jueves, 23 de junio de 2016

Noches de junio


Las noches de junio son de dos tipos: buenas y malas.

Las malas son las que pasan desde el día 1 hasta que llega el momento de marcharme a Los Molinos.  En las noches malas de junio siento cómo la rutina que estrené en septiembre llega a su fin, se va deshilachando y cada día que pasa es menos firme, más endeble, menos rutina y más imprevisto. Deja de ser algo sobre lo que camino con la vista al frente casi  sin mirar dónde pongo los pies para convertirse en una pasarela, un puente colgante a lo Indiana, al que cada día se le cae una tabla más. Hay que llegar al final del puente antes de que la última cuerda se suelte y caigas al vacío; y cada día es menos firme y hay que ir más deprisa.

En las noches de junio hace calor en Madrid. Por la noche abro la ventana y la ciudad se me mete en casa, algo que no pasa el resto del año. Oigo a la gente hablar por la calle y los coches pasar por Doctor Esquerdo. Sólo hay una hora mágica, entre las 3 y las 4, en que apenas pasan coches y casi casi hay silencio... En estas noches pienso en recoger la casa, en preparar las cosas de laz princezaz para su periplo veraniego, en ir a por las notas y comprar ropa nueva. Preparar papeles. En todos los "a ver si lo cerramos antes de verano".  En las malas noches de junio pienso en que se ha pasado todo el curso y no sé si he aprovechado el tiempo. Sí sé que lo he aprovechado bien, pero las malas noches son muy cabronas. En las malas noches de junio cenamos restos para dejar la nevera pelada y en las mañanas que les siguen apuramos el tarro de la mermelada para estrenar uno nuevo en septiembre. 

Pero junio tiene noches buenas. De hecho, algunas de las noches más memorables de mi vida, de hecho otra vez (seguro que esto no es correcto) la noche de mi vida en la que he estado más guapa fue en junio, concretamente la noche del 26 de junio. En las noches buenas de junio que llegan cuando me instalo en Los Molinos puedo ver anochecer a las 11 de la noche desde el porche, en chanclas y pantalón corto, puedo dormir por la noche tapándome con una manta y, sobre todo, pienso que se ha terminado el curso y que tengo ante mi una rutina nueva, mi rutina de veraneo franquista físicamente agotadora pero que ahora, a dos días de comenzarla, se extiende ante mi nueva, prometedora y llena de oportunidades que ni siquiera soy capaz de imaginar. Una rutina a estrenar que estoy deseando que empiece para lanzarme a caminar por ella sin tener que pensar en nada. 

Necesito que sea ya viernes por la noche. Necesito una rutina nueva. 


6 comentarios:

Sara M. dijo...

Me encanta tu descripción de las noches malas de junio, solo que para mí son días enteros malos. ¡Y yo también quiero vacaciones franquistas!

el chico de la consuelo dijo...

Las noches urbanas,
de verano,
en general,
son muy japutas.
Nos sacan en pelotas
al balcón.
Nos muestran sin ropajes
ante un espejo
que refleja lo peor y lo mejor
de nosotros mismos.
Por la noche es más facil soñar
pero también
es más facil
que nos despierten.
Andan los fantasmas
por las calles gusaneras
y te asaltan como ladrones
rebuscando en los bolsillos
sin cerrar
de tu pasado inmienente.
Un dia me enamore de una sombra
y anduvimos de la mano
toda la noche
hasta hacerse de dia
que no sé donde marchó.
Ya te digo
que
las noches urbanas,
de verano,
en general,
son muy japutas.

Luxindex dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
valpertuna dijo...

Yo voy con la lengua fuera esperando las vacaciones y me faltan 25 días!

fiorella dijo...

Ahí verano, por acà invierno y en estos momentos en una niebla casi permanente. Me encantò la foto del post. Tener como destino Los Molinos, me pasaría lo mismo, no vería la hora de irme de vacaciones. Un beso

HombreRevenido dijo...

Yo no viví "noches de huir" hasta que viví un verano en Zaragoza. Lo de Madrid debe de ser parecido.
Según mis cálculos, la noche del viernes ya ha pasado. Esta noche es noche-buena.