miércoles, 18 de marzo de 2015

¿Locas?

Cuando era pequeña y comenzaba el veraneo franquista, uno de los primeros rituales era comprarnos las zapatillas para el verano: unas camping. Un par, o dos, para cada uno con los que deberíamos aguantar los tres meses de verano trotando por Los Molinos, jugando al fútbol, a polis y cacos y  montando en bici. Por supuesto durante esos tres meses el pie te crecía y llegabas a septiembre con los pies metidos dentro como si fueras una de las hermanastras de Cenicienta. 

Las camping marcaban el inicio del veraneo y la primera lucha. Molimadre quería algo sufrido "azul marino" o algo que fuera con todo "blanco" y a nosotros nos fascinaban las rojas, las azul celeste, las verdes o las amarillas. Lo que era común a todas era la peste que iban cogiendo según pasaban los días de calor, pero por supuesto a nosotros, eso, nos daba igual. 

Gran parte o casi todo el encanto de la compra de las zapatillas venía del ritual que se cumplía todos los años. 

- ¡Niños! Esta tarde vamos a bajar a La zapatera prodigiosa a comprar las zapatillas. 

La zapatera prodigiosa. ¿Con ese nombre como no íbamos a estar emocionados? Bajábamos siempre andando en un paseo que nos parecía toda una excursión, primero la cañada, luego cruzar el río para llegar al pueblo y por fin veíamos la casita blanca con el cartel de "Zapatería" y el escaparate en las dos ventanas con todas las zapatillas imaginables y zapatos de mayores. 

Entrábamos saludando como Molimadre nos había enseñado y Mari, la zapatera prodigiosa nos decía siempre lo mismo ¡Cómo habéis crecido!

Empezábamos entonces el ritual de elegir las zapatillas, las tallas, probar, comprobar hasta donde nos llegaba el dedo gordo y calcular si serían suficientemente grandes para que nos duraran todo el verano. La inevitable cháchara de mayores preguntando por unos y por otros, aburrirnos deseosos de estrenar las zapatillas, pagar y marcharnos. 

A mi me encantaba la zapatería y la zapatera prodigiosa. Me parecía una tienda encantadora. Pequeña, coqueta, con zapatos maravillosos ordenados en cajas perfectas que ella sacaba y volvía a colocar. La caja registradora, la vitrina que tenía dentro de la tienda, la magia de abrir el escaparate de la ventana porque la zapatilla que había expuesta era justo tu número. Era un sitio mágico.  

Después crecí, crecimos. Cumplí 10 años. Abrieron grandes hipermercados donde vendían pares y más pares de zapatillas a precios ridículos. Llegó la moda de las bambas Victoria en vez de las camping. Crecí más, me hice mayor y los zapatos del escaparate de Mari dejaron de parecerme mágicos para hacerse primero invisibles y después tristes, muy tristes. 

La zapatera prodigiosa no desapareció. Ella también creció (debía ser joven cuando aquellas excursiones aunque a mi me pareciera muy mayor). Durante mucho tiempo tuvo abierta la zapatería y al pasar por delante la veías sentada con su silla de tijera tomando el sol en la puerta de la tienda. Al principio con sus padres, después sola. En verano con su bandeja de la cena, sentada delante del escaparate con zapatos que llevan ahí 30 años. 

Mari da grandes paseos por toda la zona. En invierno abrigada hasta las orejas con gorros de lana, bufandas multicolores, guantes y enormes abrigos de colores. En verano en pantalón corto y camiseta  se sienta al sol delante de su tienda. Coqueta, se baja los tirantes para no tener marca en los hombros y se sube la pernera de los pantalones, cierra los ojos y como una lagartija se queda horas al sol. 

Mari te saluda, te cuenta historias interminables que no sabes muy bien de qué van. Te pregunta por tus familiares vivos y muertos y enlaza quejas, con protestas y advertencias "tened cuidado con los niños que hay gente mala por ahí". Asiento y pienso en si sabe que soy aquella niña de las camping. 

