jueves, 15 de enero de 2015

Desvaríos con Marcos Ordóñez

La tos de fumador y bebedor de carajillos ha dejado paso a un zumbido permanente justo en el centro de mi cabeza que me tapona los oídos y hace que mis pensamientos reboten de un lado a otro haciendo el mismo sonido que el sonar de un submarino. 

Me duelen los oídos como cuando era niña, con un dolor punzante y agudo. Llevo un rato debatiéndome entre levantarme para drogarme o seguir sufriendo al calor del edredón. Un nuevo pinchazo me hace decidirme a emprender la excursión al piso de abajo en busca de las drogas. Estoy a punto de caerme por las escaleras como Ángela Chaning. Bajo apoyándome en la barandilla y los pantalones del pijama se me caen, tropiezo y consigo sujetarme a tiempo mientras el zumbido dentro de mi cabeza rebota como una bola de pinball. Me muero de dolor. En medio del sufrimiento extremo pienso que por mucho que me guste mi pijama de cerebros... tengo que buscarme otro. 

Vuelvo a la cama. Me arropo, miro por la ventana. Los abedules. ¿Seguro que son abedules o eran álamos? Algo con A, no puedo pensar con claridad. 

¡No! ¡otra vez, no! Mi cerebro, el de verdad, no los que están dibujados en mi pijama, empieza a escribir mentalmente un post. No, no, no... no quiero escribir ahora, no puedo. 

Lo único que consigue parar mi escritura mental es leer, leer y leer. Me giro y cojo el libro que me ha atrapado completamente, Un Jardín Abandonado Por Los Pájaros de Marcos Ordóñez. 

Al comenzar el libro, miré de reojo la foto de su autor en la contraportada porque pensé que me iba a caer mal, que no teníamos nada en común. De reojo pero la miré, barba canosa, gafotas de pasta, gorrita... mirada de no querer estar ahí en ese momento. Sabía quien era Marcos Ordóñez claro, pero me caía mal sin conocerle. Un prejuicio estúpido e idiota pero, acaso, ¿no lo son todos? 

Mi prejuicio se esfumó en cuanto empecé a leer. No sólo se esfumó, ahora quiero leer todo lo que ha escrito. Me da igual la gorrita y las gafotas y la mirada. No se puede escribir mejor. Marcos me cogió de la mano y me llevó a su infancia. Recuerdos de su vida, de la de sus padres y sus abuelos. Historias familiares, secretos impenetrables de la niñez que con la edad se convierten en historias corrientes y se despojan de esa magia con la que los recordamos. Momentos de veranos mágicos, de descubrimientos que nos marcaron y la vuelta a instantes en que nos equivocamos, nos equivocamos tanto que al recordar a nuestro yo de hace 15 o 20 años pensamos ¿cómo es posible que no me diera cuenta? 

"Gente a la que quieres y a la que dejas de ver por cambio de costumbres, por desatención, por egoísmo, porque crees que pertenecen a otra época, porque crees que tú has cambiado. Es decir, por pura y simple estupidez".

Marcos Ordóñez habla muchísimo de sus abuelos, muchísimo. De los maternos para ser más exactos con los que convivió y mantuvo una relación muy estrecha. A ellos debe mucho de lo que es, de lo que le gusta y de como piensa. Pienso en mi abuelo José Luis, al que yo adoraba. Recuerdo su olor, el tacto de su piel, sus calcetines, el pelo ralo y gris cuando me pedía que  se lo peinara con un cepillo casi de bebe, sus chaquetas de lana para estar en casa, granate o verde oscura. Su sortija. Recuerdo la bandeja que le preparaba con la merienda: un café con leche y un suizo (cuando todavía existían) o unos mantecados recubiertos de azúcar que se deshacían en la boca. Su despacho, cubierto de estanterías de madera oscura hasta el techo, lleno de libros y de papeles que lo yo le ayudaba a organizar. 

Tengo una carpeta roja que me quedé cuando desmontamos su casa. En ella hay una copia a máquina de uno de los primeros casos que llevó como abogado, el de un hombre que había sido atropellado por una bicicleta. Levanto la vista y veo la carpeta en la estantería, encima de la ventana. 

"Hubiera preferido "Andes lo que andes no andes por los Andes" de Selecciones Dumbo que acababa de llegar a los quioscos" dice Marcos Ordóñez.

