viernes, 19 de febrero de 2016

Hombres fantásticos (III)

Es tarde por la tarde. Esa hora que en invierno marca el momento de meterse en casa, hacerse bolita y ya no salir a la calle, pero que en verano señala el momento en el que empiezo a reactivarme. No tengo claro si es junio o septiembre... creo que junio. Finales. 

La cita, el encuentro mejor dicho, es en una playa. Hemos quedado en una explanada, en uno de sus extremos. Nunca he estado en esa playa, nunca he estado en California, pero ésta es una fantasía grande y ambiciosa. Una fantasía con ínfulas. 

Por supuesto, y como siempre, llego tarde. ¿Cómo consigo llegar siempre tarde? No es a mala fe, sencillamente confío siempre en llegar a los sitios en 10 minutos independientemente de la distancia que me separe de ellos. Esta vez, sin embargo, llego tarde porque me he quedado dormida. Estaba agotada tras pasar la noche sin dormir de los nervios e histérica por la perspectiva de este plan; me tumbé a leer para desconectar y relajarme y se me fue la mano... he dormido más de dos horas y me he despertado con el tiempo justo para ducharme e intentar borrar las arrugas de la sábana sudada de mi cara. He tenido poco éxito pero como el plan es en una playa en pantalón corto, camiseta y chanclas tampoco importa mucho. 

Lo de las chanclas no lo tenía claro, no conozco la playa y lo mismo hay mil rocas o yo que sé. He echado unas zapatillas al maletero por si acaso. Por si acaso también llevo un forro polar, una caja de vino, una cazadora vaquera, seis libros y una hucha con monedas de dos euros... pero eso es otra historia. 

Me está esperando, es otro de esos hombres puntuales. Le reconozco aunque está de espaldas, apoyado en la barandilla de madera viejuna mirando el mar. Se gira al oír el coche. Fantaseo por  un segundo con hacer un trompo pero me parece un alarde de macarrismo francamente innecesario. Aparco despacio, saco las llevas del contacto y al salir del coche las guardo en el bolsillo de atrás de los vaqueros. Ni bolso, ni gafas, ni móvil. No tengo que llevar nada. 

Levanto la mirada y sonrío con toda la cara, con mi mirada de "estoy histérica pero disimulo". Él también sonríe, sin nervios. Es uno de esos hombres que siempre parecen estar a gusto en el sitio dónde están. 

Echamos a andar, se coloca a mi izquierda y aunque intento contenerme, no puedo. No podré centrarme en la conversación ni disfrutar del momento si camina a mi izquierda. 

-¿Te importa que me ponga al otro lado? -le digo mientras le paso por detrás y me coloco a su izquierda. 

Me mira con sorpresa. 

- No, no me importa. ¿Es tu lado bueno?
- No, es una manía. Si camino a tu derecha no podré concentrarme. 

Es una playa enorme, larga, ancha y, por lo que veo, poco frecuentada. Caminamos por la orilla, ya nos hemos mojados los pies y la ligera inclinación del suelo hacia el mar hace que él parezca más bajito de lo que es. A la vuelta la bajita seré yo. 

Hablamos de la playa, me cuenta porqué le gusta, cómo la descubrió y cómo enseguida supo que en cuanto pudiera viviría en una casa desde la que viera el mar. Se da la vuelta y me señala a nuestra espalda una casa trepada en un acantilado. 

- Vaya, un tipo con suerte. 

Hace muchos, muchos años que descubrió la playa. Le miro de reojo mientras me cuenta la historia. No parece que tenga 51 años y a la vez da la sensación de haber vivido mil vidas. 

Decido contarle que a pesar de lo famoso que es yo no sabía quién era hasta hace un par de años. Estaba en el curro, leyendo un documento que me estaba provocando ganas de matar cuando en la música que sonaba en mis cascos y que era el vídeo de You Tube de un cantante que me encanta... se coló su voz. 

Me quedé petrificada. Aparté el documento y miré el video. Allí estaba, un tio bajito con una gorra calada hasta las cejas... y esa voz. Esa voz, su voz.  

Escuché esa canción más de 20 veces ese día. Recuerdo girarme y preguntar a mis compañeros: ¿Por qué nadie me había hablado de este hombre nunca? 

-¡Pero sí es superfamoso!

Se ríe cuando se lo cuento. No sé si por cortesía, nerviosismo o porque realmente ha sido gracioso. Da igual. Me embalo a contarle que su voz es balsámica para mí. Me calma, como a las fieras. 

