jueves, 24 de septiembre de 2009

CONVERSAR


"Poco a poco, me fui relajando y entrando en la conversación. Kitty tenía un talento natural para hacer hablar a la gente y resultaba fácil charlar con ella, sentirse cómodo en su presencia. Como me había dicho una vez el tío Victor hacía mucho tiempo, una conversación es como tener un peloteo con alguien. Un buen compañero te tira la pelota directamente al guante, de modo que es casi imposible que se te escape; cuando es él quien recibe, coge todo lo que le lanzas, incluso los tiros más erráticos e incompetentes. Eso era lo que hacia Kitty. Me lanzaba la pelota derecha al hueco del guante y cuando yo se la devolvía, ella recogía todo lo que entrara, aunque fuese remotamente, en su área: saltando para agarrar pelotas que pasaban por encima de su cabeza, echándose ágilmente a derecha o izquierda, corriendo hacia adelante para no perder las que se quedaban cortas. Más aún, su habilidad era tal que siempre me hacía sentir que yo había hecho esos malos lanzamientos a propósito, como si mi única intención hubiera sido la de lograr que el juego fuera más divertido. Me hacía parecer mejor de lo que era y eso aumentaba mi confianza en mí mismo, lo cual a su vez me ayudaba a realizar tiros menos difíciles para ella. En otras palabras, empecé a hablarle a ella en lugar de a mí mismo, y el placer que eso me proporcionó fue mayor que ninguno que hubiera experimentado en mucho tiempo."


El Palacio de la Luna. Paul Auster

4 comentarios:

Gonzalo Viveiró Ruiz dijo...

Paul Auster esta bien, es bueno.
¿Escribes un montón de post el mismo día para que no podamos revisarte las faltas?

Kitty-Wu dijo...

Mi papá es muy grande...

Sílvia dijo...

GRAN libro!

NáN dijo...

Ahí, ahí, ¡qué grande!