¡Recuerdo ese tebeo! En casa de mis abuelos, en el dormitorio de una de mis tías estaba la colección completa de Selecciones Dumbo. La recuerdo perfectamente con sus lomos a rayas negras y blancas. Me encantaban y el nombre de esa historieta nos hacía muchísima gracia. Los leí todos, empezando por la estantería que estaba más alta, tenía que poner un taburete encima de la cama para alcanzarla pero no podía esperar a que algún adulto me los bajara. Cuando llegué al final, fui releyendo los que más me habían gustado. ¿Qué fue de esa colección al desmontar la casa? 

Vuelvo a mirar la carpeta roja. Me entran ganas de levantarme y leer el informe minucioso de mi abuelo sobre el hombre al que atropelló una bicicleta pero tendría que ponerme de pié en la silla para alcanzarlo, igual que los tebeos de Dumbo y se que con este zumbido es posible que acabara en el suelo. 

Desvarío pensando en qué pinta tendría si me encontraran desmayada en el suelo, con la silla caída y mi pijama de cerebros. 

Sigo leyendo sin parar para no escribir mentalmente y para olvidarme del dolor de oídos. Termino el libro con pena infinita porque me ha encantado. Lo cierro y mi cabeza se pone a pensar en una estupidez que leí el otro día. 

En una de esas páginas que dan consejos estúpidos para leer "mejor", aconsejaban que para recordar lo que se lee es mejor no leer en la cama. Leer en una posición que te mantenga tenso, sentado en una silla con el libro apoyado en una mesa mejora la capacidad de memorizar. 

¡Qué bobada más enorme! Sé que siempre recordaré estos días de enfermedad y el libro de Marcos Ordóñez que he leído en mis noches de insomnio y dolor y en mis días viendo los abedules o ¿son álamos? por la ventana. Recordaré mi tos, mi dolor de oídos, su infancia en Barcelona y como gracias a sus recuerdos y a la maestría de su escritura volví a ser una niña y a pensar en mi abuelo. 

"No hay que rendirse nunca. Aún cuando parezca imposible, siempre hay que dar un paso más. Siempre un paso más allá". 

Decido seguir este sabio consejo del padre de Marcos Ordóñez. Me levanto y decido dar un paso más, hacer un esfuerzo, no rendirme y meterme en la ducha. Puede que muera de este gripazo pero será con el pelo limpio. 

PS: corred a leer Un Jardín Abandonado Por Los Pájaros. Corred. 

18 comentarios:

Galiana dijo...

Me lo apunto!!!!....Cuidate.

Urzay dijo...

¡Yo también recuerdo ese tebeo! Eran también mis favoritos: "Por una mala cabeza", "En busca de un paraíso", "El yelmo de Mambrino", títulos míticos, ¿quién los elegiría en español? Algunas de aquellas historias eran mucho más emocionantes que mucha literatura célebre, North of the Yukon por ejemplo, que se llamó aquí "La ruina del Tío Gilito". Me parece que te pasó como a tantos niños, que éramos grandes fans de Carl Barks sin saberlo. Que te mejores, Moli, y si algún rato no te puedes concentrar en la libros de adultos, pilla un tebeo.

Anónimo dijo...

Yo también me lo apunto.Que te mejores y porfi,ponte de una vez buena y ponte,también,un pijama de tu talla o unos tirantes (rollo Urkel) o asi:D
Sonia

My name is Peggy Sue dijo...

Me lo voy a leer.
Te entiendo tanto con de muerta pero con el pelo limpio...
Ponte buena!!! Mil besos!!!

Voz en off dijo...

Qué bonito tener tantos recuerdos de tus abuelos!

teresacastany dijo...

Maravillosamente escrito este post Molinos. Redondo, cerrado, emotivo .

molinos dijo...

Galiana, te encantará ya lo verás.

Urzay, yo he tenido regresión total al acordarme y luego leer tus títulos. Tengo que investigar a ver donde está toda esa colección.

Sonia, al final he tenido que ir a urgencias....a ver si salgo de esta.

Peggy Sue, lo del pelo es una manía pero además es que no se ducharme sin mojarme la cabeza, me parece una pérdida de tiempo.

Voz en off, hay varios posts sobre ellos...me acuerdo de miles de cosas.

Teresa ¡mil gracias! En mi postramiento de enfermedad me has animado. Gracias

Di Vagando dijo...

Qué perfil de consumidor se compra un pijama de cerebros, habiendo ositos, corazoncitos, florecillas, penes y esas cosas?

Necesitas terapia.

Y yo quiero mis royalties.

di

molinos dijo...