Seguimos caminando mientras chapoteamos en las olas. Hablamos de libros. De David Foster Wallace y de Philip Roth, de Steinbeck y de Margaret Atwood. Así, llegamos al final de la playa, a ese momento raro en el que uno no sabe nunca cuando hay que darse la vuelta para desandar el paseo. ¿Querrá llegar hasta el final? ¿Un poco antes? ¿Se parará? ¿Dirá algo? 

Decido tomar la iniciativa y me paro. 

- ¿Volvemos? 
- No, todavía no. 

Empieza entonces a caminar por las rocas. No sé muy bien dónde pretende llegar pero le sigo, no me queda otra. Trepamos y trepamos, y mientras lo hacemos me dejo un dedo gordo contra una piedra... llegamos a un pino que hay en la pequeña loma que pone fin a la playa. Miro el mar, el paisaje, la playa por la que hemos venido y, por el rabillo del ojo, veo que él se acerca al árbol y sobre una montaña de rocas coloca una pequeña piedra que le había visto coger antes. 

-Es una manía. Cada vez que vengo hasta aquí subo una de las piedras de la orilla y la coloco en el montón. Me mola pensar que dentro de muchos años el pino ya no estará, el mar habrá arrasado esta pequeña colina y las piedras volverán a la orilla. 

No digo nada pero en mi imaginación calenturienta las piedras han empezado a hablar y ahora mismo están comentando: "Ya ves tú la gracia del maniático este, con lo bien que estábamos en la orilla". 

Volvemos a bajar y reemprendemos el camino en sentido contrario. Hablamos de cine, de películas que nos encantan y películas que odiamos, de placeres culpables, de pelis para llorar y yo hablo de Mary Poppins. 

-¿Mary Poppins? ¿No te da vergüenza?
-Por supuesto que no. Es una obra maestra. Es sabiduría suprema

A pesar de las señales de alarma ya voy lanzada, así que le confieso que Into the wild me parece un coñazo de película. Peor, me parece una oda al egoísmo místico con ínfulas salvadoras. 

-Pero no puedes enfadarte, porque la vi entera sin parpadear gracias a tu música. 

No se enfada. Caminamos en un silencio cómodo que no es tal silencio. Se oyen las olas, nuestros pies chapoteando en la orilla y a un par de gaviotas muy desagradables. (Cuánto daño ha hecho Disney, me descubro pensando en que las gaviotas deben estar cotilleando sobre nosotros: "Eh, tú, ¿has visto esos dos?"). 

El sol ha ido bajando y está a punto de tocar la línea del mar al fondo, en el horizonte. Le hablo entonces de Rayo Verde, la novela de Julio Verne que leí de niña y que me marcó tanto que 30 años después me sigue viniendo a la mente cada vez que veo una puesta de sol en el mar. 

Decidimos sentarnos a mirar el rayo verde. La arena está agradablemente fresca pero no fría. No despegamos la vista del horizonte y me cuenta que de niño no le gustaba leer y le daba miedo el agua. Le oigo pero no le escucho. Pienso en que su voz huele a leña, a fuego, a chimenea, a sitio seguro. 

-¿Hola?
-Perdona. 
-No me estabas escuchando. 
-Sí, pero poco. Te estaba sintiendo hablar. 
-Tienes respuesta para todo. 

Se pone el sol. Me fascina cómo siempre hay un momento en el que parece que es imposible que vaya a desaparecer y al momento siguiente ya no está. Se me ocurre que es como la muerte, no te crees que te vaya a pasar y al momento siguiente te cae encima sin dejarte respirar. 

Hablamos de música mientras se hace completamente de noche. De Bruce, por supuesto, y de Glen, y yo le cuento una historia absurda sobre Frank Zappa con la que me enredo y me hago un lío. 

-¿Sabes cantar? -me pregunta. 
-No. Y no voy a probar a enseñarte lo horriblemente mal que lo hago aunque me lo pidas de rodillas. 

Se ríe a carcajadas y me doy cuenta de que es uno de esos hombres que puede permitirse llevar el pelo largo y sostener un ukelele y resultar increíblemente sexy.. En un esfuerzo de contención totalmente sobrehumano, no se lo digo. 

-Se acabó el paseo. ¿Tienes hambre?
-Sí. 
-¿Pizza y cerveza?
-Pizza y vino. 
-Hecho. 