Ayer me acordé de ella viendo Grey Gardens. Un documental sobre dos mujeres, familiares de Jackie Kennedy que vivían solas en una villa en East Hamptons, completamente al margen de la vida. Peleándose, discutiendo pero incapaces de vivir separadas. Rodeadas de recuerdos de su juventud, de un pasado en el que creían en un futuro que no se ha cumplido. ¿Locas? Puede que sí, que para los que estamos fuera de sus vidas, estén locas pero ellas están en su mundo, en su casa, en su vida y los que sobramos somos nosotros. En Grey Gardens lo que más incomoda no son ellas, sino la presencia de gente del exterior en sus vidas que viene a perturbarlas. 

Creo que a Mari también le perturbamos los demás. Ella es la zapatera prodigiosa y vive como quiere, aunque no la entendamos, aunque nos provoque inquietud, aunque nos haga reír su pinta. A pesar de que, a veces, nos de miedo. 

27 comentarios:

Anniehall dijo...

Por supuesto, también use camping todos los veranos del pueblo. Yo creo que en el mío la zapatería no tenía ni nombre. Y creo que me dejaban elegir dos pares. Siempre que fueran de un color 'sufrido' y que fuera con todo.

No sé qué ha sido de ese zapatero. Dejé de ir al pueblo con catorce y no he vuelto hasta pasados los treinta. Y todo es distinto.

el chico de la consuelo dijo...

yo utilizaba cangrejeras color carne hasta bien pasada la adolescencia, anda q no se han metido conmigo y lo feliz q iba yo. Igual escribo algun post sobre eso
besicos

Hele dijo...

debería ver el documental, pero no creo que Mari esté loca.

Si yo pudiese me iría a vivir a mi pueblo (menos de 50 habitantes), alejada de todo y todos, con mi huertito, mi casita, mi rutina y alguna actividad que me diese para vivir.

A mi bola, sin cine, ni crisis económica, política y moral, pasando del ISIS, el BCE, Rajoy, Putín, el buling escolar, los virus informáticos y todas esas mierdas que nos rodean y nos amargan.

Aunque lo mismo estoy loca


Anónimo dijo...

Plas,plas,plas,plas,plas,plasplas,plas,plas,plas,....
Sonia.
(Precioso)

Modestino dijo...

Yo tambien soy de la generacion de las camping. Y de vez en cuando me sorprende descubrir alguien que las lleva ... o alguna tienda que aun las exhibe.
Que tiempos!

Anónimo dijo...

Como se entere Mari.... Te vas a enterar. jajaja

Malos pelos dijo...

Mis veranos eran con las Victoria, pero no por moda, las hacian en Logroño y era lo que había, sin más. Creo que costaban como 300 pesetas el par... mi abuela las lavaba y se quedaban combadas con la tela tan tirante que se marcaban las uñas. Me acuerdo del año que las sacaron de tela vaquera, era lo más in del momento, las zapatillas ochenteras ya no eran lo mismo...

NáN dijo...

Estás que te sales. (He visto que en YoTuve está el documental entero).

Anónimo dijo...

Me gusta esa zapatera prodigiosa, lo de la locura es muy relativo. Pero no sé cómo son las camping, yo he sido de bambas Victoria que también olían que apestaban.

Voz en off dijo...

Ay las camping que horteras y feas eran.Yo también las tuve. Además encogían con los lavados!

Cris Mandarica dijo...

Ya no se hacen zapatos como los de antes. Bonita historia. Biquiños!

Luxindex dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
valpertuna dijo...

Nueatro momento era comprar las "maripis" blancas of course.
Mi madre les echaba polvos talco para que no hicieran rozaduras.
No me imaginaba que comprar las zapatillas fuera el inicio del verano también para otros.
Después fueron las alpargatas negras con pespunte blanco claro

bfp dijo...

Yo también las tenia.hace un par de años las pusieron a la venta de la marca victoria.que recuerdos!, sobre todo la peste que cogían con el tiempo.

Anónimo dijo...

Ni idea de como eran las camping, yo era de cangrejeras como el mañico.
Preciosa historia.
Caracola.

Bethelgueuse dijo...

