriendo en el coche a las 8 de la mañana mientras voy a los libros de colores. Soy feliz al despertarme, es imposible que no me divierta.

Empezar de cero con todas mis fuerzas porque soy una chica con suerte.

La tira es de Grant Snider.