¿hay pijamas de penes?????

Te daré los royalties si salgo de esta....

Di Vagando dijo...

Penes con sus testículos (hirsutos) muy bien puestos. Me necesitas pues te falta mundo.

Jo, mejórate YA, auqnue sea por mis royalties.

Te preparo una nice cup of tea, la solución aquí para todo...

di

sasadogar dijo...

Ciao Moli,

aún mala dándole a la escritura, eres mi heroina; es verdad que la escritura y el leer nos permite sobreponernos a muchas cosas.
Me apunto lo del libro de este autor; yo no tuve abuelos, mis hijas si están disfrutando de los 4, y de todas sus modalides, abuelos jóvenes, más mayores con achaques y un poc cascarrabias, pero son recuerdos preciosos.

Mejore y por favor, soluciona lo de tu pantalón del pijama o me temo que protagonizarás una muerte absurda cayendo por las escaleras, en busca de "tus drogas" para la gripe, enredandote con esos infernales pantalones de pijama. ¿Has pensado en otra alternativa?,¿un skijama, dormir solo con unas gotas de Channel nº5 como marilyn, un camisón y polainas altas??,

un beso y grandes dosis de salud desde Valencia,

ELISA dijo...

Pues sí. Los prejuicios de primeras impresiones a mí me fallan casi siempre. Ahora ya lo sé. Ponte buena ya, aunque nos prives de esa escritura surrealista.

vizcondesadesaintluc dijo...

Buenos días Molinos,

Este año te he leído pero hasta hoy no he comentado. ¡Ponte bien y cuídate !
Un saludo afectuoso,

Sara

Iraide dijo...

¡Me ha gustado cómo has alternado el texto de Marcos Ordóñez con los recuerdos que a ti te evoca! Así es como rellena el lector la historia que el autor cuenta, y por eso para cada uno (y para la misma persona en distintos momentos de su vida) tiene resonancias diferentes. :)

P.D.: ¿Memorizar lo que se lee? ¿Pero qué coj***s? Maldita productividad, está enloqueciendo a esta sociedad.

Un saludo y que te mejores.

Iraide

NáN dijo...


“Puede que muera de este gripazo pero será con el pelo limpio.”

Ante frases como esta, suelo hacer una reverencia mental. Ya te había leído, con emoción, lo del peine y la merienda de tu abuelo.

Has hecho un canto sin falsedad de la enfermedad y la literatura: una de las pocas verdades que es difícil que nos quiten. Enhorabuena.

No sé si te lo he dicho alguna vez en persona, porque es uno de esos 1001 discursos que antes o después suelto: cuando la enfermedad con dolor aprieta, lo único que puede mantener nuestro interés son las historias de otros. Como todo el mundo, me he encontrado así en algunas ocasiones y no soportaba que nadie me atendiera, quería estar solo... y pensar en mis propias historias me agobiaba, desenroscaba ese autodesprecio que es el fango sobre el que se levanta el ego. La Literatura es el último refugio.

Poco a poco fui dejando de leer El País (¡ni un duro para Cebrián y el empresarialismo golfo!, era mi lema). Al final, solo lo compraba los sábados, por leer en Babelia a tres o cuatro personas de las que era devoto. Cuando se deshicieron de Ignacio Echevarría por no querer hablar bien de un escritor tonto de la Casa (también había escritores listos y magníficos de la Casa), dejé de comprarlo.

Y ¿sabes por qué lo sentí? Por Marcos Ordoñez. Lo de Echevarría era por aprender literatura, pero lo de Marcos Ordoñez me dolió porque era una de esas piedras que ayudan a construirte tu casa mental. (También había un cronista de toros al que leía con devoción, aunque no voy a los toros).

Anónimo dijo...

Ah el bollo suizo, que recuerdos de mi padre yendo a buscarme en pre-escolar a la parada del colegio y un suizo y una chocolatina Elgorriaga de una antigua pastelería de la avenida de Madrid en Amara.

(si algún donostiarra puede responderme: ¿el colegio Bienaventurada Virgen Maria es el que se llama ahora Mary Ward? Si lo es, ¿Siguen siendo "las alemanas"?)

El Anónimo de la Lámpara

Chelo dijo...

¡Qué bien escribes! parecía estar viendo una película ;-)
Qué bueno lo de caerte por la escalera "a lo Angela Channing", jajaja
¡Felicidades por tu Blog!
Saludos,
Chelo

Anónimo dijo...

Yo también leía a Joaquín Vidal.