De niña iba todos los veranos a casa de mis abuelos en un minúsculo pueblo de León. No había nada que hacer,pero eso significaba aue la imaginación era el límite (y el punto en el que las pistas de las 6 o 7 calles se encontraban con la "carretera".

Mi abuelo me llevaba a "La de Tino" para comprar las "playeras". Pero allí podía comprarse de todo: alimentación,tabaco,herramientas, semillas y fertilizante...ropa, calzado.
Y tenían teléfono, podías llamar (pagando claro). Y por supuesto, servían vinos, cervezas y algún refresco en aquel mostrador de madera maciza.

Solíamos ir a la tienda a preguntar si tenía alguna cosa "rara" para poner a prueba la inmensa variedad de productos. Pocas veces nos decía que no.

De la mano de mi abuelo compraba mis playeras cada verano, del color que yo quisiera -mi abuela protestaba luego- y hoy puedo reírme toda la tarde con mi abuelo mientras él enloquece con mis hijos. Le encantaría poder comprarles zapatillas, pero ya no puede ir.

También había una "loquita", muy cariñosa con los niños.

Gracias Moli por un post tan magnífico que me ha traído por unas horas esos recuerdos de los mejores veranos de mi vida.Gracias.

Utopía(kaykantauri-cronista) dijo...

Hoy solo puedo decirte una cosa: gracias por existir

Anónimo dijo...

Buen relato. A un pasito de que nos empieces a deleitar con algo de ficción.

¿ Mari sonríe ?, si es así no hay que tener miedo de poder acabar como ella, lo que nos puede pasar a cualquiera.

sul

Anónimo dijo...

Genial entrada, muy emotiva

Bibliotecaria dijo...


A mí también me las compraban al inicio del verano, en mi caso les llamamos espardenyes. Donde veraneaba, había un chico de Zaragoza que les llamaba maripís, me encantaba la palabra, hacía años que no la había vuelto a oir (leer).
Gracias por alegrarme el jueves

Nisi dijo...

Qué bonita historia, Moli.

Máximo dijo...

Ay aquellos veranos franquistas. Qué felices éramos con una sola tv, el Diario Hablado, La Hoja del Lunes, sin IRPF, sin IVA, los niños jugando en las calles... a nosotros nos compraban playeras Pirelli, es que éramos muy pijos.

Anónimo dijo...

En mi casa la prodigiosa era Marivi la Peluquera. Todo muy ritual también en cada visita.

Anónimo dijo...

Me hace gracia lo que comentas sobre la locura. No soy psicóloga ni se nada del tema, pero siempre me he preguntado cuál es el rasero con el que se mide la locura, a partir de qué momento se le puede nombrar a alguien oficialmente como "loco". En mi opinión no creo que nadie lo sea, o más bien creo que lo somos todos. Cada uno ve las cosas y las enfoca desde su propia perspectiva, creada a través de la experiencia que le de su propia vida. Y cada uno intenta ser feliz en la medida de lo posible, y también según esa experiencia.
Gran post Moli.

Mundo Piruleta

Oswaldo dijo...

Creo que Sul lleva mucha razón.
A mi sentir estás a un paso (o, cuando mucho, dos pasitos) de esa cosa ficcionada que presenta situaciones irreales y mágicas como si fuesen normales y corrientes y a la vuelta de la esquina y que llaman realismo mágico.
Capaz y vas directo al nobel. Apúrate, eso sí; y haznos ese favorcito ya. (...pronto, al menos. No tardes demasiado)

HombreRevenido dijo...

"De toda la memoria sólo vale el don preclaro de evocar los sueños" decía Machado.

Posiblemente la zapatera prodigiosa no sepa lo que es capaz de evocar. Posiblemente todos seamos alguna vez el loco apacible de una bonita historia. Y eso es una buena noticia.

Cosasquesemerecenun10 dijo...

Me gustó mucho este post un poco nostálgico. No se por qué me recordó mucho a mis veranos en el pueblo de pequeña...
Un abrazo

http://www.cosasquesemerecenun10.com/pon-un-pueblo-en-tu-vida/