No contaba con este plan pero es lo que tienen las fantasías, que crecen solas. 

14 comentarios:

Hans dijo...

Bien, Moli. Veo que la proximidad en el tiempo del día en el que el Santiago Calderón va a servir para algo útil te activa y te pone de buen humor. Me ajuntas ese día, por cierto? Bss.

Albert dijo...

Y me imagino que, distraida con él, te quedaste sin poder ver el rayo verde.

Amor dijo...

Mola.

El post también, ;)

Abrazo.

A.

Anónimo dijo...

Que fantasía tan chula. Gracias por descubrirmelo, no le conocía.
Sagra

Tita dijo...

Cuando una soñadora va, y además de soñar y fantasear, lo escribe, y atrapa al que lo lee...es que algo está pasando.

Seguro que ya lo has oído, pero lo acabo de ver al picar el enlace que pusiste.
https://youtu.be/IWHuWlYEuxM

Lo de los 10 minutos para llegar a cualquier sitio (sin llegar), la historia de mi vida.

Un beso

molinos dijo...

Hans, ¿Santiago calderón? Por allí andaré creo...:) Y yo en los conciertos de Bruce no ajunto a nadie, entro en trance.

Albert, ni me he acordado del rayo verde pero no es tan fácil de ver.

Gracias Amor, Eddie mola todo y más.

Sagra, una vez que lo descubres ya es para siempre.

Gracias Tita, conocía el video pero ahora lo estoy viendo otra vez. Justo esta noche voy a un concierto de Glen Hansard. :)

NáN dijo...

No lo conocía. ¡Grande!

Que te lo pases estupendamente y termines en un afterhours de los buenos.

Luxindex dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Amor dijo...

P.D. Off-topic:

Luis Ángel hace simposio de Música y Significado en Cuenca a finales de julio en el cual TODO EL MUNDO que se apunte puede participar (previa aportación de propuesta de ponencia), igual podrías hablar de Bruce... ^_^ En unos días abrirán el plazo de inscripción.

https://www.facebook.com/musicaysignificado/

Lhotse dijo...

jajaja madre mía, te estaba envidiando mucho por haber tenido la oportunidad de pasear con Eddie Vedder por una solitaria playa. Tiene algo su voz, algo tiene que...

Da igual, como si lo hubieras vivido. Total, dicen que nuestra cabeza no es capaz de distinguir lo que es real de lo que es fantasía y lo disfruta igual :)

Anónimo dijo...

Yo he visto ayer a Glen Hansrad en bilbao. Hace tiempo que no me quedaba fosilizada en mi sitio del impacto de su voz y su puesta instrumental en escena. Muy carismatico. Aqui el público superentregado. Un tío muy autentico con mucha alma

molinos dijo...

Nan, tienes que conocer a Eddie Vedder, es un gran cantante.

Luxindex, ese gargajo es para aclarar la voz. En mi fantasía, en su playa, no canta, solo susurra y no hay gargajos ni nos duelen los pies, ni tenemos frío ni nada. Es una fantasía y todo es chulo. ¡No me lo revientes!

Amor, gracias por lo de Luis Ángel. Me enteré ayer de que hace un concierto explicado el día 6 en el Auditorio en Madrid y voy a ver si me paso.

Lhotse, ¿creías que era verdad? Si fuera verdad hubiera puesto fotos y lo hubiera escrito todo en mayúsculas aunque ahora que lo pienso no sé si sería capaz de articular palabra.

Anónimo, yo también vi a Glenn el sábado en Madrid. Era la tercera vez que le veía en directo y fue espectacular. Es un gran músico, con una gran banda y cada vez lo hace mejor.

giovanna dijo...

Mamma mia Eddie Vedder, Moli, qué hombre! Empecé a escuchar su música prácticamente cuando empezaron en los noventas, los he visto live 3 veces y todas han merecido la pena y él es sexy cualquier cosa diga, haga, cante, baile, toque, etc etc. maravillosa elección para una fantasía!

HombreRevenido dijo...

Me encanta esto formato. Se nota que te relajas y te sueltas. Ha habido un rato que estaba leyendo, acompañándoos de verdad y he pensado, ¿qué hago yo aquí? voy a dejarles solos.

Ah, otra cosa. ¿Una caja de vino? No te andas con bromas, jajaja. Pilla dos cajas mejor, o un tonel, no vayas a hacer corto.